Del escritorio de Julio Ruíz

La permanente fidelidad de Dios

La permanente fidelidad de Dios

La fidelidad de Dios es nuestro segundo sermón dentro de la serie los atributos de Dios comunicables. ¿En qué consiste la fidelidad de Dios? Su más cercana definición sería que Dios es constante y leal, fiel en guardar sus promesas e inmutable en su naturaleza ética. La fidelidad de Dios es vista en su fiabilidad, porque Él actuará siempre de acuerdo con la naturaleza de Su carácter y de acuerdo con las promesas hechas. Como alguien lo ha expresado: “Él es la fuente y el estándar de perfecta lealtad y confiabilidad”. Sin esta cualidad Él no sería Dios.

Fue este atributo lo que sostuvo a Israel como pueblo escogido, porque si alguien le dio razones a Dios para borrarlos de la tierra fue Israel; esa es la única explicación de Deuteronomio 7:9. Y es Jeremías quien nos habla de las razones de por qué no fueron consumidos (Lamentaciones 3:22-23). La fidelidad de Dios sigue a través del Nuevo Testamento, confirmada en Jesucristo como el Dios que nunca cambia. Así lo expresa Hebreos 13:8: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. De todo esto afirmamos que fidelidad de Dios es permanente, aunque tenga su relación con los demás atributos.

De esta manera, la fidelidad de Dios es aquello que sostiene nuestra confianza en todas sus seguras promesas. Si la fidelidad de Dios es permanente, de qué manera deberíamos verla en nuestras vidas.

2 Timoteo 2:11-13

Vista en sus gloriosas perfecciones

Dios cumple lo que Él promete

Salmos 36:5. Hablando de esas gloriosas perfecciones, la fidelidad de Dios es como el vestido con el cual luce su carácter. Qué distinto somos nosotros. Con una facilidad natural no siempre cumplimos lo prometido, y pareciera hasta que justificamos nuestras infidelidades. Pero cuán grande y diferente es Dios, porque la fidelidad de Él es ensalzada en términos de sus dimensiones ilimitadas, por lo menos eso es lo que dice el texto de Lamentaciones 3:22.

Hablando de esa belleza de fidelidad, el salmista dice: “Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes” (Salmos 36:5). Este atributo nos dice que, si Dios decidió hacer algo, nada ni nadie podrá detenerlo. Esto mismo lo dice Daniel “… y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35), y también Isaías lo dice: “Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? (Isaías 14:27).

Jeremías nos recuerda a un Dios renovando todos los días sus misericordias y su fidelidad. Dios no tiene una comida recalentada para dárnosla al día siguiente. Hay algunas comidas que después de recalentadas saben mejor, pero esto no aplica para con Dios, porque lo de él es todo nuevo.

Sin la fidelidad de Dios los demás atributos están sin efectos.

Ante esto, algunos teólogos piensan que la fidelidad de Dios es más que uno de sus atributos, porque pareciera que en ella convergen todos los demás atributos de Dios. Cómo explican esto los estudiosos del carácter de Dios. Por ejemplo, si Dios no fuera omnipotente, Él no podría hacer aquellas cosas donde yo necesito de su poder interventor. Pero Él lo hace, porque es fiel y Él no puede “negarse a sí mismo”. Y esto aplica para el resto de sus atributos como su omnisciencia o su omnipresencia.

Por cuanto Dios conoce todas las cosas, su fidelidad lo lleva a suplir todo lo que haga falta según “sus riquezas en gloria” como lo afirma Pablo. Y esto también aplica a el hecho de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, según el pasaje de la gran comisión.

El escritor Robert Reymond en su libro “La Nueva Teología de la Fe” describe la fidelidad de Dios de la siguiente manera: “Debido a que es éticamente confiable, Dios es fiel al pacto, es decir, existe una equivalencia precisa entre lo que dice que hará y lo que realmente hace”. Todo lo que Dios ha determinado hacer, lo hará, sin cambiar de parecer. Eso es fidelidad.

Vistas en el cumplimiento de sus promesas

Porque Él es inmutable

(Malaquías 6:3). Dios no puede cambiar sin dejar de ser Dios. Es como lo dice el salmista “Desde el seno de la aurora tienes tú el rocío de tu juventud” (Salmos 110:3). Santiago nos dice que en Dios no hay ni siquiera “una sombra de variación” (Santiago 1:17).

La pregunta que pronto surge en nuestras mentes es ¿por qué Dios permanece fiel con un pueblo que le es infiel? ¿Por qué Dios permanece fiel con nosotros si le fallamos tanto? Porque Él es fiel a sus promesas. Él se ha comprometido así mismo con su carácter de perdonarnos y ayudarnos hasta llevarnos a su propio cielo.

La verdad de Malaquías 6:3 es que, por cuanto Dios no cambia, por esa razón no “hemos sido consumidos”. El domingo pasado hablábamos de Oseas 11, y una de las preguntas hechas por Dios y escritas por el profeta dice: “¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel?… No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre…” (Oseas 11:8-9).

Todo lo que Dios hace lo hace desde su propio ser intento. Nadie le da algún consejo para hacer algo distinto (Romanos 11).

Porque así han sido desde el principio

Números 23:19.La verdad de este texto se cumple a través de todas las Escrituras. Veámoslo de esta manera, Dios sacó a Abraham de Ur de los caldeos y le prometió hacer de él una gran nación (Génesis 12:2). Abraham y Sara eran ancianos (100 y 90 años) cuando Dios les dio la promesa de tener el hijo por medio de quien vendría la “gran nación”.

Esa promesa siguió a través de Jacob, y fue a través de sus hijos cómo se cumpliría esa promesa cuando descendieron a Egipto. Cuatrocientos años después Israel fue una gran nación, y para cuando se dio el éxodo se habla de una nación compuesta por unos dos millones de personas. Luego vemos cómo la fidelidad de Dios se hizo presente en el liderazgo de Moisés y en Josué hasta verlas cumplidas de acuerdo con Josué 21:45.

La promesa siguió a través de los jueces, los reyes y después los profetas. Y fue Isaías, el más grande de los profetas mesiánicos, quien habló de un salvador en la persona del Mesías venidero, tanto en su llegada (Isaías 9:1-2, 6), y en su muerte (Isaías 53). Y esa promesa ya cumplida nos fue confirmada por el Padre al entregar al Hijo todo el poder y dominio, hasta estar completos en él (Colosenses 2:9-10).

Vista a pesar de mi infidelidad

La primera infidelidad después de la libertad

Éxodo 32:1-14. Este es uno de los pasajes más insólitos del Antiguo Testamento. Israel había visto una de las hazañas más gloriosas de Dios sobre los dioses y la vida del faraón de Egipto. Ellos vieron como Dios usó diez plagas para doblegar el poderío egipcio y salir como la nación más victoriosa de esclavitud alguna sobre la tierra, pues duraron unos 430 años como esclavos.

Pero una vez libres, y viendo que Moisés duraba mucho en la montaña del Sinaí donde Dios le estaba dando las leyes por medio de las cuales ellos se iban a regir, alguien propuso la idea de hacer un ídolo (becerro de oro) para que les guiara hasta la Canaán porque ellos no habían visto a Moisés por mucho tiempo, y su argumento fue: “no sabemos qué le haya acontecido” v.1.

Entre lo insólito de esta historia aparece Aarón, el portavoz de Moisés, el hombre más cercano a Moisés y quien vio de cerca el poder de Dios descender, porque fue a través de la autoridad a través de su vara cómo Dios obraba en medio de ellos, prestándose para hacer aquel ídolo abominable, y hasta permitir los sacrificios de Israel delante de ese dios. Esta gran infidelidad despertó la ira de Dios a tal punto de querer acabar con Israel. Pero fue por la oportuna intercesión de Moisés que ellos no fueron consumidos (11-14).

Nosotros no somos distintos a Israel

2 Timoteo 2:1. Esta palabra da por sentado dos verdades que fluyen en todas las Escrituras: la fidelidad de Dios y nuestra infidelidad. Cuando pensamos en Dios, nada nos llena de más seguridad y confianza como el saber que Dios es fiel. Pero cuando pensamos en nosotros llegamos a ser la antítesis de Dios, porque somos infieles por naturaleza.

Por cierto, cuando pensamos en la palabra “infidelidad” a menudo la asociamos con un desliz marital en la pareja. Pero la infidelidad va más allá de esto. Entonces, ¿cuándo, dónde y cómo somos infieles? Es fácil dejarse llevar por las preocupaciones y situaciones que nos tocan vivir. Uno de los textos que más nos toca cuando al hablar de nuestra fidelidad a Dios dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo…” (1 Juan 2:15).

Si las cosas del mundo son las que más anhela mi corazón, y son ellas donde más me muevo en lugar de agradar a Dios, estoy siendo infiel. La otra parte del texto es muy contundente, cuando dice: “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. Jesucristo debe ser mi primer amor, pero si amo más al mundo que a él, entonces soy infiel. También somos infieles cuando dejo de congregarme, en el uso de mis dones y talentos, y en mi lealtad para sostenerla. Que Dios nos ayude para no serle infiel.

Vista en el ejemplo de auténticos creyentes

1. Podemos ser fieles, aunque sea rechazo

Génesis 39:22-24. Jacob tuvo 12 hijos y casi todos fueron infieles. Sin embargo, José adornó su vida con total fidelidad. Fue fiel hablándole a su padre del mal comportamiento de sus hermanos. Fue fiel cuando fue vendido por ellos a Potifar, pues no se reveló contra esto.

Fue fiel:

  • En toda la casa de Potifar cuando él lo tuvo como su mayordomo, y cuando su esposa quiso seducirlo, dejando en sus manos la ropa.
  • Cuando estuvo preso en la cárcel, hasta el punto de ser puesto como director de la cárcel.
  • En la interpretación de los sueños del Faraón, dando la correcta interpretación de los años de abundancia y los años de hambre.
  • Cuando el Faraón lo llevó a la grandeza, sin que ese cargo lo llevara a la gloria persona.
  • En colectar todos los cereales durante los años de abundancia, y después cuando le tocó administrar toda abundancia en los tiempos de escasez.
  • En compadecerse de la casa de su padre, trayéndole a la Egipto con toda su demás familia.
  • Al estar ante sus hermanos, y no tomar venganza de ellos.
  • Hasta su muerte, tanto así que Israel, después de 400 años, llevó su cuerpo embalsamado a la tierra prometida.

José es un ejemplo que si se puede ser fiel a pesar de la adversidad. Fue fiel a su familia, a su integridad moral y al trabajo al cual fue llamado.

Podemos ser fieles en medio de las pruebas

Rut 1:18. La historia de Rut es como un faro en la noche oscura del periodo de los jueces, y créame que fue oscura, porque según Jueces 21:25, la frase distintiva era: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”.

Sin embargo, qué pasó después. Pues que Rut aparece como un modelo de virtud, y de una fidelidad incuestionable frente a otros que no fueron tan fieles. Ella siendo moabita, provenía del incesto de Lot con sus hijas, y siendo Moab un gran enemigo de Israel, no le importó su trasfondo para casarse con un judío, hijo de Alimelec y Noemí, y después de muerto su esposo decidió seguir a Noemí, aunque su suegra le rogó insistentemente regresar a su tierra y con sus padres.

Y es frente a esto que encontramos en el libro de Rut 1:16-18 las palabras más hermosas, acerca de la fidelidad que se conozcan hasta ahora, dichas por una extranjera. ¿Hasta dónde llegó la fidelidad? ¿Cuál fue el resultado de haber seguido al Dios y al pueblo de Noemi? Que Dios la bendijo dándole por marido a Booz, el judío soltero más codiciado de Belén con quien tendría un hijo llamado Obed, padre de Isaí, padre de David, y de quien vendría después la línea mesiánica.

La fidelidad de Dios es eterna

Leamos juntos el texto con el que inicie este mensaje, 2 Timoteo 2:11-13. “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará.Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo”. Hay cuatro “si” en este texto y en todos vemos la permanencia de la fidelidad de Dios.

Dios es fiel al decirnos que al final viviremos con Él. Dios es fiel al decirnos que al final reinaremos con Él. Pero vea esta advertencia, Dios será fiel en negarnos, si nosotros también le negáramos. Pero ahora vea el cuarto “si”: “si fuéramos infieles, Él permanece fiel”, y cuál es la razón de su fidelidad, porque “Él no puede negarse a sí mismo”. La fidelidad es un atributo absoluto de Dios, mientras que la fidelidad nuestra es frágil y relativa.

Sin embargo, el llamado de este texto no es a considerar nuestra infidelidad como una opción permanente, si no por cuando la fidelidad de Dios permanente, nuestro deseo debiera ser no deshonrar su fidelidad. ¿No nos parece extraño que Dios les dijera a los dos siervos de la parábola de los talentos: “ven buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré?”. Así obra siempre Dios.


Estudios de la serie: Atributos Divinos

1: Santo, Santo, Santo
2: La permanente fidelidad de Dios
3: El amor más grande
4: Por Su misericordia
5: La Justicia de Dios
6: La revelación de la ira divina
7: El rostro de la gracia
8: Sino que es paciente
9: La soberania de Dios
10: La eximia Gloria de Dios

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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