Del escritorio de Julio Ruíz

Cuando un santo es restaurado

Cuando un santo es restaurado

Cuando un santo es restaurado es un estudio bíblico basado en 1 Reyes 19:5-18 escrito por el pastor Julio Ruiz.

Bueno, cuando traemos este tema a consideración, no estamos hablando de una imagen de algún “santo canonizado” que se ha quebrado y que requiere de expertos para que la vuelvan a su estado original. Estamos hablando de un hombre “con pasiones como las nuestras”, quien después  de haber pasado por un fuerte periodo de depresión, requiere  ser devuelvo a tu tiempo de victoria y gozo; a su paz interna.

En el último mensaje acerca de Elías hablamos de su lado humano. Lo vimos tan deprimido como en ninguna otra etapa de su vida. El viejo profeta tocó fondo como si nunca hubiera conocido a Dios. Tal fue estado y conmiseración que llegó a decir: “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” v. 4. Bien pudiera alguien juzgar al varón de Dios, y hasta tildado de cobarde por haber hecho este inusual pedido. Pero aquí hay una verdad que no debe ser soslayada. Los seres humanos podemos colapsar aunque estemos viviendo para Dios. Nadie escapa a esos tiempos de “persecución” externa o interna.

Elías nunca fue derrotado por el miedo. Su carácter impetuoso parecía hacerlo inquebrantable ante cualquier circunstancia por la que pasara. Pero ante lo menos esperado, ahora el hombre tiene miedo. Eso es lo que sucede a menudo con el creyente. Hay circunstancias que parecieran tomarnos por sorpresa, de las que nos sentimos impotentes. Pero frente a esos “inesperados” enemigos, la presencia de Dios que no nos deja solos ni nos abandona por ningún motivo, viene como nuestro pronto auxilio. ¿Qué sucedió con Elías? Ahora vemos a “santo restaurado” y dotado con nuevas fuerzas y con nuevos propósitos. Toda restauración espiritual tiene que ir en esa dirección. Valdrá, pues, la pena que la estudiemos.

Nos encontramos en esta historia a un creyente que se ha cansado del camino

La presencia del ángel restaurador

1 Reyes 19:5, 7. Ya hemos hablado de la función de los ángeles en la tierra. La Biblia nos presenta una y otra vez escenas donde hay un gran trabajo angelical. Todo esto para mostrarnos que estos seres fueron creados, previamente al hombre, para la adoración de la gloria de Dios (Isa. 9), y para misiones muy particulares a favor del hombre caído.

Si bien es cierto que muchos de ellos pecaron contra Dios y se rebelaron, llegando a ser los actuales demonios comandamos por quien es hoy Satanás, los que quedaron fieles a Dios ahora le sirven en todas partes. Así tenemos que Dios tiene sus ángeles para múltiples funciones, pero el “ángel de Jehová” es único, y su aparición ha sido para tareas únicas. ¿Y quién este “ángel de Jehová”? Es nada menos que el mismo Cristo preencarnado. ¡Esto es extraordinario! Elías fue levantado por el mismo Cristo antes que él se encarnara en el bebé de Belén.

He aquí el consuelo más grande para el creyente que necesita ser restaurado. Dios no envía a nuestra vida a cualquier ángel. La misma presencia del Espíritu Santo es la fuente de nuestra restauración.

La comida de la restauración

1 Reyes 19:6.  Considere que este Ángel no solo vino para fortalecerle con su presencia, sino también con su comida. Hay momentos cuando necesitamos esa doble fortaleza. ¿Ha comido alguna vez “torta de ángel”? Lo dudo mucho.

Sólo algunos pocos hombres que caminaron con Dios tuvieron semejante privilegio. Y la verdad es que no sabemos si esto pasó con otros profetas, pero creo que ninguno llegó a disfrutar del “arte culinario celestial” como lo dispensó Elías. Al principio fueron unos pajarracos negros que lo sustentaron con una carne que salió del mismo horno celestial. Le aseguro que ningún chef terrenal preparó algo parecido.

Ahora se nos informa que es el mismo Cristo,  en su condición previa, trae una “torta cocida sobre las ascuas” v. 6. Veamos el escenario.  Después de correr un maratón de 270 kms., Elías necesitaba una terapia física intensiva, la cual el Señor proveyó en manos de su mejor representante, pues el próximo viaje hasta el monte Horeb,  sería de 320 kms. Nadie está exento de colapsar frente a tanta demanda que exige el servir a Dios. Pero lo más importante es saber que el primer interesado en que descansemos es Dios. ¿Descansa usted en él? ¿Es él su refugio?

Nos encontramos en esta historia a un creyente renovado para el camino

Se levantó, pues, y comió y bebió…

1 Reyes 19:8. Nada es mejor para el cuerpo que un merecido descanso. En esta interesante historia hay un ángel que vela el sueño del profeta. Su trabajo es asegurarse que Elías duerma bien y coma bien. ¿No es esto maravilloso? Gran parte de nuestros males se debe a que no siempre dormimos bien ni comemos bien.

Nuestros ojos y nuestro cuerpo nos delatan con frecuencia. Vea, pues, como el profeta  después de la primera comida “volvió a dormirse”. Nunca es fácil levantarse, menos si usted ha tenido un día intenso como lo tuvo el profeta. Así  que el ángel volvió a sonar la “alarme”  y despierta al profeta  por  segunda vez para que  coma y se prepare. Al final Elías recuperó sus  fuerzas.  La declaración “largo camino te espera”  era una distancia de unos 320 kms. Moisés y los israelitas habían viajado por ese desierto durante 40 años.

Ahora Elías tendría que atravesar ese mismo desierto durante cuarenta días y cuarenta noches, alimentado con el pan que Dios le había proporcionado y aprendería las mismas enseñanzas. La promesa de Dios es la misma. Así como él sustentó a su pueblo, sustentará a sus hijos para que renueven sus fuerzas en su diario caminar.

¿Qué haces aquí, Elías?

1 Reyes 19:9. Elías debió tener  una “comida milagrosa”, pues con ese sustento “caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Horeb”. Bueno,  para los hombres estas cosas parecieran ser imposibles, pero no para Dios. Aquella comida de Dios equivaldría a 120 comidas del hombre, incluyendo desayuno, almuerzo y cena,  que serían las necesarias para los cuarenta días de viaje. Con semejante comida pudo llegar a Horeb, el histórico monte donde años atrás Moisés recibió las tablas de ley que formaron al pueblo de Israel.

Allí llegó, y allí se escondió. Pero, ¿qué hacía el profeta en aquella cueva después de su renovación?  La respuesta del profeta revela que se sentía completamente solo e indefenso ante las fuerzas malignas que habían amenazado con destruirlo (v. 14).  Pero Dios no lo sustentó para que se escondiera. Si bien es cierto que el fantasma del fracaso le “perseguía”, no era hora de estar en una cueva. Esto que le pasó al profeta ha llegado a ser común entre muchos creyentes.

No son pocos los que a la hora de salir adelante y ponerse en la brecha, se siguen escondiendo, aunque son testigos del poder de Dios. Si somos renovados es porque “largo camino nos espera”.

Nos encontramos en esta historia a un creyente con una nueva visión para el camino

Terremoto, viento y fuego

1 Reyes 19:12, 13. ¿Por qué Dios usó estas tres manifestaciones visibles de su poder? Por un lado,  para decirle a su siervo que como su Dios puede seguir manifestando su gloria en distintas formas. Que él puede revelarse en forma ruidosa, pero también en forma apacible.  Por otro lado, para manifestarse al profeta, que así como su carácter  fue representa por esas fuerzas de la naturaleza, hasta ser indomable, ahora es tiempo de cambiar y tener una nueva visión de las cosas. 

Elías necesitaba aprender que “después de la tormenta viene la calma”. Que la paciencia y la confianza son también necesarias para servir y llevar adelante los propósitos y la obra de Dios. Su temperamento lo hacía proclive al desánimo y la impaciencia. ¿Qué sucedió después de esto? En aquella misma montaña, donde Moisés tuvo temor de Dios y cubrió su rostro, Elías hace lo mismo. Dios sacó a su profeta de la cueva.

No es el interés de Dios que permanezcamos escondidos por los temores que nos acosan. Él quiere tenernos en la posición correcta para oír su voz y hacer su voluntad. Fuera de la cueva nuestra visión será distinta.

Y tras el fuego un silbo apacible y delicado

1 Reyes 19:12c.  Los hechos ruidosos como el terremoto, el viento y el fuego, no nos harán jamás escuchar el “silbo apacible y delicado” de Dios. La verdad es que Elías no era un hombre de la meditación calmada. Tengo la impresión que el profeta, quien por lo visto poseía un temperamento colérico – sanguíneo, no era dado a las cosas calmadas y tranquilas.

No era un  poeta, ni un romántico. Por lo tanto, tener que escuchar a Dios en un “silbo apacible y delicado”, tuvo que ser extraño a sus oídos. Pero  este profeta era terco con terquedad. Note cómo se niega a estar “delante de Jehová”, e insiste en su propio aislamiento, y sigue evitando llamarse “profeta”. Así que   ni los mandatos divinos, ni la majestuosa y misteriosa autorrevelación de Dios lo afectan, sino que persiste en lo que cree que debe seguir haciendo. Pero la actuación continua de nuestro Dios para cambiar de visión, al final es la que triunfa.

En el caso del profeta se nos dice que “cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva” v. 13. Esta la forma cómo al final Dios nos cambia. La nueva visión en la vida espiritual viene como resultado de un nuevo encuentro con el Señor.

Nos encontramos en esta historia a un creyente con una nueva comisión para su camino

Ve, vuélvete por tu camino…

1 Reyes 19:15. Después de la victoria del Carmelo,    Elías se convierte en “un hombre en fuga”.  Es como si fuera otro profeta. Este hombre había intentado huir no tan solo del peligro, sino  también de sus responsabilidades como profeta. Pero vea que así como él fue insistente en su huida,  Dios se asegura que  su profeta no abdique a su ministerio. Dios es “cosa serie” con el llamado.

Al profeta que buscaba la seguridad en la huida, ahora Dios lo comisiona a una nueva misión. Por cierto, no va a ser una misión carente de peligro, pero ya el énfasis va a ser distinto. Ya no se centrará tanto en “mimar” al profeta sino en los propósitos de Jehová. Después de la nueva visión, viene la nueva comisión. Por otro lado, no es lo mismo regresar animado por el mismo camino, por  el que un día caminos desanimados.

Elías hizo todo lo posible para desalentar a Dios para que lo continuara usando. Tuvo  un “empeño” porque Dios lo desechara, pues no se consideraba mejor que sus padres. Pero hasta ahora ningún hombre ha podido quebrantar la voluntad de Dios en torno a cumplir su propósito. A los hombres que al final obedecen su voluntad, Dios les ordenará regresar otra vez por un camino de victoria.

Al final de la jornada

1 Reyes 19:15, 16. La tarea del viejo profeta no había terminado. El plan trazado por Dios para su vida no había llegado al ocaso. Todavía había profeta para rato. Bien sabía el Señor que la malvada Jezabel tenía que pagar por sus crímenes y sus abominaciones de haber llevado a Israel a la adoración de un dios que no era Jehová Dios.

Así que la comisión era especifica: “Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará” v. 17.  Y si bien es cierto que Elías no vivió para ver la forma cómo Dios actuó con la malvada Jezabel, al final su   profecía se cumplirá,  pues esta mujer al morir fue  comida por los perros (1 Re. 21:23). En la economía divina todo marcha según su diseño original.

El día llegaría cuando la casa de Acab, su mujer y su familia, sería exterminada. El rey Jehú, a quien Elías ungió se encargó de cumplir con lo que Dios había determinado (2 Re. 9:30-37; 10:17). El trabajo de un siervo de Dios no termina sino hasta que Dios lo diga. Su misión de restaurar al que ha caído es para que termine su tarea con gozo. Dios viene a nuestro encuentro y nos da las fuerzas, junto con una nueva misión,  para completar la tarea.

Cuando un santo es restaurado

Y ese “ángel de Jehová”, que es nuestro Cristo preencarnado, también se acerca cuando estamos cansado del camino para levantarnos.

Cuando estoy solo, él es mi fortaleza. Cuando estoy estresado, Jesús es mi paz. Siempre tengo miedo, Jesús es mi pastor. Siempre que estoy sediento, Jesús es mi agua de vida.  Cuando estoy en pobreza, Jesús es mi riqueza. Cada ve que estoy vacío, Jesús llena mi copa. Siempre que estoy agitado por la tormenta, Jesús es mi ancla.  Cada vez que me siento herido, Jesús es mi sanador. Siempre que estoy acusado falsamente, Jesús es mi Verdad. Siempre que estoy confundido, Jesús es mi Sabiduría. Cuando me siento en peligro de caer, Jesús es mi protección. Siempre que estoy perdido, Jesús es mi Guía. Cada vez que me siento tentado, Jesús es mi salida.

Con Jesús podré caminar más allá de mis fuerzas, como lo hizo Elías,  porque su comida es el maná del cielo que me sustenta cada día. ¿Cómo están sus fuerzas en el día de hoy? ¿Cuán pesado siente su camino? ¿Siente que ya no da más como el viejo profeta? Cristo está aquí para sustentarte. Toma el alimento que hoy te ofrece.

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