¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
Lucas 10:25-28
Llegamos a nuestro octavo mensaje sobre las preguntas de Jesús. La misma surge del contexto cuando un maestro de la ley vino a Jesús y le hizo una de las preguntas más importantes que deben hacerse los hombres. Jesús va a responder a ese maestro de la ley con otra pregunta relacionada con la palabra de Dios. Una de las cosas hermosas en la vida de Jesús fue el uso dado a las Escrituras a través de todo su ministerio.
Las Escrituras antiguas estaban divididas en la ley, los profetas y los escritos, y Jesús hizo siempre referencia a ellos. La ley la resumió en dos verdades fundamentales respecto al amor más grande que le debemos a nuestro Dios (Deuteronomio 6.4-5 con Marcos 12.28-31). Acerca de los profetas, Jesús dijo que ellos explicaron la razón de su ministerio (Isaías 61:1-2 con Lucas 4:18-19). Varios de ellos hablaron de su nacimiento, lugar, muerte, sufrimiento y resurrección. Y, respecto a los Escritos, entre los que aparecen los salmos, Jesús hizo su aplicación de ellos acuerdo con el Salmo 118.22-23 y Lucas 20.17.
A Jesús, las Escrituras les acompañaron toda su vida, y aun estando en la cruz, las volvió a usar, cuando citó el Salmo 22:1, confirmado por Mateo 27:46 “!Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?”. De esta manera llegamos a la pregunta para el mensaje de la ocasión: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Mi propuesta para este mensaje es que, si Jesús le dio tanta importancia a las Escrituras refiriéndose a ellas constantemente, cuando más la debemos usar nosotros, porque como bien dijo él mismo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). A la luz de esta consideración qué origina esta pregunta.
La más importante pregunta acerca del destino eterno
Entendiendo la pregunta del intérprete
Lucas 10:25). La palabra “poseer” de este texto tiene un uso muy interesante. El control de una herencia está en manos del que la da – no en manos del que la recibe. Dios le dio en promesa a Israel la tierra prometida; les dijo que ellos la heredarían (Levíticos 20:24). Desde el tiempo de esa promesa, todos ellos comprendieron que la herencia era eso, un regalo.
Sin embargo, es posible que una persona ofenda a su benefactor y pierda la herencia. El intérprete de la ley hizo la pregunta, no tanto porque en verdad estaba interesado en resolver ese problema de su alma, sino para impresionar favorablemente a Dios y de esa manera ganarse la herencia de la vida eterna. Pero lo primero que debemos decir para responder a esta pregunta es que el asunto de la vida eterna es más de ser que de hacer.
Este hombre conocía muy bien las Escrituras. Tenía un conocimiento bien claro de ellas respecto a la pregunta hecha. Pero la verdad de su acercamiento a Jesús es la falta de transparencia al hacer la pregunta. Lucas nos dice que este hombre hizo la pregunta a Jesús “para probarle”. No había sinceridad en su corazón en ese momento. Esta es la tragedia de muchas vidas. La pregunta es ¿hasta dónde desean salvarse?
Esta pregunta merece nuestra atención
Definitivamente es la pregunta más importante de la vida acá en la tierra. Todos (hombres, mujeres y niños) en algún momento debemos hacerla. Y la razón es porque todos somos pecadores; pecadores moribundos y pecadores que van a ser juzgados después de la muerte. Esa pregunta también la hizo otro intérprete de la ley como Nicodemo, y fue salvado. También la hizo Pablo, y también fue salvado.
Esa pregunta la hizo Martin Lutero, y fue salvado. Estas son preguntas que la gente de todos los niveles debería hacerse a sí misma, y nunca descansar hasta encontrar una respuesta. «¿Cómo serán perdonados nuestros pecados? ¿Con qué nos presentaremos ante Dios? ¿Cómo escaparemos de la condenación del infierno? ¿Adónde huiremos de la ira venidera?»
La pregunta hecha por este hombre define dónde pasaré la eternidad. Esta pregunta no podrán hacerla el diablo y sus demonios, porque ya están condenados, pero si puede hacerla el hombre, en tanto haya oportunidad. Pero esta pregunta no puede ser hecha si no se está dispuesto a tomarla. Si al final este hombre se perdió estando tan cerca de Jesús, fue por propia culpa, porque se acercó a Jesús equivocadamente.
El más alto honor dado a las escrituras
¿Qué está escrito en la ley?
Lucas 10:26. Ante la pregunta del abogado de la ley, Jesús lo remitió inmediatamente a la Palabra misma, la que seguramente él conocía muy bien. Observemos lo siguiente. Jesús no le está preguntando, por ejemplo: «¿Qué dice la Iglesia judía acerca de la vida eterna?”.
Tampoco hizo la pregunta: “¿Qué piensan los escribas, los fariseos y los sacerdotes respecto a este tema?”. Jesús toma un curso mucho más simple, y directo, enviando a quien lo está interrogando a los escritos del Antiguo Testamento: «¿Qué está escrito en la ley?”. La pregunta de Jesús puso al hombre de la ley a considerar hasta dónde la palabra que lee y de la cual se ufana, era su verdadera regla de fe y práctica. Jesús les dio un alto honor a las palabras de su Padre y a sus propias palabras.
Como nada era más importante para un intérprete de la ley, remitir la pregunta formulada a la luz de otra pregunta, era como para seguir preguntando también: ¿está en la Biblia? ¿Puede ser probada por ella? Porque si no es así, no debe creerse. Probémoslo de esta manera. No importa cuán hermosos e ingeniosos puedan parecer los sermones o los libros a este respecto. ¿Pueden pasar la prueba de ser conforme a las Escrituras?
¿Cómo la lees?
Lucas 10:26b. Esta otra pregunta pareciera tener el propósito de confrontar a este otro maestro de la ley acerca de la manera cómo él ha entendido las Escrituras. Jesús sabía que la manera cómo se estudie, se interprete, y se aplique la Biblia viene la salvación. Ya les había dicho a los fariseos estas palabras: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí…” (Juan 5:39).
Pero era obvio que los maestros de la ley no escudriñaban las Escrituras buscando en ellas salvación, sino convirtiéndolas en la tradición de los ancianos en un fracaso legalismo, estando al final tan perdidos como los que vivían sin ley. Ellos eran expertos en las Escrituras, pero no habían conseguido respuestas a la pregunta acerca de la vida eterna, ni menos habían encontrado a Cristo en ellas. Conocían mucho de la letra de la ley, pero no su espíritu y su revelación a través de Cristo.
Y la pregunta de Jesús sigue siendo para nosotros hoy la misma: “¿Cómo la lees?”. Qué tan dados somos a ella para oírla, leerla, estudiarla, meditarla y aplicarla. A la hora de la más grande tentación a la que Jesús fue sometido, usó tres veces las Escrituras contra Satanás, y salió de allí victorioso.
El más completo resumen de toda la ley
La respuesta del intérprete
Lucas 10:27. Si algo conocía aquel intérprete eran dos escrituras donde basa su respuesta a la pregunta hecha por el Señor. Una de ellas era Deuteronomio 6:5, conocido como el Shema, la que judíos repiten dos veces al día; el otro era Levíticos 19:18.
Este hombre sabía de las demandas del amor a Dios en una forma total. Las Escrituras ponen de manifiesto las cuatro consideraciones de nuestro ser para amar a Dios: corazón, alma, entendimiento y fuerza. Dejar de amarlo sin algunas de ellas ya no será un amor total. Por cierto, cuando un escriba le preguntó a Jesús acerca del más grande mandamiento, él resumió toda la ley con igual demanda de un amor total hacia Dios, de acuerdo con Marcos 12:28-31.
Bien se ha dicho que esto sería el cumplimiento de la “ley de Cristo” mencionada por Pablo en Gálatas 6:2. Puedo pensar en ese encuentro de este hombre con Jesús y el propósito cuando hizo la pregunta de la salvación. ¿A caso el amar a Dios de esta manera no es ya una garantía de la salvación? Bien se puede ver que las dos características de la ley de Moisés y la de Cristo son las señales distintivas de la salvación y la vida eterna: amar a Dios al prójimo a la misma vez.
La respuesta de Jesús
Lucas 10:28. La pregunta y la respuesta del intérprete fueron importantes, aunque con una mala intención, porque las hizo para probar a Jesús, pero la respuesta de Jesús fue la más impactante de todas. En tan solo siete palabras le dijo a ese conocedor de la Biblia lo que tenía que hacer. Por un lado, lo elogió diciéndole: “Bien has respondido…”.
En otra ocasión respondió a otros: “Erráis ignorando las Escrituras…” (Mateo 22:29). Y, en segundo lugar, deja esta frase distintiva en estas siete palabras: “Haz esto…”. Sí, porque él las conocía, pero no las vivía. Dios está buscando una transformación del corazón tan profunda que no puede ser falsificada con meras actividades religiosas, de allí el imperativo de Jesús: Haz esto. Es como si Jesús le dijera: no malgastes tus energías haciendo nada más, y seguramente este hombre lo había malgastado, incluyendo la manera cómo se acerca a Jesús. Haz esto incluye la obediencia de corazón a este mismo mandamiento.
La otra parte de la respuesta dada por Jesús “y vivirás”, responde a la inquietud de cualquier alma que desea verdaderamente la salvación. Muchas personas tienen el mismo problema de este abogado de la ley, saben del más grande mandamiento, pero no lo viven.
El más grande ejemplo de amor jamás contado
¿Y quién es mi prójimo?
Lucas 10:29. Lucas dice que este hombre hizo esta pregunta para justificarse. Fue, en efecto, una artimaña para salvar su prestigio. Como había salido bien del primer examen, al ser calificado por Jesús con un “bien has respondido”, con esta nueva pregunta él quiere saber la opinión de Jesús del segundo mandamiento. Otra manera de hacer esta pregunta sería: “Maestro, ¿a quién no debería amar?”
Este hombre pretendía sorprender a Jesús escuchando una respuesta favorable, porque si algo sabía este abogado de la ley era quién era su prójimo. Su problema era amar realmente a los que él consideraba su prójimo. ¿Quién era para este hombre su prójimo? Seguramente los Romanos, los opresores de la gente escogida de Dios, y sus ayudantes despreciables, los cobradores de impuestos, y, por su puesto, los mestizos Samaritanos, los más despreciados por los judíos.
Con esta pregunta este hombre estaba buscando otra calificación de parte de Jesús, y espera recibir una orientación de su parte respecto de esos candidatos, de manera de escogerlo y darle su amor solamente a uno. Pero Jesús no le dice quién es su prójimo, sino que inmediatamente le presenta el más grande ejemplo de amor al prójimo jamás contado.
Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó…
Lucas 10:30. Se estima que Jesús dijo más de 50 parábolas, y esta juntamente con del “hijo prodigo”, son la cumbre de todas ellas. Esta belleza de parábola, basada en una historia muy familiar, fue el mejor ejemplo de amor para mostrar al “intérprete preguntón” quién es realmente el prójimo. Un hombre, probablemente un judío, está en el camino de Jerusalén a Jericó cuando los ladrones lo atacan.
Lo desnudan, le golpean, y lo dejan medio muerto al lado del camino. Una vez allí herido, pasa un sacerdote y más adelante un Levita, y cuando ellos ven al hombre, se van por otro lado. Luego pasa un Samaritano y cuando vio al hombre herido sintió compasión por él. Descendió de su cabalgadura, se acercó y le curó las heridas, usando su propio aceite y vino.
Acto seguido lo puso en su propia bestia, lo llevó a una posada, y lo cuidó hasta el día siguiente. Y para completar su obra de amor, le pagó con su propio dinero al mesonero para que lo cuidara, y si el herido incurre en otro gasto, él regresaría después para pagar la diferencia. Ante todo esto Jesús hizo la pregunta final: “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” v. 36. Como era de esperarse, aquel hombre no menciona al prójimo samaritano, sino al “que usó de misericordia con él”.
La pregunta de lo que está escrito
La pregunta ¿qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?con la que Jesús responde a la primera pregunta del doctor de la ley, es la premisa de que uno puede encontrar en las Sagradas Escrituras la verdadera respuesta a la pregunta acerca de heredar la vida eterna. Con esto Jesús también afirma que cada hombre es responsable de leer la respuesta por sí mismo, y en este sentido nos ayuda la palabra de Dios.
Pero también, Jesús nos afirma que las Sagradas Escrituras dan la misma respuesta a todos los que las leen fielmente. ¿Qué dice la Biblia? Esta sigue siendo la única forma de recibir la respuesta correcta a una pregunta tan importante. La vida eterna es el resultado del amor más completo de todo nuestro ser. Pero, por otro lado, el amor que le debo a mi Padre celestial no está divorciado del amor por mi prójimo. Las dos preguntas hechas por este doctor en la ley siguen siendo las que determinan dónde pasaré la eternidad. ¿Cuál es su respuesta a ambas?
Estudios de la serie: Las preguntas prominentes de Jesús
1: La pregunta comprometedora2: ¿Crees esto? La pregunta de la esperanza
3: La pregunta de la misericordia
4: La pregunta de la fe
5: La pregunta de la definición
6: La pregunta de la frustración
7: La pregunta de la duda
8: La pregunta de lo que está escrito
9: La pregunta del toque
10: La pregunta del amor