Del escritorio de Julio Ruíz

El dulce fruto de los tiempos amargos

(Santiago 1:2-12)

 

INTRODUCCIÓN: El Dr.  Max Lucado, en su libro “In the Eye of the Storm” (En el ojo de la tormenta) cuenta de una  señora que tenía un perico que cantaba felizmente. En un segundo el perico estaba sentado tranquilamente en su jaula y en el siguiente  estaba  aspirado, lavado y derribado. El problema comenzó cuando la dueña  decidió lavarle la jaula al perico. Ella le quitó el accesorio del extremo de la manguera  y se la metió en la jaula. En ese momento el teléfono sonó y se volvió para contestarlo. La señora a penas dijo: “Aló”, cuando escuchó un ruido extraño. El pobre perico fue tragado por la aspiradora. La dueña del pájaro quedó sin aliento, colgó el teléfono, apagó la aspiradora, y abrió la bolsa. Allí estaba el pobre perico aún con vida, pero aturdido. Por cuanto el pobre estaba lleno de polvo y de hollín, lo agarró, corrió al baño, abrió el grifo y puso al pájaro bajo la corriente de agua. Al darse cuenta que el perico estaba empapado y temblando, hizo lo que otros harían de una manera compasiva por lo animales; buscó el secador de pelo y sopló a la mascota con aire caliente. El pobre perico nunca supo quien lo golpeó. Una vez que pasó el  trauma, un reportero vino para averiguar y ver cómo el ave se recuperaba, a lo que ella respondió: “Bueno, el perico ya no canta más… él simplemente se sienta y me mira fijamente”. Y no es difícil saber por qué: él fue aspirado, lavado y derribado. Eso es suficiente para robarle la canción al más valiente corazón. ¿A  caso no es esto lo que sucede con una prueba repentina? Las preguntas son muy naturales al tiempo que una prueba llega. ¿Por qué esto? ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? Y así, entre preguntas sin respuestas inmediatas, la prueba hace su aparición y se queda sin pedirnos permiso y sin que le hayamos dado la bienvenida. Santiago conocía muy bien el impacto de las  pruebas. Pero el va a hablarnos no del por qué vienen las pruebas, como lo hace Job, sino cómo enfrentarlas. De eso se trata el presente mensaje. En esta ocasión hablaremos de los frutos dulces que pudieran venir de los tiempos amargos. Consideremos  cómo enfrentar los tiempos de las más enrarecidas pruebas.

 

  1. LAS PRUEBAS DEBEMOS ENFRENTARLAS CON UNA ACTITUD DE GOZO TRIUNFANTE v. 2


Santiago, como pastor de un  rebaño esparcido por la persecución, sabía bien el por qué de los momentos de las “diversas pruebas”. Y es que las hay de distintos tamaños y colores. Una enfermedad repentina, una noticia acerca del  trabajo, una muerte súbita de un ser amado, un hábito que no puede ser quitado, unos sentimientos heridos, una situación inesperada con la casa… en fin, las diversas pruebas son reales. Nadie escaba a ellas. Pero la Biblia nos dice cómo enfrentar esos tiempos amargos.  Previo a este texto, Jesús ya había dicho: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mt. 5:4). Esto parece una paradoja. ¿Cómo puede alguien sentirse feliz cuando lo que tiene es ganas de llorar? ¿Cómo puede alguien sentir “sumo gozo” cuando ha sido invadido por diversas pruebas? No es fácil pedirle a alguien “santa resignación” cuando hay algo tan grave que lo agobia y lo entristece. Pero Santiago dice: “Hermanos, tened por sumo gozo cuando halléis en diversas pruebas”. Cuando una prueba viene a un creyente, la enfrenta de esta manera. Con una  actitud de gozo triunfante, no ignorando el problema, sino enfrentándolo con optimismo y esperanza, sabiendo el propósito que  Dios tiene en medio de la prueba. El cristiano es la única persona que enfrenta con gozo la prueba porque sabe que al final de ese tiempo de amargura, habrá un fruto dulce que satisfará su alma.

 

  1. LAS PRUEBAS LLEGAN A SER  LA ESCUELA DONDE DIOS NOS LLEVA PARA APRENDER LA PACIENCIA (v. 3-4)

 

Note que el texto dice claramente «la prueba de vuestra fe produce paciencia» (v. 3). La palabra  acá es  (hypomone) y literalmente significa «permanecer bajo». Esta es la capacidad de permanecer bajo presión sin colapsar, para enfrentar con éxito el esfuerzo y la tensión que pueda haber al momento. Lo equivalente aquí es a la perseverancia; eso es, aquello que requiere tiempo.  Es aguantar allí hasta ver cómo el  plan de Dios llega a ser completo. Las pruebas vienen a la vida para que desarrollemos esta parte del fruto del Espíritu que a veces no lo tenemos. Se ha dicho que cuando los dedos de Dios aprietan, duele. Pero al hacerlo dan forma, moldean y hacen madurar la fe. Así que para hacer frente con gozo al sufrimiento hay que verlo desde el punto de vista de Dios. Él utiliza la escuela de la prueba para que vayamos más allá del lugar donde nos quedamos. Ese es el fin de una escuela. Podemos regocijarnos porque nos damos cuenta del buen propósito de Dios para nuestras vidas. Dios permite una tribulación en nuestra apacible cotidianidad para producir paciencia en nosotros. Esa paciencia sigue trabajando hasta producir la perfección. Es por eso que aceptamos el dolor porque entendemos Quién nos lo manda. Un Dios de amor que quiere perfeccionarnos y que busca lo mejor para nosotros. Nosotros no buscamos problemas, pero nos regocijamos en ello porque sus dividendos son mayores que las molestias que traen. Las pruebas al final sacarán un renovado creyente. La escuela de  la paciencia nos hará “alumnos” con mejores calificaciones.  Así no nos faltará nada.

 

  1. LAS PRUEBAS NOS CONDUCEN A TRAVÉS DE INESPERADOS CAMINOS HASTA LOGRAR  UNA SATISFACCIÓN PLENA  v. 4

 

Este versículo es sorprendente. Las pruebas que nos conducen a la paciencia no se van de nuestras vidas hasta que hagan el trabajo completo. Así que si usted está pasando por  una gran prueba, no le pida al Señor que se la quite, porque ella tiene que terminar la obra que comenzó en nosotros. El texto dice: “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. Note usted los dos resultados de este texto. Primero para llegar a ser perfectos y cabales. La idea de esta oración es que las pruebas son las encargadas de producir en nosotros una madurez espiritual de la que tanto nos hace falta en la vida cristiana. La idea final de la oración, de ser “perfectos y cabales” es para que no nos falte nada. ¿Qué significa esto? Que en la vida cristiana debemos desear ser completos en áreas, tales como: la doctrina, adornados con la riqueza del fruto del Espíritu Santo, ser poseedores de toda virtud y de lo que signifique tener la mente de Cristo, así como practicar el amor con todos sin distinción de personas. Hermanos, la verdad es que casi siempre queremos encontrar la salida más rápida al sufrimiento. Es más, no queremos ni si quiera pensar en la posibilidad de pasar por alguna prueba terrible. El “moderno” evangelio que plantea seguir a Cristo sin dolor, no es bíblico. Dios puede permitir que esa aflicción siga hasta que nosotros recibamos todo el beneficio que Él quiere darnos. Sólo así podemos llegar a ser maduros, sin que nos falte nada.

  1. LAS PRUEBAS TIENEN QUE SER ENFRENTADAS BAJO EL PRINCIPIO  DEL DISCERNIMIENTO v. 5

 

Una de las cosas más difíciles en una prueba es el no saber qué hacer o qué decisión tomar al momento. De allí que le pedimos sabiduría a Dios para saber cómo responder en medio de esos indeseables tiempos. ¿Por qué hacemos esto? Porque aunque entendemos el principio de la perspectiva divina en medio de una prueba, a veces nos cuesta entender qué nos pasa cuando nos hallamos en “diversas pruebas”. Es por eso que, aun cuando no entendemos lo que Dios quiere lograr en nuestra vida, ni cómo debemos responder en medio de circunstancias difíciles, podemos pedirle que nos dé sabiduría. Y si algo quiere hacer el Señor es dárnosla, pero en  abundancia, y sin reproche. Así que mientras pasamos  por estos “valles de sombra”, y en algunos casos hasta de muerte, y nos preguntamos: “Señor, ¿qué quieres lograr en mi vida? ¿Qué debo hacer en medio de esta situación para glorificarte?”, nos encontramos al Dios Donante de esa sabiduría  ofreciéndola en abundancia. Y si bien es cierto que muchas de las promesas de la palabra de Dios tienen implícitas la idea de una respuesta abundante, ninguna tiene tanta certeza y se nos ofrece de una forma tan deliberada como el otorgamiento de la sabiduría en esos momentos de prueba. ¿Y a caso no es esto lo que más necesitamos para superar esos momentos?

 

  1. LAS PRUEBAS NOS EMPLAZAN A ENTRAR EN LA MÁS ABSOLUTA CONFIANZA EN DIOS v. 6-8

 

Tenemos que reconocer que los tiempos de pruebas son las ocasiones donde las dudas y la desconfianza, aún en las promesas de Dios, pudieran desvanecerse. El hermano Pedro Eustache nos compartía esta semana acerca de los momentos difíciles que le tocó vivir con la muerte de su pequeña hija en su temprana edad, muriendo apenas con pocos días después  de haber llegado a este país. Una de las cosas que nos habló fue de cómo la duda, la incertidumbre y hasta un estado de incredulidad se apoderó de él mientras su fe fue sometida a la más grande prueba, jamás antes vivida. Pero también nos compartió cómo Dios usó esa prueba para levantarle y llevarle hasta donde está hoy, por cuanto Dios tiene absoluto control de nuestras vidas, aún si tuviéramos que pasar por los dolores más inenarrables e insoportables. Así que, al pedir sabiduría, nuestra petición debe estar acompañada por fe. Lo más común y  fácil es que dudemos y discutamos.  ¿Por qué? Porque luchamos con la esperanza de encontrar nuestra propia solución. ¿Qué trae esta lucha? Confusión e inseguridad. Pero ¿debemos dejar de luchar? ¡No! Contrario a esto debemos descansar y confiar en Dios. Cuando  esto hacemos nos encaminaremos en la ruta de la paz, seguridad  y estabilidad. Esto lo decimos porque es la falta de paz la que nos produce esa inestabilidad. Pero es la confianza en nuestro Dios la que nos ayudará a salir triunfantes. La recomendación de Santiago es que pida con fe, no dudando nada para que no se parezca a “las ondas del mar” o al hombre de doble ánimo, quien es un inconstante en sus caminos.

 

  1. LAS PRUEBAS  NOS ENSEÑAN QUE NUESTRA CAPACIDAD DE AGUANTE TIENE QUE VER CON EL CONTENTAMIENTO V-10-11

 

Lo primero que tenemos que decir es que esta capacidad de  aguante en medio de la aflicción no depende si tengo  dinero como Bill Gate o si soy tan pobre como la madre Teresa. Aunque si bien es cierto que los ricos pudieran paliar una prueba más rápido que los pobres, la verdad es que el dinero no compra nuestra salud, ni nuestra felicidad. Lo que establece nuestra capacidad de aguante es el  contentamiento con Dios y el  plan que tenga para desarrollarlo en  cada vida. ¿Cómo verlo entonces? Bueno que mientras el  pobre puede jactarse de la vida de Dios en él. El rico tendrá que  reconocer que todos sus bienes  materiales son temporales. Que en un solo momento puede perder todo lo que tiene y en vano puso la confianza en sus riquezas. Esto plantea que tanto los ricos como los pobres tienen una base de igualdad por medio de la cual tendrán que regocijarse en lo que Dios les ha dado. Lo que Santiago nos emplaza es a pensar que  no debemos depender de las cosas que tenemos, ni siquiera las riquezas, posesiones o circunstancias. Todos nosotros sabemos cuán vulnerables son los bienes materiales. Lo que pudo ser muy estable en el mercado hoy, mañana habrá perdido su valor y  todo se habrá esfumado. Estas cosas son temporales; pronto pasan. Nuestro gozo debe depender de nuestra relación con Dios. En el contentamiento y no en la desesperación está el secreto de esperar.

 

CONCLUSIÓN: Es interesante que la palabra “prueba”, que en su equivalente es un examen, tiene que ver con una premiación y satisfacción al final de todo. Así que  las pruebas no vienen en vano a la vida. Si consideramos el final resultado de todas ellas nos daremos cuenta que las pruebas parecieran ser necesarias. De modo, pues, que el hombre con una fe viva puede pasar las pruebas porque comprende la promesa divina de las recompensas. Así que esto le conducirá a tener  satisfacción en medio del sufrimiento, porque hay un premio al final de esa  jornada. ¿Cuál es el premio que se entregará al final de la prueba? Se recibirá la corona de vida, la corona de justicia e incorruptible (2 Ti. 4:8; Apc. 2:10; 1 Pe. 5:4). Su recompensa mayor, su corona, es la vida en sí, la vida eterna al final del camino, y una vida abundante, que vale la pena vivirla ahora. ¿Está pasando por una pruebe ahora mismo? ¡Bienvenido a la vida cristiana! Deje que la prueba haga su obra completa. Refúgies

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