Del escritorio de Julio Ruíz

Cuidando el corazón

Proverbios 4:23

INTRODUCCIÓN: Hay muchas cosas que uno debe cuidar en la vida, pero ninguna será más importante que cuidar el corazón. En el aspecto físico “porque de él mana la vida”, de acuerdo al proverbio de hoy. Hay personas que se les muere el cerebro, pero  seguirán con vida si el corazón todavía palpita. En el contexto espiritual, de él depende la clase de vida que al final llevaremos. ¿Por qué esta alusión al corazón? Porque el corazón, siendo  un músculo de trescientos gramos, es el encargado de bombear la sangre a todo el organismo. Está formado, casi en su totalidad, por el llamado “miocardio”.  Nuestro corazón se divide en cuatro cámaras. Dos aurículas y dos ventrículos. El corazón genera cada día una energía capaz de mover a un camión treinta y tres kilómetros. Hace circular siete mil litros de sangre diario. En una persona de setenta años, el corazón bombeará doscientos veinticuatro millones de litros de sangre. Cada minuto, el corazón da setenta y cinco latidos, cuatrocientas cincuenta palpitaciones por hora y ocho mil por día. ¿Sabia usted que el enemigo más grande que los médicos han descubierto del corazón es el colesterol? El colesterol es simplemente grasa acumulada que se pega en las arterias, de allí la necesidad mantenerlas limpias   para que las venas hagan mejor su trabajo. Se nos dice que nuestro nivel de colesterol no debiera pasar de doscientos cuarenta puntos. Cuando se supera esto, usted está rayando las probabilidades que le de un infarto al corazón, una angina de pecho o un ataque al miocardio. En el aspecto espiritual es lo mismo. Si dejamos que el “colesterol” del pecado se pegue en las “arterias del alma”, la sangre de la gracia del Señor no podrá fluir libremente y al final el corazón entrará en colapso. ¿Por qué debemos guardar el corazón?   

I. PORQUE EL CORAZÓN ES ENGAÑOSO MÁS QUE TODAS LAS COSAS

1. Así es su naturaleza. (Jer.17:9). Adán y Eva no tenían un corazón engañoso antes de la caída. Con la pureza de su corazón podían hablar cara a cara con su Dios sin tener que avergonzarse. Después que pecaron se escondieron. Su corazón había perdido la inocencia y la pureza con la que mantenían su comunión. ¿Qué fue lo que pasó? En el huerto del Edén se hizo presente el engañador. Con la astucia que le caracteriza, deshizo el estado de inocencia con el que Dios creo al hombre. ¿Se imagina cómo fue el cambio de un corazón inocente a un corazón engañoso? Ahora todos poseemos ese corazón. Entonces, lo primero que nos dice el texto es que el corazón es “engañoso”. Eso significa que es mentiroso. Después de la caída, el corazón pasó a ser un aliado de Satanás, pues él es “padre de mentira”. Pero además, nos dice que es “perverso, más que todas las cosas”.  Esto significa que es corrupto y malo. Aun en los hombres más santos y puros se hace presente esta naturaleza. David, el hombre que fue “conforme al corazón de Dios”,   descubrió engaño y perversidad en su corazón, de allí que le pidió a Dios que le diera un nuevo corazón, otro que no le fallara. (Sal. 51:10). Vea estas otras citas (Gen. 6:5; Sal. 14:2-3; Job 25:4; Prov. 20:9). Esto habla de un corazón deshabitado de Dios.

2. La forma cómo actúa. Los pensamientos pudieran dominar mi mente, pero el corazón tiene la última palabra. Desde el punto de vista lógico tenemos la convicción de las cosas buenas o malas que debemos que hacer; y mientras ocurre un debate mental, el corazón tiene escondido alguna sorpresa. La otra parte del texto tiene una pregunta reveladora: “¿Quién lo conocerá?” v. 10. ¡Nadie! La persona que menos conoce el corazón es usted. ¿Por qué? Por que es “engañoso y perverso mas que todas las cosas”. Y esto es tan real que otro proverbio dice: “¿Quién podrá decir?: ‘Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado’ (Pr. 20:9). Ni usted ni yo conocemos realmente nuestro corazón. ¿Sabe quién lo conoce? El Señor (Jr. 17:10). Cuando Samuel fue a buscar el nuevo rey de Israel, le dio esta orden: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. (1 Sa. 16:7). Dios no mira otra cosa, sino el corazón. ¿Qué tipo de corazón está viendo ahora en usted? Job, David y Pedro creían concocer su corazón, pero terminaron reconociendo que estaban lejos de eso.

II. PORQUE EL CORAZÓN DETERMINA EL ÁNIMO DEL HOMBRE

1. El corazón abatido. Proverbios 12:25 dice: “La congoja en el corazón del hombre lo abate; mas la buena palabra lo alegra”. ¿Que es la congoja del corazón? Se conoce como la angustia, la preocupación, la ansiedad por el pasado, el presente, y el futuro. En cuanto al pasado, el ánimo se puede determinar por una la mala conciencia, algún sentido de fracaso o la frustración por decisiones mal habidas. Puede haber una congoja por el presente cuando existe inseguridad de la vida, alguna soledad, desesperanza por las cargas cotidianas, deudas no pagadas, o alguna relación rota. El corazón también se abate por el futuro. La incertidumbre económica, crisis políticas, temor al mañana, preocupación por el bienestar de los hijos en esta sociedad, forman parte del abatimiento. De modo que nada le hará más bien a ese corazón que una “palabra alegre”. ¿Cuáles son las palabras alegres? Las amables, las llenas de esperanza, de verdad, de reconocimiento, de aceptación, las que levantan… No actuemos con el del corazón abatido como hicieron los “amigos” de Job. Ellos lo hirieron más de lo que estaba. Guardemos el corazón del abatimiento. La congoja arruga la cara.  Hay que cambiar ese espíritu triste.

2. El corazón alegre. Otro proverbio nos dice: “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Pr. 17:22). Esto nos dice que el estado del corazón determina la apariencia del rostro. El corazón alegre es medicina que no se compra en la farmacia y que puede curar muchas enfermedades sin costo alguno. Por el contrario, la tristeza del espíritu, contamina todo el cuerpo. Se sabe que una persona que goza de un buen humor y tiene una perspectiva feliz de la vida, se enferma menos porque “el espíritu triste seca los huesos”.  Y además de “secar los huesos” arruga más rápido la piel. Un estudio revela que se necesitan cuarenta y tres músculos para fruncir el ceño pero solo quince para sonreír. ¿Será esta la causa por la que hoy abundan tantos cirujanos plásticos? ¿Cuál es el resultado de un corazón alegre? “El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate” (Pr.15:13). No importa cuán fea pueda ser una persona, si posee un corazón alegre, eso cambiará su rostro. Otro proverbio nos dice: “Todos los días del afligido son difíciles; mas el de corazón contento tiene un banquete continuo” (Pr. 15:15). Vea usted el contraste. Para una persona afligida todos los días le son grises, pero la que tiene  un corazón contento todos los días son una fiesta. Hemos de guardar el corazón porque él determina mi gozo o mi tristeza.

III. PORQUE EL CORAZON LLEGA A SER UNA FUENTE CONTAMINADA

1. Lo que contamina al hombre (Mt. 15:11, 18, 19). Solemos pensar que la contaminación siempre está en el ambiente, pero Jesús nos dio la sorpresa de otro lugar donde se encuba la contaminación: el corazón. Los fariseos criticaban a Jesús porque sus discípulos comían sin lavarse las manos, lo que presuponía una contaminación externa.  Sin embargo, Jesús habló tajantemente que no es lo que entra sino lo que sale lo que corrompe al hombre. Si el corazón no está arrepentido y limpio, él será una fuente contaminada. Jesús dio una lista de las cosas que se gestan en el corazón y que al salir contaminan en el ambiente v. 19. Los “malos pensamientos” contaminan la mente. Los “homicidios” contaminan la tierra (vea el caso de Abel). Los “adulterios y la fornicación” contaminan la familia. Los “hurtos” contaminan la sociedad. Los “falsos testimonios” contaminan al prójimo. Y las “blasfemias” contaminan todo el ser y expone la condenación del alma.  Asegúrese que esa fuente esté limpia.   

2. De la abundancia del corazón habla la boca (Lc. 6:45). Jesús dijo que la boca no hablará nada a menos que el corazón se lo dicte (Mt. 15: 18). Esto pone en evidencia que la boca no es sino el instrumento mediante el cual el corazón se expresa. ¿Qué es lo que sucede? Que lo que más retengamos en el corazón, eso será su fuente. Fue Santiago quien dijo que una misma fuente no puede echar agua amarga y dulce a la vez (Stg. 3:11). Es un asunto muy serio que el mismo corazón que un momento está alabando a Dios, después le esté deshonrando con su actitud. Cuando Jesús habló que “de la abundancia del corazón habla la boca”, hizo referencia a los tesoros que hay en el corazón del hombre. Así, pues, el hombre bueno procurará sacar del tesoro de su corazón “todo lo verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, lo amable, todo lo que es de buen nombre” (Fil. 4:8). Pero el hombre malo sacará de su mal tesoro todo lo que contaminará su ambiente. El corazón requiere de un cuidado especial, evitemos su contaminación.

IV. PORQUE EL CORAZÓN ES EL SANTUARIO DE LA MORADA DE DIOS

La profecía de Ezequiel 11:19 planteaba la necesidad de la interversión de un “cirujano en cardiología”, pero no para reparar el corazón sino para hacer un trasplante total. Estamos hablando del Cirujano Divino. Esto era lo que había decidido hacer con el tiempo: “Quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne”. El hombre antes de conocer a Cristo tiene un corazón de pidera. Pero cuando cree en Dios, ocurre un transplante. Él nos da un nuevo corazón. Dios no nos ha remendado, ni ha puesto “vino nuevo en odres viejos”. Dios no ha puesto un “marca pasos” o alguna “válvula mecánica” para que funcionemos por algún tiempo más. Cuando Cristo entra al corazón llegamos a ser una nueva criatura. El Espíritu Santo hace del corazón su morada; su auténtico santuario. El corazón de Adán y Eva eran la morada de Dios antes de la caída. Después que pecaron cambiaron de huésped en el corazón. Ahora la presencia fea del pecado es lo que gobierna el corazón. Así tenemos que la única manera que Dios vuelva a vivir en nosotros es invitando a Cristo para ser el salvador. Cuando eso ocurre, Dios desciente para habitar en nuestro corazón: “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (2 Cor. 6:16). Dios no habita en otro templo que no sea el corazón. Esta es una razón de peso para cuidar el corazón.

CONCLUSIÓN: Una de las bienaventurazas más reveladora de Jesús, nos dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). No hay otra manera para acercarnos a Dios a menos que tengamos un corazón limpio. El creyente tiene la ventaja que Jesucristo derramó su sangre inocente y preciosa para que podamos tener un corazón limpio. Hemos dicho que hay cuatro poderosas razones para guardar nuestro corazon. Por un lado, porque es engañoso y perverso. Además, porque su estado es cambiante: alegre o triste. También, porque el corazón puede ser una fuente contaminada. Y por último, porque el corazón llega a ser el santuario de la morada de Dios. Frente a esto, otro proverbio dice: “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos” (Pr. 23:6). Pedir el corazón, es pedirlo todo. O le damos a Dios todo, o no le damos nada. ¿Cómo hemos de amar a Dios? Jesús dijo: “Con todo tu corazón…”.  Cuando todo el corazón está rendido al Señor, el resto de mi vida lo estará también.

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Cristobal García
Cristobal García
1 año de haberse escrito

Excelente completo y agradable

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