Del escritorio de Julio Ruíz

¡No desmayes!

2 Corintios 4:7-18

INTRODUCCIÓN: Tomás Alba Edison fue un notable investigador americano. Los que le conocieron lo definen como alguien inquieto e infatigable en todos sus inventos. Se le atribuye hasta mil objetos inventados. Como su principal virtud fue la capacidad para aplicar los conocimientos técnicos al mundo del consumo, esto hizo que todos sus inventos fueran altamente reconocidos y de gran provecho para todo el mundo. Sin duda que uno sus mejores logros fue la creación del bombillo eléctrico. Muchos de nosotros lo único que hacemos al llegar a la casa es levantar el switch y aparece la luz. ¿Pero sabía usted que ese objeto al cual hoy llamamos bombillo, en todos sus estilos y colores, no salió fácilmente? Tomás Alba Edison hizo más de mil intentos hasta que logró el diseño que pensaba. Este hombre tuvo muchos fracasos antes de sacar la versión final. En no pocas ocasiones habría desmayado en su intento. Sin embargo, su constancia, después de muchos fracasos, hizo posible que hoy no sigamos alumbrándonos con lámparas de gasolina o kerosén. La iluminación eléctrica transformó radicalmente la imagen de las ciudades modernas y hasta los lugares más remotos. Si él hubiera desmayado en sus inventos, no me imagino cómo sería nuestro mundo sin la hermosa luz fluorescente que disfrutamos. Amados hermanos, la vida cristiana está llena de dificultades. No se nos ha dicho lo contrario. Pero el creyente sabe que aun cuando sus fuerzas se agotan, cuenta con la fortaleza divina para sobreponerse a lo que sea más adverso en su vida. Conozcamos cuál es el secreto y los recursos del cielo para no desmayar.

I. EL SECRETO DEL TESORO v. 7.  

1. Tesoro en vasos de barro. ¿Cuál ese el tesoro y cuáles son los vasos de barro? El tesoro que poseemos en es el glorioso mensaje del nuevo pacto. En el 4:6, leemos: “El conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. No hay un tesoro en ninguna otra parte como este. Se trata de la misma presencia de Dios. La gloria antigua, ahora es la gloria que habita en nuestros corazones. Hablamos de la única y maravillosa presencia del Señor en nuestros corazones. Alguien ha dicho que Dios es tan grande que está por encima de todo lo creado, capaz de poner a toda la creación en el hueco de su mano, pero que puede hacerse tan pequeño, hasta morar en nuestros corazones. Los “vasos de barro” somos nosotros. Esto nos revela que nuestra naturaleza está hecha del polvo de la tierra. Pero sobre todo, nos recuerda nuestra fragilidad y debilidad. Para muchos es inexplicable que la Gloria del Cielo esté envuelta en este cuerpo con sus limitaciones y miseria.

2. Instrumento del poder de Dios. ¿Por qué no un baso de hierro, de plata o de oro? Porque el cuerpo se esta desasiendo. Estamos envejeciendo. Todos los órganos están trabajando, pero unos más que otros se están deteriorando. Si no fuera así, ¿por qué le deja de funcionar un riñón? ¿Por qué no le funciona bien el corazón y tienen que ponerle varios aparatos para que trabaje bien? La explicación que Pablo le da a esto, es para que “la excelencia del poder se de Dios y no de nosotros”. Hermanos, la última cosa que podríamos esperar que surja de este débil cuerpo es la excelencia. Sin embargo, lo que si sabemos es que este es un cuerpo débil. ¿No es extraordinario pensar que Dios tomara nuestro cuerpo para que a través de él fluyera su extraordinario poder? Pablo lo supo, cuando dijo: “Porque cuando soy débil, soy fuerte” (2 Cor. 12:10).

II. EL SECRETO DE ESTAR SIEMPRE DE PIE vv. 8, 9

Pablo fue un hombre que sufrió en extremo por causa del evangelio.  Pero jamás desmayó. En todas partes le vemos de pie. Esta debe ser la consigna del creyente.  

1. Atribulados más no angustiados. Debemos estar preparados porque en cualquier momento seremos visitados por alguna tribulación. Le aseguro que si usted no tiene problemas ahora los va a tener después. Y cuando estamos atribulados quiero decirle que hay un enemigo, llamado “angustia”, que le puede asaltar de repente. Pablo admite haber sido atribulado en todo, pero no había llegado al extremo de angustiarse. El paso de la tribulación a la angustia es una derrota cristiana. El propósito de la angustia es hacernos creer que no hay solución. Pero en lugar de la angustia debo dejar que la paz sea lo que gobierne mi corazón (Fil. 4:6, 7). No desmaye. El cristiano nació para estar de pie.  

2. En apuros, más no desesperados. “Apuros” es la palabra que tiene que ver con una situación sin salida, hasta llegar a la desesperación. Y la desesperación es otra mala consejera. No ha sido el primero quien, frente a una encrucijada, ha tomado la fatídica decisión de acabar con su vida. El ejército del faraón había cercado al indefenso Israel frente al mar rojo.  Pero quedó demostrado que cuando todo camino se cierra, Dios puede abrirlo, aun en medio del mar. No desmayemos. No dejemos que la desesperación nos traicione y se convierta en pecado. El desespero revela quien gobierna la vida.

3. Perseguidos, más no desamparados. ¿Cómo se da la persecución hoy? Siempre habrá alguien que esté hablando mal de usted. Jesús nunca ofendió a nadie, sin embargo, el mundo lo persiguió y lo odio. A los cristianos también nos odian. Los demonios te conocen y te van a perseguir; te van a calumniar. Te dirán religioso, fanático. El mundo no acepta que otros no sean igual que a ellos. Sin embargo, la promesa es que no estamos desamparados. Dios peleará por nosotros. El avergonzará a los que nos persigan. Lo que nos hacen a nosotros se lo hacen a Dios. No desmaye. Siga adelante.  

4. Derribados, más no destruidos. Todos nosotros, en alguna época de nuestras vidas, hemos sido derribados. Pero la promesa es que Dios no dejara caído al justo (Prov. 24:16) A Jeremías se le dijo que fuera a la casa del alfarero. Allí el vio cómo la vasija que estaba haciendo se le cayó, pero con toda su paciencia la volvió a hacer de nuevo. Cuando a Dios se le cae una vida, él la levanta. Una caída no es para destruirte. El creyente siempre estará de pie. No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder y dominio propio.

III. EL SECRETO DE NUESTRA FE v. 13  

Nada es más eficaz que una fe fuerte contra el desaliento. Pero esta no es una fe cualquiera. Pablo nos habla de una fe que cree y que habla. La fe que cree es aquella que se fundamenta en los hechos portentosos de la palabra. Esa es la fe que nos recuerda que el universo fue hecho por la palabra (He. 11:3). Es la misma fe que nos hace creer que el poder con el que Dios resucitó a Cristo de los muertos, es el que nos resucitará también a nosotros (v. 14). Por lo tanto, si he creído en estos dos hechos poderosos, mi fe me levantará frente a eso que en algún momento me desanima y me quiere llevar hasta desmayar en lo que hasta ahora he creído. Además, esta es una fe que habla. La fe no es muda, debe darse a conocer. Hermanos, cuando estamos a punto de desmayar, dejemos que nuestra fe cuente lo que Dios ha hecho en la vida. Contemos a otros que nuestro Dios ha sido fiel a pesar de nuestra infidelidad. Contemos a otros que las misericordias de Dios han sido nuevas cada mañana. Contemos a otros que Dios no nos ha dejado, y que en los momentos más difíciles, es cuando más hemos visto su presencia. Tengamos el mismo “espíritu de fe”. Pidámosle al Señor que nos aumente la fe, porque por fe andamos.  

IV. EL SECRETO DE LA RENOVACIÓN v. 16

Una vida adulta tiene muchas millas encima. El desgaste de los años ya se ve en el caminar. Se ve en el pelo blanco o los que ya no tienen pelo. Las enfermedades han ayudado para que el “hombre exterior” se debilite más todavía. Y esto simplemente responde al hecho que Dios no nos hizo eternos, si no temporales. Al principio algunos hombres lograron más de novecientos años. Después se les redujo a ciento veinte. Y ahora son setenta, y si en los más robustos son ochenta, con todo es trabajo y molestia. Sin embargo, el “hombre interior”, aquel que ha sido puesto por el Espíritu Santo, “se renueva de día en día”. Nada le da más gozo al alma que una renovación. Usted no podrá renovar su cuerpo porque hay ley que establece la condición de vejez. Pero usted si podrá renovarse en el espíritu, porque ese es una ley de Dios. Se ha dicho que “el tiempo deja sus marcas en nuestros estados físicos pero nuestra relación con Cristo desarrolla nuestros músculos espirituales”. Que bueno es saber que la belleza física es reemplazada por la belleza espiritual. El que vive para Cristo no le teme a los años pues el sabe que mientras más avanzan, más le acercan a su Señor. Hermano, no desmaye, renuévese en el Señor.  

V. EL SECRETO DE LA ESPERANZA v. 17

Para Pablo la tribulación no era interminable, sino “leve” y “momentánea”. Esta manera de ver la vida cristiana, no solo levanta nuestro ánimo, sino que nos revela por qué la esperanza forma parte de las tres “joyas imperecederas” del cristiano; las otras dos son la fe y el amor. Y es que la promesa de este texto se constituye en una razón poderosa para que no desmayemos en nuestro diario andar. El decaimiento de ese hombre, a quien Pablo llama “exterior”, es realmente breve. Pero la eternidad que nos espera, en comparación con lo leve y momentáneo de esta vida, jamás será comparada. Hay un canto basado en la Biblia que dice: “Si sufrimos aquí, reinaremos allá”. ¿Y qué es lo que producen finalmente las tribulaciones? “Un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. Esta frase pareciera estar escrita en líneas de oro. La palabra “excelente” es la calificación máxima que se otorga a algo bien hecho o a alguien que lo ha hecho. Por otro lado, “un peso de gloria” es todo lo contrario al peso que nos lleva a la derrota y al fracaso. El propósito de cada tribulación es ir mostrándonos cuan excelsa y sublime es la gloria venidera. Este es un gran secreto para no desmayar.

VI. EL SECRETO DE LA VISIÓN v. 18

Este es un texto revelador. ¿Cómo voy a dejar de ver lo que se ve y cómo ver lo invisible? Eso me hace pensar el hombre que fue a visitar al médico, pero tenía el complejo de ser invisible; así que cuando la secretaria le informó al médico que un hombre llamado “invisible” quería verlo, el doctor le dijo que no podía verlo. Pero nosotros si podemos ver lo invisible: “No mirando nosotros las cosas que se ven…”. ¿A qué se refiere esto? Bueno lo primero que vamos a decir es que la fe tiene lentes especiales que nos capacitan para ver más allá de lo que es la visión humana. La visión de un creyente no puede ser la misma que la de un hombre natural. Pablo ha pedido que a sus hermanos le sean alumbrados los ojos de su entendimiento (Ef. 2:18). La explicación para que tengamos una visión sobrenatural es porque “las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. Las cosas materiales que se ven no deben ser el objeto de nuestra contemplación. Pronto pasan y se acaban. Nuestra prioridad debe ser la búsqueda de las cosas que no se ven, las eternas. ¡Cuidado con ganar al mundo y perder el alma! Acostumbrémonos a ver lo invisible. Ese es el mundo que nos espera.  

CONCLUSIÓN: Hermano, ¿cuál es su condición en esta mañana? ¿Siente que todo se derrumba y es un candidato para unirse a la lista de los que han claudicado? Mire lo que dicen estos textos (Is. 41:10; Js. 1:9; Is. 40:29, 31). No desmaye. Lo mejor esta por venir.

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