La raíz de la amargura
(Hebreos 12:14, 15; Efesios 4:26)
INTRODUCCIÓN: Después que el pueblo de Israel cruzó el mar rojo, caminó tres días por el desierto sin hallar agua, hasta que llegó a un sitio que denominaron Mara, por cuanto las aguas eran amargas (Ex. 15:22-27). Allí el pueblo murmuró y se quejó, pero el Señor le mostró a Moisés un árbol el cual echó sobres las aguas y se volvieron dulces, de modo que el pueblo pudo tomarlas. Quiera Dios mostrarte hoy ese “árbol” para que sanes las “aguas amargas” de tu vida. Todos sabemos que nada es más desagradable que lo amargo. Algunos todavía recordamos aquellas medicinas antiguas que eran muy amargas, aunque muy buenas. Hoy día se les han incorporado variedad de sabores para que la medicina sepa mejor, sobre todo si es para los niños. ¿Ha oído la expresión “me has amargado la vida?”. O aquella que dice: “Esa persona me amargó la existencia”. Mientras que otros cuando llegan a la casa dicen: “Hoy pasé un día amargo”. Con estos calificativos la gente quiere expresar un estado de ánimo muy contrario a la paz del espíritu. El presente tema tiene una importancia perentoria, por cuanto es el causante de serios problemas en la vida del creyente. La amargura es una especie de enfermedad con síntomas y consecuencias que afectan física, emocional y espiritualmente a las personas. Hay personas que tienen la amargura como compañera de viaje. ¿Quién es una persona amargada? Es alguien que ha sido herido. Alguna experiencia lo marcó de tal manera que su rostro y su carácter son un exacto reflejo de una raíz de amargura que no ha sido sacada. Pero usted ha sido llamado para vivir una vida con sabor… con sabor a cristiandad. ¿Cómo sanarse de la amargura?
I. ASEGÚRESE DE PONER AL DESCUBIERTO LA RAÍZ DE LA AMARGURA
1. ¿En qué consiste la amargura? Por lo general es el resultado de alguna ofensa, muy comunes a todas las personas. Por supuesto que en algunos casos las ofensas son reales, pero en otros casos son imaginarias. Esto es cuando creemos que hemos sido ofendidos y que alguien se aprovechó de nosotros. A lo mejor el ofendido oyó una palabra en son de chanza y luego tomó eso como una gran ofensa. Y, ¿qué sucede cuando somos ofendidos? Bueno, la reacción natural pareciera ser la de levantarse con enojo, con ira. En algunas ocasiones hay un deseo de hacer daño. La amargura consiste en que la persona, una vez ofendida, no siempre saca ese veneno sino que la guarda en su corazón. Comienza a pensar en la ofensa y hasta rumia una y otra vez. Por lo general la persona amargada siempre estará transfiriendo la culpa de su condición a la otra persona que le provocó la ofensa. Una señora que había matado a su gato y le había puesto el ojo morado a su marido, fue al siquiatra para que la sicoanalizara. El siquiatra sacó esto de su vida pasa. Cuando tenía apenas dos años la mamá le escondió su muñeca en un baúl, y esa era la razón por la que ahora está bebiendo. Cuando tenía tres años vio a su papá besando a su secretaria, y es la razón por la que ahora sufre de cleptomanía. Cuando tenía cinco años se la pasaba peleando con sus hermanos, de modo que eso explica por qué le había dado veneno a sus enamorados. Al final le dijo al siquiatra que ella era feliz con lo que hacía por cuanto la culpa era de otra persona. Así actúa una persona amargada. Siempre encontrará razones para justificar su conducta, porque: “La raíz de la amargura crece sobre el terreno de una ofensa que no ha sido enfrentada honestamente”. De allí que la Biblia nos exhorta a descubrir estas raíces para luego aniquilarlas.
2¿Por qué la Biblia habla de la raíz de la amargura? Bueno, porque es algo que no se ve; algo que está subterráneo, solapado. Así tenemos que pocas personas podrán admitir que tienen esta enfermedad del alma por cuanto está muy bien oculta. La amargura crece y se anida en nuestras vidas echando sus raíces. Si la vida no ha sido como esperaba, la persona tiene una amargura que le ha hecho daño. Esa persona siente amargura por la sociedad, por la iglesia o contra Dios mismo al ver que nada cambia. ¿Se ha preguntado por qué algunas veces siente que hay algo que le causa molestia en su vida, en la iglesia o en la familia? ¿Por qué muchas veces no puede entender la Biblia o ha dejado de ser un ganador de almas? No es extraño que pudiera haber alguna raíz de amargura que está estorbando lo que más anhela para su vida espiritual. Déjeme darle algunas pistas para ver si usted tiene esta enfermedad. Una persona amargada siempre va a estar criticando. Le va a encontrar fallas a todo. Son personas que se quejan por todo. Son llorones y buscan que se compadezcan siempre de ellos. A lo mejor usted puede estar pensando, ¿pero cómo un creyente puede vivir una vida amargada? La respuesta la encontramos en este texto. Este libro fue escrito para los santos, de manera que no somos inmunes a la amargura. Y sabía usted que la contradicción más grande es ver a un santo amargado. Jonás es la representación de un santo amargado (Jonás 4). Sea honesto con su Señor. ¡Descubra esa raíz y mátela! No deje que ella siga creciendo en su corazón.
II. ASEGÚRESE QUE LA AMARGURA NO DE NINGÚN FRUTO
1. La amargura corta las bendiciones de la gracia. Es un hecho que la raíz al final dará su fruto sea bueno o sea malo. Cuando usted está amargado tiene que saber que se está haciendo un gran daño, pero además se lo estará haciendo a otros. La amargura le llevará a enfrentar problemas físicos, emocionales y sociales. El creyente amargado pierde las bendiciones de la gracia. ¿Qué es lo que sucede cuando usted permite que alguien le cause amargura? Lo más probable es que usted se convierta en un esclavo de esa persona. Es como si concluyera de una manera derrotado, diciendo: “El hombre que odio me persigue a donde quiera que voy… no puedo escapar de sus garras que laceran mi mente. El hombre que odio me prohíbe disfrutar de las cosas que más quisiera”. Dios ha reservado una buena parte de sus bendiciones para nuestra vida, pero pudieran ser estorbadas si dejamos que la amargura eche sus frutos. ¿De cuántas bendiciones se estará perdiendo por esta enfermedad? Dígale al Señor que le muestre el “árbol” para sanar sus aguas amargas.
2. La amargura trae ausencia de paz y santidad. Uno de los feos frutos de la amargura es que le roba la paz y la santidad al creyente. No puede vivir en completa paz quien conserva una raíz de amargura. Pero lo que es peor aún, no puede alguien vivir una vida de santidad si no se ha sanado de esta enfermedad. No puede una persona vivir en santidad y en pecaminosidad a la vez. El texto nos dice que si estas dos virtudes están ausentes de la vida del creyente, el tal no podrá ver al Señor. Esto implica que la falta de estas dos necesidades del alma se constituye en un serio impedimento para la comunión con Dios. La falta de santidad en la vida cristiana crea una especie de separación entre Dios y nosotros. Una raíz de amargura genera el fruto de una vida hostil, donde la intranquilidad y los pensamientos negativos son los que más abundan. Mire la orden: “Buscad la paz y la santidad…”
2. Por la amargura muchos son contaminados. Una persona amargada contamina a otra. La amargura es una especie de enfermedad viral. Cuando uno cae en la casa el resto llega a tener el mismo virus. Un hombre amargado, le amarga la vida a su esposa y a sus hijos. Lo mismo sucede con una mujer. Toda la familia es contaminada cuando no se mata la raíz de amargura en alguno de sus miembros. Hay padres que le han hecho serios daños a la vida de sus hijos. Muchos viven hoy resentidos por el carácter de padres amargados. Esto también se puede aplicar en la vida de la iglesia y por supuesto en la sociedad. Es una especie de reacción en cadena. El aire contaminado no le hace bien a los pulmones.
III. ASEGÚRESE QUE HA QUEDADO LIMPIO DE TODA AMARGURA
1. Necesitamos hacer una minuciosa búsqueda. No es casualidad que el texto comience diciéndonos: “Mirad bien…”. A veces nos metemos en serios problemas por no mirar bien. No es fácil encontrar la raíz de la amargura. Bien pudiera esconderse detrás de una máscara. Se cuenta de un pastor y sus diáconos que fueron a jugar golf. Un diácono le dice: “Usted es la persona más ecuánime que he conocido, siempre está sonriendo. Cuando yo envío la pelota a la arena, al agua, a cualquier sitio, no puedo dejar de mostrar mi disgusto. Pero usted comete los mismos errores que yo y sin embargo, continúa sonriendo. Si, lo sé, pero has notado que donde escupo la hierba se seca”. En la forma como vivimos podemos estar podando las ramas, pero esto hace que la raíz se fortalezca.
2. Necesitamos limpiar el terreno de ella. No veo otra manera de sacar la amargura como aquella de perdonar a la persona que le ha hecho daño. En Efesios 4:31, 32 encontramos un texto que debiera ser aplicado de una manera particular en la vida. Aquí está el secreto para quedar sano de la amargura. Hay que perdonar completamente a la persona que le ha hecho daño. Algunos dirán: “Pastor eso no es justo”, ellos merecen mi ira. Pero el problema es que usted no sabe lo suficiente para castigarlos. La palabra dice: “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. Su amargura le hará mas daño a usted que a la otra persona. El texto dice: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia…”. Es posible que el perdonar sea muy duro, pero el calvario fue peor. Cristo sufrió para perdonarnos. Se ha dicho que: “El perdón es la fragancia que queda en el pie del que pisa una violeta”. Usted llega a ser benigno, misericordioso, perdonador porque ya Cristo lo hizo con usted. Si quiere sacar la esa raíz de la amargura, ¡perdone completamente!
3. Necesitamos reemplazar lo sacado. El versículo 14 comienza diciéndonos: “Seguid la paz y la santidad”. No es suficiente que matemos la raíz de amargura, debemos anhelar la paz con nuestros hermanos. Debemos desear vivir reconciliados. Traiga usted a esa persona a los pies de Cristo. No siga más prisionero de su amargura. No siga permitiendo que el hombre que odia lo siga persiguiendo. Ponga la paz y la santidad en su corazón. Si quiere ver al Señor en una profunda comunión saque la raíz de amargura de su vida. No deje que crezca más. Reemplácela poniendo allí la paz y la santidad.
CONCLUSIÓN: Efesios 4:26 nos habla de la actitud que debiéramos tener hacia la amargura. Tenemos que recordar que el enojarse no siempre es pecado. Jesús es buen ejemplo de esto cuando volcó las mesas de los cambistas. Pero Jesús jamás se enojo por lo que le hicieron personalmente. “No se ponga el sol sobre vuestro enojo”; esto quiere decir que usted no debe complacer el enojo. Que no vaya a la cama enojado y se despierta enojado. Tiene que recordar esto, cuando usted deja que la amargura eche raíces en su vida, usted le está dando lugar al diablo v. 27. Después que Moisés echó el árbol sobre las aguas amargas, salieron y llegaron hasta un sitio llamado “Elim.”. Se dice que aquel era un lugar de abundantes aguas dulces, pero además rodeado de hermosas palmeras donde el pueblo reposó de su viaje (Ex. 15:27). El Señor te saca de Mara para que llegues a la tierra de Elim. Sana las “aguas” de tu amargura. Recuerda que Jesucristo es el “agua viva”. ¡Mata la raíz de tu amargura! No dejes que ella siga creciendo.
Hola Dlb recibo la palabra reconozco que tenía una raíz de amargura pero gracias a está enseñanza pude ser libre Gloria a Dios 🙏