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La integridad puesta a prueba

integridad puesta a prueba
integridad puesta a prueba

El capítulo 6 del libro de Daniel nos confronta con uno de los ejemplos mas grandes que nos revela la Biblia acerca de la integridad en la vida de un hombre como Daniel.  

Daniel 6:1-14,  Daniel: 6:17-23
 
El nombre de Daniel significa “Dios es mi juez”. Y si alguien hizo honor a su hombre fue aquel joven que vivió en el palacio del rey, muy lejos de la tierra de sus padres. Desde que salió de su familia él podía decir: «¡Dios es mi juez, no el hombre!» «¡Dios es mi juez, y no el rey de Babilonia o Persia!».

Él sabia que a la única persona a quien debería dar cuenta de cómo vivía no era a Nabucodonosor, a Belsasar, a Darío o a Ciro, sino a Dios. Él sabia que su Dios era su juez. Su vida estuvo centrada en Dios. Todo lo que hacía y cómo se movía giraba en torno a su Dios. Y cómo se cumplió el significado de su nombre en todo lo que hizo.

Daniel afirmó que Dios era su juez en la manera como comía, en la forma en que interpretaba los sueños, en la forma en que escribió su libro y cómo oraba. En esta última parte, la vida de Daniel fue única. La oración de Daniel era audaz, desafiante y disciplinada. Él no estaba interesando en cuál era la opinión de Nabucodonosor, Belsasar o Darío. Para Daniel lo que Dios pensaba era lo más importante; eso es integridad.

Hay muchos ejemplos de integridad en la Biblia, pero el de Daniel supera a todos. La presente historia en la cueva de los leones nos sigue hablando del poder de una vida que no hace concesiones y tampoco niega su fe en su Dios. Con Daniel entendemos que el valor más importante de una vida se mide por su integridad.

Nos hará bien analizar a Daniel bajo esta perspectiva, y cómo esa virtud del espíritu le llevó a vivir haciendo honor a su nombre a través de cuatro reinados. Cuáles son las pruebas a la que es sometida la integridad. Por qué sale victoriosa al final de todo.

Es aquella que pasa la prueba del carácter

De los tres el mejor de ellos

Daniel 6:3. Ya sabemos por la información del primer capítulo que Daniel fue uno de los cuatro jóvenes bien parecidos que vino de Jerusalén por la deportación a Babilonia. Desde que llegó al palacio reveló un carácter extraordinario. Su determinación de no comer las porciones de la comida del rey fue el resultado de su carácter sin concesiones. El texto de una manera singular dice: “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la comida del rey” (1:10).

La prueba a la que fue sometido por comer solo legumbres, saliendo de ella más robusto que los que comían de las carnes y los manjares, le hizo merecedor de altos honores, tanto así que se dice que fue hallado diez veces mejor que los demás jóvenes (1:15). De esta manera no fue raro que ahora se nos diga que por su carácter Darío lo nombró como uno de los 3 que estarían sobre 120 príncipes que gobernaban a su reino.

Estos hombres ayudaron a asegurar que Darío y su reino estuvieran protegidos contra robos, evasión de impuestos y revueltas militares. La integridad es la que te promueve a un nivel superior. Hay garantía de victoria para un hombre integro.

Sin ocasión de alguna falta

Daniel 6:4. Daniel era un gobernante y es en la administración publica donde se prueba más la integridad de un líder. La corrupción administrativa forma parte de los escándalos cotidianos. No son muchos los gobernantes que podían tener tan altas cualidades éticas a quienes se les pueda calificar con las palabras que tuvieron que reconocer aquellos que buscaban alguna ocasión para responsabilizar a Daniel de ser un mal mayordomo.

Observe cada palabra de este texto. No encontraban ocasión alguna. Habían evaluado y pesado su conducta, y tan contraria al rey Belsasar, al ser pesado se halló que no tuvo fallas. Feliz el hombre que al ser pesado en la balanza de la integridad no encuentran de que acusarlo. Feliz el hombre que al ser pasado por el “escáner de la integridad” no encuentran mancha alguna.

Hombres como Daniel parecieran ser un espécimen raro en la política, en los negocios, en el deporte, entre los artistas y por supuesto en las iglesias. No son pocos los líderes que están frente a la obra del Señor que mantienen esta gran lucha de ser fieles a él. Los enemigos deben ser los mejores calificadores de la conducta humana.

Ningún vicio ni falta fue hallado en él…

Daniel 6:4b. Por supuesto que al reconocer la vida de Daniel de esta manera, no implicaba que él no tenía pecado, sino que era un hombre de gran integridad. Su sello distintito era la integridad. También podemos decir que Daniel no tenía culpa en la conducta de su vida profesional.

Con este era el cuarto rey que iba a conocer la calidad de vida de este hombre de Dios. Ahora Daniel tiene unos 80 años. Él, a diferencia de Salomón que en la medida que fue más viejo fue más infiel, su vida fue totalmente sin mancha. Adornó su carácter con tal belleza moral y espiritual que los hombres que estaban con él también en eminencia no encontraron ningún vicio de su parte.

Interesante que, al principio de su vida y su ministerio dentro del palacio, lo primero que hizo fue que no se le permitiese contaminarse ni con la comida ni con el vino del rey. El rey Belsasar, para complacer sus vicios con el vino, utilizó los vasos consagrados del templo y el resultado fue mortal. Daniel sabía que el vino embriagante es la causa de la caída de los hombres. Su pureza contemplaba también esto y sus enemigos no hallaron esta falta.

 

Es aquella que pasa la prueba de la acusación

Un plan bien orquestado

Daniel 6:4-9. La vida de Daniel estuvo siempre propensa a despertar la envidia de los enemigos más cercanos al rey. Por cuanto había en él “un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino” v.4, era natural que el resto de los sátrapas y gobernadores no quisieran que un judío estuviera sobre ellos como gobernante.

¿Sabía usted que la envidia es una de las armas que maneja muy bien el enemigo cuando usted se propone servir al Señor de una manera integra? Note que en esta historia los enemigos de Daniel trabajaron sobre un plan bien orquestado que no le dio chance al rey de conocer las maquinaciones que se escondía debajo de sus intenciones.

Note también como el enemigo utiliza la ley cuando le conviene, para lograr sus fines. Pero ¿cómo se puede desenmascarar al diablo en una prueba sino es a través de la oración? La oración que prevalece traerá a la luz las intensiones de los corazones. El enemigo pudiera estar utilizando mi propia prueba para hacerme sentir miserable delante de Dios.

Sin embargo, mi oración desbaratará las verdaderas intensiones del enemigo. La confianza en Dios desarticula las maquinaciones de Satanás. Cuando eres integro nada prevalecerá contra ti.

El edicto humano no cambia el propósito de Dios.

Los hombres malvados obligaron al rey a firmar el edicto de la prohibición de orar a otro dios distinto a Darío. Con esto lo atraparon en su propia vanidad. Y es que así actúa el enemigo siempre; adula la vanidad en los hombres para que luego queden atrapados en ella misma. Pero lo que estos hombres no sabían era que la oración mientras más está amenazada, y más se prohíbe, es cuando más hay que entregarse a ella.

Las pruebas hacen que nuestras oraciones se intensifiquen. Esta verdad ha sido comprobada a través de los tiempos. Se equivoca Satanás cada vez que se levanta contra la obra de Dios y los que están al frente de ella. Es como le dijo Jesús a Pablo cuando perseguía a la iglesia: “Dura cosa de es dar coces contra el aguijón” (Hch. 9:5).

O cuando Gamaliel dio su veredicto a aquellos que querían detener el movimiento del evangelio. Sus palabras fueron por demás elocuentes de acuerdo con Hechos 5:38, 39. Lo que no es de Dios no prevalece. El complot del diablo queda desbaratado cuando decimos: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. Cualquiera orden humana, contraria a los planes de Dios, nunca va a prosperar. No se puede luchar contra Dios.

La oración no tiene por qué pararse

Daniel 6:3. Los líderes políticos pensaron que podían prohibir la oración. Pero ¿cómo puede un cristiano vivir treinta días sin la oración? Es como si se tratara de vivir treinta días sin alimentos, sin agua y sin respiración. Simplemente nos morimos. Note lo que Daniel hizo cuando vio venir un serio problema a su vida.

Se levantaba una situación imposible de resolver desde el punto de vista humano. Daniel quedó “entre la espada y la pared” una vez que el rey firmó el edicto que prohibía la oración. Pero ¿qué hizo Daniel en ese momento? ¿Le hizo caso al edicto, aun cuando eso implicaba que le cortarán la cabeza? ¿Se amilanó frente aquella camada de leones que se habían unido para devorarlo?

¡No! Mire lo que hizo: “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer ante” v.  10. Hermanos, lo último que podría pararse en la vida de un creyente es la oración. La oración es la que conquista el terreno de lo imposible. El único que podía cambiar las leyes medo-persas era Dios. Nada hay imposible para la oración de poder.

Es aquella que pasa la prueba de los leones

El Dios tuyo… ¿te ha podido librar de los leones?

Daniel 6:20. Cuando un hijo de Dios pasa por una dura prueba hay un pesar muy grande. El rey Darío vivió el dolor de saber que no pudo liberar a Daniel. Tal fue su identificación del rey que aquella noche no comió, no se deleitó y tampoco durmió v. 18.  Eso es lo que realmente produce la condición de un amigo cercano; para nosotros sería un hermano en la fe cuando está siendo sometido a un imposible de resolver.

El imaginarse a alguien que está bajo el fuego de prueba, donde el enemigo ha desatado toda su furia de destrucción, es algo que conmueve el alma; algo que toca las más íntimas fibras interiores. La voz entre cortada del rey cuando fue a visitar a Daniel, presagiando lo peor, revela una condición muy digna de hacer mención.

El versículo 20 de esta historia es muy revelador. Aquel hombre era un pagano, pero él había visto algo distinto en la vida de Daniel. Sabía que su Dios no era como los que él tenía. Intuía que ese Dios podía liberar al profeta de aquel estado. Amados hermanos, la oración que prevalece hace que los impíos reconozcan que el Dios que tenemos es distinto a los que el mundo adora. Esto debe llenarnos de gran gozo. Los milagros son reales.

Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones…

Daniel 6:22. ¿Quién puede amanecer vivo en una cueva tapada con una piedra y en medio de voraces leones? Solo aquel que ha tenido la demostración de por vida que su Dios nunca le ha fallado. Mientras el rey Darío fue con una voz entre cortada, pensando ver a los leones barrigones con comida de profeta, salió de la cueva una fuerte voz que según los vv. 21, 22. Ninguno de sus huesos fue quebrado. Pasó una noche con una conciencia tranquila.

A lo mejor escogió la melena más grande de alguno de los leones y la puso como su almohada durante aquella negra noche. La oración que prevalece le cierra la boca al león rugiente. El diablo queda avergonzado cuando su pueblo se agarra de la oración. La oración hecha tres veces al día le permite a Daniel dormir tranquilamente en cueva de leones.

Los ángeles del cielo descienden para proteger a sus hijos cuando pasan por los más terribles momentos. Los enemigos quedan avergonzados al término de una gran prueba.

En el caso de esta historia, los leones tuvieron un suculento desayuno de carne de los sátrapas junto con sus familias. Se equivoca el diablo si pretende destruir a sus hijos. La oración cierra unas bocas y abre otras bocas.

Integridad puesta a prueba

Daniel fue un hombre totalmente íntegro. Y tan honrada fue su vida por esta cualidad que el profeta Ezequiel, contemporáneo con él en el exilio, lo llegó a poner en medio de otros dos grandes de la Biblia como fueron Noé y Job (Ez. 14. La integridad de un hijo de Dios pasa por la prueba del carácter, las de las acusaciones maliciosas y la más difícil de todas, la de estar en la cueva con leones (la prueba mayor).

Por cierto, que este seria el único caso de un hombre que durmió entre leones hambrientos y ninguno de sus huesos fue quebrantado. La integridad le de a la vida un poder de resistencia y un poder frente a cualquier adversidad. En el caso de Daniel ya él había demostrado sus altas cualidades espirituales y esta no seria la excepción.

De manera que, por su fidelidad en mantener su fe en medio de la prueba, de no ser movido en su integridad, el rey Darío tuvo que dar un nuevo edicto con estas palabras: “He decretado que en todo lugar de mi reino la gente adore y honre al Dios de Daniel. Porque él es el Dios vivo, y permanece para siempre.

Su reino jamás será destruido, y su dominio jamás tendrá fin. Él rescata y salva;  hace prodigios en el cielo y maravillas en la tierra” vv. 25-27. El hombre integro jamás será devorado por el “león rugiente”, sino sostenido por el León de la tribu de Judá.

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