El ministerio de la restauración
El ministerio de la restauración es un llamado a la iglesia hecho en el capítulo 6 del libro de Gálatas. Cuando un creyente falla no solo quien ha caido tiene un trabajo por hacer sino la iglesia en conjunto que debe ser brindar la opción a la sanidad y el arrepentimiento.
No sabemos que pasó en este pasaje. Desconocemos quién fue la persona sorprendida en una falta a la que Pablo hace referencia. El asunto es que hay un pecado que ha salido a la luz. ¿Alguien había mentido, peleado, adulterado, o hizo una evasión de impuesto? No lo sabemos. Pero la fuente del rumor había sido encontrada. El asunto es que había una transgresión en la iglesia y era notorio.
¿Quién estaba en peligro en este pasaje? ¿A quién le dedica Pablo cinco versículos advirtiéndole sobre lo que podría sucederle en esta situación como esta, pero también lo de restaurarle? ¿El que ha caído? ¿O el que está a punto de ayudarlo a ponerse de pie?
Cada verso excepto uno tiene una gran luz amarilla intermitente que está diciendo: ¡Cuidado! ¡Cuidado! Y el mensaje de advertencia no se dirige sólo al que ha caído, sino a los que intentan ayudar. Cada ministerio de la iglesia es importante, pero el que tiene que ver con la restauración es el que demanda más de nosotros. No es fácil lidiar con las cargas que otros llevan.
Lamentablemente estamos más listos para juzgar la condición del caído que lo que estamos para levantarlo. Lo que más prevalece es el espíritu de los fariseos para condenar al que ha fallado. Recordemos lo que hicieron con la mujer, que según ellos fue sorprendida en adulterio. Como necesitamos encarnar las palabras de Cristo cuando le dijo aquella mujer: “Ni yo te condeno, vete y no peques más”.
Hablemos, pues, de este necesario ministerio en la vida de la iglesia. Conozcamos uno de los asuntos que demanda una gran compasión de la iglesia como lo es la restauración.
Hay cargas que demandan una restauración
Hay cargas producto de nuestros pecados
Gálatas 6:1. Cada vez que pensamos en la palabra “carga” la asociamos con alguna enfermedad, desempleo, pérdida de un ser querido, soledad, rechazo, etc., y las personas que los sufren como víctimas. Y esto es correcto. Pero Pablo nos muestra en el versículo 1 que muchas de las cargas que se llevan incluyen faltas como resultado de algún pecado cometido, y que los oprimidos por tales transgresiones experimentan una culpa que demanda un pronto auxilio.
La palabra “sorprendido” tiene que ver con alguien que huye del pecado, pero por cuanto este es más veloz que él, le alcanza y le atrapa. Este es el trabajo de la tentación. Previo a la caída hay toda una oferta seductora para satisfacer lo que la Biblia define como la concupiscencia o el deseo desordenado de nuestro interior. Quien incurre en esto queda atrapado en su pecado y puesto en evidencia.
El resultado final es que la persona entra en un estado de vergüenza que lo que más desea no es que se le señale, sino que se le restaure. Ese es su clamor. Es la experiencia que tuvo David cuando Natán le dijo: “Tú eres ese hombre”. Los salmos 32 y 51 hablan de su culpa.
Hay cargas producto de nuestro estado emocional
Gálatas 6:2. En este pasaje Pablo reconoce que las cargas de la vida no solo las llevan los que no tienen a Cristo, sino que hay creyentes con cargas que traen consigo y están buscando desesperadamente encontrar alivio. Sabe usted de aquellos hermanos que llevan una carga emocional, muchas veces vista en terribles depresiones, padres que llevan la carga de un hijo rebelde o hijos que llevan la carga de padres que abusan de ellos, cargas económicas que producen una tensión por las deudas o las cosas que faltan…
En relación a esto hay tres cosas que se nos dicen respecto a las cargas. Por un lado, se nos ordena a “sobrellevar las cargas los unos los otros”. Esto significa que hay cargas que demandan de otro hombro porque llegan a ser muy pesadas. Pero también Pablo habla de una carga que no es transferible. Es el hecho que cada uno lleva su propia carga.
Este es un texto que pone en evidencia la realidad de las cargas de la vida. Y si bien es cierto que debemos compartir las cargas, llevar nuestras propias cargas, mejor será echar nuestras cargas al Señor, porque él nos sustentará (Sal. 55:22).
Hay un espíritu correcto para la restauración
El espíritu de mansedumbre
Gálatas 6:1. Pablo recomienda que al que ha sido sorprendido (que ha quedado atrapado en una falta), que sea restaurado con un espíritu de mansedumbre. El que Pablo esté hablando en estos términos es una revelación que su corazón había sido totalmente transformado.
Recordemos que el era “fariseo de fariseos”. Su formación estricta le conducía a traer a los transgresores de la ley; eso es, aquellos que la habían quebrantado por algún pecado, para ser apedreados. No había en él tal espíritu de mansedumbre. Cuando usted piensa en una persona mansa, ¿qué idea viene a su mente?
Es interesante que cuando se trata de explicar los rasgos de la mansedumbre, raramente escuchamos que una persona mansa no significa que es «débil». El concepto de la verdadera mansedumbre como alguien la definió, “es estar enojado en el momento correcto en la medida correcta y por la razón correcta”.
El sabio ha dicho que con misericordia y verdad se corrige el pecado (Pr. 16:16). El espíritu de mansedumbre al estilo de Jesús dirá: “Ni yo te condeno…”.
El espíritu de vigilancia personal
Gálatas 6:1b. Este texto es sorprendente. Por un lado, no solo nos presenta a alguien que ha caído y que está experimentando todos los efectos de culpabilidad que implica la caída misma, sino de la persona que es llamada hacer el trabajo de la restauración. Considere quién debe ser esta persona.
Ya hemos dicho que debe ser alguien con mansedumbre que es uno de los sabores del fruto del Espíritu. Lo otro es que el trabajo de la restauración es para personas espirituales. Esto significa que no todos están aptos para lidiar con las cargas de la vida ajena. Imagínese los fariseos por un momento acusando a la mujer que según ellos fue sorprendida en adulterio.
Cuando fueron confrontados por Jesús, por ser más pecadores que la mujer, se fueron de su presencia. Los hombres espirituales como Bernabé pueden restaurar a un Juan Marcos. La otra característica de este texto es que la persona que trabaja en la restauración debe tener un espíritu de vigilancia.
El asunto es que mientras se trabaja en la restauración de alguien debo recordar lo que el mismo Pablo dijo: “El que piense estar firme, mire que no caiga”.
Hay actitudes que afectan la restauración
El que se cree ser algo y no es nada
Gálatas 6:3. La posibilidad de ayudar a aquellos que tienen sus cargas queda eliminada por aquellos que se creen ser algo. La vanagloria es un enemigo de las buenas acciones. Cuando el caminante de la parábola del “Buen Samaritano” cayó herido por los ladrones, dos de los que se creían que eran algo (el sacerdote y el levita), no le ayudaron por su soberbia y arrogancia.
Los hombres que viven bajo su propia justicia no conocen la misericordia y por lo tanto no tienen sensibilidad alguna para ayudar a otros a llevar sus cargas. Algunos se creen tan autosuficientes que no son capaces de bajarse y ayudar a otros. Son my pocos los samaritanos que descienden de su cabalgadura y se toman el tiempo necesario para curar las heridas de los que llevan cargas que los ladrones de esta vida le han inflingido.
Nos sorprende como Pablo cambia de un cristiano espiritual, capaz de ayudar por su carácter al necesitado, a otro que vive solo para si mismo sin importarle la desdicha ajena. Esto nos revela que hay creyentes que necesitan ser quebrantados para que sientan las penas de los que llevan sus propias cargas y esperan para ser restaurados.
El que cree que su obra es mejor que otra
Gálatas 6:4. Pablo sigue tratando con alguien que es tan culplable como el que fue sorprendido en algun falta. La persona egoista no está capacitada para labrar la dicha ajena. La advertencia de este texto es para que la persona se examine así misma de tal manera que primero sea capaz de probar su propia obra y después de eso quedar preparado para ayudar al que está llevando su pesada carga.
Pablo describe este pasaje la actitud de alguien que se cree superior a los demás en su hablar, su moralidad, su prestigio académico y hasta su orgullo espiritual, al mejor estilo de los fariseos. Como aquel fariseo que le daba gracias a Dios porque no era como aquel infeliz publicado.
Hay actitudes que son feas en la vida un creyente. Muchos viven tan encerrado en su egoísmo y su orgullo que se engañan así mismo. Tengo la impresión que algunos creyentes viven su evangelio sin ningún tipo de obras. Será bueno recordarnos de acuerdo a la admonisión de Santiago que la fe sin obras está muerta (Stg. 2:17). El ministerio de la restauración demanda de hombres que piensen más en la obra de otros que la de ellos mismos.
Hay un propósito en para el ministerio de la restauración
Gálatas 6:2. Este pasaje pone de manifiesto un extraordinario resultado cuando nos preocupamos y trabajamos en el bien de los que llevan sus pesadas cargas. Cuando nos dedicamos a la restauración del hermano caído, de aquel que está llevando sus propias cargas, Pablo nos dice que estamos cumpliendo con la ley de Cristo. Hay una ley que nadie pudo cumplir, la de Moisés.
De esa ley nos dice esta misma carta que cuando somos guiados por el Espíritu ya no estamos bajo ella (3:13). Por otro lado, se nos dice de una manera contundente que: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley». ¿Hemos sido liberados de la maldición y la carga de la ley mosaica solo para cargar con una ley más radical de Cristo?
De ninguna manera. La ley de Cristo es resumida por él mismo cuando dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt. 11: 29, 30).
Los fariseos se esmeraban por cumplir la ley de Moisés tratando de ayudar al prójimo, pero lo que hacían era poner sobre ellos pesadas cargas que ellos mismos no estaban dispuestos a llevar. Que distinto el creyente. Cuando nos amamos mutuamente, nos cuidamos mutuamente, nos exhortamos mutuamente y nos levantamos mutuamente, estamos cumpliendo con la ley de Cristo. No es muy difícil su ley. El que restaura al hermano caído cumple con la ley de Cristo.
El ministerio de la restauración
El apóstol Pedro fue sorprendido en una falta. Él negó tres veces al Señor y fue público y notorio a los adversarios de Jesús. De esta manera Pedro pasó a ser conocido como el otro discípulo que traició a Jesús, negándole tres veces que le había conocido. ¿Cómo fue restaurado otra vez al ministerio?
Veamos el ejemplo de Jesús en esto para entender mejor a Pablo cuando nos ha hablado sobre el ministerio de la restauración (Jn. 21:15-19). Por un lado, lo buscó y lo invitó a la mesa. Eso dio tiempo para que Pedro entrara en confianza y a su vez notara que no había reproche de parte de su Maestro.
Después Jesús se dirigió a él con palabras amorosas, pero muy firmes. Al principio lo llamó Simón, hijo de Jonás, como para recordarle quién era él antes de venir a Cristo. Simón significa “caña débil”, pero que Jesús lo había transformado en Pedro, “pequeña roca”.
Luego le hizo tres veces la misma pregunta: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?”. Y ante la voz quebrantada de Pedro acentando que si lo amaba, el Señor le dijo: “Apacienta mis ovejas”. Observamos en esto que la restauración de Pedro fue rápida. Fue hecha por alguien era era espiritual; la hizo Jesús.
Fue hecha bajo un espíritu de mansedumbre y de mucho amor. Y sobre todo, la restauración fue hecha sobre la base de regresar al ministerio que había abandonado. Pedro había vuelto a la pezca, pero Jesús lo había llamado para pastorear sus ovejas.
El ministerio de la restauración tiene como finalidad volver a traer al hombre caído a una relación profunda de amor con su Señor y a una integración al cuidado de las ovejas.