Icono del sitio entreCristianos

La pobreza que nos hace ricos

La pobreza que nos hace ricos
La pobreza que nos hace ricos

Este es otro mensaje sobre la serie: Los Pecados de los Santos. La Biblia nos habla de dos pecados que a menudo los santos, el tener dioses ajenos delante de Dios (como el dinero) y el de robar (lo que le pertenece a Dios). Este mensaje va en esa dirección, basado en la experiencia de Pablo con los hermanos de Macedonia.

2 Corintios 8:1-8

En la continuidad de la serie Los Pecados de los Santos, nos corresponde hablar hoy del quebrantamiento que hacemos los creyentes del primer y séptimo mandamiento. Uno es el de tener “dioses ajenos delante de mí” y el otro es el “no robarás”. ¿Había pensado que los santos a menudo quebrantamos estos dos mandamientos? Para nuestra sorpresa, hoy hablaremos de unos hermanos que no tenían estos pecados, pues no hicieron del dinero un ídolo, y en consecuencia no le robaron lo a que a Dios le pertenecía.

Me refiero a 2 Corintios 8 y 9, los dos textos que nos hablan del más grande sacrificio para dar y de la más asombrosa actitud acerca de la generosidad. Se ha dicho que, si solamente tuviéramos estos dos capítulos en la Biblia, ellos serían suficientes para animarnos al momento de dar con gozo o para desanimarnos y humillarnos frente a la actitud que tenemos con el asunto del dinero, porque a veces es más nuestro dueño que nuestro siervo.

El asunto, mis amados, es que Dios tiene muchas maneras de revelarnos su palabra, pero nosotros somos especialistas en ocultar sus verdades. Cuando se trata de mis compromisos con el Señor y la iglesia, algunos creyentes tienen su “quinto” evangelio, y al igual que los fariseos antiguos, lo convertimos en ley para vivir. De esta manera el creyente decide su propia filosofía vivir, diciendo: Jesucristo sí, iglesia de vez en cuando, lo demás lo decido yo.

Ahora, ¿qué puedo hacer cuando Dios me muestra mis ídolos? Puedo hacer dos cosas: uno es cerrar mi entendimiento y justificar lo que hago, o reconocer mi pecado al momento de dar o no dar lo que le corresponde al Señor. Les pongo este ejemplo, cuántos de nosotros pagamos los impuestos; le aseguro que todos, porque si no nos veremos en serios aprietos con el gobierno. Cuando yo pago mis impuestos lo que estoy diciendo es que este dinero no tiene señorío sobre mi vida y lo suelto, lo dejo, lo entrego.

Yo no discuto lo que hará el gobierno con mis impuestos; los pago por mi compromiso como ciudadano. ¿Qué pasa con lo que le pertenece al Señor? Sobre esto Spurgeon ha dicho: “Gana todo lo que puedas, ahorra todo lo que puedas, y luego da todo lo que puedas”. Los hermanos de Macedonia, ni ganaban, ni ahorraron mucho, pero dieron todo lo que pudieron. Ellos eran extremadamente pobres, pero llegaron a ser abundantemente ricos. De eso se trata este tema. En qué consistió su secreto.

Cuando damos por el impacto de la gracia

2 Corintios 8:1

He aquí el primer secreto de la generosidad. Si no hubiera otra razón para dar, esta sería suficiente. Cada creyente es investido con una gracia especial del cielo. Su gracia significa que él me amó primero y una manera de demostrar el impacto de su gracia en mi es cuando veo que ella me pone libre para dar generosamente a su obra.

Pablo les dice a los corintios que ellos copien el modelo de los macedonios que, a pesar de su pobreza, la gracia con la que fueron equipados los preparó para disfrutar de lo que significa la generosidad. De esto se desprende que, si yo no le doy la importancia al asunto de dar para el Señor, entonces no valoro la gracia como el más grande y mejor donde que he recibido.

El principio acá es fundamental. Si Dios me ha bendecido con su gracia, y retengo la bendición, el resto con lo que nos quedamos se va a corromper. Ahora, es posible que usted no esté de acuerdo y hasta diga que no da proporcionalmente, según ha sido prosperado, y sin embargo usted nota que sigue prosperando, en este caso, el problema es mayor porque el corazón está corrompido. Nada es más peligroso que una conciencia adormecida con el asunto de la gracia.

 

Cuando damos con una abundancia de gozo

2 Corintios 8:2

Este es un texto sorprendente. Tiene varias cosas que fueron abundantes entre ellos. Por un lado, tuvieron una abundante tribulación y una abundante pobreza. Creo que ninguno de nosotros le gustaría vivir en un estado como este. Pero, por otro lado, ellos tuvieron un abundante gozo y una abundante generosidad.

El ejercicio mental que podemos hacer acá sería que ninguno de nosotros desea una condición económica como la que tuvieron las iglesias de Macedonia, pero ¿abundamos nosotros en un profundo gozo y una riqueza de generosidad? Hay una paradoja en este texto y es el hecho que la aflicción produjo gozo. Aquellas iglesias eran paupérrimas, pero su pobreza resultó en una liberalidad a la hora de dar. La pobreza no produjo en ellos escasez, sino liberalidad. ¿Cuál es la excusa que muchos creyentes tienen a la hora de dar para la obra del Señor? Bueno, algunos argumentan que su sueldo no le alcanza, otros que la situación económica afecta sus finanzas.

Pero la verdad bíblica es que esto no es cierto porque ninguno de nosotros es tan pobre para no dar. El principio de la generosidad no está sujeto a cuánto tengo, sino hasta donde el dinero es mi ídolo. No es cuánto dinero tengo, sino cuánta fe tengo para creerle a Dios como lo hicieron los hermanos de Macedonia. Nadie fue más pobre que la viuda de Sarepta, sin embargo, ella le creyó al profeta del Señor, y mientras duró el hambre, ella tuvo aceita y harina en su casa.

 

Cuando damos más allá de nuestras fuerzas

2 Corintios 8:3

Ahora veamos la manera cómo debemos dar de acuerdo con el modelo de los macedonios. Observe las tres acciones: Dar con agrado, con forme a las fuerzas y más allá de ellas. Por un lado, ellos no calcularon los riesgos ni las posibilidades. Lo primero que vemos es que Pablo no los manipuló para que dieran. Hoy día tenemos unos cuantos manipuladores de oficio con relación al asunto del dar. Pablo no les ofreció que serían prosperado si daban para la obra. Lo que uno va a notar, más bien, es que Pablo les pidió que no dieran.

Pienso que hay creyentes que se alegrarían de que su pastor le dijera que no den para la obra del Señor. ¿Qué es lo que debo hacer entonces? Por un lado, que necesito cambiar mi perspectiva de cómo manejo las cosas en mi vida. Lo que pudiera suceder es que valoro más a este mundo que el vinero. Si somos honestos, la mayoría de nosotros está más dispuesto a pagar cualquier cantidad de dinero para el disfrute personal en este mundo, que dar para el avance del reino de los cielos.

A veces le damos más al mundo que lo que damos al reino de Dios. Observe el comportamiento. La mayoría de nosotros busca la manera de cómo vivir sus 70 o sus 80 años “felizmente” en la tierra, que la eternidad que tendremos con el Señor. ¿No dijo el Señor que hiciéramos tesoros en el cielo donde nada lo corrompe? ¿Sabe por qué las iglesias de macedonia dieron sin importarles su condición? Porque el dinero no era su ídolo.

 

Cuando damos como un privilegio

2 Corintios 8:4-5a

Este es corazón del asunto. No doy porque no tengo otra opción o porque me dicen que debo dar. Otra vez observemos este texto. Vean las acciones de estas iglesias a la hora de dar. Pablo les pidió que no dieran, pero ahora todos se amotinaron y a una vinieron al apóstol pidiendo con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio.

Esta actitud tuvo que sorprender al apóstol. Lo normal, y que no causa sorpresa, es ver a tantos creyentes que son tan ligeros y hasta insensibles a la hora dar lo que le pertenece al Señor. Note cómo los macedios tuvieron ruegos, insistieron, le pidieron el privilegio a Pablo de dar para apoyar las necesidades de los santos. Cuáles eran los santos que estaban padeciendo y por qué ellos le pedían a Pablo que les dieran el privilegio de dar. Pues eran los hermanos de Jerusalén que producto de una gran hambruna estaban en una gran necesidad. Esta actitud habla mucho al momento de traer nuestros diezmos y ofrendas al Señor.

Al Señor también le sorprendió la acción de una viuda al momento de dar. Cuando la viuda regresó a la casa no tenía nada porque lo había echado todo. Por cierto, ¿sabía usted que Dios nos ve a la hora de dar y califica lo que damos? Lo que damos, casi siempre, es de lo que nos sobraba. Dar debe ser el privilegio más sagrado por la causa que involucra y debe ser el acto más digno que hagamos porque tiene que ver con la bienaventuranza más feliz que se conozca (Hch. 20:35).

Cuando nos damos primero al Señor

2 Corintios 8:5

Este texto debe ser el primero en analizar al momento de hablar del secreto de la generosidad. Cuando uno se da primero al Señor lo demás no es sino el resultado de mi entrega. La sorpresa de Pablo seguía en ascenso. Él descubrió que estos hermanos estaban totalmente consagrados al Señor por lo que no tuvieron ningún problema a la hora de ser parte de la bendición del dar.

¿Será acá donde reside el problema de muchos hermanos cuando piensan en lo que deben dar al Señor? La verdad mis hermanos que no todos se dan al Señor de la misma manera. Cuando nos damos primeramente al Señor no habrá nada que se nos demande que no lo hagamos. El planteamiento de todo esto es que yo busque el reino de Dios y su justicia.

Que su reino sea lo más importante ante el cual me doy. Esto significa que ninguna otra cosa ocupa más mi atención y doblega más mi voluntad que buscar su reino y vivir para él. Al hacer esto no tengo problemas cuando se me pida dar cuenta de mi mayordomía. Pero, por otro lado, si lo que estoy haciendo es que estoy agregando el reino de Dios a mi vida, haré siempre mi voluntad en todo lo que tenga que ver con las cosas del Señor.

Cuando abundamos más en esta gracia

2 Corintios 8:6-8

Los macedonios pusieron el ejemplo, ahora Pablo anima a los corintios con mayores recursos, a que hagan lo mismo y más. Pablo reconoce que ellos ya eran abundantes en muchas cosas que él mismo había comprobado, pero esto que les pide ahora sería como la abundancia mayor. Se ha dicho que la prueba más grande si somos fieles en “toda solicitud” de la que Pablo reconoce que los corintios eran acreedores, es la manera como nos damos en el asunto del dinero. El dinero es el asunto que se convierte en lo más importante en nuestras vidas.

De él pareciera depender todo. Y es aquí donde se dice que el dinero llegar a ser o mi dueño o mi sirviente. Todo va a depender de la sabiduría como lo uso y lo administro. Muchos creyentes abundan en dones con los que sirven al Señor, pero pudieran estar escasos de la gracia del dar. Pablo animó a los hermanos de corintios a experimentar esta bendición.

Fíjese que no lo hizo como quien les está mandando, sino apelando a la esencia de esa gracia que es el amor. He aquí el llamado para ir a una gracia abundante. “Probadme ahora en esto”.

Cuando conocemos hasta donde Cristo se humilló

2 Corintios 8:9

Mis amados, pocas declaraciones en la Biblia igualen lo que sería el resumen del evangelio según el presente texto. Desde la más pura y santa gloria del cielo vino Jesucristo a la más profunda inmundicia de la tierra. La encarnación de Cristo fue su más grande humillación (Fil. 2:5-11) y su más inexplicable renuncia de su gloria celestial.

Hay cosas que son incompresibles para la mente humana de lo que Dios ha hecho para nosotros. Él no tenía necesidad de crearnos, pero por amor lo hizo. Tampoco tenía necesidad de preservar la vida humana después del diluvio, pero por amor lo hizo. Él no tenía que morir en una cruz por nuestros pecados, pero por amor lo hizo. Él no tenía necesidad de descender y llegar a ser el hombre más pobre que piso la tierra, pero por amor a nosotros lo hizo.

Pero aun más, él no tenía que despojarse de toda su riqueza de la que es dueño eterno, para que nosotros fuéramos enriquecidos. Entonces, ¿es mucho pedir que seamos fieles en lo muy poco? ¿No es este texto la más poderosa razón para dar? ¿Fue mezquino Dios al dar a su Hijo por nosotros? ¿Por qué somos tan duros de corazón para no ver todo lo que Dios hizo por nosotros? Esta sola frase “que por amor a vosotros se hizo pobre” es suficiente para que seamos ricos en generosidad. ¿Estamos dispuestos a desprendernos del ídolo que más amamos (el dinero) en la tierra como lo hizo Jesús al desprenderse de su gloria celestial para enriquecernos?

Conclusión

La generosidad es el asunto más importante en la vida del creyente. Todo en la Biblia parte del principio de dar. Dios nos hadado todo desde el mismo momento de la creación. Lo último que hizo fue darnos a su hijo, quien se hizo pobre para que nosotros fuéramos enriquecidos. No hay nada que tengamos que no nos haya sido dada. Esta realidad la vivió David en los preparativos para la construcción del templo. Dos textos resumen lo que acá hemos dicho: “Y se alegró el pueblo por haber contribuido voluntariamente; porque de todo corazón ofrecieron a Jehová voluntariamente” v.9. Y también: » porque: ¿quién soy yo y quien es mi pueblo para que pudiéramos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo y de lo recibido de tu mano te damos» (1 Crónicas 29:9. 14). ¿Es esta la motivación que tenemos al dar?

Salir de la versión móvil