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La fe de los cuatro amigos – Marcos 2:1-12

la fe de los cuatro amigos

Por la fe de los cuatro amigos de un paralítico Jesús pudo sanarlo.  De la misma manera nosotros podemos cooperar en que Dios se manifieste en la vida de otros.

Marcos 2:1-12

La evangelización en algunos casos requiere de más de una persona para ser efectiva. Esto es lo que llamamos cooperación en la salvación. En el pasaje que usaremosen este estudio y tenemos un vivo ejemplo de esto.

Fue necesaria la participación de cuatro hombres para traer a un paralítico delante del Señor con el propósito de ser sanado. Marcos describe esta escena de una manera muy viva, abundando en detalles sobre los demás evangelios. Algunos autores creen que la casa donde se dio este milagro era la de Pedro.

Como quiera que haya sido, en ese lugar se dio un extraordinario milagro donde se puso en evidencia que Jesucristo era Dios, porque tuvo el poder para  perdonar pecados y sanar al paralítico. Pero los que tienen el mayor crédito en  esta historia son los cuatro hombres quienes superando todos los obstáculos, lograron poner al hombre enfermo en presencia del Sanador.

En efecto, esta fue su meta. La actuación de fe de estos hombres nos dan las pautas para ayudar en la salvación del perdido. Nos muestran el valor del trabajo en equipo. El valor de la unidad en un solo objetivo. Nos inspiran a hacer lo mismo. Veamos, pues, la fe puesta en acción para llevar a los hombres a Cristo. 

Fe que está determinada por un corazón compasivo

¿Quiénes eran estos hombres? 

Se desconoce su origen y sus nombres. No se sabe si asistían a alguna congregación. No sabemos si eran creyentes o pertenecían a alguna denominación. Pero esto no importa,  la  Biblia no se interesa en darnos esos detalles sino en mostrarnos lo que ellos hicieron. El énfasis radica en la compasión y la amistad que  ellos tenían por ese infeliz  paralítico.

Ellos llegaron amarle y con frecuencia vendrían a él para acompañarle. No venían, como el caso de los amigos de Job, para entrar en un razonamiento filosófico sobre las causas de su sufrimiento. No le visitarían como los fariseos, quienes estarían más preocupados en no contagiarse que ser movidos a misericordia.

La actuación de aquellos hombres era la de un “buen samaritano”. Eran hombres con una gran sensibilidad, quienes habían hecho del paralítico el objeto de su  preocupación por semejante miseria humana. 

La importancia de la compasión

Estos hombres nos muestran que antes de traer a alguien a Cristo, nosotros debemos tener compasión de ellos.  Es el contacto de corazón a corazón que ablanda nuestra sensibilidad y nos pone en el camino para buscar ayuda con el necesitado. La compasión por aquel hombre les llevó a preparar un encuentro con Jesucristo.

Nos llama la atención que en la sanidad y salvación del paralítico se usaron cuatro hombres. Hay paralíticos que no pesan mucho. Algunos casos conocidos revelan a estas personas reducidas a un montón de huesos. De manera que un solo hombre podía haberles llevado a Cristo. Pero aquí fueron cuatro. Dos tomarían la delantera y dos irían detrás. Los unos seguían a los otros. Todo un trabajo en equipo para salvar al enfermo.  Es asombrosa la fe de los cuatro amigos.

Hay en esto una verdad que debe ser tomada: la iglesia necesita trabajar en comunión si quiere ver la conversión de los que nos rodean. De esta manera nos exhorta Pablo: «…completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros». (Fil. 2:2-4) Esta actitud nos pone en el camino correcto para hacer la obra del Señor.  

Fe que se enfrenta a inesperados impedimentos

Venciendo el obstáculo de si mismo

Llegó el día cuando los cuatro hombres, llenos de un gran optimismo, entusiasmados con una gran esperanza y persuadidos de una gran fe, se dispusieron llevar al hombre a Jesús. La noticia estaba en las calles. Después de algunos días Jesús vino a Carpenaúm.

Algunos piensan que aquella fue la última vez que Jesús vendría a la ciudad. Para aquellos hombres el tiempo de la salvación era urgente. Si no lo llevaban ahora no habría otro tiempo ni otro chance. De modo que frente a este reto, un solo asunto dominaba la determinación de estos cuatro amigos: traer el enfermo a Cristo.

Así que lo primero que hicieron fue convencer al paralítico para  llevarlo a Cristo. Tenga en cuenta que ya esto de por sí es una ardua tarea. No es fácil convencer a alguien para que acuda a Cristo. No todos los casos responden de la misma manera. Hay un mundo de excusas mientras se habla del amor de Dios para cada vida.            

El obstáculo de la multitud

El versículo 4 nos dice que  “no podían acercarse a él a causa de la multitud…”.  ¿Le ha tocado alguna vez caminar en medio de una  multitud donde apenas puede moverse? ¿Cuánta gente estaría apostada en la puerta oyendo del Maestro sus más inigualables enseñanzas? Podemos imaginarnos el cuadro.

Aquellos hombres cargaron por cierta distancia al enfermo, pero ahora no pueden entrar. Es posible que al principio vinieran los momentos de desaliento y hasta de frustración, pero ellos vencieron sus propios sentimientos de fracaso. Ellos no vieron la “multitud” para llegar a Cristo. ¿Cuál es la multitud que impide hoy que las personas vengan a Cristo?

Multitud de religiones, multitud de dogmas y preceptos, multitud de falsos maestros, multitud de diversiones y placeres del mundo, multitud de malos testimonios, multitud de creyentes indiferentes e insensibles, multitud de quejas y críticas de los mismos creyentes, multitud de vidas que no son buena referencia de un cristianismo vivo y victorioso… y la lista seguiría siendo muy larga. El creyente y la iglesia debieran estar conscientes de esas “multitudes” que son obstáculos para que otros vengan a Cristo y abrir otros espacios hasta traer a los hombres a los pies del Maestro.

La fe se desarrolla sobre la osadía de llegar a Jesús

La fe del que evangeliza debe ser como la fe de los cuatro amigos

Es interesante que Jesús no mencione explícitamente la fe del enfermo sino que el texto habla de la fe de los amigos Marcos 2:5. La verdad de esta historia es que este hombre fue sanado por la enorme fe que tuvieron sus amigos.

La Biblia no nos dice que ellos se desalentaron ante las dificultades. No se quejaron porque no hubo una respuesta inmediata. No nombraron un comité para que fuera a hablar con el Señor. Estos hombres ejercitaron su fe.  Pusieron un plan en marcha. Como quiera que sea la determinación era poner ese hombre frente a Cristo.

Imaginémonos la escena. De repente la multitud que estaba apostada a la puerta notan que estos hombres se las ingeniaron, y ahora en lugar de buscar la puerta para entrar están en el techo de la casa. Tuvieron que usar algún instrumento para llegar arriba; a lo mejor subieron algunos primeros.

Como eran cuatro, dos podían tomarlo arriba mientras los otros ayudaban desde abajo.  Desconocemos la estructura de la casa. No sabemos cómo eran los techos, pero tan pronto como fue posible, aquellos hombres abrieron un boquete tan grande para poder bajar al hombre enfermo.

Jesús está en la sala enseñando. Él tuvo que oír los golpes en el techo, sentir el polvo y otros materiales caer, y luego ver cuatro cuerdas descender trayendo un cuerpo muerto con un hombre vivo reducido e impedido. Jesús detuvo su enseñanza. Contempló la valiente fe aquellos hombres que miran desde el techo descubierto y se dirige al enfermo con estas palabras: “Hijo, tus pecados te son perdonados”  Marcos 2:5.                                                                        

Los incrédulos ante la palabra y la fe de los cuatro amigos

Los fariseos que estaban allí se llenaron de asombro y de una reacción inmediata, tildando a Jesús de blasfemo Marcos 2:57.  Pero lo cierto fue que la intrepidez de estos hombres dejó asombrados tanto a los que estaban adentro como los que estaban afuera. Lo que allí sucedió fue una noticia que se expandió muy pronto.

Allí ha pasado algo que tiene que ver con el corazón mismo de toda evangelización.  El trabajo de conducir a los hombres a Cristo plantea el rompimiento de ciertos esquemas y hacer ciertos sacrificios. La única manera de entrar a la casa era a través de la puerta. Pero cuando una puerta se cierra para el evangelio hay que buscar otra salida.

A veces pensamos que solo hay una forma de hacer las cosas. En esta historia se rompen con los patrones y las costumbres. Hablando del costo, una pregunta que surge en esta escena sería acerca de  quién pagaría el techo roto. Alguien tenía que pagar el daño. Puede imagínese la cara del dueño de la casa, quien mientras oye a Jesús,  también oye los golpes arriba y luego vio descender al paralítico.

¿Estaría pensando este hombre si la compañía de seguros podría cubrir el daño? ¿Quién pagaría la factura? El asunto es que hay un costo que pagar para que los hombres vengan al Señor. El costo de mi tiempo. El costo de  las críticas del “que dirán” por lo que hacemos. Lo que cuesta de mi propia inversión para la obra… Estos hombres nos dicen que cualquiera cosa que se haga para traer los hombres a Cristo es el más grande asunto. Un alma vale mucho para Dios. Nadie está fuera de su alcance. 

La fe conduce al gozo de la tarea cumplida

Vale la pena el esfuerzo

El objetivo se había cumplido. Aquellos hombres vencieron todas las dificultades y ahora está una camilla con un minusválido delante del único que podía hacer algo por él. No se sabe si el paralítico había nacido en esa condición. No se sabe si lo que le vino fue producto del pecado mismo, al juzgar por las palabras del Señor que sus pecados fueran perdonados. Hay cuatro mirones desde arriba y una multitud adentro y afuera expectantes de  lo que Jesús podría hacer. El resto del trabajo depende de él.

Así que en esta escena Jesús va a pasar de la condición de Maestro a la condición de Salvador y Dios.  Aquella casa fue testigo de este hecho. Las primeras palabras de Jesús pudieron confundir a la audiencia. Los mirones que están en el techo esperarían que Jesús diera de una vez la orden de sanidad. Pero no lo hizo. ¡Qué desilusión! Se concretó más bien en decir “tus pecados te son perdonados”. Sin embargo, con esas palabras vendrían dos grandes revelaciones. 

 Antes de curar el cuerpo hay que curar el alma

Sanar al enfermo parecía ser lo más fácil, puesto que hasta un médico lo haría.  Muchos les gusta el ministerio de lo sensacional, y el sanar a los enfermos es uno de ellos. Pero perdonar pecados, siendo esto la raíz de todos los males y una tarea divina, no es muy popular. Así que Jesús hizo el trabajo completo. Hizo las dos cosas que solo Dios podía hacer: perdonar y sanar. Y de esta manera, frente a la mirada atónita de los presentes, los cuatro hombres pudieron ver que el hombre que vivió paralizado y acostado, ahora se ha levantado, y la cama que un día le llevaba, ahora él lleva la cama. Aquello tuvo que ser un momento de mucho gozo.

Ya ellos no tenían que llevar otra vez al enfermo de regreso a casa. Ahora los tobillos y los pies de aquel hombre se llenaron vida y con ellos comienza a saltar. El poder del Señor cambió aquel hombre. Todos, y en especial los cuatro amigos, dijeron: “Nunca hemos visto tal cosa” Marcos 2:12. Cuánto gozo produce la salvación de un perdido. Estos cuatro hombres representan a la iglesia. La tarea de ella es traer a los “paralíticos” a los pies de Cristo. Hay grande gozo “cuando un pecador se arrepiente”. 

 
La fe de los cuatro amigos del paralíticos nos enseña cómo debiera darse la tarea en la evangelización. Ellos nos revelan que si no hay  compasión no hay interés por el perdido. Nos dicen que si no hay unidad el perdido quedará tendido en su condición; los cuatro tomaron un lado de la cama y  lo levantaron.

Nos dicen que aun cuando el camino al Señor esté impedido por una “multitud” de obstáculos, hay que ser perseverantes y osados hasta llevar a los hombres al Señor. Y sobre todo, ellos nos muestran que hay gozo en el cielo y en el  corazón evangelizador cuando vemos a los hombres  levantarse de su estado y glorificar al Señor por el cambio de sus vidas. ¿Tengo la fe de los cuatro amigos? ¿Tengo un amor sincero por el que está “muerto en sus delitos y pecados”? 

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