Del escritorio de Julio Ruíz

El forastero reconocido

El forastero reconocido
Foto cortesía de DepositPhotos

El forastero reconocido está basado en Mateo 25:31-46

No hay un día en nuestra historia que no se hable del extranjero, sea porque algunos decidieron irse de su país buscando una vida mejor, o porque se vieron forzados a salir por la condición insoportable de vida, debido a la tiranía del gobierno de turno. Y aunque los extranjeros logramos insertarnos en el sistema de vida del país que nos recibe, seremos siempre extranjeros donde ahora vivimos.

Como forasteros, en algunos casos, experimentados la “xenofobia”. Esta palabra describe la actitud hostil con el cual algunos reaccionan al ver a los inmigrantes. En algunos casos, nos encontramos con grupos racistas quienes activan cierto odio y hasta rechazo por aquellos que no son como ellos.  Una lectura detenida de este pasaje, además de ser una de los más impactantes que se conozcan, fue dado en el contexto del juicio a las naciones con un marcado énfasis en el cuidado que se le dio al extranjero.

Es, en efecto, una de las enseñanzas más comprometedoras y por las que se ha de juzgar a todos los seguidores de Cristo. Nunca Jesús reveló un asunto de tanta consideración como lo hizo acá. ¿Cuál fue su más grande preocupación? Que nosotros viéramos al extranjero como él los ve, para cuidar de ellos como personas muy vulnerables debido a su condición económica, emocional y espiritual. Frente a esta desigualdad del mundo nada nos hará bien que estudiar la postura de Cristo frente al llamado “juicio a las naciones”. ¿Por qué decimos esto? Porque Jesús es el más grande   defensor del extranjero, porque él también fue un extranjero.  Estas fueron sus palabras respecto a este tema: “Fui forastero y me recogiste”. ¿Qué quiso decir Jesús con esta frase?

Jesús se identifica con las carencias del necesitado y del forastero

Tuve hambre, y me disteis de comer

Mateo 25:35a. El hambre es una de las principales causas de muerte en el mundo. Las estadísticas nos alarman. Y en esto los inmigrantes llevan la peor parte. Ver a Jesús decir “tuve hambre, y me disteis de comer” es la más grande identificación de aquel que también dijo: “Yo soy el pan de vida”.

Si bien fue él quien también dijo: “no solo de pan vivirá el hombre” (Mateo 4:4), él sabe de esta necesidad del cuerpo porque después de ayunar 40 días tuvo hambre. Si alguien conoce el estómago hambriento es Jesús. No le neguemos el pan al que sufre. Nosotros tenemos la bendición de vivir en un país de mucha abundancia, pero más allá, “allende de los mares” tenemos mucha gente que sufre de hambre y debemos darles de comer como les planteó Jesús a sus propios discípulos.

Tuve sed, y me disteis de beber

Mateo 25:35b. Jesús es el agua viva (Juan 7:37-39), sin embargo, ahora dice que tuve sed. Jesús sabía lo terrible que era la sed. En la cruz la experimentó como ninguna otra cosa. La sed es peor que el hambre. Una persona podrá durar muchos días sin comer, pero no podrá pasar tres días sin tomar agua. Jesús sigue su identificación con estos que sufren y ahora lo hace con aquellos que pasan la experiencia de esta carencia.

¿Sabe usted la sed de los que cruzan las fronteras en busca de una vida mejor?  Jesús dijo que el que diera de beber un vaso de agua a uno de esos pequeños no perdería su recompensa (Marcos 9:41). La sed de los que padecen por este preciado líquido es la misma sed de Jesucristo. ¿Sabe usted cuánta gente ahora mismo padece de sed en el mundo? Muchos migrantes pasan por terribles desiertos que llegan a ser “una enorme máquina de matar”. De esta manera lo titula los periódicos para describir el padecimiento por la sed.

Estuve desnudo, y me cubristeis

Mateo 25:36. La desnudez es otra de las grandes carencias de nuestra humanidad. Cuando uno piensa en los hombres que se ven forzados a salir de sus tierras, muchos de ellos solo se llevando un morral consigo, habiendo dejado atrás todas sus pertenencias, entre las que se incluyen sus ropas, abrigos y demás protecciones, ponderamos ese estado de carencia y protección del cuerpo.  

Oímos historias desgarradoras de nuestra gente atravesando un páramo sin las ropas adecuadas o calzados para la inclemencia de esos climas. Las montañas del Darien entre Colombia y Panamá son testigos de esta condición en las que atraviesa la gente. Jesús valoró el hecho de que alguien pudiera cubrir de buen abrigo y calzado. He oído de cómo se ponen los pies de los caminantes, simplemente horribles, inflamados porque el calzado no es el más adecuado.

Estuve enfermo… en la cárcel

Mateo 25:36b. Jesús nos dio una visión completa de las carencias de los hombres. Oírle hablar ahora de estar enfermo y en la cárcel es llegar al extremo de esas condiciones que desgarran el alma. ¿Sabe usted de esas enfermedades que golpean tan punzantemente el cuerpo del ser humano? ¿Sabe usted lo que es el sufrimiento de una cárcel? Pues Jesús se identifica en su totalidad con esta condición. Visitar al que está enfermo y al que está preso, es hacerlo al mismo Cristo. Ya el profeta había dicho que él llevó nuestros dolores, angustias y enfermedades. Los migrantes pasan por estos cuadros penosos que Jesús

Jesús hace provisión para suplir a los necesitados

La aprobación de los justos

Mateo 25:34-40.   Lo primero que vemos acá es la gran sorpresa de los justos al oír del Rey las palabras más dulces que se podrán escuchar el día cuando estemos en su presencia: “Por cuanto lo hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños a mí lo hicisteis”. En la pregunta que hacen los sorprendidos del Señor, hay seis actos de necesidad donde estuvieron envueltos los justos y los injustos y donde el creyente se hace merecedor de este elogio del cielo.

Las tres primeras necesidades: hambre, sed y vestido son de carácter universal, y para eso todos tenemos el sagrado deber de ayudar. Diríamos que estos actos de amor los podemos hacer con más facilidad que las otras tres, pero estas últimas que tienen un mayor grado de miseria, requieren de mayor compromiso y más sacrificios para hacerlas. Cuando Jesús dijo “lo hicisteis a mi” estaba reconociendo el haber pasado por esas miserias humanas cuando se hizo uno como nosotros.  El Señor no te calificará por tu sola asistencia a la iglesia, sino por los actos de amor hacia sus “pequeños”. Los inmigrantes son parte de este trabajo donde quiera estén. Quien hace bien a ellos tienen la aprobación divina.

La desaprobación de los malos

Mateo 25:41-45. Una de las sorpresas de este pasaje es la calificación que Jesús hará de lo que Pablo dijo cuando habló que fuimos “creados en Cristo Jesús para buenas obras”. El creyente habla mucho de Efesios 2:8 al referirse a su salvación por gracia, pero muy pocos conocen de la importancia de Efesios 2:10.

Otra vez, al final de la jornada el Señor no tomará en cuenta tanto tu fidelidad como asistente a los cultos de tu iglesia, si esto no te llevó a verdaderos actos de amor por los que sufren y tienen menos. Como este pasaje habla de los cabritos que están a la izquierda, la sentencia de condenación para ellos tendrá que ver con la ausencia de la misericordia, de la bondad y el amor demostrado hacia su prójimo lo cual es un reflejo de una gran omisión, no solo por los más necesitados, sino porque ellos no conocían al Rey a través de quien deberían servir.

Aquí hay una situación que amerita nuestra más profunda reflexión y detención. La salvación está íntimamente relacionada con la demostración de amor hacia los que más sufren y padecen. La vida que solo se centra en sí misma desconoce al que lo hizo todo por nosotros.

Jesús recompensa a los que ayudan a los necesitados y a los forasteros

Los que ayudan a los forasteror

Mateo 25:33- 34. Lo primero que nos dice el texto es que las ovejas serán puestas a la derecha. Ese lugar es de honor. Allí se sientan los nobles y príncipes. La gente que era invitada a sentarse a la derecha del rey era para ser distinguida con el más grande honor y privilegio. Además de esta distinción el Señor los llama “benditos de mi Padre”.

Cualquier bendición siempre será bienvenida, pero que ella venga de Dios es simplemente indescriptible. Y esa bendición tiene que ver con la herencia que nos espera. Las herencias terrenales son pasajeras y motivos de conflictos; la que aguarda a los redimidos es eterna, preparada mucho antes que naciéramos. ¿No es esto maravilloso? Escuche lo siguiente: Dios no nos creó para ser parte de algún reino terrenal donde impera la corrupción y la maldad.

Él te creó para ser parte de su reino eterno. Observa que antes que nacieras ya Dios había pensado en ti y te había asignado un lugar cerca de él, allí a su derecha. Pero observa que nada de esto es posible si no vemos que Jesús habla de esas bendiciones en la proporción de nuestra entrega a las siete cosas que aquí menciona. La aprobación de este examen es directamente proporcional al contenido de estas siete demandas de Jesús.

Los que enfrían su corazón

Mateo 25:41. Las dos palabras más fuertes de esta historia son “venid” y “apartaos”. Mientras la una es la invitación más gloriosa para estar con el Padre eterno, la otra es la más triste al hablarse de una separación eterna. Cualquier separación es superable en la tierra, pero la separación eterna, la que habla del “castigo eterno”, rompe con todo lo impensable.

He aquí el resultado de los que no pasaron el examen. Matthew Henry ha escrito sobre esto lo siguiente: “El impío y el santo habitan aquí juntos en las mismas ciudades, iglesias, familias y no siempre son diferenciados unos de otros; tales son las debilidades de los santos, tales las hipocresías de los pecadores; y la muerte se los lleva a ambos: pero en ese día serán separados para siempre” (Comentario Mundo Hispano, Mateo 25).

La diferencia de este examen con los otros que hacemos en la tierra es que mientras en uno tenemos otros chances para hacer reparación, en el examen final dictado por Jesús no hay más oportunidad. La sentencia será total. La condenación será eterna. Esto es muy serio.

El forastero reconocido

¿Por qué Jesús ama tanto a los forasteros? Porque él mismo fue un forastero. Jesús fue un inmigrante en su deidad. Él se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:1-3, 14). Pero también Jesús fue un inmigrante en su humanidad. Véalo con su familia desde niño huyendo a Egipto (Oseas 11:1). Jesús en su temprana edad conoció lo que es vivir fuera de su gente, de su patria, de su cultura, tener que enfrentarse a otro idioma, etc.

Pero Jesús también fue un forastero en su propio país. ¿No fue estando con su propia gente que se dice que a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron según Juan 1:11)? ¿No le dijeron y “de Nazaret ha de salir algo bueno?” (Juan 1:46). Sí, Jesús ama a los inmigrantes y conoce sus carencias. Él experimentó las siete necesidades de las que habla en este mismo pasaje. En este pasaje del juicio a las naciones hay dos cosas que quedan muy claras: hay dos grupos de personas con un destino eterno completamente distinto. Una cosa es el cielo, pero otra muy distinta es el infierno.

Al cielo van los justos. ¿Y quiénes son ellos? Los que han recibido al Rey (Jesucristo) como su salvador. Ellos son los que aman y sirven a “los hermanos más pequeño”. Al castigo eterno van los malos. ¿Y quiénes son los malos? Los que rechazaron al Rey, y en consecuencia no hicieron el bien a otros. ¿En cuál grupo estará usted?

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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