Nada producía más estrés que los exámenes de los cursos que nos promovían a un nuevo grado de estudio. Lo que yo recuerdo de mi tiempo eran las avanzadas horas de las noches que consumía para llegar preparado a presentar el llamado examen final. Tuve problemas con algunos cursos, y en mi tiempo eso significaba que tenía que ir a “reparación de materia” como el último chance para poder pasar.
En la vida nos enfrentamos a otros “exámenes finales” que demandan nuestra atención y hasta preocupación dependiendo su naturaleza. La mayoría de ellos son temporales, y con frecuencia somos sometidos a fuertes presiones y preocupaciones, pero el ser humano se va a enfrentar al examen final de su vida, el último que determinará dónde pasará su eternidad.
Mateo 25:31-46
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron”. Y le contestarán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?” El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”.
Luego dirá a los que estén a su izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber; fui forastero, y no me dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve enfermo y en la cárcel, y no me atendieron”. Ellos también le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o como forastero, o necesitado de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?” Él les responderá: “Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí”.
Aquellos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
El pasaje que tenemos para hoy es uno de los más reveladores de la Biblia porque fue dicho por Jesús cuando estaba cerca de morir en la cruenta cruz. Nunca habló con tanta franqueza acerca del destino eterno de las ovejas y de los cabritos como lo hizo acá. No he escuchado muchos sermones de este pasaje. He predicado y escucho muchos acerca de la gran comisión de Jesús después de muerto, pero de este pasaje no se habla mucho en los púlpitos de hoy. Observe que Cristo va a la cruz, pero habla de su reino.
Será pronto condenado por gobernantes, pero habla de un trono donde se establecerá una vez para juzgar a las naciones. Este pasaje nos habla de la frase más dulce dicha por Jesús acerca de los galardones: “Por cuando lo hiciste a uno de mis hermanos más pequeños, a mí lo hiciste”. Jesús valora al hombre en los términos de la eternidad. Que, si bien es cierto que para algunos el hombre no vale nada, por el juicio de valor que hacemos, para el Señor cada hombre es sumo valor. Veamos el examen del juicio final a la luz de lo que será la venida de Cristo.
El que viene para dar el examen
El día de su regreso
Mateo 25:31 En su primera venida Jesús fue examinado por los hombres como un cordero para el sacrificio, pero ahora en su segunta venida vendrá para examinar a los hombres con sus acciones. Todo lo que hoy sabemos tuvo que ver con un “cuando”. Hubo un “cuando” al momento de la creación y con ello el origen del mundo. Hubo un “cuando” al momento que el pecado se introdujo en ese mundo. También hubo un “cuando” al momento que se profetizó acerca de la primera venida de Cristo.
Hay un “cuando” que involucra el día del Señor, algunas veces representado por la ira divina y la intervención de Dios en la historia para ponerle fin a todo lo que existe. Y entre esos “cuando”, ninguno será más importante que aquel “cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria…”. Nadie lo sabe. No lo podemos poner en nuestro calendario. Simplemente él vendrá. Cómo será su venida. Por un lado, será en gloria y acompañado de la más imponderable corte de los más poderosos ángeles. La profecía de Isaías nos habla que cuando él murió no había “parecer en él, ni hermosura…”, pero cuando vuelva otra vez será en su más excelsa e inigualable gloria.
La silla calificadora
Mateo 25:31b. Observe ahora este detalle de su venida. Él viene para juzgar y para reinar. Ciertamente al principio vino con la más grande expresión de humildad que se conozca. No nació en una cuna de oro, aunque era rey. Vivió siendo tan pobre que no tenía dinero para mostrar de quien era la cara, aunque era el dueño de todo. Cuando le buscaron dijo que el “Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza”. Murió como el peor de los malhechores y aun su tumba fue prestada. Pero ahora vendrá para sentarse en “su trono de gloria”.
De él dice la Biblia que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos (2 Tim. 4:1). El suyo será el trono del juicio porque el tiempo de la gracia habrá pasado. También se nos dice que es un “trono blanco” para destacar su santidad frente al pecado del hombre. Su venida será para dar sentencia, por lo tanto, él no será el abogado sino el juez en aquel día. Con ese “profesor” al frente no habrá justificación alguna. Nadie podrá copiarse de otro porque ese examen tiene que ver con mis propias acciones. Será el examen más individual que se conozca. Ver a Jesús en su trono de gloria será la alegría de muchos y el terror para otros.
Los que participan del examen
Reunidos y separados
Mateo 25:32, 33. Lo primero que nos presenta este pasaje es que nadie escapará a este examen final. Ha habido grandes reuniones de las “naciones unidas”. No todas han podido reunir en su totalidad a las naciones. De hecho, en tales reuniones no siempre se está de acuerdo con todos los temas que se traen, pero la reunión que las naciones harán alrededor de Jesús será la más completa y la más asistida. El texto dice que “serán reunidas delante de él todas las naciones”.
Esto habla primero del poder de la convocaría. Imagínese a los hombres que gobernaron tan injustamente o algún imperio que causó tanto daño y mató a tantos de sus ciudadanos. Imagínese a sus gobernantes arrogantes venir delante del que será Rey de reyes y Señor de señores. Pero el texto dice que habrá una separación y la figura es como lo hace el pastor con sus ovejas y sus cabritos. El acto de separar nos habla que en el juicio final cada hombre y mujer serán tratados individualmente por su carácter y por sus obras. Nadie quedará eximido como les pasaba a aquellos que mantenían una alta calificación durante todo el año. El tratamiento del juicio será totalmente personal.
Ovejas y cabritos
Mateo 25:33. Jesús fue el maestro de las ilustraciones, sus parábolas dan razón de la forma cómo enseñó. Comparar a los perdidos con los cabritos y a los salvados con las ovejas fue definir de una manera muy marcada a aquellos que participarán de su examen final. La práctica de la separación fue muy común del oficio pastoril al fin de cada día cuando ubicaban las ovejas en un lugar y los cabritos en otro (Eze. 34:17–22).
Lo primero que debemos notar es que son animales distintos en su carácter, o naturaleza. Mientras está de día el pastor los deja a todos mesclados, pero cuando llega la noche los separa. Por otro lado, esta comparación de los cabritos con las ovejas era un asunto de valor. Las ovejas producían leche, lana y carne. Un ejemplo de lo que aquí se afirma lo tenemos en la queja del hijo mayor de la parábola del hijo pródigo: … nunca me has dado un cabrito… (Luc. 15:29), mientras que al menor le había matado el becerro gordo. La separación en el juicio final no podía ser más intrigante. Todos andamos mesclados durante el día porque estamos en el mundo, pero llegará la “noche” cuando el Pastor nos llame y nos separe para el destino final.
Las preguntas del examen
La pregunta de la sorpresa
Mateo 25:34-40. El presente texto nos revela cuál es el contenido del examen. Lo primero que vemos acá es la gran sorpresa de los justos al oír de su salvador las palabras más dulces que se podrán escuchar el día cuando estemos en su presencia: “Por cuanto lo hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños a mí lo hicisteis”.
En esta pregunta que hacen los sorprendidos del Señor hay seis actos de necesidad donde estuvieron envueltos los justos y los injustos y donde el creyente se hace merecedor de este elogio del cielo. Las tres primeras necesidades: hambre, sed y techo son de carácter universal y para eso todos tenemos el sagrado deber de ayudar.
Diríamos que estos actos de amor los podemos hacer con más facilidad que las otras tres, pues estas últimas, que tienen un mayor grado de miseria, requieren de mayor compromiso y más sacrificios para hacerlas. Cuando Jesús dijo “lo hicisteis a mi” estaba reconociendo que él pasó por esas miserias humanas en su más honda identificación con el hombre en sus penas. Mis hermanos, si en la vida cristiana no hacemos esto tendríamos que revisar si soy verdaderamente un hijo de Dios. El Señor no te calificará por tu sola asistencia a la iglesia, sino por los actos de amor hacia sus “pequeños”.
La pregunta desalentadora
Mateo 25:41-45. Una de las sorpresas de este pasaje es la calificación que Jesús hará de lo que Pablo dijo cuando habló que fuimos “creados en Cristo Jesús para buenas obras”. El creyente habla mucho de Efesios 2:8 al referirse a su salvación por gracia, pero me temo que muy pocos conocen la importancia de Efesios 2:10.
Otra vez, al final de la jornada el Señor no tomara en cuenta tanto tu fidelidad como asistente a los cultos de tu iglesia si esto no te llevó a verdaderos actos de amor por los que sufren y tienen menos. Como este pasaje habla de los cabritos que están a la izquierda, la sentencia de condenación para ellos tendrá que ver con la ausencia de la misericordia, de la bondad y el amor demostrado hacia su prójimo lo cual es un reflejo de una gran omisión, no solo por los más necesitados, sino porque ellos no conocían al Rey a través de quien deberían servir.
Aquí hay una situación que amerita nuestra más profunda reflexión y detención. La salvación está íntimamente relacionada con la demostración de amor hacia los que los más sufren y padecen. La vida que solo se centra en si mismo desconoce al que lo hizo todo por nosotros.
Los resultados del examen
Los que aprobarán el examen
Mateo 25: 33, 34. Lo primero que nos dice el texto es que las ovejas serán puestas a la derecha. Ese lugar es de honor. Allí se sientan los nobles y príncipes. La gente que era invitada a sentarse a la derecha del rey era para ser distinguida con el más grande honor y privilegio. Además de esta distinción el Señor los llama “benditos de mi Padre”.
Cualquier bendición siempre será bienvenida, pero que ella venga de Dios es simplemente indescriptible. Y esa bendición tiene que ver con la herencia que nos espera. Las herencias terrenales son pasajeras y motivos de conflictos, la que aguarda a los redimidos es eterna y preparada mucho antes que naciéramos. ¿No es esto maravilloso? Escuche lo siguiente. Dios no nos creo para ser parte de algún reino terrenal donde impera la corrupción la maldad. Él te creo para ser parte de su reino eterno.
Observa que antes que nacieras ya Dios había pensado en ti y te había asignado un lugar cerca de él, allí a su derecha. Pero observa que nada de esto es posible si no vemos que Jesús habla de esas bendiciones en la proporción de nuestra entrega a las siete cosas que aquí menciona. La aprobación de este examen es directamente proporcional al contenido de estas siete demandas de Jesús.
Los que no pasaran el examen
Mateo 25:41. Las dos palabras más fuertes de esta historia son “venid” y “apartaos”. Mientras la una es la invitación más gloriosa para estar con el Padre eterno, la otra es la más triste al hablarse de una separación eterna. Cualquier separación es superable en la tierra, pero la separación eterna, la que habla del “castigo eterno”, rompe con todo lo impensable. He aquí el resultado de los que no pasaran el examen.
Matthew Henry ha escrito sobre esto lo siguiente: “El impío y el santo habitan aquí juntos en las mismas ciudades, iglesias, familias y no siempre son diferenciados unos de otros; tales son las debilidades de los santos, tales las hipocresías de los pecadores; y la muerte se los lleva a ambos: pero en ese día serán separados para siempre” (Comentario Mundo Hispano, Mateo 25).
La diferencia de este examen con los otros que hacemos en la tierra es que mientras en uno tenemos otros chances para hacer reparación, en el examen final dictado por Jesús no hay más oportunidad. La sentencia será total. La condenación será eterna. Esto es muy serio.
El examen final
El examen final para cada ser humano está determinado por sus por sus obras. Hablamos de las obras no para salvación, sino de las obras como resultado de la salvación según Efesios 2:8-10. El creyente debe asegurarse que su luz brille delante de los hombres “para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).
Este mensaje tiene que llevarnos a una profunda evaluación acerca de la vida que llevamos. Creo que el poema que escribió Sir Francis Drake, traducido al español con el nombre de: “Atrévete a ser Valiente”, debe tocarnos muy hondamente: “Pertúrbanos, señor, cuando estamos muy contentos con nosotros mismos, cuando nuestros sueños se han hecho realidad, porque hemos soñado demasiado poco.
Cuando llegamos a salvo porque navegamos demasiado cerca de la orilla. Pertúrbanos, señor, cuando con la abundancia de las cosas que poseemos, hemos perdido nuestra sed por las aguas de la vida; cuando habiéndonos enamorado del tiempo, hemos dejado de soñar con la eternidad. Y en nuestros esfuerzos por construir una nueva tierra, hemos permitido que nuestra visión del nuevo cielo se oscurezca. Pertúrbanos, Señor, para atrevernos más audazmente, a aventurarnos en mares más amplios. Donde las tormentas nos mostrarán tu dominio; donde perdiendo de vista la tierra, encontraremos las estrellas. Te pedimos que retrocedas los horizontes de nuestras esperanzas y nos muevas hacia el futuro. En fuerza, coraje, esperanza y amor”. Sí, Señor pertúrbanos para ser mejores y cuando estemos en tu presencia no tengamos temor de este examen final. Amen.