Ser un ciudadano del Reino de Dios: ¿Qué significa?
Todos los creyentes y en especial aquellos que se encuentran en un proceso de formación de un líder cristiano, deberían preguntarse acerca de lo que implica ser un ciudadano del Reino de Dios.
Un concepto fundamental en la fe cristiana. Sin embargo, no es tan sencillo responder a este precepto. Por ello, nos parece oportuno concentrarnos en este tema y en la forma en que esto afecta a nuestra vida cotidiana y las relaciones con los demás. ¿Te parece si empezamos? Entonces vamos a verlo.
El Reino de Dios en la Biblia
Para empezar, hay que decir que el concepto del Reino de Dios es mencionado en la Biblia en varias ocasiones. En el Antiguo Testamento, se enfatiza como el reinado de Dios sobre toda la creación.
Mientras que en el Nuevo Testamento, Jesús habla con frecuencia acerca del Reino de Dios, describiéndolo como un lugar donde los pobres son bienaventurados y los humildes son exaltados. También se recalca como un lugar en el que Dios reina supremo y donde la justicia y la paz prevalecen.
En Lucas 17:20-21, Jesús habla del Reino de Dios como algo que está dentro de nosotros: «No vendrá el reino de Dios con advertencia, ni dirán: ‘Mirad aquí’ o ‘mirad allá’, porque el reino de Dios ya se encuentra dentro de vosotros». Esto significa que el Reinado de Dios no es solo un lugar físico, sino también un estado de ser.
En este sentido, todo ciudadano que tenga el deseo de pertenecer a este Reino, tendrá que someterse a la autoridad de Dios y buscar su voluntad en todas las áreas de su vida. Además, tendrá que esforzarse para vivir según los principios del Reino de Dios, que incluyen la justicia, la paz y el amor.
Ser ciudadano del Reino de Dios: implica una transformación
¿Quieres ser ciudadano del Reino de Dios? Entonces debes trabajar en una transformación radical de tu vida. Al respecto, Efesios 4:22-24 nos menciona: «Despojaos del viejo hombre, que está pervertido por las ambiciones engañosas, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad».
Esta transformación se produce cuando recibimos a Cristo como nuestro Señor y Salvador. A partir de ese momento, somos adoptados en la familia de Dios y nos convertimos en ciudadanos del Reino de Dios. Precisamente, Romanos 8:15 expresa: «Porque no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que recibistéis el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ‘¡Abba, Padre!'».
Al convertirnos en ciudadanos del Reino de Dios, también interviene el Espíritu Santo para contribuir en nuestro proceso de transformación continua. Además, Romanos 12:2 nos invita a: “no conformarnos a este mundo, sino a ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento, para que comprobemos cuál es la voluntad de Dios, apacible y perfecta”.
Vivir como ciudadanos del Reino de Dios
No se trata solamente de un propósito de vida, es necesario ir más allá. Implica actuar en base a los principios del Reino de Dios en nuestro diario vivir. Es decir, que debemos buscar valores tan imprescindibles como la equidad, la paz y el amor en todas nuestras relaciones.
Jesús nos dice en Mateo 5:13-16 que somos la sal de la tierra y la luz del mundo. Como ciudadanos del Reino de Dios, es esencial que seamos una influencia positiva en el entorno que nos rodea. Debemos buscar ser ejemplo de fraternidad y servicio a los demás.
Jesús también nos expresa en Mateo 22:37-39 que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y a su vez, algo semejante, “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esto quiere decir que debemos centrarnos en brindar amor a todos los que nos rodean, independientemente de su raza, género o condición social.
Vivir como ciudadanos del Reino de Dios también significa que debemos buscar la justicia e igualdad en las relaciones que establecemos con los demás. En este sentido, Isaías 1:17 manifiesta: «Aprendan a hacer el bien, luchen por hacer lo que es justo, acaben con la opresión, defiendan al huérfano, defiendan los derechos de la viuda».
El mensaje es claro, es fundamental trabajar en nuestro ser para hacer lo correcto en todas nuestras relaciones y buscar alternativas para combatir la opresión y la inequidad en el mundo que nos rodea.
Por otro lado, otro de los compromisos que debemos tener como ciudadanos del Reino de Dios, es vivir en paz con todos los que nos rodean. Así lo expresa Romanos 12:18: «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres». Un factor fundamental, que suele costarnos demasiado, pero que implica ir en búsqueda de la reconciliación y el perdón en nuestras relaciones, y trabajar para construir puentes de comunicación y entendimiento en lugar de muros de división.
Por último, tenemos que ser buenos administradores de los recursos que Dios nos ha otorgado. Por lo cual, para ser ciudadanos del Reino de Dios, es necesario hacer un uso correcto de nuestros talentos y habilidades para marcar una diferencia positiva en el mundo que nos rodea.
En conclusión, ser un ciudadano del Reino de Dios implica vivir según los principios de nuestro señor en el día a día. Significa someterse a la autoridad de Dios, buscar su voluntad en todas las áreas de nuestra existencia, y trabajar para permanecer en paz y equidad con todos los que nos rodean.