Castillo Fuerte es nuestra Tradición
En mi entrega anterior ¿Música de adoración ó adoración de la música?, expuse los motivos por los cuales la música de adoración nunca debía ser sinónimo de un estilo musical en específico. Lo mismo aplica a la forma o la manera práctica como conducimos la adoración en nuestras reuniones.
La adoración no es una forma
Antes que existiesen servicios de adoración de cualquier índole, antes que los cristianos se reunieran para adorar a Dios en habitaciones, campos, catedrales, en escondites o en cualquier lugar ya Dios existía. Por extensión tendemos a definir la adoración exclusivamente en términos de la forma ó las prácticas que mejor conocemos (adoración en iglesias históricas, pentecostales o carismáticas, evangélicas, etc.) de esta manera enfatizamos más en la forma de adorar que en Aquel que adoramos. Esto es una tendencia que tenemos todos y que la Biblia llama idolatría.
Harold Best, en su maravilloso libro, «Music Through the Eyes of Faith» («La música a través de los ojos de la fe) bien lo expresa: «Las escrituras incluyen o aluden casi todo tipo de forma de adorar, esto es: organizada, espontánea, pública, privada, simple, compleja, con adornos, o sencilla. Sin embargo no hace ningún comentario en ninguna parte cual forma es la que tiene más preferencia con respecto a las demás».
Vemos la expresión coordinada de 4000 músicos en el Templo (1 Crónicas 23:5) en el que había trompetas, coros, arpas, liras y timbales; luego vemos a David en la soledad del desierto de Judea declarando: «Te cantaré mientras viva, y a tu nombre alzaré mis manos» (Salmo 63:3-4). Por otro lado a orillas del Mar Rojo estaba Miriam (María) que guiaba a una multitud de mujeres en gratitud de adoración y danzan ante Dios (Exodo 15:20-21).
En prisión, Pablo y Silas elevaron un canto a la medianoche (Hechos 16:25). Luego, podemos tener un anticipo de los millones de millones de ángeles ante el trono adorando a Dios con cantos que nadie ha concebido en su mente (Apocalipsis: 11-12). Diversas formas pero Dios se deleita en todas ellas.
Así como pasa con la música, la forma no es lo importante. Las formas nos ayudan a enfocarnos y a recordar. La diversidad de formas nos permiten alabar y encontrar a Dios en distintas maneras. Si escogemos estas maneras adecuadamente podremos conducir a jóvenes y ancianos a que juntos puedan adorar a Dios en una forma poderosa.
Sin embargo, el Nuevo Testamento no reconoce claramente como los cristianos «hacen» adoración. Al llegar al punto de las maneras como se adora creo que se puede concluir que el consejo sabio de las escrituras es que cualquier forma que facilite y propicie la adoración en espíritu y en verdad a personas en un sitio en particular, en un punto particular de la historia, y en un contexto cultural en particular, agrada a Dios. En esta afirmación queda explícita que no existe una forma que pueda expresar la magnitud de Dios y el honor que se merece a lo largo de los tiempos, culturas y generaciones.
Tengamos siempre esto en claro: Las culturas cambian, así como los estilos, tradiciones y las edades y es por eso que la adoración transciende a la forma o manera como la realizamos.
En mi próxima entrega, discutiremos un poco más en lo que no es la adoración y nos iremos moviendo a lo bueno, a la discusión concreta de lo que en realidad significa adorar al Dios por quien vivimos, nos movemos y existimos.
Hasta entonces y espero que te deleites en la gracia de Dios
Bob
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