Los siete Pecados Capitales, Parte 6
Ira: ¿Sed de Venganza o Hambre de Justicia?
Con esta entrega llegamos al penúltimo de los llamado Siete Pecados Capitales. Según el orden establecido, la ira ocupará nuestra atención en estos sucintos análisis que hemos venido haciendo. Hay dos formas de concebir la ira: una es la ira justificada y la otra es la que surge de un “apetito desordenado de venganza”, siendo ésta una ira ciega e incontrolada. Es esa ira que se excita internamente como resultado de alguna ofensa provocada, o supuesta, tocante a alguien o a algo por lo que sentimos especial deferencia. Con esto estamos diciendo que la ira se convierte en pecado cuando encuentra un corazón alterado, quien gobernado por una sed de venganza, cierra la puerta a la razón y no da lugar al dominio propio. Es aquella ira que se despertó en Caín, el primogénito de la primera pareja humana, quien ciego de celos y lleno de envidia por la actuación bondadosa de su hermano Abel, se levantó, dominado por un instinto de destrucción que sobrepasaba su moderación racional, cometiendo el primer homicidio del que se tenga memoria en la historia de la humanidad. Pero lo opuesto a esto nos sugiera la existencia de una ira permisiva a la que algunos llaman “buena y laudable”. Es una especie de ira justa donde actúa un hambre por la justicia, que procediendo bajo una prudente sensatez, confronta al mal y revela al bien. Esta es la ira de los hombres íntegros.
Pero no siempre esta ira es la que prevale cuando se tiene que lidiar en un escenario signado por la maldad. La información que leemos o escuchamos es la de un mundo donde predomina aquella ira que desemboca en la violencia y en un deseo injusto de venganza. El hombre que actúa de esta manera es irascible, violento, furioso y frenético. Es, además, un ser dominado por la cólera, la irritación, la furia y la rabia. Ese estado de ánimo puede verse en el uso que se hace de la lengua, que al no ser controlada, lanza palabras que rayan los límites del respecto y la tolerancia, hasta convertirse en ofensas e improperios. De esto dijo Erasmo: “La mayor parte de las rencillas de los hombres nace de la destemplanza de la lengua”. Sabido es que un arranque de ira momentáneo puede destruir la sensibilidad y dignidad de otro. Pero además, una ira descontrolada puede pasar de las palabras al magnicidio. La tierra se tiñe todos los días de rojo por muertes cruentas, asestadas por alguien quien cegado de celos y de venganza, sin tener el más mínimo respeto por los demás, trunca el derecho a la vida que ha sido dado exclusivamente como don divino. Para los que actúan de esta manera se les recomienda ser tardos para airarse “porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Vale la pena traer aquí una palabra de consejo para todos los que somos padres. Nuestros hijos son “masas moldeables” que irán tomando su forma de acuerdo a lo que ven y a lo que oyen en el recinto del hogar. La admonición para los que somos responsables de levantar esas “plantas” y “columnas”, dice: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4) Los padres podemos evitar el cultivo de la ira incontrolada en nuestros hijos, cuando nosotros mismos nos controlamos en la forma de disciplinarlos.
En los pormenores de este tema tenemos que revelar que nadie está exento de sufrir arrebatos de ira. Es más, la Biblia reconoce que la ira puede visitarnos en algún momento, y a su vez advierte sobre los peligros de dejar que ella se apodere de la razón; así dice: "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo". (Efesios 4:26, 27) La ira se convierte en pecado, y llega a ser causa de graves daños cuando se retiene en el corazón hasta "la puesta del sol". Si eso ocurre se le estará dando lugar al diablo, y no tenemos que adivinar lo que le pasa a una persona cuando le abre la puerta de su vida al maligno a través de una ira descontrolada. Hará cosas de las que se arrepentirá siempre. Pero un carácter controlado por el Espíritu Santo, cuyo fruto sea: el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio, aprenderá a canalizar este impulso, y en lugar de derribar lo que está a su alcance vivará para construir.
Estudios de esta Serie:
Nota: Este estudio es brindado por entrecristianos.com y su autor para la edificación del Cuerpo de Cristo. Siéntase a entera libertad de utilizar lo que crea que pueda edificar a otros con el debido reconocimiento al origen y el autor.