El periodista Carlos González ha hecho referencia a uno de los fichajes del Real Madrid, uno de los más caros de la historia y, sobre todo, a uno de los mejores jugadores del mundo: "Kaká es diferente y, con ejemplos como el suyo, se hace incuestionable que la fe puede romper todos los moldes".
Si comento que Ricardo Izecson Dos Santos es un magnífico centrocampista y uno de los mejores del mundo, quizá, la relevancia no es tan grande como para tenerlo siquiera en cuenta. Sin embargo, si ilustro un paisaje en un país llamado Brasil donde un joven de 18 años con un futuro futbolístico privilegiado y con una carrera colmada de prodigiosas esperanzas, sufre un accidente al chocar su cabeza contra el fondo de una piscina… quizá, la perspectiva adquiere una apariencia y un cariz diferente.
Aquel joven, apodado mundialmente como Kaká, siempre fue un muchacho distinto. No era uno más entre aquellos que, sin pena ni gloria, desgastaban sus pies en las sofocantes calles del Brasil de las fazendas. Él había recibido un don especial, y lo llevaba a cabo con un balón en sus pies. Sin embargo, como sucede en muchas ocasiones, cuando te crees capacitado para escribir tu propio destino, la Providencia (que siempre disputa los encuentros en su campo) puso a prueba al muchacho… Una caída fatal, un trágico accidente que, tras romperle una vértebra, pudo dejarle parapléjico para siempre.
A partir de ese momento, aumentó su fe en el Dios que le había sido enseñado desde niño, que le ha transformado en lo que hoy es y que nunca se cansa de recordar: lleva una pulsera con el mensaje de «Jesús», sus botas el lema «Dios es fiel» y, cuando ha sido necesario para él, no ha tenido reparo en mostrar un mensaje en una camiseta con la frase: «Pertenezco a Jesús».
Cada uno recibe un don de Dios y el suyo es jugar al fútbol, reconoce. Es un hombre elegido, eso es evidente. Una persona sencilla que, a pesar de contar en su currículum con un alto grado de fama mundial, en cada paso que da, deja patente que es cristiano y que la fe es lo más importante en su vida.
Quizá, el ejemplo de su madre –que hacía la comida para todos sus amigos cuando jugaban en la calle-, marcó la trayectoria y humildad que han marcado su destino. No es típico que uno de los jugadores más importantes del mundo decore su taquilla del vestuario con salmos de la Biblia o que rece antes y después de cada partido… Kaká es diferente y, con ejemplos como el suyo, se hace incuestionable que la fe puede romper todos los moldes; sin embargo, los riesgos son inmensos: ni él, ni nosotros, olvidemos nunca la Escritura cuando afirma que “de nada le sirve al hombre amontonar tesoros en la tierra y ganar el mundo entero si, con ello, pierde su vida para siempre”.
Fuente: COPE