Inversiones seguras
¿Dónde invertir seguro? ¿Cómo saber que no perderé el dinero? ¿Cuál es el mejor plazo para que mi inversión obtenga las mejores ganancias? Estas, y otras, son las preguntas que la gente se hace a la hora de mover su dinero. En el mundo bursátil, la gente que vive de las inversiones está consciente del riesgo del comportamiento del mercado mundial. Los que batallan en ese campo saben que habrán días de ganancias, pero también habrán días de pérdidas. Tal condición revela que en esta vida las inversiones no siempre son seguras ni duraderas. Aun las más estables han colapsado frente a lo imprevisible e inestable de nuestro mundo convulsionado.
¿Cuáles serán, entonces, las inversiones que perdurarán por siempre? No serán, por cierto, las que la gente más añora, vistas en el contexto de los bienes materiales. Aquí queremos referirnos a aquellas inversiones que con el correr de los años dejan los mejores y más gratificantes dividendos. Le haríamos un gran bien a nuestra vida y a la de los que nos aman, haciendo inversiones que no cambian por lo que se mueve alrededor. En este campo me tomo la libertad de animarle a que inviertas en aquellos valores que te darán una felicidad constante, pero sobre todo, en aquella que te dará una seguridad eterna. Por sobre todas las cosas, no descuides estas tres inversiones.
1. Inviértase en formar su carácter para que coseche virtudes.
El carácter se define como aquella suma de hábitos y costumbres adquiridas en el medio donde me desarrollo. Es considerado como el modo particular de ser de cada persona por sus cualidades morales. A través del carácter, el hombre revela su personalidad, donde conviven de una manera inseparable, sus sentimientos, creencias, opiniones, trabajos, esperanzas y todo eso le da a su vida una belleza especial. El hombre es conocido por su carácter. Las virtudes que se desprenden de él a la hora de pensar, hablar y actuar revelan el carácter que formó su vida. Blas Pascal, el sabio francés, escribió: "La virtud del hombre no debe graduarse por sus esfuerzos, sino por su conducta ordenada". Invierta en formar su carácter y vivirá feliz disfrutando de la cosecha de sus virtudes.
2. Inviértase en formar una familia sana para que coseche los frutos de amor. La familia fue la primera institución creada.
La formación de un hogar donde sus miembros vivieran bajo los lazos de una armonía constante, fue el diseño divino. Es en el seno de la familia donde nos preparamos para dar el gran salto en la sociedad. Aquí tenemos que decir que si el hombre sale corrompido de ese primer núcleo, corrompido también entrará en la sociedad, pues será ella la que comprobará la clase de hogar donde se formó. Ninguna inversión exige más dedicación que la de formar a la familia. Los hogares donde abundan el respeto, la disciplina, la obediencia y el amor entre sus miembros, están llegando a ser raros; parecieran ser como joyas preciosas, difíciles de conseguir. La rebelión de nuestros muchachos; la falta de respeto con la que se dirigen a sus padres; las malas compañías que les alejan de los principios y valores recibidos… se debe a la poca diligencia de la inversión paterna. Es muy triste que en muchos hogares en lugar de estar cosechando frutos de amor, se estén cosechando los frutos de la amargura. De allí que la inversión que hagamos en la familia ahora será la mejor herencia que dejaremos a nuestros hijos para el futuro. ¿Qué clase de frutos estamos cosechando en la familia?
3.Inviértase en los negocios divinos para que coseche la vida eterna.
Si las demás inversiones tienen que ver con lo temporal y transitorio, la inversión en los "negocios divinos", tiene una duración eterna. Y aquí tenemos que reconocer que ésta es la inversión más descuidada. Vivimos para terminar nuestras carreras, para mantener nuestros negocios, para ganar nuestro dinero; pero muchas veces vivimos a espaldas de los negocios espirituales. El asunto sobre dónde pasaré la eternidad no puede ser tratado de una manera irresponsable. La vida no consiste sólo en una satisfacción del estómago y una gratificación de la carne, sino de una satisfacción del alma. Las inversiones de este mundo pasan y se quedan. De allí que Jesús hiciera la más comprometedora pregunta, cuando acotó, "¿qué aprovechará el hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?". Por lo tanto, por el bien de nosotros, de la familia y de mi destino eterno, hagamos inversiones perdurables. Invirtamos en los tesoros celestiales donde los ladrones no podrán robar, y donde la polilla ni el orín corrompen.