Juan 5:1-18
Con este mensaje basado en la pregunta ¿Quieres ser sanado? avanzamos al tercero de la serie acerca de las preguntas de Jesús. Los estanques de Bethesda se crearon originalmente como una fuente de agua para el lavamiento de los sacrificios, entrando sus aguas al área del templo desde la puerta de las ovejas.
Eran unas especies de piscinas conectadas a un manantial subterráneo profundo, y cada vez que el nivel del agua bajaba al mínimo, el manantial acumulaba suficiente presión para volver a llenar la piscina y el agua repentinamente burbujeaba y se agitaba. Este fenómeno, al parecer creó una leyenda donde se creía que, con el agitamiento de las aguas, aparecía un ángel quien, al mover las aguas, los primeros en lanzarse al estanque se sanaban.
Por supuesto que esto era una superstición, una leyenda, y el texto no aparece en los mejores manuscritos. Pero lo importante del venidero milagro no es la creencia popular en el ángel, sino la presencia de Cristo allí, y cómo en ese lugar se va a curar un hombre de treinta y ocho años paralizado, sin necesidad de ser lanzado a aquella “piscina milagrosa”.
La palabra Bethesta significa “Casa de Misericordia”. Esta definición nos ayudará con la pregunta para el mensaje de hoy. De esa definición proponemos para esta nueva entrega el mensaje: “La Pregunta de la Misericordia”. Curiosamente Jesús hizo una pregunta que parecía absurda al principio, pero viniendo de él nada resulta absurdo.
La pregunta de Jesús fue: “¿Quieres ser sanado?”. ¿A caso este hombre no estaba allí para eso? Pero con la presente pregunta Jesús estaba pulsando la actitud de la gente, porque son muchos los que prefieren seguir postrados en alguna condición en lugar de ser curados. Consideremos, pues, lo que encontramos alrededor de la presente pregunta formulada en la “Casa de la Misericordia”.
Hay una multitud esperando el mover de las aguas
Una multitud alrededor del estanque
Juan 5:2. El texto comienza diciendo “después de estas cosas”. ¿Cuáles cosas? Una mirada al capítulo anterior nos habla de Jesús sanando al hijo de un noble, la segunda señal según la numeración de Juan de sus siete señales. Subió, pues, Jesús a Jerusalén y lo hizo cuando se celebraba una fiesta. Hasta ahora no se sabe con exactitud cuál era aquella fiesta, pero eso no es tan importante, sino el milagro hecho por Jesús en este lugar. Juan menciona el estanque y sus pórticos como para destacar la importancia donde Jesús hará este milagro. Para el tiempo cuando esto aconteció la gente creía en los poderes curativos de las aguas.
Y a este relato se añade la creencia del fenómeno de un ángel viniendo a ese estanque. Se calculaban hasta trescientas personas congregándose en aquel lugar para esa fiesta donde Jesús acudió, todas ellas esperando un milagro para sus enfermedades. Bethesta representa un lugar donde mucha gente acude, y se sienta, a lo mejor llevados por otros, porque se les habló de los poderes curativos que yacen en sus aguas. He aquí un verdadero ejemplo del engaño de este mundo: mucha gente acudiendo a un “estanque” en lugar de acudir a Cristo, el “agua viva”.
Hay una multitud enferma alrededor del estanque
Juan 5:2b. Juan no puso las cosas en vano en su libro. Él menciona a tres tipos de enfermos: ciegos, cojos y paralíticos, quienes al parecer eran los más necesitados de sanidad. Analicemos este pasaje. Este es un cuadro triste y doloroso. Imagínese simplemente la escena. Toda la gente en una constante expectación para ser lanzados a ese lugar, y ser sanados, lo cual creaba un problema.
De acuerdo con el historiador Josefo, el nombre de la piscina se refería a un lugar profundo, como para zambullirse. Imagínese la situación para los familiares, pues al lanzar al ciego, al cojo o al paralítico, alguien debería acompañarlo. ¿Cómo sería ver allí a los cielos, cojos y paralíticos nadando en ese lugar? Esta es la representación de nuestra humanidad quienes prefieren ir a esos lugares sensacionalistas, donde se están hablando de las señales curativas, en lugar de buscar a Dios y su palabra.
Alguien lo ha descrito así: “cada uno de nosotros nos sentamos junto a nuestras propias piscinas con la esperanza de curarnos, paralizados por nuestras circunstancias y la autocompasión”. La humanidad cree más en la creación en lugar del Creador para ser sanado. Prefieren a un ángel en lugar de a Dios.
Hay una multitud esperando por el mover de las aguas
Juan 5:3. Hemos dicho que en el estanque de Bethesta había una multitud de enfermos, especialmente de ciegos, cojos y paralíticos. Todos ellos esperaban el mover de las aguas para ser sanados. Pero por la información registrada del versículo 4, aquella “sanidad” estaba sujeta a la posibilidad de llegar al momento cuando las aguas se movieran. Y eso planteaba una situación sumamente frustrante y hasta desesperante.
Según la conversación del paralítico, en esa multitud se beneficiaba solo uno si lograba llegar primero cuando el ángel movía las aguas. Por lo tanto, una multitud esperando por su turno como aquel paralítico, traía una frustración en la familia. Imagínese si esa multitud estaba compuesta por hispanos. ¿Cómo se daría el orden allí? ¿Se imaginan alguien haciendo una lista con cada nombre para su próximo turno? ¡No! La desesperación y la angustia eran parte de aquel momento.
La pregunta era ¿quién podía ser sanado entonces? El mundo nunca satisface nuestro transido corazón. Pero el Señor no tiene una lista y un turno para atenderte, él satisface a los ciegos, cojos y paralíticos de una sola vez v. 9.
Hay imposibles humanos sin salidas a la vista
Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años
Juan 5:5. No tenemos datos acerca de la enfermedad de este hombre, y la cantidad de años, pero tampoco importa. De igual manera, no sabemos cuántas veces fue traído al estanque, y las intenciones para entrar a las “aguas curativas”, pero tampoco eso importa. No sabemos los años de enfermedad del resto de los enfermos presentes para ser sanados, y eso tampoco importa. Pero Juan se asegura en darnos el número de años de postración de aquel hombre para ponderar aún más el milagro que está a punto de suceder, y eso sí nos importa.
Se sabe por los conocedores de la medicina que, mientras la enfermedad haya avanzado en los años será más difícil de curar. Este era el caso de este hombre. Otro asunto para considerar en esta historia es por qué habiendo tanta gente enferma en ese lugar, Jesús escogió a ese hombre y no curó a todos los allí presentes. Bueno, estas son preguntas que se quedan en los insondables misterios divinos, pero a su vez para decirnos que Jesús no vino para sanar a todo mundo, pero si para salvar a todos. La sanidad de este hombre va a servir para testimonio de los allí presentes y los miles que después se salvarían por semejante milagro hecho.
Señor… no tengo quien me meta en el estanque
Juan 5:7. Este texto define la pregunta del mensaje. Jesús vio aquel hombre acostado (a lo mejor estaba paralítico), y le hizo la pregunta “¿Quieres ser sanado?” v. 6. La pregunta pareciera ser obvia y hasta cruel si quien la hace no está listo para cumplirla. Y ¿quién no quiere ser sanado en semejante condición? Sin embargo, Jesús tiene un propósito al hacerla. Observemos la respuesta del enfermo: “No tengo quien me meta en el estanque”.
Es como si dijera: “Sí, claro que quiero ser sanado, pero no tengo quien me introduzca en la piscina”. Este hombre estaba allí porque le habían dicho que podía ser sanado con el movimiento de las aguas, y en esas “aguas milagrosas” él había puesto su esperanza. He aquí un cuadro de imposibles humanos. Aquel hombre estaba postrado y sin ayuda porque nadie podía ayudarlo. Él estaba allí junto con todos los enfermos esperando solo una oportunidad casi imposible de venir.
¿Sabe usted cuántas personas hay en el mundo como este hombre esperando por un chance para salir de su condición? Imagínese a un hombre condenado a cadena perpetua, o con una enfermedad incurable, o con una adicción irresistible, sin tener quien les ayude.
Y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo
Juan 5:7b. Este enfermo definitivamente no conocía a Jesús. El diálogo con aquel extraño se centraba en el tema de quién lo llevaba al estanque, pero ahora se añade otra dificultad, que, a pesar de su condición, él había hecho su propio esfuerzo sin ningún éxito. Aunque pareciera que el enfermo se moviera para ir y descender, nunca lograba el objetivo.
Mis amados, la respuesta de este hombre es verdaderamente conmovedora. Él le reveló a Jesús cómo había sido su historia en ese lugar. Le habló de su gran fracaso con intentos frustrados. En aquel momento ese hombre tenía dos grandes impedimentos: uno era el haberse dado por vencido de llegar hasta las aguas, y el otro era el no poder ver la salida a su condición, desconociendo al hombre con quien está hablando. ¡Que cuadro este! Esta es la representación de la condición humana ahora mismo. No siempre se cuenta con amigos que vengan a ayudarnos en nuestra postración.
El estanque de Bethesda es un fiel reflejo de lo que pasa en el mundo. En aquel lugar, al parecer, la única regla para ser aplicada era que cada uno peleará por lo suyo sin importarle los demás. La empatía no estaba presente en ese lugar. Era un escenario muy “egoísta”.
Hay un poder sanador que camina fuera de las aguas
¿Quieres ser sanado?
Juan 5:6. La pregunta de Jesús parecía absurda dada la condición del enfermo, pero la condición del hombre se justificaba. Hay personas como este hombre que se han conformado con su estado, pensando en una “piscina milagrosa” como salida para sus crisis. Esto demostraba que este hombre estaba derrotado. La piscina pudo haber funcionado para otros, pero no para él. No tenía ayudante y se movía demasiado lento para llegar al lugar.
La sanidad de este hombre pareciera estar determinada por cuán rápido podía moverse para llegar al lugar. Así que, este hombre en su frustración escuchó mal la pregunta de Jesús. Su respuesta revela una especie de actitud defensiva, y hasta cansada de su condición… y ¿quién no? En aquel lugar había un poder sanador fuera de la piscina, pero este hombre en su condición jamás pudo pensar que su sanidad está fuera y no en el lugar al que todos querían alcanzar.
La pregunta de Jesús tenía el propósito de hacer pensar a este hombre en otra alternativa. Mis amados, Jesús sigue haciendo esta pregunta en este tiempo. Él se sigue moviendo en medio de las multitudes, y entre tantos enfermos, te ve a ti allí, postrado y sin poder andar, y te dice “¿Quieres ser sano?”. ¿Cuál será tu respuesta?
¿Quién es el que quiere sanarte?
Fue una ironía que este hombre necesitado de salvación no pudo reconocer a su Salvador. Cuando escuchó hablar a Jesús no supo quien le habló, porque su único deseo era ser sanado con aquellas aguas, sin darse cuenta en presencia de quien estaba. Frente a él estaba Aquel que separó las aguas de arriba con las de abajo (Génesis 1: 6-8).
Aquel que colocó un pozo en el desierto de Beerseba completamente seco, para que Agar e Ismael bebieran (Génesis 21:15–21). Aquel que endulzó el agua de Mara (Éxodo 15:22–25), e hizo brotar arroyos de la roca cuando Moisés la golpeó para preservar a los israelitas (Éxodo 17:1–7). El que que despertó las olas contra Jonás (Jonás 1:4) y las calmó con una palabra en presencia de Sus discípulos (Marcos 4:39). Ese hombre no sabía que estaba en presencia de Aquel que podía caminar sobre el agua (Mateo 14:25), y saciar eternamente toda sed (Juan 4:13–14).
El hombre enfermo esperó al borde de un estanque para ser sanado, mientras Aquel que creó el agua, y el ángel, estaba a su lado y le preguntaba: «¿Quieres ser sanado?». Lo irónico de esta historia es ver a los hombres cambiando al Creador por su creación; buscando en cisternas rotas, en lugar de confiar en la fuente del Agua Viva. ¿Has puesto tu fe en tu propia “piscina” en lugar del Señor?
¿Quieres ser sanado?
He aquí una historia extraordinaria catalogada por Juan como la tercera señal de su evangelio. ¿Qué es lo que hace extraordinario este pasaje? En aquel lugar había una gran multitud de personas: paralíticos, ciegos, cojos, enfermos, todos esperando que se agitara el agua para lanzarse y ser sanados. Pero de esa multitud, Jesús escogió solo a un hombre. No hizo mención del estanque, ni menos de la leyenda del “ángel milagroso”. Jesús fue a un solo hombre.
La razón por la que esta historia está en este evangelio no es solo para revelarnos quién era Jesús, sino para mostrarnos cómo Dios se propone lidiar con la impotencia humana y debilidad. Fue la condición de este hombre lo que atrajo a Jesús hacia él. Y sigue siendo esta la misma razón por la cual Jesús viene a tu propio “estanque” para levantarte de tu condición. Su pregunta para ti es la misma: “¿Quieres ser sanado?”. El v. 24 de esta historia, dejada por Jesús frente a la discusión de los fariseos sobre la sanidad del hombre, nos dice cómo ser sano.
Estudios de la serie: Las preguntas prominentes de Jesús
1: La pregunta comprometedora2: ¿Crees esto? La pregunta de la esperanza
3: La pregunta de la misericordia
4: La pregunta de la fe
5: La pregunta de la definición
6: La pregunta de la frustración
7: La pregunta de la duda
8: La pregunta de lo que está escrito
9: La pregunta del toque
10: La pregunta del amor