El poder de la alabanza
El poder de la alabanza: Tercera entrega de la serie acerca de «El Dios que Pelea por Nosotros». Se trata de la experiencia del rey Josafat con su pueblo, y como, frente a un poderosísimo ejército de los moabitas, amonitas y otro rey más, fue vencido con una simple estrategia de la alabanza, de allí el tema sugerido.
No hemos descubierto todavía el poder de la alabanza. La alabanza según la definición bíblica infunde alegría en nuestras vidas. Es como un río fluyendo a través de nosotros.
Cuando tenemos dificultad con el gozo, probablemente sea porque no le estamos dando la importancia a la alabanza al Señor. La alabanza trae gozo, por eso Pablo dijo: “Estad siempre gozoso”. Pero a veces tenemos una idea equivocada acerca de la alabanza. Pensamos en la alabanza como proviniendo de un estado de contemplación en oración o a través de cánticos salidos del corazón. Eso es bueno hacerlo, pues el corazón debe estar saturado de alabanza.
Pero ¿hasta dónde estaría listo para alabar al Señor en tiempos de dificultades? David se encontraba en una cueva, huyendo de la percusión del malvado rey Saúl, cuando escribió su salmo 34. No fue extraño oírle decir desde el comienzo mismo de su inspirado poema: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca” (Salmos 34:1). Una cosa es alabar y bendecir al Señor en la comodidad de un templo, pero otra muy distinta es hacerlo desde la sala de un hospital, del recinto de una cárcel o desde el fragor de una batalla.
En esta situación se encontraba el rey Josafat. Este rey de Judá resultó ser extraordinario por el gran amor dispensado hacia su Dios. Dios le había dado un reinado de paz debido a su empeño en buscar a Dios. Las palabras finales para su epitafio dicen: “Y anduvo en el camino de Asa su padre, sin apartarse de él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehová” (v. 32).
Pero ahora tenemos una situación repentina, una prueba venida para ver de qué estaba hecho su carácter. El primer versículo de este pasaje revela la posibilidad de una guerra con una destrucción total. Porque vencer a aquel ejército con las armas convencionales era ir a una derrota total. Pero veamos cómo Josafat ganó esta desigual batalla, usando el poder de la alabanza.
Descubramos el secreto del poder de la alabanza.
Los enemigos utilizan el arma del amedrantamiento
Los hijos de Moab y los de Amón
2 Crónicas 20:1. Cuando leemos este texto nos preguntamos por qué este ataque de estas dos naciones. ¿Quiénes era los moabitas y los amonitas en la historia de Israel? Los moabitas y amonitas fueron hermanos quienes nacieron del primer incesto conocido en la Biblia y protagonizado por las dos hijas de Lot, después de la destrucción de Sodoma. Y aunque hubo una relación cercana entre estas naciones con Israel, por el parentesco entre Lot y Abraham, al final aparecen como naciones hostiles contra Israel cuando iba en su viaje a la tierra prometida.
Uno de esos episodios de guerra se dio cuando Balac su rey, consultó al profeta Balaam para que maldijera a Israel, pero Dios tornó la maldición en bendición (Números 22:2-6). Los amonitas de igual manera fueron enemigos de Israel. Era un pueblo pagano que adoraba a los dioses Milcom y Moloc.
Dios mandó a los israelitas a no casarse con estos paganos, porque los matrimonios mixtos conducirán a los israelitas a adorar a dioses falsos, y Salomón se casó con una reina amonita (1 Reyes 14:21). Esta gente vino contra Josafat a la guerra. Por la descripción de los guerreros, la intención del enemigo era de amedrentar. Eso no cambia como arma enemiga.
Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar…
2 Crónicas 20:2. La noticia dada a Josafat describe un asunto sumamente serio. Los encargados de dar la noticia la pusieron en su justa dimensión. No dijeron ‘contra Israel viene una gran multitud’, sino “contra ti”. Si usted estuviera al frente de su familia y se le avisara de las malas intenciones de los enemigos para destruirla, ¿cuál sería su primera reacción? Pues vea cuál fue la reacción de Josafat. Como cualquier hombre conocedor de un inminente peligro, se atemorizó en gran manera. Este rey sabía de las atrocidades de los moabitas y amonitas. Él sabía de las crueldades cometidas con las mujeres, los hombres, ancianos y aun los niños.
Contra él venían tres poderosos reyes simbolizando lo que pareciera algo infranqueable e invencible. Estos tres reyes pudieron hoy representar también a tres grandes poderes, pareciendo todos invencibles: el pecado, Satanás y la muerte. Todos los días estos poderes se hacen presentes con la intención de crear en nosotros un estado de desánimo. El asunto de esta historia es hacernos ver los momentos cuando seremos visitados por los enemigos. Nadie escapa a esto. Josafat lo enfrentó. El enemigo es real.
El hijo de Dios utiliza el arma del quebrantamiento
Humillarse y proclamar ayuno
2 Crónicas 20:3. He aquí la actitud correcta frente al inminente ataque enemigo. El rey Josafat se dispuso a buscar al Señor. Para él, Dios fue su primer pensamiento, no su último recurso (Mateo 6:33). El ayuno fue proclamado en todo Judá. Eso le agrada a Dios. Una nación como la nuestra, enferma por toda la permisología a la que ha llegado, demanda se proclame de igual manera un ayuno para buscar a Dios y con ello el quebrantamiento. No es que con el ayuno compremos las bendiciones de Dios. Sin embargo, Dios hace negocios con los que toman sus asuntos muy en serio. Aquí vemos algo muy significativo. Vemos a todo mundo buscando a Dios v. 4. ¡Cuánto nos hace falta reunirnos y unirnos para buscar a Dios!
Al reunirnos, no para abolir el racismo, para resolver la pobreza, para entretenernos, o cómo hacer para liberarnos de enemigos reales, sino cuando nos reunimos para buscar El Señor, estaremos en un solo acuerdo. Josafat y su gente hicieron esto. Nada será más poderoso para una iglesia donde sus miembros se reúnen y se unen para buscar al Señor en genuino quebrantamiento. Somos muy rápidos para unirnos para eventos sociales, pero muy lentos para hacer la obra del Señor.
Usando la oración como el recurso mayor
2 Crónicas 20:5-7. Josafat hizo una oración poderosa recordando a Dios quién era en su naturaleza y quién era para su pueblo. Él es un Dios soberano v. 6. Nadie escapa a su visión. Dios gobierna, sobre todo. No hay pánico en el cielo. No hay reuniones de emergencia en la Trinidad. También es un Dios firme v. 7. Dios le había prometido a Abraham que esa tierra era de su pueblo, pero ahora alguien quiere quitársela. Josafat está parado en la Palabra de Dios y orando sobre esa promesa. Dios es el mismo ayer, por lo tanto, lo hará hoy. Pero también él es un Dios compasivo v. 8-9. Josafat le recordó a Dios esta promesa, por lo tanto, espera que él le escuchara y le ayudara; eso es lo dicho por Isaías 63:9 y Hebreos 4:15. Él es un Dios que está viendo v. 10-11.
La oración no es sino el recordatorio a Dios de lo que ya él vio. La oración busca llamar “la atención de Dios”. Dios conoce nuestra situación, y, sobre todo, conoce a nuestro enemigo. Nadie mejor que él para saber nuestras luchas de ahora. Pero, sobre todo, en esta oración vemos a nuestro Dios como salvador v. 12-13. Josafat reconoció su impotencia, y con muy pocas fuerzas, pero sus ojos estaban puestos en Dios. Eso hace la diferencia.
Dios utiliza el arma menos pensable
Un profeta para calmar los ánimos
2 Crónicas 20:14-17. Mientras Josafat oraba con toda Judá, Dios comenzó a hablar y a responder, porque la batalla no es nuestra, sino de Dios. En aquel momento, Dios tomó a un predicador ungido por el Espíritu para traer un mensaje. El mensaje no podía ser más contundente. Fue un mensaje profético para asegurarle a su pueblo que la victoria pertenece a Dios. El pueblo había hecho su parte: buscar a Dios, pero ahora le toca a Dios hacer la suya. Esta fue la seguridad traída por Dios para dar total tranquilidad en medio de la amenaza enemiga, pero también en medio de los temores de aquella guerra: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” v. 15.
Semejante mensaje produce una completa paz. Qué bueno sería si nos apropiamos con más confianza de una promesa como esta. A veces dejamos a los temores dominarnos en lugar de la seguridad de que “no es vuestra la guerra, sino de Dios”. Y para cerrar esta promesa, y la segura victoria, el profeta dice: “No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros […}” v. 17. He aquí una gran promesa para hoy.
Una estrategia buena, bonita y barata
2 Crónicas 20:20-21. La seguridad venida del cielo hizo a Josafat prorrumpir en la más completa adoración al Dios de los cielos (v. 18-19). Ahora bien, si el profeta dijo que la batalla es de Dios, el pueblo debería hacer su parte. La parte del pueblo será alabar. Así es, no hay otras armas. A algunos les parece mejor la idea de esperar hasta que termine la batalla y obtener la victoria antes de alabar a Dios por la victoria.
Pero en la experiencia de Josafat con su pueblo, la puesta en marcha de la estrategia divina, basada solo en la alabanza, fue suficiente para la intervención de Dios. Si no podemos alabar a Dios durante nuestros problemas, seguiremos adelante y viviremos siempre con ellos. Hay poder en la alabanza y eso es la demostración de esta historia.
En este caso, no podemos alabar después de terminar la victoria, sino antes. En este caso, la oración contempla la alabanza. Pero no siempre nuestras oraciones están saturadas de alabanza hacia nuestro Dios. ¿Qué sucede cuando esto hacemos? Cuando comenzamos a alabar a Dios, Satanás se confunde v. 22-23. El ejército de Dios salió con alabanzas, y estos enemigos se enfrentaron entre sí. Los moabitas y amonitas se sumieron en una confusión absoluta. La alabanza fractura la unidad del enemigo y formula la unidad del creyente. Así obra nuestro Dios.
El festín de la victoria
Cuando el botín es demasiado
2 Crónicas 20:25. Cuando uno ve una historia tan impresionante como esta donde una multitud tan grande venía para destruir a Judá, y ver ahora el final, ciertamente concluimos que nuestro Dios es “varón de guerra”, el Dios todopoderoso. Hay tres cosas puestas en evidencia en esta impresionante escena. Por un lado, ver a un pueblo buscando a Dios, un enemigo puesto en confusión y al final ver a Israel quedándose con esta generosidad, botín y tesoros. ¿Cuál es el sentido de todo esto? Pues, aunque usted no lo vea o lo crea, si ponemos al Señor primero en la alabanza, el diablo se hará nuestro siervo para enriquecernos. Cuando el enemigo se empeña en hacernos mal, Dios lo usa para el bien (Génesis 50:20).
Cuando David derrotó a Goliat, lo decapitó con la propia espada de Goliat (1 Samuel 17:50-51). He aquí una simbología de lo que debiéramos hacer siempre. Por lo general el enemigo pareciera atrincherar al hijo de Dios. Se encarga siempre de atemorizarnos, pero la verdad de esta historia es que el enemigo debiera ser nuestro sirviente no nuestro amo. Esta historia puede repetirse. Si nos disponemos a buscar a Dios en ayuno, oración y alabanza, entonces veremos a Dios hacer un milagro en nosotros.
Y el reino de Josafat tuvo paz, porque su Dios le dio paz por todas partes
2 Crónicas 20:30. El principio de esta historia comienza, diciendo: “contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar […]” v. 2. Pero ahora vea cómo termina todo. Mis amados, no es cuán grande es el enemigo, sino cuán grande es mi Dios. No es cuánto temor esté pasando, sino cuánta paz al final de todo puedo disfrutar. La derrota fue total. Dios se encargó de poner unos contra otros y la mortandad quedó registrada así: “miraron hacia la multitud, y he aquí yacían ellos en tierra muertos, pues ninguno había escapado” v. 24. Como resultado de eso fue levantado un valle llamado Beraca, eso es “valle de bendición” v. 26.
Cada cristiano debería tener su propio “valle de bendición” para recordar que allí fue donde Dios derrotó a su enemigo y le dio su paz. Vea todo esto. Josafat regresó a Jerusalén no derrotado, sino victorioso. Regresó, pero no como los reyes griegos o romanos, cuya gloria solo era suya cuando derrotaban a sus enemigos. Él entró por las puertas de Jerusalén adorando al Dios que dio la victoria v. 27-28. Por cierto, no hay en la historia de Israel un rey que haya levantado tanto el nombre de Dios en adoración como lo hizo este rey. Dios le dio su paz.
El poder de la alabanza
De este mensaje se desprenden algunas verdades muy necesarias para una vida victoriosa también. Aprendamos a ver toda oposición satánica como una oportunidad en lugar de una derrota. Debemos estar preparados para buscar a Dios antes de tomar cualquier acción. No se adelante nunca a la estrategia de Dios frente al enemigo. Dios te da libertad, pero debes buscarle. No podrás ser victorioso frente al enemigo, si no te apoyas en las promesas de la palabra. ¿Te diste cuenta las veces que Josafat imploró las promesas del pasado y las hizo suyas?
Debemos rechazar cualquier confianza en la carne. Josafat en ningún momento confió en su ejército. Por encima de todas las cosas, entrégate a la adoración y alabanza plena, libre, sin restricciones y abierta delante del Todopoderoso. Has de alabanza tu más poderosa arma; cuando esto haces verás cómo Dios envía confusión a tus enemigos y finalmente prepárate para tener tu propio “Beraca”, tu propio valle de bendición. Naciste para vivir en victoria; es tuya, te pertenece, porque “no habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros” v. 17. Nuestro Dios nos da la salvación, y la vida eterna. Ven a él.
Estudios de la serie Dios que pelea nuestras batallas
1: La marcha de los redimidos3: El poder de la alabanza
Excelente enseñanza con el poder de la alabanza, doy gracias y envío felicitaciones a su escritor, que lo hace de forma sencilla y comprensible a nuestro entendimiento. Dios te bendiga y prospere en todo Pastor Julio Ruiz.
Dios es perfecto ,El está a nuestro cuidado, muy bonita reflexion