De ser un país moldeado por una herencia principalmente cristiana, parece que Gran Bretaña se ha convertido en un lugar difícil para ser abiertamente cristiano. La prensa conservadora advierte de una constante erosión de los valores cristianos. Un miembro del Parlamento ha pedido que se celebre un debate sobre “la discriminación sistemática e institucional contra los cristianos”. Esa discriminación es algo que le ha ocurrido a varios relevantes politicos.
Ahora, una serie de cristianos corrientes están descubriendo que esto se aplica también a ellos. La enfermera Caroline Petrie fue suspendida de sueldo entre diciembre y febrero por ofrecer sus oraciones a una paciente. El caso recordaba a otro incidente en el que la trabajadora social Naphtali Chondol fue despedida por dar una Biblia a un cliente.
El ‘caso Eweida’
A un adolescente se le prohibió llevar un anillo de castidad al colegio en un caso que recuerda al de British Airways, que prohibió a Nadia Eweida, una trabajadora de embarque, llevar una cruz. A un grupo universitario cristiano se le prohibió que exigiera que sus miembros atestiguaran su creencia en Dios. La exigencia se consideró discriminatoria.
“Va a haber muchos más casos como este”, dice Paul Diamond, un abogado especializado en casos de libertad religiosa que representó a Petrie y a Ewedia. “Los cristianos son un objetivo débil, es fácil ser desagradable con ellos. Es importante que el Estado sea neutral pero el tema es ligeramente más complejo porque la religión va con la cultura y los valores y por lo tanto estamos diciendo que no tenemos valores en el terreno público”, añade.
La queja de los cristianos es generalmente doble: que otras creencias reciben un trato más favorable y que la disolución de los valores cristianos en el secularismo ha erosionado la moralidad fundamental del país.
Rompecabezas de creencias
Gran Bretaña es un puzle de diferentes creencias (hay dos millones de musulmanes, por ejemplo), y hay quienes alegan que reprimir las expresiones de fe es necesario en una sociedad multicultural.
Cristianos como Eweida dicen que esto es “la corrección política que se ha vuelto loca”. En su caso, que pretende apelar a finales de año, a British Airways se le permitió decidir qué accesorios de fe eran aceptables y cuáles no lo eran.
“Consideraron obligatorio para las musulmanas llevar el hiyab, pero no que los cristianos lleven una cruz”, dice. “¿Qué derecho tienen ellos a decirme, como individuo, cómo manifestar y proclamar mi fe personal? Crecí en Egipto, y a los cristianos allí se les permite llevar cruces. ¿Por qué debería sentirme avergonzada y esconder mi fe y mi cruz porque creo en la palabra de Dios?”.
Reacción anglicana
La Iglesia Anglicana ha empezado a entrar en el debate. Su número dos, el arzobispo de York, John Sentamu, un africano de Uganda, ha dicho que pedir a alguien que deje su fe en la puerta de su lugar de trabajo es “parecido a pedirles que eliminen el color de su piel antes de entrar en la oficina”.
La iglesia anglicana juega un papel clave en la educación, dirigiendo miles de colegios. Es este estatus lo que puede estar provocando una reacción hacia los cristianos individuales. Los cristianos deberían también ser conscientes de cómo se sentirían si los papeles se invirtieran, dice Simon Barrow, codirector del think tank de pensamiento teológico Ekklesia. ¿Cómo se sentiría un cristiano si, por ejemplo, una enfermera le ofreciera una oración islámica?
“La gente rechaza la expresión pública entusiasta de las creencias de cualquier tipo”, dice Barrow. “Hay un gran deseo de no pisarse unos a otros”, concluye.
Fuente: Gaceta.es