Del escritorio de Julio Ruíz

Una familia disfuncional

Una familia disfuncional

Génesis 25:27-34; 27:1-30

Una de las expresiones más oídas en este tiempo al hablar de las malas relaciones entre padres e hijos o esposos y esposas, es la de hogares “disfuncionales”. Con esto se define a una familia en la que los conflictos, la mala conducta y el abuso se producen continua y regularmente. Cuando esto ocurre, los miembros de esa familia llegan a ver como “normal” lo que allí sucede. 

Un hogar disfuncional es donde lo funcional no es normal. Y el otro vocablo amigo del anterior son las llamadas “relaciones tóxicas”. Curiosamente, ambas declaraciones parecieran definir a algunos hogares de hoy, especialmente a las familias sin temor de Dios. Pero ¿puede haber familias disfuncionales y con relaciones tóxicas en nuestras iglesias? Más aún, ¿hay en la Biblia hogares con estas características?

Pues cuando estudiamos el comportamiento de algunos de ellos nos encontramos con sorpresas. Veamos el hogar de Isaac y Rebeca. La manera cómo se enamoraron fue como de “película”, porque el encuentro se dio a través de señales muy claras (Génesis 24:12-21). Rebeca no podía tener hijos, sin embargo, Dios la bendijo con gemelos: Esaú y Jacob.  Uno era “pelirrojo, y era todo velludo como una pelliza” (26:25), mientras que el otro, Jacob, nació “lampiño” y con la mano trabada al talón de Esaú (v. 26).

Esa visión de ese nacimiento revelaba quiénes serían esos dos niños en el futuro. Los niños crecieron y se nos dicen dos cosas importantes de su carácter. Esaú fue cazador, y amado por su padre; mientras que Jacob fue hogareño, y amado por su madre. Esta distinción comenzó a dar origen a un hogar disfuncional entre Isaac y Rebeca. Veamos cómo los cuatro integrantes de esta familia, aun habiendo tenido un hogar cristiano y siendo dueños de la promesa, tuvieron serios problemas debido al trato de favoritismo dado entre ellos. Esta familia nos mostrará cómo funciona un hogar disfuncional.

Un padre gobernado por sus caprichos

El favoritismo por el hijo mayor

Génesis 25:28. He aquí una poderosa razón para crear una familia disfuncional: el favoritismo entre los hermanos. Cuando uno busca las razones de esta actitud de Isaac para con Esaú, pronto descubre el secreto. Uno pudo ser su color y su piel. Se nos dice que era rojizo y estaba cubierto de muchos vellos (v. 25).

Al parecer Isaac quedó impactado con su muchacho cuando lo vio salir. Por otra parte, se nos dice que Isaac amaba a Esaú porque era un diestro cazador, y se había convertido en su “chef” de comidas exóticas (v. 28). A simple vista podemos ver el grave pecado del favoritismo en la vida de uno de los santos hombres del Antiguo Testamento. 

La preferencia es uno de los grandes males de nuestra sociedad, y el causante de trastornos emocionales en la vida de muchos.  Hay una tendencia muy marcada a inclinarse por cierto tipo de personas. Así que no es extraño ver a los padres teniendo hijos preferidos, hijos teniendo padres preferidos, y aun en las iglesias es normal escuchar decir a sus miembros “este es mi pastor favorito”. Isaac no disimuló su preferencia por Esaú y eso fue causa de conflicto familiar. La Biblia define al favoritismo como acepción de personas (Romanos 2:11). Eso es pecado.

La caza de la bendición

Génesis 27: 3-4. Isaac fue un hombre muy espiritual en su juventud, pero después de viejo se volvió muy carnal. Es curioso como en este texto lo que Isaac más desea sea la comida de hijo preferido. Se decantaba por un plato de carne de algún animal del monte con cebollas, puerros y demás vegetales. Nada lo hacía más feliz en los últimos años de su vida como esas comidas preparadas por su hijo predilecto. No sabemos qué había pasado, pero la comida de Rebeca no le gustaba tanto como la de su hijo.

Esaú era un diestro cazador, por lo tanto, aquella caza debió ser la más importante de su vida, porque era la comida de la “bendición”. Había una complicidad entre el padre y el hijo originada por las comidas. Isaac estaba ciego, y al parecer había perdido su apetito por las cosas de Dios, pero no por las cosas que más le gustaban.

Su hijo lo mal acostumbró con sus platos y ahora desea volver a comerlos. Lo curioso de ese acto es que Isaac acondicione la bendición al hijo mayor por un guisado de su propia caza. Y mis amados, el síndrome de Isaac puede estar en medio de padres adultos que durante su vida joven tenían una pasión por las cosas del Señor, pero después, por los apetitos de la carne, se alejan de él.

Una madre gobernada por la intriga

El favoritismo por el hijo menor

Génesis 25:28. El favoritismo visto en esta historia se debió por la satisfacción de las preferencias de sus padres para con sus hijos. Ya hemos hablado del caso de Isaac con Esaú, porque él satisfacía sus caprichos culinarios, pero ahora tenemos a la madre Rebeca también con un favoritismo por Jacob, porque él la complacía en sus caprichos hogareños.

Seguramente Jacob arreglaba la casa, manteniendo todo en orden, y hasta sería un excelente cocinero de comidas muy exquisitas, a juzgar por el rico guisado preparado para engañar a su hermano Esaú (v. 29). Una madre como Rebeca prefiriendo a Jacob es una madre egoísta. Quienes así actúan piensan que sus hijos son su propiedad pensando  que ellos están allí para servirles.

Hay madres que ejercen un control absoluto en la vida de sus hijos. Al parecer Rebeca tenía el síndrome de “madre controladora”. Y al ver a Jacob tan hogareño, con un carácter manso, dócil y muy obediente, eso se prestaba para tal control. Rebeca vio que no podía con el carácter indomable de Esaú, pero sí con el carácter suave de Jacob. Las comparaciones en el hogar de Isaac y Rebeca deberían estar a la orden del día. La armonía era extraña en ese hogar.

Mentir para alcanzar la bendición

Génesis 27:5-10. Otro de los pecados revelados en aquel hogar disfuncional fue la mentira. El momento para dar la bendición al hijo mayor había llegado. Isaac sabe que su hora de morir es inminente. Está viejo, ciego y cansado.

Como era su costumbre, invitó a su “chef” de confianza para cazar y preparar una suculenta comida antes de darle la bendición. Pero, observen, Rebeca estaba oyendo las instrucciones de Isaac a Esaú.

Lo primero que vemos en esta parte es a Rebeca haciendo algo bueno, pero de una manera incorrecta. La manera cómo ella preparó todo, incluyendo la comida, y la forma cómo vestirá a Jacob, es propia de una madre calculadora, osada y decidida hasta lograr la bendición para su hijo Jacob. Uno ve en esta historia algo sorprendente. Jacob tenía más temor por las consecuencias de aquella mentira que su propia madre, porque Rebeca estaba dispuesta a recibir la maldición (v. 13) con tal que Jacob obtuviera la bendición.

La tensión de Jacob debió ser muy grande, porque hasta tuvo que mentir con  el asunto de la caza, y también lo de la ropa (v. 18-23). Al final aquella madre logró su objetivo a través del engaño (v. 27-29), pero a un alto costo (v. 41-44).

Un hijo gobernado por la ambición

Se apoderó de la primogenitura a través de un guisado

Génesis 25:33. Cuando uno sigue la historia de esta familia descubre que fue la falta de fe y el esperar en la promesa de Dios la razón de aquella disfuncionalidad. La profecía anunciada por Dios decía: “Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor” (v. 23). 

De acuerdo con esto, la primogenitura era para Jacob por decisión divina; de esta manera Dios no necesitaba ser ayudado por Jacob, y menos en la forma cómo lo hizo aprovechándose de la debilidad de su hermano. Jacob es un fiel reflejo de esos creyentes que tratan de “ayudar” a Dios para lograr sus propósitos. Uno de los problemas en la vida cristiana es nuestra impaciencia y nuestra falta de fe frente a las promesas divinas.

La ambición es un pecado, y será más notorio cuando no le damos a Dios su lugar y su tiempo para cumplir sus promesas. Jacob era el heredero de la bendición dada a su abuelo Abraham.  Esaú no era el hombre para hacer realidad el pacto hecho a Abraham, pero Jacob por su ambición quiso adelantarse. Cuando las cosas se hacen mal, todo irá mal. Aprendamos  esperar en Dios.   

Consintiendo en el engaño con la madre

Génesis 27:35-37. El nombre Jacob significa “engañador”, y este hijo amado por Rebeca hizo uso de su nombre, porque para lograr su ambición se valió de varios engaños. Esto no fue extraño en él porque al momento de nacer ya estaba revelando quién sería. Aquel niño nació con su mano trabada del calcañar de Esaú (Génesis 25:26).

La ambición de Jacob se vio con el asunto de la bendición que Isaac necesita entregar a uno de sus hijos. Ya hemos señalado la profecía del heredero de la promesa. Pero en la manera cómo se usó el engaño para adquirirla es un fiel reflejo del tipo de carácter de Jacob. Teniendo a una madre consentidora, se hizo pasar por Esaú aprovechando la ceguera de su papá. ¿Qué es lo que tenemos aquí? 

Ahora hay un hombre viejo engañado por su hijo más pequeño, y un hombre joven, Esaú, engañado también de lo que era suyo. Los resultados no podían ser otros.  Aquella mentira envuelta en todo ese engaño le acarreó a Jacob el odio de su hermano. Esaú, lleno de furia, se propuso matarlo (v. 41). He aquí el resultado de hijos y padres disfuncionales. Se le hace un gran daño a la familia cuando dos padres cristianos deforman la crianza de sus hijos.

Un hijo gobernado por las naciones

Menospreció la primogenitura por llenar su estómago

Génesis 25:32. Este texto es muy revelador. De una manera muy simple y natural Esaú vendió su primogenitura, porque según él iba a morir (aunque para ese tiempo era muy joven), y él debería satisfacer una necesidad de orden física en aquel momento. 

Esaú estaba haciendo el peor negocio de su vida. Hay una visión distorsionada de todo esto. Por un lado, Esaú estaba eligiendo lo sensual sobre lo espiritual. Se rindió ante el deseo de su estómago en lugar de rendirse ante el deseo de la promesa. Menospreció el derecho que le confería su nacimiento como primogénito por un guisado rojo. 

Por otro lado, cuando Esaú vendió su primogenitura, eligió el presente por el futuro. Este hombre simplemente tiró las recompensas futuras que traía consigo la primogenitura por las cosas gratificantes del presente. Este hombre satisfizo su hambre de un momento, pero ¿qué hay del mañana?

Esto produjo un punto de inflexión en Esaú como heredero de la promesa. A este respecto como Rabino Spitz: “Nadie que desprecie su derecho de nacimiento puede ser el guardián confiable de un pacto pensado para la eternidad”. Esaú reveló con su carácter no ser el hijo de la bendición.  

Y no como Esaú que era un profano

Hebreos 12:14-17. Una persona profana es alguien irreverente hacia las cosas de Dios, y eso quedó comprobado con el carácter de Esaú. Además de profano la Biblia cataloga a Esaú como fornicario. Ambas palabras son duras, pero no fueron extrañas al ser aplicadas a Esaú.

Este hombre se conoce en la Biblia como sensual e irresponsable. Su carácter rudo y fuerte lo hizo propenso a los deseos de la carne sin importarle los privilegios de los cuales era merecedor. Además de menospreciar su primogenitura, cuando Esaú tenía cuarenta años comenzó a tener varias mujeres, pero ninguna de ellas de la familia de sus antepasados.

Antes de recibir la bendición se casó con Judith hija de Beeri el hitita, y también Basemath hija de Elón el hitita. Todas esas mujeres eran un tremendo dolor de cabeza para Isaac y para Rebeca (Génesis 26:34). Esto puso en clara evidencia su fracaso, porque al tomar esas mujeres no entendió las demandas del pacto de Abraham y también el de su padre Isaac.

Al casarse con estas mujeres paganas se probó a sí mismo ser indiferente a los sentimientos de sus padres y a la falta de control en la elección de su pareja de matrimonio, que era esencial para ser el heredero de Abraham. Él hizo todo lo contrario a lo hecho por su abuelo Abraham cuando le buscó la novia a Isaac su hijo.

Una familia disfuncional

Hoy están de moda los llamados “hogares disfuncionales”. Entre los males de esta definición están los divorcios, padres ausentes, hijos arruinados… y la percepción de esto es que quienes vengan de tales hogares serán hijos anormales. Jacob siguió con su vida tramposa.

Llegó a tener cuatro mujeres y 13 hijos. Once de los hijos varones fueron un desastre, pues en una ocasión mataron a todo un pueblo (Génesis 34), porque el príncipe de ese lugar deshonró a su hermana Dina.  Además, estuvieron a punto de matar a José, el penúltimo de ellos por envidia, porque era soñador y amado por Jacob (Génesis 37).

Después de eso José fue el salvador de la familia, perdonando a sus hermanos y cuidando de ellos cuando vinieron a Egipto. José llegó a ser la antítesis de su padre y de sus hermanos, porque fue un tipo de Cristo. Salió de un hogar “disfuncional” como un verdadero modelo para cada época, especialmente la nuestra con tanta perversidad y pérdida de los valores cristianos.

José nunca cometió una falta. Nunca se quejó. Por otro lado, nunca comprometió sus principios. Nunca perdió su poder espiritual. En la más dura tentación, se mantuvo firme para la gloria de Dios. Su vida demuestra el triunfo de la fe. Sus abuelos no fueron sus modelos, ni tampoco su padre, pero nos muestra que aun de un hogar disfuncional pueden salir hijos excepcionales. Dios cumple al final su promesa a pesar de nuestras fallas y errores.

Estudios de la serie: Una familia sana

1: El valor de la soltería
2: Una familia disfuncional
3: El hombre verdaderamente macho

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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