Del escritorio de Julio Ruíz

Cuando lo poco es suficiente

(Juan 6:1-15)  

INTRODUCCIÓN: El presente milagro es el único narrado en los cuatro evangelios, pero nadie menciona al muchachito de los panes y los peces, sino solo Juan. Él es uno de esos personajes olvidados de la Biblia. ¿Quién era aquel niño?  Nadie lo sabe. Sin embargo, esta es una de las historias más hermosas narradas de la Biblia. Vamos a imaginarnos la historia del muchacho. A lo mejor  salió de su casa al amanecer, con la esperanza de vender su producto, y así paliar la difícil situación económica de su hogar. Mientras caminaba se encontró con una multitud y un predicador extraordinario. Así que por un momento se olvidó de sus panes y sus peces, se sentó, y poniéndose la cesta en medio de las piernas, siguió oyendo al hombre que hablaba muy Buenas Noticias. Como era de suponerse, por la tarde ya todo el mundo estaba hambriento. Tal situación planteaba una evidente búsqueda de alimentos. De modo, pues, que no pasó mucho tiempo que descubrieron al muchachito con los panes y los peces. Por supuesto que la comida no era de la mejor calidad, pero en ese  lugar, y a esa hora, sería como salmón con panes rebanados. No faltaría alguien que le preguntaría cuánto costaría cada pan. Mientras que otros ofrecerían más de un denario por cada pez.  Pero nada de esas propuestas las consideró, y no vendió la única comida que había en aquel lugar. Y menos mal que no lo hizo, pues dentro de los buscadores de comida, se encontraba Andrés. Los discípulos, entre ellos Felipe con sus cálculos matemáticos, sabían que lo que el muchachito tenía no alcanzaba ni para el mismo, debido a lo avanzado de la hora. ¿Qué pasó entonces? Andrés lo trajo  a Jesús con el producto. Así, pues, Jesús tomó los panes y los peces en sus manos; los bendijo, y los dio a los apóstoles, los cuales a su vez los repartieron a más de cinco mil personas. Después que todos comieron, los apóstoles comenzaron a recoger lo sobrante en doce canastos. Seguros que todos daban  gracias a Jesús por aquel milagro de los alimentos, pero nadie se acordaría más del muchachito que había ofrecido su mercancía con la que comió tanta gente. ¿Qué pasó con el muchachito después? Nadie sabe. Seguramente llenó otra vez su cesta con peces y panes multiplicados y regresó a contar la historia. ¿Sería después un predicador del evangelio? ¿Cuál es la verdad de esta señal?

I. LOS IMPOSIBLES HUMANOS SON OPORTUNIDADES DIVINAS.  

1. Las alternativas de Jesús. En esta historia, Jesús presentó alternativas con el propósito de producir en los discípulos una búsqueda para alimentar la multitud. Una tuvo que ver con el planteamiento: “Dadle vosotros de comer” (Mt. 14:16).  Si bien es cierto que Jesús sabía que ellos no contaban con los recursos, la idea era que no se quedaran esperando que sucediera algo, sin que hicieran el mínimo esfuerzo. Por otra parte, cuando Jesús pregunta: “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?”v. 5, les estaba presentando la  alternativa  de poner en acción algún plan.  Aunque sabemos lo que Jesús tenía que hacer, no quiso presentarles las cosas tan fáciles a sus discípulos, como tampoco nos los pone a nosotros. Los milagros son el resultado de una mínima participación humana,  con la mayoría divina. Es cierto que en algunos casos el Señor obró solo dando una orden, como lo hizo con el  paralítico de Bethesda, pero en la mayoría demandaba una participación del hombre para operar sus milagros. ¿Qué se proponía Jesús desde el principio?  Decirnos que no hay problema muy grande que él no pueda resolver, pero a su vez invitarnos a ser parte de la solución. No espere un milagro sin actuar.

2. La solución humana. Cuando Jesús vio a la multitud que venía hacia a él, alejada de la ciudad, y avanzada la tarde, le preguntó a Felipe dónde comprar alimentos para estas personas. Nos imaginamos que Mateo y Judas chequearon la bolsa donde llevaban el dinero, y se percataron que las ofrendas recibidas de las damas que sostenían su ministerio, no eran suficientes ni siquiera para alimentarlos a ellos, menos para semejante multitud. En el grupo había un matemático, quien al hacer los cálculos de doscientos denarios, que era el equivalente al salario de ocho meses, se dio cuenta que aun ese dinero no era suficiente para darles de comer a todos esos hambrientos. El cuadro no era fácil. El aprieto en el que el Señor estaba metiendo a los discípulos replanteaba un asunto de creer en los milagros. La solución humana parte siempre de un hecho lógico: “Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco” v.7. La historia es la misma; las salidas humanas frente a un problema piensa en lo lógico y lo matemático, la palabra milagro no aparece siempre en el escenario de los imposibles. En este caso, Felipe hizo sus cálculos pero no contó con Jesús.

3. No hay que dejar a Jesús fuera de las cuentas. Jesús se acerco a Felipe y le  preguntó: ¿Qué podían hacer para resolver el problema? La pregunta produjo pánico entre los discípulos. Pero como alguien ha dicho: “En el cielo no hay pánico, sino solo planes”. Nada toma al Señor por sorpresa. Él  sabe qué hacer con mucha  anticipación. Nada escapa al control de Dios. ¿Por qué Jesús le preguntó a Felipe acerca de alimentar a esa multitud? ¿Necesitaba el mismo Felipe aprender acerca de una fe dependiente?  Felipe dio una respuesta que para muchos sería buena y lógica, pero estaba dejando a Jesús fuera cuando sacó sus cálculos de los doscientos denarios. Alguien ha dicho que hay tres tipos de personas en las iglesias: las que piensan, las que sienten y las que tienen fe. ¿A cuál de estos grupos pertenece usted? Entre los que piensan, está Felipe. Ellos solo dirán: “Pienso que podemos hacer esto o aquello”. En el grupo de los que sienten están los que dirán: “Yo siento que podemos hacerlo”. Pero los que tienen fe son los que simplemente reciben la palabra y la creen. Estos más bien preguntarán por qué dejarlos ir. Si el Señor nos dice: “Dadles vosotros de comer”, ¡hagámoslo! Los hombres y mujeres que hacen siempre la diferencia son los que tienen fe. No necesitamos tanto a los “Felipes”. Las respuestas de ellos las da cualquier persona ¿Qué es lo que hace la diferencia en su vida?  Crea que Jesús todo lo puede.

II. LO INSIGNIFICANTE PARA EL MUNDO VALE MUCHO PARA DIOS  

1. Los panes y los peces eran insignificantes. Es Juan el que  nos dice que eran  panes de cebada. No solo eran panes baratos y ásperos, sino que los usaban  también para alimentar a los animales. Los peces no eran mejor. Eran especies de  sardinas que se consumirían de una sola vez. Fue Andrés  el que dio el veredicto de lo insignificante de los panes y los peces, cuando dijo: “Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” v. 9. Los panes y los peces representan aquello que lo consideramos tan poca cosa para ser usada. En no pocas ocasiones sentimos que es tan pobre y tan escaso lo que tenemos, que Dios no lo tomaría en cuenta, y por eso no se lo traemos. Los panes y los peces representan nuestros humildes talentos, nuestras humildes pertenencias, nuestros humildes dones. Se equivocan los que creen que no pueden servir al Señor porque no tienen casi nada que ofrecerle. Recuerden que una vara fue suficiente en manos de Moisés. Con ella Dios hizo portentos y maravillas. Una honda y una piedra fueron suficientes para que David derrotara al gigante. Dios te pregunta hoy: “¿Qué tienes en tus manos?”.  Preséntaselos al Señor.

2. El niño era insignificante. Debe saberse que para los efectos notorios de aquellos tiempos, ni las mujeres ni los niños contaban. En esta misma historia se contaron solo cinco mil hombres, sin  las mujeres y los niños. En el grupo estaban los apóstoles, quienes por estar tan cerca del Maestro, serían más reconocidos. Por lo tanto, el niño representa a esa multitud olvidada y que no es tomada en cuenta. Bien pudiera alguien sentir que es muy insignificante para el Señor y para su obra. En la mente de muchas creyentes fluye el concepto, que a los únicos a quienes Dios oye y usa, son a los talentosos, a los que tienen muchos dones o a los que tienen mayores capacidades intelectuales. De esta forma, el enemigo ha venido haciendo un trabajo al que muchos creyentes le han seguido el juego, pues no son pocos en las iglesias que no hacen nada porque se creen simplemente insignificantes. Pero la verdad de esta historia es, que lo que para el mundo no vale  nada, para Dios es de un valor incuestionable. Escuche esto, cuando este niño salió de su casa no sabía que llevaba alimento para una multitud. Usted no sabe todavía lo que tiene.

3. La entrega a Dios es significante. ¿Cuál es el secreto de este milagro? Que este muchachito no se quedó con la comida. Él vino y la entregó a Cristo. Lo único que tenía era la comida y la puso en manos del Pan de Vida. Esto plantea un reto interesante al comienzo de un nuevo año. Si queremos que el Señor nos use, debemos  traerlo todo a él. Usted nunca sabrá si Dios puede usarlo hasta que no entregue todo a él. Es verdad que  en la economía nuestra, pensamos que perdemos si le entregamos todo a Señor, pero en la economía divina,  la única manera de saber si  ganamos, es cuando le entreguemos al Señor lo que tenemos. ¿Cuál es la  ganancia que habrá al ponerlo todo en manos del Señor? Que él hará con lo poco nuestro, mucho más de lo que nosotros pensamos. ¿Perdió la comida el muchachito? ¡No! Nos dice el texto que comieron todos y se saciaron v. 12. Dios usa a personas corrientes. En esta historia no fue ni Felipe ni Andrés  quienes se llevaron la gloria, fue un simple muchacho que no se sabe de dónde salió. Dios transforma lo ordinario en extraordinario. Me gusta pensar que lo que cuenta delante de Dios no es lo que nosotros somos sino lo que el es. No tenga temor de entregar todo al Señor. Si no tiene más nada que “cinco panes y dos peces”, entrégueselos. Él transformará todo en bendición.  

III. TODA HAMBRE ES SATISFECHA CUANDO SE ACUDE AL PAN DE VIDA   

1. Más allá del pan físico (v. 25). Lo que Juan nos muestra en su evangelio es que cada milagro de Jesús contiene una señal que muestra una verdad eterna. Si la historia no continuara podríamos ver en Jesús un simple luchador social, con una gran compasión por el hambre física. Pero  Jesús no vino para satisfacer el hambre física solamente. Él no fue un revolucionario al mejor estilo de los idealistas. Esta es parte de la confusión que tienen algunos grupos con el llamado “evangelio social”. Por supuesto que Jesús tiene compasión del hambriento, de allí este milagro, pero en este mismo texto él dice que es el Pan de Vida, lo cual va más allá de llenar el estómago. La gente buscaba a Jesús porque satisfizo su hambre material. Esta actitud no cambia. Y la verdad es que si Jesús siguiera alimentando a las multitudes, como lo hizo en aquel tiempo, serían  muchos sus seguidores. La gente habría descubierto en él un “restaurante ambulante” y lo último que querían sería perderlo (v. 28). Todos sabemos que el alimento material es para unos momentos, pero Cristo es el Pan de Vida que satisface por siempre. El evangelio social solo percibe esto. ¿Qué diferencia  hace alimentar a una persona pero que se pierda su alma? El hambre que Jesús satisface va más allá de la física. Por eso hay una salvación eterna.  

2. Trabajemos por el pan que no perece v. 27. Las cinco mil y más personas que fueron alimentadas volvieron a buscar a Jesús.   Aun cuando  todos se saciaron, tanto así que hasta los discípulos recogieron doce cestas de los panes que sobraron (v. 12), el hambre regresó otra vez, y con ello la nueva búsqueda de Jesús. Cuando el Señor se dio cuenta de las razones por la que la gente quería seguirle, los confrontó, diciéndoles: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” v. 26. La peor cosa que la gente pudiera hacer es seguir a Jesús por los panes milagros y  no por la vida eterna que ofrece. Algunos siguen a Jesús por las señales, en lugar de creer en él por sus palabras. Vea la osadía la de esta gente. Acababa Jesús de alimentarlos y ahora estaban pidiendo una señal (v. 30). Debemos ver a  Jesús como el pan sobrenatural.  Él es, de acuerdo a lo que se menciona acá, el auténtico maná del Antiguo Testamento.  De hecho él fue molido como pan del cielo para darnos perdón de nuestros pecados. Jesús es todo lo que nuestro mundo necesita. A los que le buscaban por un pan momentáneo, ahora les dice: “ Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” v. 35. Y la respuesta a este ofrecimiento debe ser la misma de algunos de ellos: “Le dijeron: Señor, danos siempre este pan” v. 34. Y este es el pan que no perece. Dios nos hizo para que tuviéramos hambre y nos satisfagamos continuamente. Pero para obtener este pan hay que trabajar.

CONCLUSIÓN: Hemos dicho con esta historia que lo poco nuestro llega a ser suficiente en manos del Pan de Vida. ¿Se ha sentido alguna vez muy poca cosa? Por ejemplo: con lo poco que tiene, con lo poco que es, o con lo poco que sabe. ¿No es cierto que por esa condición a lo  mejor haya tenido temor de dar pasos importantes en su vida? El temor produce  una concentración en lo poco que soy o tengo, en lugar de la grandeza y el poder de Dios. Nos olvidamos que en Sus manos, aun lo poco es suficiente. Recuerde que no hay problema por muy grande que sea, que Dios no pueda resolver. Que no hay una persona a quien el no pueda usar. Y sobre todo, que no hay necesidad en la vida que Cristo no pueda llenar. Él es el Pan de Vida.

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