Del escritorio de Julio Ruíz

El bebé prometido: la navidad según Génesis 3:15

El bebé prometido: la navidad según Génesis 3:15

El bebé prometido es un estudio sobre la navidad escrita por el pastor Julio Ruiz basado en el texto de Génesis 3: 15

¿Quién iba a pensar que la celebración  de la Navidad después de dos mil años sería la época para el negocio  de la mercancía, considerado la más grande del año, comidas y  bebidas en desenfreno, la devoción a un viejo  gordo con vestido rojo, así como  la fantasía de renos voladores,  pequeños duendes, luces de todos los colores, arbolitos, pesebres u hombrecitos de nieves?

Y aunque si bien es cierto que  no estamos en contra de aquellas  sanas celebraciones para esta época,  creo que hemos perdido el significado de la Navidad desde hace un buen rato. El pasaje que tenemos para hoy pudiera ser muy extraño para usarlo como un mensaje para esta época, pero es aquí donde aparece por primera vez la “semilla” de la Navidad. 

El contexto  nos habla de un hombre hecho a la “imagen y semejanza de Dios”, siendo señor de la creación. Se nos presenta disfrutando de un compañerismo perfecto, con una mujer soñada, llamada Eva. En aquel lugar no había dolor, enfermedades y tampoco  muerte. Vivian con una temperatura ideal, pues se nos dice que estaban desnudos.

Allí eran libres. La única restricción que tenían era la del árbol a quien Dios llamó “de la ciencia del bien y del mal”,  y la advertencia de no comerlo por sus consecuencias fatales (Gn. 2:15-17). Y un día, en efecto, todo cambió. Eva fue seducida por la voz de Satanás a través de  la serpiente, arrastrando también a su esposo, y a partir de aquel  fatídico momento la inocente pareja cayó en culpabilidad y la vergüenza se apoderó por primera vez de ellos, pues se dieron cuenta que estaban desnudos, creando entre si un juego de culpas que incluyó a Dios mismo cuando Adán habló de la “mujer que me diste por compañera”. 

A partir de ese momento la tragedia había comenzado. El hombre inocente se convirtió en un pecador. Pero en medio de aquel ensañamiento del pecado aparece uno de los textos más glorioso y lleno de esperanza para toda la humanidad. El versículo 15 de este pasaje se ha denominado  el  “protoevangelio”, por cuanto vemos aquí la primera promesa de salvación a través de un redentor prometido.

Es, en efecto, la primera profecía concerniente a la venida del Cordero de Dios. Es la primera visión clara del plan eterno de Dios para redimir al hombre. El primer texto que demanda nuestra atención para hablar de la Navidad. Veamos  por qué decimos esto.

Lo primero que nos muestra el texto es la personalidad del bebé prometido

El bebé prometido sería de la “simiente suya

Génesis 315.  Esta es una afirmación muy extraña. Se nos dice que el bebé que viene sería de la “simiente de la mujer”. ¿Qué significa esto? Pues que según el diseño de Dios, la “semilla” es proporciona por los miembros masculinos de cada especie. Así que de acuerdo a esto la mujer va a producir una descendencia sin la ayuda del hombre. Esto quiere decir que este versículo se constituye en la primera profecía del nacimiento virginal del Señor Jesucristo.

Al momento, Adán y Eva no entendieron las palabras de Dios, ni tampoco Satanás, pero ya  esto formaba parte de Su plan redentor. El bebé que Dios enviaría no tendría nada que ver con alguna participación humana. La profecía de Isaías 7:14,  que refiere al nacimiento de  una virgen, y  luego la confirmación del ángel Gabriel a María (Lc. 1:26-35), reafirma lo dicho por el Señor en Génesis 3:15. ¿Por qué es importante esto? Porque el pecado y su naturaleza se trasmiten a través del hombre.

Cada bebé que nace bajo una relación sexual ya trae consigo el germen del pecado en su vida; ya posee una naturaleza pecaminosa (Ro. 3:10-23). Más no así con el bebé Jesús. Lo que haría diferente al nacimiento de Jesús con el resto del mundo es que él era, y es, Dios en la carne, Juan 1:1, 14.

El bebé prometido hecho hombre le “herirá en la cabeza”

Génesis 315.  El otro aspecto en la personalidad del bebé es que  venía a este mundo para entrar en una real  batalla contra las fuerzas del mal. “El calcañar”, o talón, pareciera ser la parte favorita de la serpiente, después que en su  maldición tuvo que arrastrarse por el suelo hasta morder a sus víctimas. Y si bien es cierto que esa herida (simbolizando toda la maldad que trajo Satanás a la humanidad) causaría la más  grande desgracia para el hombre que estuvo en el paraíso de Dios, la llegada del redentor, proviniendo de la simiente de la mujer, heriría a la serpiente en la cabeza, allí donde tiene su veneno.

Esto se refiere a una lesión fatal. De esta manera vemos que aquel bebé vendría a este mundo no para mostrar a los hombres una mejor manera de vivir. Él no iba a venir para mejorar su entorno. Él no venía para cambiar su posición social. Él venía a derrotar el mal. Esa fue su única misión (Heb. 2:14).

Así que como Satanás se encarnó en una seductora serpiente para engendrar el pecado, Dios se encarnó en un bebé para destruir al que tenía al imperio de la muerte. El redentor, pues, haría por los hombres lo que ellos nunca podrían hacer por sí mismos: darles su libertad para que volvieran otra vez a recuperar el paraíso que una vez perdieron.

Lo segundo que nos muestra el texto es el propósito del bebé prometido

Pondré enemistad entre tú y la mujer

Génesis 3:15.  La palabra «enemistad » puede traducirse también como «odiar a un enemigo». Y aun que si bien es cierto que hay un odio  natural por este feo animal, la enemistad  a la que se hace referencia aquí es mucho más profunda que el que tiene  un hombre por  una serpiente. Se refiere al odio que Satanás tiene para con el Señor y todo lo que él representa.

Así que cada creyente es objeto de su odio.  Es un odio que no busca más que el derrocamiento del Señor y su reino. Es un odio que exige la muerte de Dios y la instalación de Satanás como dios; por lo menos eso fue lo que él quiso según  Isaías. 14:12-16 y  Ezequiel  28:11-19. Pero el bebé que nacería en el pesebre sería el guerrero que impediría este deseo de Satanás. La enemistad de Jesús y Satanás que comenzó en el cielo, terminó en la cruz.  

Así que la lucha que perdió Adán en el Edén tuvo que ser retomada por Señor desde su nacimiento.  Pero esto no sería fácil porque  Satanás usó todo su poder para detener » la simiente de la mujer » que nacería de ella. Observe cómo Satanás pretendió destruir esa simiente desde la muerte de Abel hasta la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto.

Por supuesto que el intento mayor por querer matar a Jesús  se dio cuando Herodes, una encarnación de  Satanás,  trató de matarlo cuando era un bebé (Mt. 2:16-18); lo mismo hizo en las tentaciones, el jardín del Getsemaní, y su último intento fue en la cruz, pero en todos estas intenciones, Jesús le venció. Jesús, es pues, el “León de la tribu de Judá” quien  también vino como un poderoso guerrero.

El bebé prometido vendría como un ganador

Hay una diferencia entre “herir en el calcañar” y la herida en la cabeza que recibiría la serpiente. Lo primero sería una lesión temporal, mientras que en la cabeza, la herida sería fatal y eterna. La palabra «herida» tiene la idea de «aplastamiento». Así que mientras la serpiente podía golpear el talón de toda la humanidad, a la que había engañado, el redentor aplastaría la cabeza de la serpiente con una  herida mortal. La cruz se encargó de propinar esa herida.

El Señor Jesucristo sufrió la muerte por todos los que en Adán habían pecado, pero la muerte no pudo retenerlo.  En la mañana del tercer día resucitó de entre los muertos como el más grande vencedor en una  batalla jamás antes librada. Al morir y  resucitar, no solo hirió mortalmente en la cabeza a la “serpiente antigua”, sino que   le condenó a la más densa y  eterna oscuridad  en el lago de fuego, junto a sus demonios  (Apocalipsis 20:10).

¿Qué pasó finalmente en esta batalla? El “príncipe de la vida” entró en el campo de batalla con el “príncipe de la muerte”. Cuando la batalla había terminado, el “príncipe de la vida” emergió como el  único vencedor. Ahora, todos los que le hemos conocido disfrutamos de su victoria y  compartimos el botín de su conquista. Al levantarse de los muertos venció todos los poderes y potestades y ahora concede vida eterna a todos los que le  reciben por  fe (Juan  5:24; 11:25-26).

Lo tercero que nos presenta el texto es una fotografía del bebé prometido

Nota: Después  que Dios pronunciara el juicio a los culpables, hizo algo digno de su carácter. Dios mismo mata a un animal, seguramente una oveja,  y utiliza su piel para hacer vestidos para Adán y Eva. Esta  es una figura única de la muerte del  Cordero que vendría de parte de Dios.

Tenemos una fotografía de su sacrificio

Génesis 3:21. Entremos acá en la imaginación. Veamos el corazón aterrado de Adán y Eva al ser testigos de la muerte por primera vez. Nunca habían visto un derramamiento de sangre. Ahora pueden ver  como Dios, con sus propias manos, mata a un animal para  cubrir sus cuerpos desnudos. La pena tuvo que ser muy grande para ambos al ver  ahora el costo de su gran pecado.

Por primera vez supieron que la  paga del pecado es muerte (Génesis. 2:17; Romanos 6:23). Lo que vemos en este versículo es un retrato claro de lo haría después  del Cordero que Dios enviaría por nosotros.  De acuerdo a la palabra, él sería el cordero sin mancha para el perdón de pecado (1 Pedro 2:22).  Él vino a este mundo para tener el “calcañar herido” de modo que después pudiera aplastar la cabeza de la serpiente.

 Siga con su imaginación hacia el Calvario. Vea al  Cordero de Dios clavado en una cruz. Vea sus torturadores maltratando  y  escupiendo su rostro. Véalos como arrancan la barba de sus mejillas, pues hasta allá llegada la ignominia. Escuche el sonido del látigo  cruel golpeando una y otra vez  su espalda. Siéntalo en su  agonía mientras queda guindando entre cielo y tierra a través de los clavos que perforaron su santo cuerpo.

Mire finalmente  como la sangre brota de su cabeza, de sus manos y de pies heridos. Mire como Dios mata al cordero con sus manos y como  su sangre es derrama a través del madero de la cruz. Esa es la real fotografía del Edén.

Tenemos una fotografía  de suficiencia

Después que Adán y Eva pecaron  se dieron cuenta de su desnudez. Acto seguido intentaron cubrirse al hacer delantales de hojas de higuera. Sin embargo, sus esfuerzos no fueron suficientes, así que Dios tuvo que matar un animal inocente para cubrir  sus cuerpos desnudos.

Con esto Dios mostraría a ellos, y nosotros, que las obras de la carne no pueden expiar, o cubrir, el pecado. Que se requier de  la muerte de un inocente que ocupe  el lugar del pecador. De esta manera la Biblia confirmará que el pecado sólo puede ser  quitado  a través del derramamiento de la sangre inocente (Hebreos 9:22) .

He aquí una imagen clara de la incapacidad del hombre para hacerse aceptable a Dios a través de sus propios esfuerzos. Lo mejor de nuestras obras, de acuerdo a Isaías 64:6,  será siempre como un trapo de inmundicia. El hombre  ha tratado de cubrirse a sí mismo con un manto de  justicia y con los vestidos de alguna religión. Pero todo  esfuerzo que el hombre haga jamás tendrá éxito en cubrir sus  propios pecados ante  la terrible mirada del Dios Todopoderoso.

El bebé prometido en la profecía de Génesis 3:15, que se convertiría en  el Cordero de Dios, vino a este mundo y murió en la cruz. Su muerte le  proporcionó al hombre el vestido que cubrió su propia vergüenza que trajo el pecado en su vida. Cuando una persona viene a Jesús por la fe y  nace de nuevo, él los cubre con  su justicia, y los hace dignos de estar en la presencia de Dios. Ya no habrá que esconderse porque su pecado ha sido cancelado (Filp. 3:9; 2 Cor. 5:2, 3).  

El bebé prometido

A medida que entramos y nos movemos a través de este tiempo de Navidad, ¿tiene usted claro el significado de la época? ¿Sabía usted que al momento cuando Adán y Eva pecaron Dios les anunció la llegada de un salvador, aunque ellos no lo entendieron? En Génesis 3:15 se anunció la llegada del redentor del mundo. El pesebre de Belén no sería sino el cumplimiento de la “simiente de la mujer”.

Pero, ¿conoce usted  a Jesús como alguien más que el bebé prometido del pesebre? ¿Es él su Salvador personal? ¿O es sólo una historia que es cantada y contada en una época como esta? Adán y Eva pecaron y Dios proveyó para cubrir su vergüenza a través de un sacrificio con sangre.

Ahora Dios ha provisto un salvador, que es “Cristo el Señor”, como dijera el ángel de la Navidad. ¿Ha cubierto él sus pecados? ¿Es Cristo su salvador?

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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