Luchando contra la depresion espiritual
La adoración consiste en dar a Dios con gozo la gloria que se merece porque Él es digno de ella. Dios es el único cuya gloria es intrínseca. Toda las demás glorias son derivadas. Dios está totalmente comprometido con su gloria por encima de todos. Esto lo aprendí por las malas en 1994 en momentos en los que sufrí depresión espiritual.
En ese entonces estaba ayudando en la plantación de una iglesia en la ciudad de Charlotte, Carolina del Norte en 1991. Servía junto como pastor asociado junto a Brent Detwiler que era el pastor principal de esta iglesia. Tenía a mi cargo varias tares y las cosas iban bien en la iglesia, pero no en mi alma.
En enero de ese año experimenté lo que a menudo se llama un «colapso nervioso». Comenzó en la casa de un amigo mientras cenabamos. Mientras comíamos repentinamente sentí la necesidad de saltar de la mesa y gritar. De pronto me sentí de mi pasado, del presente y del futuro. Fue así como comenzó un travesía por la oscuridad de depresión espiritual que duró aproximadamente tres años. En este período Dios me mostró los efectos que produce el que uno busque su propia gloria por encima de todo.
Esto no le pasa a los pastores
Aparte de las presiones normales de un pastor plantador de iglesias, no había razones obvias por las que parecía que me estaba volviendo loco. Intentando buscar las causas de este estado visité a mi médico y me hice un chequeo completo. No era nada fsísico porque los resultados eran buenos.
Me atormentaba internamente pensando que “esto no le pasa a los pastores”. Intenté vencer los sentimientos por muchos medios: la Escritura, la oración, adorando con la música. Fui de retiro. Tomé vacaciones. Incluso viaje a Canadá a la “bendición de Toronto”. Nada me ayudó.
Pensé en recibir consejería e incluso citarme con un psiquiatra. Sabía que las personas con desequilibrios hormonales, incapacidad para dormir, o traumás se beneficiaban por la medicina. Por eso una de las opciones que me planteaba era recibir medicaciónpara recuperarme de lo que estaba estaba experimentando.
Lo que estaba pasando me estaba afectando emocionalmente, físicamente, mentalmente y espiritualmente. Habían tantos síntomas como para pensar que todo es se debía a un sólo problema. Era un problema de “pecado”.
Esto dos años y medio fueron los más difíciles de mi vida. Hoy haciendo una retrospectiva puedo decir que a pesar de ello en realidad han sido mis mejores años.
Muchas personas, sobre todo mi esposa Julie, fueron canales de gracia para mi enese tiempo. Mi deseo es que ahora yo pueda ser un medio de gracia para ti y para otras personas si están pasado por algo similar. Quiero compartir lo que Dios me enseñó durante ese tiempo.
Quizás estemos suficiente desesperanzados
Casi al año de este período oscuro de depresión espiritual, le comente a mi buen amigo Gary que me sentía muerto por dentro. Para mí la vida no tenía sentido. Me sentía sin esperanza. Nunca olvidaré la respuesta de Gary: “No creo que estés lo suficientemente desesperanzado. Si lo estuvieras, dejarías de confiar en lo que puedes hacer y confiarías en lo que Jesús ya ha hecho por ti en la cruz”.
Nuestro problema no es que no tengamos esperanza. El problema es que ponemos nuestra esperanza en cosas que no son Dios. Nos sostenemos en nuestras propias habilidades. En nuestra reputación. Nos sentimos seguros cuando hay solidez financiera. Te dejo para que que sigas llenando este listado. Y cuando los ídolos en los que hemos puesto nuestra esperaza no nos dan lo que nos prometieron, nos asustamos. Nos desesperamos. Atacamos. Nos entumecemos.
Por eso encontramos en los salmos al menos veinticinco veces sobre la importancia de esperar en el Señor y en su Palabra. Por eso David nos dice que “esperemos en el Señor desde ahora y para siempre” (Salmo 131:3). Es muy fácil esperar en algo que no sea Dios.
Bienaventurados los que conocen su necesidad
Hasta ese momento en mi vidad puedo decir que mi corazón servía continuamente a ídolos como el de recibir crédito y tener todo bajo control. Esos ídolos generaron que viviese de manera egoísta pues no sólo quería recibir la aprobación de las personas sino también ser aplaudido, incluso ser adorado (aunque no lo percibiese ni yo ni las personas a mi alrededor. Buscaba la alabanza que sólo Dios merece.
Mis idolos me castigaron en una fase de mi vida en la que los demás no opinaban lo mismo que yo. Fue un castigo mental, emocional, y físico. Pensé que era una víctima, que todo lo que me rodeaba me acosaba y que ese era el motivo de mi depresión espiritual. Sin embargo yo fui la causa de la depresión. Fueron mis miedos, incredulidad, y por la falsa adoración el origen de todo. Abandoné mi única esperanza de amor. (Jonás 2:8).
Transcurrido un tiempo me dí cuenta que Dios estaba en medio de este proceso. El guiaba mi coarazón hacia Él. Quería apartarme de la idolatría egocéntrista con el fin que que encontrase una gozo superior: buscar Su gloria en lugar de buscar la mía.
Beneficios que no creemos y que necesitamos
En el primer año de mi prueba todas las disciplinas espirituales me parecían vacías. Ni la oración, ni la lectura de la Biblia ni el asistir a los cultos me ayudaban. Las promesas de Dios parecían que estaban destinadas a las personas que estaban bien. En realidad no veía claramente lo más profundo de mi necesidad.
Un amigo me habló del libro Overcoming Sin & Tempation (Pecado y Tentación) de John Owen (en español tenemos la versión reducida Sobre la tentación) John Owen. Lo leí y fuen entonces cuando Dios me mostro como mi corazón estaba engañado. En lugar de preguntarme por qué me sentía sin esperanzas y temor comencé a reconocer que esos sentimientos eran producto por ser mi. Lejos de Jesús no hay esperanza y eso conlleva a que tengamos temores. Jesús murió en la cruz para salvar a los desesperados y a los que tienen temor y yo era uno de ellos.
Meditar esto una varias veces me di cuenta que necesitaba más de la salvación de Jesús.
Los sentimientos son pruebas poco confiables en la depresión espiritual
Los Salmos nos enseñan que las emociones forman parte de nuestra relación con Dios. La presencia de Dios no da gozo Salmo 16:11. Las promesas de Dios nos consuelan Salmo 119:50). La provisión de Dios nos satisface Salmo 145:16. Sin embargo yo intentaba arfianzar mi fe en mis experiencias en lugar de en la Palabra de Dios. Buscaba vivir en paz para evidenciar que la Biblia era verdadera. Lo que estaba era buscando experiencias en lugar de buscar a Jesús.
Empecé a darme cuenta que otras metas en mi corazón. Una ambición egoísta. Expiación propia. Obras de justicia. Deseo de lo fácil.
Los sentimientos nos dicen que algo sucede en nuestras almas, pero no siempre nos indican el motivo de esos sentimientos (o ausencia de ellos). Eso lo descubrimos cuando confiamos y buscamos a Dios paciente y consistentemente (Proverbios 2:1–5). Cuando buscamos afanosamente calmar la angustia emocional y la depresión espiritual en lugar de creer a Dios estamos viviendo por vista y no por fe.
Enfocarme en mí mismo no derrotará a mis pecados
En marzo de 1995 me fui a de retiro personal. Allí me di cuenta que mi problema era que estaba dependiendo en mi justicia y necesitaba confiar en la justicia de Jesús.
Cuando llegué a casa, me comprometí a realizar someterme a una disciplina constante para memorizar las Escrituras. Julie me dijo que regresé peor de como me había ido. Esta etapa oscura en mi vida duró mucho tiempo porque creía que tanto el problema como la solución dependían de mí. Creía que el problema era falta de fe, legalismo, y malas decisiones. Por eso creí que necesitaba memorizar más las Escrituras, hacer más y a la vez hacer menos o no hacer nada,.
Con el tiempo, Dios sutilmente me mostró que la muerte del pecado me involucra pero no depende de mí. La gracia de Dios viene sobre las personas humildes y necesitadas, nunca sobre aquellos que piensan que la merecen o pueden ganarla. El consejo de Robert Murray M’Cheyne sigue siendo sabio: “¡Cada vez que te mires a ti mismo, mira diez veces a Cristo!”. Mira su vida perfecta, su sacrificio y su gloriosa resurrección. Su vida es una corriente interminable de gozo, esperanza, y transformación (2 Corintios. 3:18).
Llevando cada tentación a Cristo
La madurez espiritual no es estar libre de la tentación, sino responder con más frecuencia a la tentación con lo que Dios ha dicho y hecho por nosotros en Cristo. Muchas veces cuando las tentaciones de ansiedad, miedo, desesperanza y la depresión espiritual volvían (o aumentaban) creía que estaba reincidiendo. Eran momentos en los que me parecía que lo que había hecho y creido no funcionaba.
Pero el libro de John Owen me dió una pista: “Tu estado no debe medirse por la oposición que el pecado te hace, sino por la oposición que tú le haces al pecado”. En mi desaliento me daban ganas de correr y buscar algo que no era el refugio de la Palabra de Dios y el Evangelio. Comencé dudar que escuchar la predicación de la Biblia los domingos era efectiva. Sin embargo las promesas de Dios siguen siendo verdad, no importa las veces que las olvidemos o las dejemos a un lado. Jesús siempre será el único Salvador que murió por mis pecados para soportar mi castigo y reconciliarme con Dios (1 Pedro 3:18). En Él estoy verdaderamente perdonado, justificado, adoptado, y estoy eternamente seguro en el amor y cuidado de Dios.
A medida confesaba “Tú eres Dios, yo no lo soy” me daba cuenta en forma más clara que solamente Dios es mi roca eterna, mi amor constante, mi fortaleza, mi libertador, y mi refugio (Salmo 144:1-2).
Pasando por el valle de la depresión espiritual
Las lecciones que aprendí durante esos años han sido la base en mi caminar con Dios hasta hoy. Aún lucho contra algunos de los pecados que luche hace veinticinco años, pero lucho con mayor lucidez y con mayor confianza en Aquel que ha ganado la guerra. Las tentaciones son menos frecuentes y menos intensas. He sido capaz de ayudar a otros que pasan por situaciones similares y les oriento a la esperanza de lobrar vidas trasnformadas por el Evangelio.
Dios no sólo demuestra su bondad quitando las dificultades, los problemas y las pruebas en nuestras vidas. Jesús nos libra de nuestras falsas esperanzas de salvación, satisfaccion y consuelo en lugar de darnos soluciones superficiales. Muchos queremos aliviar el dolor, pero Dios quiere hacernos como su Hijo. Nosotros queremos cambiar nuestras circunstancias pero Dios quiere cambiar nuestros corazones. Un Salvador crucificado y resucitado es la prueba de que realmente Él puede lograr ese cambio.
En esta etapa aprendí que el objetivo de la batalla contra la depresión espiritual no es simplemente encontrar paz emocional. El objetivo es conocer a Cristo. Comprender esto hizo que una vez orase: “Si estar como estoy el resto de mi vida significa implica que voy a conocerte mejor entonces déjame como estoy”. Afortunadamente Dios no me dejó como estaba. Me dio una confianza más profunda de que mi Padre celestial me cuidaba. Avivó en mi un amor más apasionado por Jesús y el Evangelio y una mayor conciencia de la presencia de su Espíritu.
Ahora sé lo que Pablo quiso decir cuando dijo: “Vivir es Cristo, y morir es ganancia” (Filipenses. 1:21). Por eso le agradezco a Dios, en su infinita misericodia, que permitió que mi mundo se vienese abajo hace veinticinco años.
Las experiencias personales de hermanos en la fe ayudan para que podamos superar las dificultades. Gracias por compartir este artículo
que enorme bendicion este articulo muy confortante he recibido primeramente la esperanza y me ha confrontado con mi propia vida.
Gracias por compartir su experiencia que nos sucede a muchos y nos alienta a esperar en Dios