Del escritorio de Julio Ruíz

El evangelio de Abraham

El Evangelio de Abraham

Nuestra fe para la salvación proviene desde el momento que Abraham aceptó el llamado de Dios de salir de su lugar y obedecer a las promesas hechas.  Abraham fue de inspiración para Pablo quien enfatizó en la iglesia primitiva la salvación por la fe frente al grupo de los judaizantes que se empeñaban que los gentiles tenian que circuncidarse.   Pablo lo deja claro: «el justo por la fe vivirá».  Este es el evangelio de Abraham.

Gálatas 3:6-18

Pablo nos ha dicho desde el principio de esta carta que no hay otro evangelio, y en efecto, no puede haber otro evangelio sino el de la gracia. Sin embargo, cuando un hombre de Dios habla de su evangelio, como lo dijo más adelante el mismo Pablo, es porque se había casado con el único evangelio que ha sido anunciado, eso es, el evangelio de Cristo.

De esta manera en el pasaje de hoy nos encontramos que muchos años atrás, antes que llegara el evangelio de la gracia, hubo un hombre que habló de este evangelio. Vea lo que encontramos acá: “Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones” (Gálatas 3: 8).

La importancia de la fe de Abraham

Una de las cosas que nos llama la atención del presente texto es la forma cómo Pablo aborda el tema de Abraham como un hombre de fe. De todo esto se desprende que todos los que vendrían después seríamos hijos de Abraham, pero los que vivirían bajo la condición de ser creyentes como él. Pablo va más allá en este texto, pues al reconocer Abraham como un hombre de fe, lo llama “el creyente Abraham” (Gálatas 3: 6).

Qué importancia tuvo la fe de Abraham para todos nosotros ahora. Hasta dónde la escogencia de un hombre del lejano Ur de los caldeos tuvo que ver con el nacimiento de la fe en Dios. Por qué Dios se valió de Abraham para sacar de él muchas naciones, pero al final formar un solo pueblo. Uno de los asuntos que será de vital importancia en esto es ver cómo en “el creyente Abraham” Dios consolida la promesa de su Hijo en el cumplimiento de la profecía de Génesis 3:15 en lo que fue el primer evangelio. Veamos este tema bajo esa visión.

El evangelio de Abraham prometió los nuevos hijos

Los que al igual que él viven por fe

Gálatas 3: 7. El contexto de este pasaje forma parte de cómo Pablo ha venido reprendiendo a los hermanos de galacia respecto a su extravío de la fe, aceptando a los judaizantes que siguen hablando sobre la importancia de circuncidarse para la salvación. A este respecto, la alusión a Abraham y lo que hizo para ser el padre de la fe puso en claro todas las cosas. Por un lado, cuatrocientos años antes que la ley viniera, ya la justificación se había hecho por la fe según Génesis 15:6.

Cualquier otra acción para alcanzar la promesa de Dios queda descartada sino es por medio de la fe. En la declaración bíblica de Abraham como el padre de la fe aparece la figura de Dios como Padre de todos. Entonces, ¿quién puede ser un hijo de Abraham? La respuesta es cualquier persona: judío o gentil, rico o pobre, hombre o mujer, blanco o negro o marrón, ingenioso o lento, viejo o joven, de centro américa, Latinoamérica y norte américa. Los europeos como los asiáticos; los de oriente y los de occidente. Todos, absolutamente todos pueden ser hijos de Abraham y también herederos de sus mismas bendiciones a través de la fe.

Los que no vienen por orden físico

Gálatas 3: 7. Por lo general pensamos que Abraham tuvo un solo hijo, pero la verdad es que tuvo 8, uno con Sara, uno con Agar y los otros seis con una tal Cetura (Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa), después que enviudó. Sin embargo, el hombre que más hijos tuvo fue Abraham, porque de acuerdo con la promesa, él sería padre de multitudes. Cuando se llamó Abram tuvo dos hijos, pero cuando se llamó Abraham llegó a tener una paternidad universal. Y si bien es cierto que no tenemos con él una descendencia física es lo que al final nos hace que seamos sus hijos en una dimensión más grande, porque “en Abraham todos cabemos”.

Este texto forma parte del gran misterio de nuestra elección y salvación. Es cierto que Dios escogió a su siervo Abraham para que a través de él viniera el gran pueblo de Israel, de quien también vino nuestro salvador, pero también es cierto que ya los gentiles, eso es nosotros, estábamos incluidos para ser parte del pueblo de Dios. Esto es lo que nos dice Romanos 9:6, 7, cuando dice: : «No todos los que descienden de Israel pertenecen a Israel…”. Por la promesa anticipada somos hijos Abraham.

Los que estamos incluidos en la misma bendición

Gálatas 3:8. Israel se tomó muy en serio la exclusividad de ser el pueblo escogido por Dios. Esto no solo les hizo rechazar a Jesucristo como Mesías, sino que acentuó su nacionalismo y el odio que dispensaron por los llamados gentiles. En su fanatismo llegaron a decir que Dios había creado a los gentiles para ser combustible del mismo infierno.

Para ellos era un escándalo que Pablo diera una interpretación de lo que Dios le dijo a Abraham en el sentido que otros, además de su pueblo, podían tener la herencia de hijos y con ello la bendición que corresponde a un heredero de la misma promesa. Este planteamiento hace surgir una pregunta. ¿Hay alguna pista que nos ayude a pensar que los gentiles, eso es, nosotros ahora, seríamos bendecidos en Abraham al convertirnos en hijos de Abraham?

En Génesis 17:4,5 nos encontramos que Dios cambió el nombre de Abram por Abraham y eso quiere decir que ahora Abraham se convirtió en el padre de multitudes de naciones. Ahora tu gozas de las mismas bendiciones del cielo.

El evangelio de Abraham aseguró libertad para sus hijos

Ser librados de la maldición de la ley

Gálatas 3:10. La Biblia nos dice que la ley vino cuatrocientos años después de Abraham, por lo tanto, con el creyente Abraham se inició el camino del andar por fe y el vivir bajo la gracia. De esta manera, cuando uno se convierte en un hijo de Abraham queda libre de la maldición de la ley. Y el asunto no es porque los méritos de Abraham hagan posible la libertad de la maldición, sino por la promesa que Dios le dio. Pablo está trayendo un asunto que es la esencia del evangelio.

Como bien lo va a decir más adelante (v. 24), la ley fue el ayo que nos condujo a Cristo, pero nadie podía ser justificado por ella, porque una sola falla en cumplir sus demandas ya la persona quedaba bajo maldición. Y es aquí donde vemos la intervención de Cristo, pues en efecto, él ha sido la única persona que, siendo sin pecados, se hizo pecado por nosotros; se hizo maldición para que nosotros pudiéramos ahora estar libre de la condenación de la ley (v. 13). La ley decía: “El que hiciere estas cosas vivirá por ellas” (Lv. 18:5). Y ¿quién podía hacer estas cosas? ¡Nadie! El único que podía cumplir la ley se hizo maldición muriendo en un madero para nuestra liberación.

Ser librados de una justificación personal

Gálatas 3:11. Este el problema que Pablo está combatiendo en esta carta. Los llamados judaizantes mantenían una posición acérrima respecto a ser justificados por la obra de la ley y no por la fe en Cristo. Aun cuando algunos de ellos decían haber conocido a Cristo seguían con una posición intransigente y los hermanos de galacia estaban siendo arrastrados para volver a los viejos rudimentos de la ley. Y es aquí donde Pablo trae la verdad de este texto con la sustentación del mismo AT donde el profeta Habacuc (2:4), anticipadamente, nos dijo que “el justo por la fe vivirá”.

Para los que rechazan a Jesús les parece poca cosa el no hacer algo más que tener fe para ser salvo. Y si bien es cierto que pudiera verse que el camino al cielo es fácil, el ser justificado por la fe en lugar de las obras de la ley demanda un carácter y una vida al mejor estilo de lo que Abraham hizo, pues el creyó y le fue contado por justicia. La fe para ser salvo, y con ello ser justificado, no es un asunto barato, pues quien esto hace tiene que valorar lo que fue el sacrifico de Cristo. Es la muerte de Cristo el sustento de nuestra fe. Por fe andamos.

El evangelio de Abraham anticipa beneficios a sus hijos

Ahora tenemos la promesa del Espíritu

Gálatas 3:14. Otra vez queremos enfatizar que cuando Pablo pone a Abraham como nuestro padre no es para idolatrar su persona sino sus hechos. En la aplicación que ahora hace aparece nuestro muy amado Cristo. Todo tiene que ver con él. La fe de Abraham tuvo que ver con Cristo. No es casualidad que durante el ministerio Cristo, en las oportunidades que enfrentó a los fariseos, dejó constancia de ser antes que Abraham, aunque lo que tenía eran unos 33 años. De allí que Pablo se asegura de poner en el correcto orden las cosas al decir que es “en Cristo Jesús la bendición de Abraham…”.

Así que un beneficio de ser un hijo de Abraham es que toda su vida y testimonio fue puesta en Cristo en quien se cumple las promesas que se le dieron a él anticipadamente. Una de las ricas bendiciones que ahora tenemos los gentiles es precisamente el don del Espíritu que vino para asegurarnos absolutamente el perdón de nuestros pecados y la vida eterna a través de los sufrimientos del calvario, llegando a ser realidad a través de la presencia y garantía del Espíritu en nosotros. Ninguna promesa supera la dada a Abraham. Esa promesa es nuestra.

Ahora estamos bajo el pacto de Abraham

Gálatas 3:15. En la Biblia nos encontramos con muchos pactos. La mayoría de ellos eran pactos condicionales como este de Abraham. Cuando se dice que los pactos hechos entre los hombres no pueden ser quebrantados, era una referencia a los pactos romanos. Si alguna de las dos partes lo rompía traían severas consecuencias. Bueno este es el sentido de los pactos, nadie debe violarlos. En el caso del pacto hecho a Abraham ha sido confirmado por Cristo, el más grande de todos los garantes para cumplir una promesa divina. El asunto es que lo que Dios va a firmar, la ley o puede abrogar.

Esto significa que el pacto de Dios no cambia. No se le puede añadir nada. No puede sufrir alteraciones. Es un pacto basado en la promesa. Los pactos hechos entre los hombres con frecuencia son violados. Por supuesto que cuando este pacto se dio Cristo no había llegado para cumplirlo. Pero una vez que estuvo con nosotros y murió, selló este pacto con su sangre preciosa. De esta manera Cristo cumplió el pacto de Abraham y ahora todos vivimos bajo este pacto, el cual él dijo: Este es mi nuevo pacto en mi sangre (1 Cor. 11:25).

Ahora conocemos quién es la simiente

Gálatas 3:16. El punto principal de este versículo es que Cristo es la simiente o el descendiente de Abraham. ¿Por qué decimos esto? Por un lado porque si alguien fue judío es Jesús. Su parentesco es con Abraham. Por otro lado, Jesús vivió una vida de fe, la cual, según 3:7, les da el derecho a algunos judíos, no a todos, de ser hijos de Abraham. Además, la muerte y resurrección de Cristo, como Hijo de Dios, significó la expiación de los pecados y con esto el alcance de las bendiciones prometidas a los descendientes de Abraham.

Por último, cuando alguien pertenece a Cristo, sea judío o gentil, se convertierte en un verdadero hijo de Abraham y heredero de las promesas. Observe el cumplimiento de esta promesa según Gálatas 3:29: “Si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa”. En consecuencia, al convertirnos en hijos de Abraham y herederos de la promesa por pertenecer a Cristo únicamente, entonces comprendemos porque Pablo dice que Jesús es la simiente en singular. El asunto es que la promesa de la herencia hecha a Abraham y su descendencia se cumple solo en Cristo. 

Somos hijos de Dios pero también hijos de Abraham

Lo que siempre hemos sabido es que somos hijos de Dios a través del sacrificio de Cristo, pero no es muy común oír que también somos hijos de Abraham. En esto consiste lo que hoy hemos llamado “el evangelio de Abraham”.

Los judaizantes se empeñaban en una justificación por las obras de la ley, pero Pablo ha presentado en este pasaje al creyente Abraham para que recordemos que la única justificación válida es la que viene por la fe. Nos ha mostrado que la bendición dada a Abraham ha sido posible a través de Cristo. Que él se hizo maldición para que nosotros gozaramos de la bendición de Abraham que fue incorporar a los demás que no eran judíos como parte del pueblo de Dios.

El evangelio significa “buenas nuevas” y eso fue lo que le otorgó anticipadamente al “creyente Abraham” para que cuando llegara el cumplimiento del tiempo, la promesa que le fue dada, que él sería padre de multitudes, la cumplió Cristo, porque ahora “en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles” Gálatas 3:14.  En esto consiste el real evangelio y este precisamente es el evangelio de Abraham.

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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Aramis
Aramis
4 años de haberse escrito

Amen exelente explicacion muy util

Angel Perez
Angel Perez
4 años de haberse escrito

Julio Ruiz hace una exposición hermosa de este tema para entender los roles que juegan Abraham y Jesús dentro de la promesa hecha a Abraham y como en Cristo ahora somos herederos y participantes activos de los beneficios de la promesa. Excelente!

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