Marcos 4:35-41
He aquí el cuarto mensaje en nuestra particular serie acerca de las preguntas de Jesús. Hasta ahora hemos venido demostrando varias cosas acerca de quién es Jesús. Lo hicimos por medio de la confesión de Pedro: “tú eres el Hijo del Dios viviente”, porque hay un solo Hijo de Dios, así como un solo Dios.
También lo hicimos con su declaración: “Yo soy la resurrección y la vida”, mostrando a través de esto el poder de Jesús sobre la muerte. Y el domingo pasado lo hicimos presentando a Jesús, curando a un enfermo de treinta y ocho años, con el cual Jesús demostró su poder contra las enfermedades.
La pregunta de hoy nos lleva a otra fase del poder de Jesús en su creación, ordenándole que le obedezca. El escenario que origina “la pregunta de la fe”, el tema de la ocasión ocurre en una noche tranquila, en una embarcación atravesando el lago de Galilea.
Mi propuesta para este mensaje es ver cómo las crisis de la vida se han comparado con mares tormentosos. Que ellas vienen sobre nosotros, nos guste o no y nos golpean amenazándonos con destruir toda nuestra estabilidad, y seguridad, dejándonos en la incertidumbre sin saber cuánto durará.
Pero el otro aspecto de esta propuesta es que mientras las tormentas repentinas vienen a nuestras vidas, hasta hundir nuestra débil embarcación, para Jesús las tormentas son una oportunidad para hacer crecer nuestra fe y ser mejores creyentes. Acompáñenme a ver la pregunta: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”. Veamos a través de esta pregunta los planes de Dios usando las tempestades de la vida.
Algunas tempestades se levantan para probar la fe
Aquel día
Marcos 4:35. Esta oración está ligada con el contexto inmediato del capítulo anterior de Marcos. Previo a “aquel día” Jesús había dado toda una cátedra de enseñanzas a una gran multitud apostada en la orilla del lago, acerca las parábolas, la mayoría de ellas referidas a la siembra y las semillas. El énfasis de esas parábolas era la de probar la fe haciendo referencia a la semilla de mostaza.
Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les aumentara su fe, Jesús les habló, diciendo: “Si tuvieres fe como un grano de mostaza…” (Mateo 17:20). Esto se dio porque ellos no pudieron sanar a un joven con epilepsia. De esta manera, cuando Marcos menciona “aquel día” es una manera de recordar las enseñanzas dichas por Jesús acerca de la fe.
Lo ocurrido en aquel memorable día tiene el propósito de probar la fe de los discípulos, y con esto ver hasta dónde habían asimilado la enseñanza dicha anteriormente. A menudo oímos acerca de ser hombres y mujeres de fe; y quienes predicamos la palabra nos esforzamos en hacerle ver a nuestra gente la importancia de tener fe para vivir una vida victoriosa, pero a veces se nos olvida decirles que muchas veces esa fe va a ser probada, y algunas tempestades tienen ese propósito.
Cuando llegó la noche…
Marcos 4:35b. Otra vez, los escritores bíblicos fueron todos inspirados y escribieron lo recibido del Espíritu Santo para ilustrarnos las cosas previas a un gran acontecimiento como aquel suscitado en esa noche. Esta es la razón de la expresión “cuando llegó la noche”. Resumiendo todo el asunto, Jesús estuvo todo el día enseñando y lo hizo desde una barca, uno de sus “púlpitos” más comunes, haciendo este trabajo hasta la noche.
Como dato curioso Jesús no se fue a descansar después de aquel día de trabajo, sino que ordenó a sus discípulos pasar al “otro lado”. Marcos nos dice también que le “tomaron como estaba, en la barca”. Ahora tenemos a un Jesús muy cansado cruzando hasta el otro lado del lago. Y como la orden era apremiante, los discípulos obedecieron, aunque también estaban cansados.
Al parecer, aquella noche se planteaba serena, tranquila y el mar estaba de igual manera en reposo, pero no era raro una tormenta en el mar de Galilea. He aquí una ilustración para la vida. Las tormentas no avisan. Las pruebas pueden levantarse en algún momento. Nuestra fe puede ser sacudida cuando estamos tranquilos y buscando el descanso después de un día agitado.
Hay tempestades que crean una cristis emocional
…de tal manera que ya se anegaba
Marcos 4:37. Este versículo ilustra el tamaño de la tormenta y sus efectos. La otra parte del texto dice: “se levantó una gran tormenta” con el resultado que la barca se estaba anegando. Si usted ha pasado la experiencia de estar en el mar y ver que se levanta una tormenta, y con una embarcación frágil, debe saber cómo se sintieron los discípulos (aunque eran veteranos pescadores) cuando fueron golpeados por ella.
En no pocas ocasiones su barca se llenaría de agua, pero nunca habían visto el agua en el barco de esta manera. El objetivo de una tormenta repentina es crear un estado de ansiedad, muchas veces caracterizado por un miedo a perderlo todo, incluyendo la vida misma.
Esos momentos vienen acompañados de un sentimiento de soledad también. Los discípulos se sintieron solos aunque con ellos estaba Jesús y Su poder ya demostrado. Y es aquí donde debemos recordar cuán comprometido está él Señor con nosotros en esos tiempos difíciles.
Cristo está absolutamente consciente de nuestras crisis. ¿Le era indiferente al Señor la tormenta? ¡No! Pero algunas tormentas nos hacen olvidar la presencia de Cristo. Si Jesús nos dice “pasemos al otro lado”, debemos confiar en sus palabras pues él va en la barca.
Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
Marcos 4:38. Note cómo en esta historia la tormenta logró varios objetivos: no solo puso a prueba la fe, debilitando física y moralmente a los discípulos, sino que creó un estado emocional lleno de pánico con el presente grito. La tormenta les había quitado las fuerzas y había un presagio de muerte.
¿Cuál fue su reacción? Culpar al Maestro porque en lugar de ayudarlo, estaba durmiendo. Observe esto. Ellos sabían del poder de Jesús, pero ahora lo ven durmiendo. Ellos conocían de un Jesús conquistando cada situación, pero ahora se enfrentan a una gran tormenta y el miedo los ha paralizado. ¿Por qué ellos llegaron a tener un pánico colectivo?
Porque se olvidaron del Salvador y se enfocaron en el problema. Se fijaron en las olas y el gran viento, pero no en Jesús. Aquel estado de pánico colectivo no es ajeno a los discípulos de hoy. No han sido pocas las ocasiones cuando le reclamamos también al Señor, diciendo: “¿No tienes cuidado que perecemos?”. Hay momentos cuando al no ver salidas de nuestra crisis, decimos: “Si Dios existiera no me dejaría en pasar por esta condición”. Las tormentas revelan el material con el que estamos hechos.
Solo un hombre ha podido dormir en una tempestad
Y él estaba en la popa, durmiendo
Marcos 4:38a. Se ha dicho que este texto es uno de los más hermosos respecto a la humanidad de Jesús. Cristo e 100% Dios, pero también 100% hombre, y este texto lo comprueba. Después de un día agotador, Jesús estaba exhausto y se tomó una “siesta” cuando cruzaban hasta la otra orilla. He aquí la otra manera de enfrentar una tormenta… durmiendo.
Alguien dijo que mientras que para los discípulos el rugido tenebroso del mar y sus olas causaron una conmoción, para Jesús aquella tormenta era una música suave para sus oídos y relajante para su sueño. Jesús tenía paz en la tormenta. Esta no es siempre la característica de nuestras vidas. Nosotros no siempre tenemos paz en medio de una prueba, todo lo contrario, es en las pruebas cuando la ansiedad nos gobierna, creando una total desesperación.
Cuánta lección encontramos al ver al dueño del mundo descansando, sin ninguna preocupación, mientras los discípulos habían perdido el rumbo y también su fe. Si en la vida nos encontramos con alguna tormenta por obedecer al Señor, el llamado es el mismo: descansar porque no estamos solos, Cristo está en nuestra “barca” y navega con nosotros. Pablo tuvo esa experiencia (Hechos 27).
Y le despertaron…
Marcos 4:38b. Otra vez, este texto sigue siendo extraordinario. Jesús estaba profundamente dormido, y fue necesario despertarlo, porque los discípulos estaban aterrorizados.
Me imagino la escena. En aquel lugar había unos expertos en las faenas del mar. Por lo menos unos cuatro de ellos conocían muy bien las tareas de navegar en medio de las aguas turbulentas, pero aquella tempestad no era normal. Alguien la había provocado. Pero lo importante acá no es cómo vino esto, sino quien la va a enfrentar.
El cansancio dominó al Maestro, y si los discípulos no lo hubieran despertado habría seguido durmiendo. Lo despertaron con cierto reclamo al no hacer algo por ellos, porque iban a morir. Lo más probable es que los discípulos estaban murmurando, porque ven a Jesús como un holgazán y sin amor. Marcos hizo referencia a la inundación de la barca.
Cuando esto sucede, la respuesta natural es comenzar a sacar el agua para que el barco se mantenga a flote. En ese momento los discípulos sólo pensaron en eso, y concluyeron que si todas las manos ayudan a sacar el agua el bote se mantendría a flote. Despertar a Jesús no era tanto para que detuviera la tempestad, sino para ayudar a estabilizar el barco.
Las tempestades las calma una sola voz
Calla, enmudece
Marcos 4:39. Al final el Señor escuchó los gritos desesperados de los discípulos, entonces se levantó, y reprendió al viento, diciéndole: “Cállate, quédate quieto”. Los conocedores del griego nos dicen que la palabra usada por Jesús acá fue “bozalear” la tormenta, como cuando un caballo salvaje se doma. Jesús sin mucho teatro, sin usar palabras rebuscadas, dio una sola orden para la embravecida tormenta. No usó ningún esfuerzo.
Le habló al viento, y el viento se detuvo instantáneamente. Le habló al agua, y el agua se detuvo instantáneamente. El agua y el viento reconocieron la voz de su Creador. Así como le dijo a la muerte para dejar libre a Lázaro, ahora le dice al viento y a las olas para que obedezcan su voz. Estos hombres habían visto los vientos subir, y habían visto el agua azotada. Pero, así como aquel viento vino repentinamente, ahora el viento y el agua se detienen, y hay una calma perfecta y suprema. Estos hombres ahora están ante un acto jamás visto.
Ellos habían visto muchas tormentas y esperaban hasta que ellas se calmaran. En no pocas ocasiones el mar rugió debajo de ellos, pero no lo habían visto callarse y quedarse quieto en un momento. Así que la pregunta es obvia: ¿Quién pudo hacer eso sino Aquel que hizo los vientos y ellos le obedecen?
Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza
Marcos 4:39b. La agitación natural fue calmada. El huracán repentino también desapareció. El poder sobrenatural de Jesús detuvo a millones de caballos de fuerza del viento. Una sola palabra suya bastó para detener a millones de galones de agua y apaciguarlas. Todo volvió a la calma. Los peces y todo lo que hay en el mar volvieron a la calma.
El barco quedó tranquilo y ya no tenía agua. Ahora tenemos a unos doce hombres totalmente mojados, calmados, pero muy asustados. Ante ellos está un hombre de carne y hueso haciendo este milagro. Y con esto Jesús les está diciendo que él no solo es un hombre, sino también es Dios. Él creó esos vientos y tiene control sobre ellos.
Él creó al mar y tiene control sobre él. Con esta acción Jesús demostró tener poder sobre todo en este mundo. Después de esta travesía Jesús se va a enfrentar a un endemoniado con una legión de demonios (Marcos 5:1-20). Cuando el endemoniado vino, reprendió a los demonios, y el hombre quedó sentado, vestido y en su juicio cabal. Jesús tiene el poder para calmar la tempestad cualquiera sea ella. La voz de autoridad de Cristo trae una total calma donde hubo una tormenta.
La pregunta de la fe
Cuando todo terminó aquella noche, Jesús vio las caras de sus discípulos. Sus rostros y sus cuerpos, además de mojados, estaban temblando, y en medio de aquella noche Jesús les hizo la pregunta de este mensaje: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” (Mateo 8:26). Otra versión traduce: “¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe?”. Marcos nos dice que ellos “temieron con gran temor” v. 41 (aterrados en gran manera).
Al parecer ningún otro milagro les produjo un temor como este, tanto que se preguntaron: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen? ¿Por qué ellos hicieron esta pregunta? ¿Por qué reaccionaron así ahora y no antes? He aquí algo sumamente interesante. Ciertamente ellos tuvieron miedo de la tormenta, pero ahora tienen miedo porque Dios está en su barca.
Mis amados, nada es más terrible que estar en la presencia de la majestad divina, y eso ocurrió aquella noche. Muchos hombres en el Antiguo Testamento mostraron el mismo asombro de los discípulos ante esa presencia. Pero, por otro lado, nada produce más seguridad como saber quién está en nuestra barca cuando llega la tormenta.
Estudios de la serie: Las preguntas prominentes de Jesús
1: La pregunta comprometedora2: ¿Crees esto? La pregunta de la esperanza
3: La pregunta de la misericordia
4: La pregunta de la fe
5: La pregunta de la definición
6: La pregunta de la frustración
7: La pregunta de la duda
8: La pregunta de lo que está escrito
9: La pregunta del toque
10: La pregunta del amor