Soy hijo de Dios
No hay mayor alegría que saber que soy hijo de Dios. Esto implica que Dios es mi Padre y me ama. Está junto a mi cuidandome y quien quiere lo mejor para mí. A pesar de mi quebrantamiento tengo confianza en que Él me está obrando en mi vida. El me restaura y confío en su promesa porque me asegura que al final seré semejante a Él.
Puedo testificar al mundo que soy hijo de Dios. Puedo alabarle porque soy hijo de Dios y si soy hijo soy heredero de sus promesas en gloria.
Ahora soy hijo de Dios
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él. Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Todo el que tiene esta esperanza en Cristo se purifica a sí mismo, así como él es puro.