Del escritorio de Julio Ruíz

Danos hoy el pan nuestro de cada día

Danos hoy el pan

Danos hoy el pan de cada día, pudiera  ser la petición que más estábamos  esperando. ¿A caso no es la comida lo que más buscamos durante el día? Amado hermano, ¿está aprendiendo a orar como conviene? Quiero decir, ¿está siguiendo el orden que el Señor nos ha dejado para dirigirnos a él cuando oramos? Hemos dicho que el “Padre nuestro” nos fue dado para que aprendiéramos a orar, pero a orar bien

(Mateo 6:5-15)

La verdad de lo que Jesús nos está enseñando es que las tres últimas peticiones del “Padre nuestro”, dependen de la manera cómo yo santifico el nombre de Dios, pido que venga su reino,  y si estoy listo para hacer su voluntad. çEntonces, ¿cuál es el sentido de esta cuarta petición? Que de acuerdo a la sabiduría divina, después que el Señor ha ordenado los bienes celestiales, es decir, la santificación del nombre de Dios, la venida de su Reino y el cumplimiento de su voluntad, es cuando debiéramos comenzar a orar por nuestras  necesidades temporales. En esto concuerda lo que ya el mismo Señor había ordenado tocante a buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (Mt 6:33).

Con esta cuarta petición nos introducimos en lo que serán las tres más grande necesidades de la vida. Una tendrá que ver con lo que más necesita el alma. Otra tocará la parte de nuestras relaciones con los demás y la última tendrá que ver la advertencia respecto al pecado y su continua actuación en nuestras vidas. ¿Qué nos enseña esta cuarta petición?

Hay un Dios Dador para nuestro sustento

La naturaleza del gran dador

(Jn. 3:16). Esta oración comenzó diciéndonos: “Padre nuestro…”, con lo cual se nos revela la tierna figura del Dios-padre. Se sabe que una de las grandes características de todo buen padre es dar. Sé que no todos los padres sienten placer en esto, pero nada nos hace más feliz que poder cubrir las necesidades de nuestros hijos e hijas. Jesús reconoció esta cualidad en los padres terrenales, al decirnos que  “si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?”(Mt. 7:11).

Cuando Jesús dijo “danos”, estaba revelando la naturaleza dadora de su Padre. Dios se conoce desde el principio como Aquel que “dio a su Hijo unigénito”, su más grande regalo de amor. Cuando en mi oración digo “danos”, estoy poniendo de manifiesto que Dios es poderoso para satisfacer mis necesidades. Estoy declarando que el Padre en el que creo tiene la suficiencia para cuidar de mí. Que todo lo que necesito, me lo dará Dios. Como preguntó  Pablo a los Corintios: “¿Qué tienes que no recibiste?” (1 Cor. 7:11).  Dios disfruta dándome de lo que él tiene. No se queda con nada.

Las promesas del gran dador

(Sal. 37:25) Yo no sé cuántas veces usted ha leído este texto, pero cuando yo oro “danos hoy el pan nuestro de cada día”, estoy confesando mi fe en  las promesas que Dios ha hecho a sus hijos. Si hay un hijo de Dios desamparado y mendingando pan es porque perdió su fe y le ha hecho caso a aquellos que andan diciendo que Satanás les robó las bendiciones y por lo tanto tenemos que arrebáteseles otra vez. Nada es más lejos de la verdad bíblica que esto. ¿No ha leído a caso Filipenses 4:19 y Mateo 6:25-34?

Entre el movimiento que le da tanta importancia a   Satanás como el “arrebatador” de las bendiciones dadas, está una mujer llamada Nancy Amancio, con la canción “arrebato”, que dice: “Hoy me apodero de lo que a mí me pertenece. Lo que me has quitado me lo devolverás con creces. Porque Dios me hizo su hija y con los hijos de Dios nadie se mete. Hoy me apodero de lo que a mí me pertenece. Lo que me has quitado me lo devolverás con creces. Es que Dios me hizo su hija y con los hijos de Dios nadie se mete”. Aunque suena bonita, no la recomiendo. Yo no tengo nada que arrebatarle Satanás, porque  las bendiciones están en las manos de Dios y no en las suyas.

La dependencia en el gran dador 

(Lc. 12:34). El propósito de esta petición es que aprendamos, no tanto a ser “pedidores”, sino que tengamos una gran fe para depender en la provisión del “Padre nuestro”. ¿Por qué decimos esto? Porque confiamos más donde tenemos  puesto nuestros tesoros  que en Aquel por quien vienen los tesoros.

En esto hay  cosas que deben decirse: Dios es fiel como  proveedor. Pero todos los días oímos de escasez alrededor del mundo. Hay países cuyos gobiernos se encargaron de lapidar sus economías y hoy nuestra gente sufre la falta de todo, por lo cual se hace tan necesaria la oración de la dependencia en el gran dador.  Otros, irónicamente tienen tan  surtidas sus despensas que parecieran no tener necesidad de pedir el “pan nuestro de cada día”. Hogares donde no hay necesidad de nada; donde los hijos tienen comidas de sobra, hasta el punto de echar a la basura lo que ya no quieren comer. 

Cuando oro pidiendo “el pan nuestro de cada día”, sea que tenga escasez o abundancia, estoy poniendo al Señor en el centro de todas necesidades, y confesando con ello que sólo él podrá suplir mis continuas necesidades. La despensa del cielo no es alcanzada ni  por ladrones ni las polillas.     

Hay un día a la vez para nuestro sustento

La petición: danos hoy el pan

El pan era el alimento básico de la dieta judía. Por supuesto que esto no significa que ellos no podían pedir por el pescado, el cordero y todo lo que se puede acompañar con el pan. Dios quiere suplirme  lo básico, luego él se encargará, según sus “riquezas en gloria”, de darme para lo demás. Por otro lado, el asunto de pedir solo por el “pan nuestro”, no promociona una especie de ascetismo donde la persona se abstenga del resto de las demás cosas buenas que el mismo Padre ha provisto para sus hijos. El sentido de esta oración es que si Dios suple lo básico, también suplirá lo otro. Yo no tengo que recordarle al Señor que además del pan debe proveernos del pollo, la carne, el arroz, los vegetales, los frijoles y las frutas. Dios no necesita esa información.  Vea cómo en el desierto, donde no hubo otro alimento, Dios proveyó del maná que lo comieron los adultos, los jóvenes y los niños, y ninguno de ellos se enfermó, ni sufrieron de colesterol alto o de azúcar en la sangre. No hubo problemas de desnutrición en el desierto. Vea cómo la palabra testifica al respecto (Dt. 8:4). Se destaca acá que el maná  era un tipo de Cristo, quien llegaría a ser el  “pan de vida” que todo lo suple.

El pan para hoy

Te pedimos el pan para hoy. No pedimos para las próximas horas, días o semanas. Cada día pides lo mismo. Todo esto para descartar mi preocupación por el mañana. Cuando Dios sacó a Israel de Egipto al desierto, el pueblo sabía que allí no había donde cultivar, donde pescar, donde ir de compras… allí no había donde comer. No había restaurantes. Dios le dijo a Moisés que tenía dos millones de personas que alimentar (y les gustaba comer mucho, visto por las quejas por regresar a Egipto), a quienes sostendría con el maná. Pero la porción que yo les enviaré será solo para un día. No deben acumular pan para mañana porque se dañará. Y el pan llegó, y los más hambrientos acumularon para el día siguiente, y entonces se pudrió, se llenó de gusanos y después apestaba. Al hacer esto le estaban diciendo a Dios que no estaban seguros de su provisión futura. Esto revela las veces que podemos estar viviendo del pan del día anterior,  rancio y mohoso. Necesitamos del pan fresco de cada día. Cuando me preocupo más por el mañana invierto el orden de mis prioridades al orar. Mi interés debe ser por el día de hoy. Así, pues, si Dios alimentó a tanta gente durante cuarenta años, lo hará con nosotros también.

El pan de cada día

En el original esta es una sola palabra. Esta fue la palabra que volvió loco a los estudiosos en el pasado, incluyendo a los griegos. Simplemente no aparece en ninguna otra parte, sino en esta sección del Padre nuestro. No hay otro documento donde pueda ser hallada. ¿No es esto curioso? Entonces el dilema para muchos fue, cómo debiera ser traducida la palabra “cada día”. Vea lo que sucedió. En el siglo XIX apareció un papiro, y el mismo contenía una lista de alimentos para ir hacer un mercado.

Exactamente lo que hacen las amas de casa cuando van de compra. Pues allí, en ese papiro, apareció la palabra que había dado tantos dolores de cabeza. Cuando esto se descubrió, entonces los estudiosos del texto entendieron que esa palabra era una referencia a un mercado diario. Era la lista del día, no más. Las distintas versiones enfatizan la idea que te estamos pidiendo el pan nuestro para hoy, no para mañana. Esta es una oración de confianza, con esta traducción: «Danos día a día las cosas que son necesarias para la vida.» No es una petición a Dios para que cumpla con las necesidades que aún no han surgido. Es una expresión de fe en Dios que dice: «Creo que vas a cuidar de mí un día a la vez.» Amén.

Hay otros que deben ser incluidos en este sustento

De lo personal a lo colectivo

El judío era muy dado a orar de una forma individual. Si ellos tuvieran que hacer la oración modelo que Jesús nos está enseñando, orarían: “Dame el pan mío hoy”. Pero la oración dice: “Danos hoy el pan nuestro…”. Esto le da un duro golpe a esta sociedad tan individual y personalista. La sociedad occidental lleva consigo la marca del aislamiento. Sin embargo, no ha sido así en la sociedad oriental. Todavía hoy se conserva el sentido comunitario, donde a  todos se les atiende y se toman en cuenta las familias, buscando que ellas permanezcan unidas. La idea de esta petición es que al orar podamos pedir por el pan nuestro de toda la comunidad.

La verdad es que esta palabra “nuestro” está muy lejos de nosotros cuando oramos. Piensa por un momento. Suponga que usted  no tiene trabajo. Por seguro que en su oración usted le ruega al Señor que le dé un trabajo. Pero, ¿se acordó que habrá unos cuantos hermanos que están en la misma condición que la suya? ¿Le pidió al Señor por ellos? Vea otro ejemplo. Usted tiene una enfermedad que lo agobia. En su oración usted clama de día y de noche por sanidad. ¿Se acordó que habrá otros hermanos en su misma condición? ¿Cómo oramos?

No es lo tuyo o lo mío, es lo nuestro

Tenemos que orar de una manera más comunitaria. No es solo tú necesidad, son nuestras necesidades. Hay una marcada tendencia a orar por nosotros. Hay oraciones que tienen mucho de egoísmo. Primero oro por mí, luego sigo orando conmigo, y termino dándole gracias a Dios por mí. Al orar hay que hacerlo incluyendo a otros. 

Observe cómo esta petición se destacan las  palabras «nos» y «nuestro.» Esto no es una oración que se puede orar egoístamente. No se trata sólo de conseguir «mis» necesidades satisfechas. Se trata de orar por las necesidades de la familia de Dios. La Biblia presenta un gran interés en envolver a  nuestros hermanos y hermanas en nuestra  vida e oración. Pablo nos pide que no miremos tanto por nosotros mismos, sino que pensemos en los demás (Fil. 2: 4). Cuando hay un hermano en gran necesidad, o que le ha fallado al Señor, se nos exhorta a “sobrellevad las cardas los unos de los otros” (Gal. 6: 2). Y cuando estemos pensando más en nosotros, y satisfacer siempre nuestros deseos, el texto nos exhorta, diciendo: “Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (1 Cor. 10:24). ¿Oramos también por el pan de los demás? ¿Estoy aprendiendo a orar?

Danos hoy el pan

Alguien le preguntó una vez al muy famoso predicador inglés Juan Wesley lo siguiente: “Suponga que usted supo que esta sería la última noche de su vida, ¿cómo la pasaría?”. “Bueno, a las cuatro en punto me tomaría un poco de té”,  respondió,  «a las seis  visitaría a Mrs. Brown en el hospital. Luego, a las siete y media llevaría  el servicio que acostumbro a mitad de semana en la capilla. A las nueve y diez tendría mi cena; a las diez iría a la cama, y por la mañana me despertaré en la gloria”. Y usted, ¿cómo lo pasaría? Esto significa vivir un día a la vez. Jesús nos ha enseñado a orar: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”. No el de mañana, ni el de la próxima semana. Se nos prohíbe afanarnos por el día de mañana que no ha llegado. Nuestro Dios es suficiente para suplirnos hoy. Cada día debo tener la seguridad que el Dios que suplió ayer, lo hará hoy. La promesa bíblica es firme: “No he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendiga pan” (Sal. 37:25). Jesucristo es aquel “maná” del desierto. Satisfaga con él, el hambre de hoy. Él es el “pan de vida”. Venga a él y sacie su hambre hoy.  Oremos juntos «Danos hoy el pan Señor».

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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samuel
samuel
2 años de haberse escrito

Muy buen artículo

America
America
2 años de haberse escrito

Las más maravillosas y edificantes enseñanzas me motivan grandemente. Muchas gracias hno Julio Ruiz Dios bendiga su vida, familia y congregación.

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