Del escritorio de Julio Ruíz

El buscador de perlas

Buscador de perlas

La parábola del buscador de perlas es un ejemplo de las bendiciones que se esconden detrás de las sabias palabras de Jesús .  La perla preciosa es un ejemplo de ello que va más alla de una simple mirada o lectura.

Mateo 13:45-46

Los discípulos le hicieron a Jesús una pregunta interesante: “¿Por qué les hablas por parábolas?”. Su respuesta ha puesto a pensar a unos y a otros, cuando les dijo: “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado”. Y a esto añadió otra razón más, diciendo: “Porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mt. 13:10-17).

Semejante respuesta pone de manifiesto que son los hijos de Dios los que tenemos el derecho de conocer “los misterios del reino”. Las parábolas de Jesús tuvieron el propósito de confrontar a un pueblo incrédulo porque sino querían saber la verdad tampoco la entendieren. Para mucha gente una parábola es algo sin sentido.

Pero para un creyente, las parábolas han sido uno de los más grandes y extraordinarios métodos de enseñanza que Jesús nos dejó. Y por la familiaridad que ellas nos ofrecen hay un riesgo que debe ser enfrentado, eso es que al leer las parábolas las veamos tan sencillas que solo percibamos una sola enseñanza debido a la familiaridad y cotidianidad a las que Jesús hizo referencia. Considere, por ejemplo, la parábola de la oveja perdida, el hijo pródigo, el sembrador, el buen samaritano, entre otras.

Sin embargo, sin bien es cierto que las parábolas son sencillas, hay profundas verdades y misterios que deben ser revelados al creyente. De allí la necesidad de excavar en ellas los secretos que permanecen ocultos. Hay una verdad del reino de Dios en ellas. Ese fue uno de los énfasis de Jesús. La frase distintiva de la gran mayoría de las parábolas es “porque el reino de los cielos es semejante a…”.

El asunto es que si usted quiere saber cómo es el reino de los cielos, lea e investigue las parábolas de Cristo. Hoy analizaremos una de ellas que nos invita a ir más allá de lo que leemos. Veamos, pues, cómo en una parábola tan corta, tenemos verdades tan grandes. A qué se asemeja el reino de Dios según esta parábola. Cuál es el su secreto. Veamos.

Detras de esa joya invaluable un dueño incomparable

El Padre poseía la Perla desde el principio

(Jn. 10:30). Este uno de los asuntos sublimes de esta parábola. Esta “perla” no se formó como las más valiosas perlas que se conozcan y las que conoceremos cuando estemos con el Señor. Una de las doctrinas más seguras y defendidas para todo verdadero creyente es la que nos habla de la Deidad de Dios, donde conviven con igualdad de sustancia, pero con una persona diferente, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Nos regocijamos al decir que nuestra fe en la Trinidad es una de las doctrinas cardinales que más sostenemos y por las cuales entendemos la existencia del mundo y nuestra salvación. Jesucristo es Dios no solo es el Hijo sino que también es Dios con nosotros, como lo diría la profecía que escribió acerca de su naturaleza eterna.

Cuando Jesús dijo “yo y el Padre uno somos” habló en el contexto de la metáfora de las ovejas a quienes él y el Padre conocen y las sostiene en sus manos. Por supuesto que los fariseos reaccionaron ante este pretensión. El Padre poseía esta “Perla” desde el principio, porque era uno igual a él. Esa Perla estuvo siempre en ser.

El Padre entregó la Perla por amor al mundo

(Jn. 3:16). Lo que nos llama la atención en esta parábola es que esa perla fue encontrada fuera de su propietario. Fue traída a un lugar especial para ser hallada. Juan 3:16 nos revela que Dios no se quedó con la Perla de mayor precio. Por amor al mundo, Dios la entregó para que nosotros la viéramos, la contempláramos y al final tomáramos alguna decisión con ella. Amados hermanos, la verdad del amor de Dios por un mundo que no lo merece llega a un plano incompresible.

Dios no tenía necesidad de crearnos porque en la eternidad ya contaba con el amor del Hijo (la perla preciosa) y el Espíritu Santo. Él seguiría siendo Dios con o sin nosotros. Entonces, ¿para qué nos creo? Porque quiso hacer a alguien objeto de su amor. Nos creo para amarnos. El amor de Dios ya era tan grande que él quiso crear un universo y al hombre para darle ese amor abundante. Bien sabía Dios que ese hombre hecho a su imagen y semejanza le fallaría, de allí la frase “de tal manera amó Dios al mundo”. ¿Se imagina al Padre enviando a esa Perla de alto precio por amor a nosotros?

El Padre espera que esa Perla sea buscada

(Jn. 1:11, 12). El dueño de la Perla la puso en el “mercado” de este mundo. Bien sabía él que habría muchos mercaderes en búsqueda de esa piedra preciosa. Pero como mercaderes al fin, algunos la tomarían y otros la rechazarían.

El dueño de la Perla sabía que eso pasaría, de allí lo que nos dice Juan 1: 11, 12. El texto revela que Cristo primero vino a los suyos, eso es a su pueblo, pues la salvación viene de los judíos, pero tristemente el pasaje nos dice que “ a lo suyo vino, y lo suyos no le recibieron”. Cómo se sentirá el dueño de la Perla al ver que aquellos quienes eran los primeros en obtener esa Perla, la despreciaron.

¿Ha visto cómo los principales líderes judíos despreciaron la hermosa Perla? Sin embargo, otros mercaderes la buscarían, y al encontrarla la harían suya, entre los que estamos nosotros. Observe lo que nos dice el texto: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hijos de Dios”. Solo puedo imaginarme el regocijo del Dueño de la Perla, pues cada vez que alguien la encuentra hay gozo en el cielo.

Esta perla preciosa encuentra su más alto precion ej la persona de Jesús

Es la segunda persona de la Trinidad

(Isaías 9:6). Cuando uno busca las características del altísimo valor de aquella Perla, tiene que ir a la palabra revela donde se nos habla acerca de la segunda persona de la Trinidad. Isaías dijo que Cristo posee todo el “principado”. Eso significa que nadie lo aventaja en su poder y señorío. Pero también nos dice que en su naturaleza se conjugan un nombre que primero es Admirable.

Quién puede negar que aquella Perla es admirable. Pero también es Consejero. Él posee la sabiduría desde el principio pues este mundo es un reflejo de ella. Por lo tanto, su consejo a través de la palabra dejada, es la fuente de la vida abundante y feliz. Pero aquí se nos dan otros títulos que son la cumbre de la Divinidad, al decirnos que él es: “Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”.

Con esto el profeta nos dice que esa Perla de tan alto precio es Dios mismo. Vea que lo llama Dios y Padre. Esos títulos solo son aplicables a la primera persona de la Trinidad. Amados, no puede haber una perla de mayor valor que esta. Su valor es estimado en lo que vale Dios por sí mismo. ¿Cuánto vale Dios es la pregunta?

Se formó a través del mayor del sacrificio

(Isaías 53). Ciertamente las perlas son hermosas, pero para llegar a esa distinción ellas han tenido que pasar por un duro y sufrido proceso de formación. Una perla es el resultado de una ostra herida. Cuando un grano de arena entra en ellas, desde su interior emanan una sustancia llamada “nácar” que comienza a recubrir el grano que la hiere con varias capas de esa sustancia y con el tiempo allí queda formada semejante belleza.

De esto se desprende que una ostra que no es herida no produce ninguna perla. ¿Sabe lo que esto significa? Lea el capítulo 53 de Isaías y allí podremos notar cómo fue que Jesús se convirtió en nuestra Perla de gran precio. El profeta, entre las grandes cosas que dice de él se refiere a un cordero herido y sacrificado.

El versículo que mejor describe tales sufrimientos nos dice: “ Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” v. 6. Lo que hace a Cristo la segunda persona de la Deidad son sus sufrimientos. Él es la Perla que se formó en el dolor.

Una vez el buscador de perlas la consigue jamás la podrá vender

Uno que busca buenas perlas

Mateo 13:45. ¿Quién es el mercader en esta parábola? Bueno cuando buscamos en el original griego la raíz de esta palabra explica que aquel hombre era comerciante de ventas al por mayor. Pero note que de acuerdo al texto este mercader también era un probador.

El buscador de perlas era alguien que tenía una especie de “ojo clínico” para el negocio. Bien podemos ver que este hombre se ganaba la vida valorando perlas costosas por su calidad y valor. Hay algo muy interesante en esto. Creo que ninguno de los que estamos acá somos buscadores de semejantes perlas, sobre todo que hemos sabido de perlas que son valoradas en precios astronómicos.

El 21 de noviembre de 2010 los chinos mostraron al mundo la perla más luminosa, grande, pesa y cara del mundo. Su peso es seis tonelas, mide 1, 6 metros de diámetro y su costo oscila entre los $300 millones. El sentido de esta parábola es revelarnos que ese “mercader” es el creyente que también busca “buenas perlas”. Es uno que no se conforma con las baratijas, imitaciones o fantasías de las perlas. La misión de su búsqueda es conseguir la perla preciosa.

El buscador de perlas vende todo para comprar la mejor

Mateo 13:46b. En esta declaración es cuando comenzamos a ver el “tesoro escondido” de las parábolas. Considere que el mercader llegó al mercado de las perlas y se encontró con una “perla preciosa”. El creyente sabe que hay una Perla de invaluable valor que se llama Cristo. Él sabe que necesita vender todo lo que tiene para comprarla. Claro está que al revisar sus cuentas bancarias o alguna de sus propiedades, si las tiene, descubre que no puede comprar semejante Perla.

Ni trabajando toda una vida podrá amasar una fortuna que le permita hacer algún ofrecimiento para adquirirla. Entonces, ¿qué debe vender el mercader para adquirir semejante joya? He aquí el asunto más serio de esta parábola. El “mercader” que representa el creyente se le plantea el desafío más grande respecto a lo que tiene que vender para adquirir semejante joya. Adquirir esa joya significa para el creyente vender su alma en su totalidad a Dios, su corazón con todos sus deseos, su mente con todos sus pensamientos y su voluntad para hacer la de Dios. Eso cuesta la “perla preciosa”.

El buscador de perlas compra la perla más preciosa y no la vende

Mateo 13:46c. Aquí está el otro secreto de la parábola. El texto nos dice que el mercader una vez que consiguió la perla preciosa no negoció con ella. Como era tan preciosa, y en efecto era la que buscaba, ahora la retiene para si. Esto significa que este hombre ya no siguió siendo un buscador de perlas. Su trabajo concluyó cuando la encontró. Ahora la Perla preciosa representaba todo para él.

Ella era su regocijo, su más completa satisfacción. Mis amados hermanos cuando nos encontramos con la Perla preciosa que es Cristo, cesa toda búsqueda en la vida. ¿Puede haber algo mejor de Cristo para satisfacer nuestra alma y espíritu? Después que Saulo de Tarso se encontró con esa Perla, vendió todo lo que tenía, tanto que llegó a considerarlo como “basura y como pérdida” por la excelencia de Cristo.

Y al ponderar el valor de semejante “perla preciosa” llegó a decir: “ A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (Col. 1:27). Cuando Cristo llena el corazón, la búsqueda termina.

El buscador de perlas

En esta parábola, como en otras de este tipo, Jesús comienza diciendo: “Porque el reino de los cielos es semejante a…”, para comparar a que se asemeja el reino de Dios en medio nuestro. La presente parábola tiene ese fin.

Al hablar de ese reino decimos que la “perla preciosa” tiene un dueño que es Dios; usted tiene que saber que nada es superior a él. Que la perla preciosa representa a Cristo; qué otra perla pudiera superar su valor. Y por supuesto que el buscador de perlas representa al creyente; aquel que después de su incansable búsqueda se encuentra con ella, y vende todo lo que tiene, que no es otra cosa que su propio corazón a Dios, para adquirirla.

Esa Perla ha sido rechazada por muchos, pero a “todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. ¿Es usted un buscador de perlas?  ¿Encontró usted esa perla?

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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Beltran
Beltran
4 años de haberse escrito

en efecto nuestro mayor tesoro es vivir en armonia con nuestro creador jehova dios y su hijo jesucristo

América
América
4 años de haberse escrito

Preciosa palabra. JESÚS es el tesoro más maravilloso la perla de gran precio. Muchas gracias por esta enseñanza tan edificatiba.

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