Del escritorio de Julio Ruíz

Oro, Incieso y Mirra

Aunque algunos puedan pensar lo contrario, la navidad sigue siendo la época más alegre y entusiasta del año. Es cierto que para la mercadotecnia esta es la ocasión del gran negocio. Para aquellos que tuvieron algún hueco deficitario durante su periodo fiscal esta pudiera ser la época para mejores dividendos y la recuperación del presupuesto no alcanzado. Y es que todo lo que huele a "diciembre" pareciera crear un contagio colectivo que se pone de manifiesto en compras compulsivas, en los adornos de las casas que parecieran entrar en una especie de concurso de belleza de luces y colores; mientras que para otros este es el tiempo para las fiestas, regalos y las calendarizadas celebraciones. Pero la navidad no puede ser solamente esto. Celebrar la navidad sin el más mínimo reconociendo al cumpleañero de la ocasión es la más grande contradicción a la que se ha acostumbrado la humanidad. Sin embargo, para los que ven en ella el nacimiento de la auténtica esperanza, así como la demostración más indescifrable del amor de Dios por esta extraviada humanidad, el nacimiento de Jesús es la más palmaria demostración del don eterno. 
 
 Hubo muchos actores en la navidad de Belén. La actividad angelical fue muy notoria, dirigida en primer lugar a convencer al incrédulo Zacarías y su esposa Elizabet, quienes siendo ancianos se les prometió el nacimiento de Juan el Bautista, el precursor del Salvador. Luego comunicar a la asustada María que había sido escogida por Dios para ser la madre del Salvador del mundo; pero sobre todo, convencer a José que el niño que estaba en el vientre de María fue engendrado por el Espíritu Santo. De igual forma la participación de los ángeles se puso de manifiesto cuando surcaron los cielos trayendo la más dulce melodía jamás antes entonada: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz; buena voluntad para con los hombres". Hubo también pastores sobre sus rebaños así como ancianos que esperaban la profecía cumplida antes de morirse. Hubo también reyes perturbados, con el caso de Herodes. Y entre todos estos actores, los magos que vinieron de tan lejanas tierras, merecen una obligada consideración en el estudio de la Natividad.
 
 Estos emblemáticos personajes dejaron para nuestra consideración la verdadera actitud que debiéramos tener en este tiempo cuando nos aprestamos a celebrar la navidad. Humildes, aunque eran reyes. Incesantes caminantes. Viajeros de los más inhóspitos caminos. Cargados con presentes para el niño que había nacido. Obedientes a una misteriosa estrella, que siendo ellos mismos astrólogos, no la habían visto jamás. Una vez llegado a su destino no cambiaron la visión de su viaje, pues antes que preguntar por algún alojamiento para un merecido descanso, declararon el propósito de su misión, diciendo: "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos adorarle" (Mateo 2:2) Y una vez notificados del lugar donde el niño yacía, el historiador dice: "Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra". Note el triple propósito de la venida de los magos: ver al niño, adorarlo y darle sus regalos. Eso debiera ser la navidad.
 
 Ahora bien, los regalos que estos orientales trajeron al recién nacido rey, además de ser valiosos y apreciables, tenían implícito el cumplimiento de una triple función. Cada uno representaba tres títulos para un mismo bebé. Así tenemos que el oro era el símbolo de la realeza. Ellos sabían que el niño también era el rey de los judíos. Pero es bueno recordar que él también es ahora rey del universo. Le ofrecieron incienso, lo que un sacerdote ofrece en el templo como parte de su adoración a Dios. Y él llegó a ser el gran sumo sacerdote, no de la línea de Aarón, la implantada por Moiséssino de Melquisec, de quien se dice que era "sin padre, sin madre, sin genealogía". Un prototipo del Hijo de Dios. Como sumo sacerdote Jesús ahora es el único mediador entre Dios y los hombres. Pero ellos también le ofrecieron mirra. La mirra fue usada para embalsamar a los cuerpos muertos. Eso significa que el bebé nacido en Belén un día moriría como el Mesías por los pecados de la humanidad. Así tenemos que Jesús es Rey, Sacerdote y Mesías. La navidad tiene que ver con este triple reconocimiento. Jesús no necesita ahora de estos regalos. En todo caso lo que busca son corazones para nacer. ¿Será el suyo uno de ellos?

 

 


Nota: Este estudio es brindado por entrecristianos.com y su autor para la edificación del Cuerpo de Cristo. Siéntase a entera libertad de utilizar lo que crea que pueda edificar a otros con el debido reconocimiento al origen y el autor. 

 

 

 


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