Nehemías 8:1-13
Del mensaje anterior recordamos cómo el muro y sus puertas fueron levantadas en apenas 52 días. Nehemías no contó con las maquinarias modernas para hacer tan grande obra, en tan pocos días, pero contó con algo más poderoso como lo fue la mano de Dios, dejando avergonzados a los enemigos inmediatos, y siendo esto de testimonio para los pueblos vecinos.
Atrás quedaron Sanbalat y Tobías, porque en los próximos cinco capítulos no se mencionarán jamás. Y cuando uno piensa que ya todo está dicho en este libro, nos encontramos con un llamado a la renovación hecha por la palabra de Dios, más allá de los muros reconstruidos.
¿Cuál era la visión final de Nehemías? ¿Haber reconstruido el muro? ¡No! Si este libro concluyera en el capítulo seis, estaría incompleto. Nehemías no estaba interesado en recibir honores por el trabajo hecho.
Más bien, según Nehemías, si la palabra de Dios no tiene un lugar central en todo lo hecho, trayendo la más excelsa gloria a Dios, habrá una gloria humana sin el brillo de lo eterno. Israel había perdido su esencia como nación, porque la Biblia no gobernaba sus vidas. Israel fue conocido como “el pueblo del Libro”, pero ese Libro se había perdido después del cautiverio, de allí la importancia de este capítulo. El Salmo 1:1, donde dice: “… y en su ley medita de día y noche” no era su verdad. Y desde entonces esto no ha cambiado.
La Biblia es el libro menos leído en medio de nosotros. Una encuesta hecha por Lifeway a 2.500 creyentes en los EE. UU reveló lo siguiente. Solo el 32% de los creyentes leían la Biblia a diario. El 27%, es decir, alrededor de una cuarta parte dijo que la leían varias veces por semana. El 12% dijo que la leía una vez cada semana. El 11% afirmó que meditaba en las Escrituras varias veces cada mes. El 5% dijo que la leía una vez cada mes y el 12% admitió que rara vez o nunca leían la Biblia.
Si esta encuesta la aplicamos a nuestra iglesia, ¿cómo quedamos? ¿Puede usted decir “todo el día es ella mi meditación?”. He aquí el llamado a renovarnos por la palabra de Dios una vez terminado el muro. Veamos cómo hacerlo.
Debemos buscarla diligentemente
Trayendo el libro para ser oído
Nehemías 8:1. A pesar del descuido y la desobediencia de Israel con la palabra de Dios, ellos sabían de la autoridad de esa Palabra, y el lugar de exaltación que ella tenía en medio de ellos como nación. La actitud de esta congregación, reunida “como un solo hombre” pidiendo al escriba Esdras traer el libro para ser oído, es digno de admiración, especialmente cuando estamos asistiendo a una generación que no le da la importancia a un libro como la Biblia.
Notemos cómo este pedido fue prontamente cumplido. Esdras ya tenía unos 15 años allí en Jerusalén, y el pueblo conocía su autoridad en el asunto de la ley. Él era como el “pastor” indicado para traerles el mensaje oportuno de este libro de la ley. ¿Y cuál era ese libro? El texto dice: “El cual Jehová había dado a Israel”. Hay muchos libros que le dan la razón de ser a algunas religiones, pero hay un solo pueblo a quien Dios le entregó Su libro, por el Espíritu Santo, y ese es a Israel.
Ese es el Libro que deseamos leer, que deseamos oír y que deseamos vivir. Cuando Walter Scott, piadoso hombre de Dios estaba muriendo, pidió “El Libro”. Alguien de su familia le preguntó “¿cuál libro?”. Y él dijo: “Solo hay un libro para este momento, y es la Biblia”.
Abriendo el libro para ser entendido
Nehemías 8:2. Aquella oportunidad era única para un escriba como Esdras. De él dice la Palabra que “había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (Esdras 7:10).
Una de las cosas significativas en la vida de Nehemías fue su capacidad y su humildad para saber que él solo era un “laico” con la misión de restaurar el muro, pero en el asunto de la ley, Nehemías sabía de la autoridad de Esdras como sacerdote y escriba para abrir ese libro y hacerlo entender.
¿Qué hizo Esdras con el rollo de la ley? Pues lo trajo y lo expuso delante del pueblo. Nadie como este hombre para saber el poder y el impacto que produce la palabra de Dios cuando hay corazones hambrientos de ella. Vivimos un gran “analfabetismo” bíblico.
No hay muchos entendidos en las Escrituras. Algunos creyentes les pasa como el etíope, funcionario de la reina de Candasa, quien al venir de adorar a Dios no entendía lo que le leía, de allí la pregunta de Felipe: “Pero ¿entiendes lo que lees?” (Hechos 8:30-31). Hay una urgencia en medio del pueblo de Dios para entender la Palabra. Entenderla es el camino para la renovación espiritual de nuestras vidas.
Escuchando al libro para ser obedecido
Nehemías 8:3. Cuando uno lee esta historia de un pueblo buscando renovarse por la Palabra, hay varias cosas para ser destacadas. Por un lado, está el interés de toda esta gente para escuchar desde la mañana hasta el medio lo que Dios les estaba hablando. Sus oídos estaban atentos al Libro. Todos se pusieron de pie cuando Esdras abrió el libro.
Para ellos aquello era una señal de profundo respeto. Y cuando esa palabra tocó sus corazones dijeron: «!Amén!», “!Amén!” alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra.” v. 6. Aquella congregación escuchó con diligencia esta Palabra. La deseaban profundamente y tenían hambre de que se les declarara. Observamos que nadie en ese culto estaba desconectado o apático mientras Esdras leía y explicaba el libro a todos allí presentes.
Ninguno de ellos estaba viendo el WhatsApp, el Facebook, el Instagram o el Tiktok, para mencionar algunos de los entretenimientos que algunos creyentes de hoy usan cuando se predica la palabra de Dios. No, esa gente tenía hambre por oír el contenido de la ley, y nada los distraía de ese propósito. Cuánto necesitamos el deseo del salmista, cuando dijo: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.” (Salmos 119:97). ¿Cuál es mi más grande meditación durante el día?
Debemos darle un lugar de preeminencia
La palabra sobre un púlpito de madera
Nehemías 8:4. Este es otro detalle particular de esta historia. Si no sabía acerca del uso y origen del púlpito, aquí tenemos esta referencia. ¿Por qué un altar donde debe ser vista y expuesta la palabra de Dios? Porque esto habla de su preeminencia y de su importancia. El púlpito hoy día debería tener la encomiable misión de ser el lugar desde donde sale la palabra de Dios para nuestro pueblo. Lamentablemente no siempre es así.
Muchos púlpitos están llenos de información para promocionar a los hombres, de mensajes de autoestima o relajación, de mensajes donde no se toca el pecado o el arrepentimiento, por temor a ofender a las personas. Pero no fue ese el propósito que vemos en esta historia. La congregación de nuestro texto estaba atenta y reverente cuando Esdras se paró detrás del púlpito con unos ayudantes a su mano derecha y otros a su izquierda.
Cuando los reunidos allí vieron esto, se pusieron de pie como para saludar a un visitante real, y así lo era. Esdras estaba delante de ellos con el libro de Moisés, y ahora se propone leerlo y explicarlo. Cuando el predicador dice: “dejemos que la palabra de Dios nos hable”, ese debiera ser un momento para prepararnos y quedarnos en silencio para oírla.
Abrir el libro delante del pueblo
Nehemías 8:5. Si bien ya era suficiente ver a Nehemías y sus ayudantes delante del pueblo, en la parte alta, cuanto más lo fue la acción de abrir el libro y explicarlo. Cuando uno ve a esta multitud con esta actitud de quebrantamiento frente a la palabra de Dios, pondera la importancia que el creyente le da a ese momento cuando el siervo de Dios sube al púlpito y también abre el Libro.
Esa experiencia la vivió la gente en aquella sinagoga cuando Jesús fue un sábado y abrió el rollo en la profecía de Isaías que hacía referencia a su ministerio. El texto de Lucas dice: “Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él” (Lucas 4:20). En esto hay algo interesante.
Cuando Esdras abrió el libro de la ley todos estaban atentos para saber lo que Dios les iba a decir en aquel momento. Pero cuando Jesús abrió el Libro y lo leyó, la gente estuvo atenta a él. Aquí hay algo revelador. Cada vez que abrimos la Biblia, la leemos y la exponemos, debemos oír la voz de Dios, pero sobre todo, debemos ver a Cristo. Si no pasa esto, la Biblia no ocupa un lugar de preeminencia en la vida del creyente. Nada debe ser más importante para un predicador que al exponer la Palabra, la iglesia vea a Cristo.
Entender la palabra de Dios al ser explicada
Nehemías 8:6-7. Entender la palabra de Dios es la otra manera de cómo ella llega a ser preeminente en mi vida. Porque cuando yo escuchó su exposición y la entiendo, se despierta un amor más profundo por ella. Una cosa que domina este pasaje en los primeros 8 versículos es la palabra “entender”. Observemos.
En el v. 2 “y de todos los que podían entender”. En el v. 3 “en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender”. En el v. 7 “hacían entender al pueblo la ley”. El v. 8 “y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura”. Y por último v. 9: “Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo”.
La Biblia no es solo para ser oída, y después engavetarla, sino para ser entendida y aplicada. Es en el entendimiento cuando esa palabra penetra en nuestras conciencias y corazones. Es cuando entiendo esa Palabra que ella me alimenta. Pero cuando no me alimento de esa Palabra pudiera sufrir de “anorexia espiritual”.
¿Qué significa eso? Tener aversión a leer la Biblia. Este descuido le ha resultado muy bien a Satanás, porque un pueblo desnutrido de la Palabra no es una amenaza para él. De allí el llamado de Jesús nos llama a alimentarnos de su Palabra (Mateo 4:4).
Debemos dejarla producir sus resultados
Trayendo humillación y la adoración
Nehemías 8:6, 9. El sermón de Esdras fue contundente. La explicación de la Palabra trajo un gran entendimiento con el resultado esperado: “… y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra” v. 6. Y también se agrega esta frase: “porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley” v. 9. ¿Por qué el pueblo lloró de esta manera cuando oyó la palabra de Dios?
Porque se dio cuenta cuánto había pecado contra Dios. Si bien es cierto que esta contrición va a seguir en el capítulo 9, aquí vemos que cuanto más brille la luz de la palabra de Dios en nuestros corazones, más descubriremos esas áreas en nuestras vidas donde debemos dejar que ella nos toque, confronte y revela nuestro pecado. La renovación espiritual siempre involucra el arrepentimiento.
La palabra de Dios tiene la función de partir el alma y el espíritu como espada de doble filo (Hebreos 4:12), romper el corazón como martillo que quebranta (Jeremías 23:29), pero también la palabra de Dios debe ser como un fuego irresistible (Jeremías 20:9). En este sentido, la respuesta a la palabra de Dios debe ser la misma: humillación, quebrantamiento y de adoración al Señor. No esperamos menos de esto al oírla.
El gozo del Señor como nuestra fortaleza
Nehemías 8:10. Después del quebrantamiento y el lloro traído por la Palabra (v. 9-11), el otro resultado es el gozo y el contentamiento. Esta es la idea del v. 10. Como alguien sabiamente lo ha expresado: “Las nubes del arrepentimiento piadoso deben disiparse rápidamente, permitiendo que el sol del gozo piadoso inunde nuestros corazones (8:9-10).
Dios nunca nos hiere para lastimarnos, sino solo para sanarnos. El gozo de saber que Él ha perdonado todos nuestros pecados y que somos Su pueblo debe llenar nuestro corazón”. De esta manera vemos que el gozo del Señor forma parte del camino de la restauración. Aunque la Palabra trabaja en nuestros corazones, trayendo convicción de pecados, y hasta sentimientos de culpa o de vergüenza que no siempre provienen de Dios, el propósito final de la palabra es llenar nuestros corazones de su gozo, porque ese es el gozo que trae fortaleza a nuestra vida.
Esto debe decirse porque hay un gozo pasajero, el gozo de este mundo, sin embargo, el gozo del cual nos habla este texto es “el gozo del Señor”. Y ¿cuál es ese gozo? Es el gozo del Espíritu, el gozo dejado por las pruebas, y el gozo de la salvación. Ese gozo nos fortalece, por lo tanto, no queremos otro gozo.
Compartir con otros el pan recibido
Nehemías 8:10, 12. Otro resultado de escuchar la palabra de Dios es el efecto de compartir. Observamos cómo los líderes de esa renovación espiritual aprovecharon el momento de aquel gozo y transformación, liderados por el mismo Nehemías, dándose entre ellos el efecto de compartir la alegría a través de sus propias comidas.
El v. 12 es muy descriptivo respecto a esto. A todos se les animó a salir, e ir a sus casas, y a sus vecinos, y compartir con ellos “porciones” de las carnes y bebidas de las que ahora disfrutan. De esta experiencia podemos inferir que, el efecto de una satisfacción como la de esta historia, es despertar el deseo de compartir con otros la bendición.
Pero no siempre esto sucede. Con frecuencia venimos a la iglesia, nos llenamos con “la porción de la Palabra”, pero una vez satisfechos, nos olvidamos de los necesitados. Nos pasa como los cuatro leprosos de 2 Reyes 7:3-20, quienes después de haber encontrado mucho alimento en el campamento de los sirios, se lo estaban guardando para sí, y dentro de Jerusalén la gente se moría de hambre.
Fue allí cuando dijeron: “No estamos haciendo bien, hoy es día de buenas nuevas, y nosotros callamos” (v. 9). La Palabra que usted come, debe compartirla; quedarse con ella es exponer a una muerte segura a tantos hambrientos que están expuestos al castigo eterno.
Renovados por la Palabra
La reconstrucción del muro no fue lo más importante de la obra de Nehemías. De hecho, tampoco fue la reconstrucción del templo con Esdras como su líder, quince años antes de la llegada de Nehemías.
El templo era el símbolo y centro de la vida religiosa y espiritual de Israel, y los muros eran el símbolo de la protección de la ciudad contra los enemigos. Pero la reconstrucción más importante aparece en este capítulo 8 del libro, cuando el mismo pueblo, reunido en la plaza frente a “la puerta de las Aguas”, le pidió a Esdras les leyera el Libro de la Ley, porque anhelaban reconstruir y renovar sus vidas con Dios. Aquel pueblo reunido allí nos muestra el anhelo urgente de desear oír y darle la preeminencia a esa Palabra.
Cuando eso hacemos, habrá humillación, gozo y deseo de compartir. La necesidad de reconstruir el muro de la Palabra pudiera ser el asunto más urgente en nuestras vidas. Es hora de renovarnos por esa Palabra.
Estudios de la serie: Levantemos los muros
1: El camino de la restauración2: La fe restauradora
3: El desafío de la misión
4: ¡A levantarse todo el mundo!
5: ¡Que se mantenga el ánimo!
6: Cuando el enojo es necesario
7: Vayamos hasta el final
8: Renovados por la Palabra
9: Decisiones correctas