Del escritorio de Julio Ruíz

Cuando el justo es mundano

Cuando el justo es mundano

Génesis 13:7-11; 19: 30-38

Comenzamos una nueva serie de de sermones “impopulares”; sí, porque estaré hablando del cristiano mundano.

Los mensajes que confrontan a la carne no son agradables al oído, y el pastor que los predica no cae bien. Pero la verdad es que nosotros los pastores no estamos en las iglesias solamente para acariciar las cabezas de nuestras ovejas, sino para ungirlas con el aceite fresco de la palabra de Dios, de manera que no se infecten con los “insectos” del ambiente, manifestado en todo lo que se expone la oveja en el campo, con el propósito de destruirlas; por lo menos ese era el significado del Salmo 23:5, cuando dice: “Unges mi cabeza con aceite”.

Hablar de un cristiano mundano puede resultar una contradicción de términos, porque, o es cristiano o es mundano. Esas dos naturalezas no encajan.  Siempre hablamos de los pecados de los no creyentes, pero no siempre se tocan los pecados de los santos. Sin embargo, los cristianos podemos caer en pecados parecidos a los cometidos por los impíos y pecadores. 

Para estudiar esto vamos a tomar el ejemplo de un creyente del Antiguo Testamento, pero no cualquier creyente, sino a uno conocido como el “justo Lot” (2 Pedro 2:7-8).  Lot le falló Dios, a su tío Abram, y finalmente le falló a su familia. ¿Qué pasó con el justo Lot? ¿Por qué este hombre pasó a ser un pésimo ejemplo como cristiano? ¿Por qué lo encontramos en la Biblia en un sitial de honor con su tío Abraham, y después   pasa desapercibido en el resto de su vida? Lot permitió pequeños pecados que no fueron controlados. 

El pecado tiene la tarea de opacar nuestro testimonio después de haber sido salvados por la gracia; siendo la gracia aquel amor de Dios que le mueve a dar algo valioso a quien no lo merece.  ¿Merecía esa gracia Lot? ¿La merecemos nosotros?  El asunto es que podemos llegar a ser una vergüenza para la gracia si no valoramos su precio. Les propongo considerar a la luz de 1 Juan 2:15-17 el peligro de amar al mundo y las consecuencias que esto trae para quienes así viven.  ¿Puede un hombre justo y santo convertirse en un mundano?

Cuando perdemos la comunión del amigo

El peligro de alejarse de la comunión

Génesis 13:4. Si algo supo Lot fue que su tío era un hombre de una profunda comunión con Dios. Abram levantó hasta cuatro altares de adoración a Dios. Algunos llaman al primero como el altar de la esperanza v. 4.

A otro lo llaman el altar de la limpieza y la separación (Génesis 12:8). El tercero es el altar del agradecimiento (Génesis 13:14). Y el cuarto altar es de la total entrega cuando ofreció a su hijo Isaac (Génesis 22:9). Sin embargo, no vemos a Lot edificando altar para Dios.

Por mucho tiempo Lot vivió bajo la cobertura de su tío Abram; y mientras hizo eso, Lot disfrutó de una comunión con Dios cercana. Pero el acto de separarse de Abram era un peligro por el abandono de la comunión con Dios. Lot debió saber que su tío fue llamado “amigo de Dios” por esa comunión cercana con él.

No tenemos que ahondar mucho en esto para decir que uno de los pecados más comunes de los santos es vivir fuera de la comunión del Señor. Cuando eso ocurre queda la puerta abierta para dar apertura a los placeres y los deseos del mundo. Y cuando nos damos esta licencia, perdemos la comunión con Dios.

La ambición de querer más rompe la comunión

Génesis 13:8. Es un hecho que si algo hacen los bienes materiales es alejarnos de las relaciones cercanas. Lot fue como el primer hijo de Abram. Él se vino con su tío de la tierra de Ur de los caldeos. Al morir su hermano, Abram se hizo cargo de Lot en su crecimiento y en su formación. Pero los conflictos llegaron, porque ambos eran ricos desde la salida de la tierra natal v. 5.  

Como era de esperarse, esta situación originó grandes pleitos entre los pastores de ambos amos. Sin embargo, Abram era un pacificador y preservó la unión y la amistad entre los dos pagando el precio de la separación. Es un hecho que las riquezas materiales tienen como propósito alejarnos de nuestra relación íntima con Dios. Y esto llega a ser peor porque la ambición no tiene límites.  

La ambición por querer más no se satisface, y al final ese pecado nos lleva a ocuparnos y a distraernos tanto que no tenemos tiempo para orar, leer su palabra, o testificales a otros. Estamos tan absorbidos por la rutina, los compromisos y las diversiones que nos volvemos insensibles a la comunión con Dios, teniendo como resultado el rompimiento de la comunión con él.

Cuando andamos sólo por vista

Desear todo lo que Sodoma ofrece

Génesis:10. En la Biblia, Sodoma representa al mundo y su mundanalidad. Representa todo lo que Dios odia. Sodoma era una ciudad totalmente depravada y corrompida, y terminó ejerciendo una gran atracción en Lot. Y es aquí donde debemos aprender a resistir la tentación del mundo.

Para algunos creyentes hay “mejores” atracciones en el mundo que en la iglesia. Lot no era un hombre de oración, sino un hombre de negocios, por eso puso su tienda cerca de Sodoma, porque era atractiva para sus inversiones, aunque por esto estaba perdiendo a su familia. Al parecer la decisión de Lot fue únicamente financiera. Sodoma era un fiel reflejo de 1 Juan 2:15-17. El sistema mundano coqueteó con Lot y lo codició al ver que el “árbol” de Sodoma “era bueno para comer, y que era agradable a los ojos…”.

El mundo interno lo sedujo. Y esas mismas fuerzas que sedujeron a Lot están trabajando para arrastrarnos también. Observe su vida cristiana y evalúe cuánto del mundo hay en usted. Chequee lo que más ve y lo que más lee. Cuánto hay de Cristo en mis redes sociales. Hasta dónde muero a la carne y sus deseos.

Convivir con los placeres de Sodoma

Génesis: 11. El diablo hizo un trabajo en Lot no solo en la atracción del mundo, sino también en la persuasión. Según el v. 12, Lot fue poniendo su tienda cerca de Sodoma, comprometiéndose un poco más a la vez. Desde allí podía ir y venir, visitar la ciudad, ver sus negocios, sus comercios, sus atracciones.

Finalmente, Lot sintió a Sodoma como a su casa, porque recogió su tienda y terminó siendo un ciudadano de Sodoma. Tengo la impresión de que Lot obtuvo la ciudadanía de Sodoma por ser inversionista; esa es una manera rápida de conseguir los papeles.

Como quiera que haya sido, Lot llegó a ser parte de la ciudad (Génesis 14:12). Fue poniendo poco a poco su tienda hasta llegar a ser un miembro más de aquella sociedad corrupta. Así comienza todo. Piense en las cosas que ahora son una adicción en su vida. Todo comenzó con una simple mirada, o con un juego inocente, o con una diversión no dañina. Al haber cedido a esto, ahora se siente atrapado sin saber cómo salir de esa condición.

Observe esto, Lot puso su tienda cerca de Sodoma, luego entró a la ciudad, y según Génesis 19:1 era un miembro honorable de la ciudad del pecado. Esto es lo que pasa con el cristiano mundano, llega a ser parte de ese mundo.

Cuando se activan los pecados antiguos

El pecado de la codicia

Génesis: 13:10. La conciencia de Lot se había cauterizado, el pecado ya no le asombraba. Lo que antes odiaba, ahora le divierte. La codicia lo había llevado a ser un ciudadano de la nación, y a lo mejor su esposa era una lideresa de esa alta sociedad. Seguramente sus hijas eran unas distinguidas estudiantes de las escuelas de Sodoma.

Hemos dicho que Lot fue dejando que pequeños pecados erosionaron su carácter hasta dar lugar a pecados más visibles. Ahora está cometiendo el primer pecado que se conoció en la humanidad, porque mientras hemos pensado que la codicia solo está en el corazón de un no creyente, ahora vemos al justo Lot teniéndolo en su corazón.

Observe el texto. Mire cómo él escogió aquella tierra. No era una tierra desértica o inhóspita; más bien era una tierra para riego, comparada con el huerto del Señor, como las buenas tierras de Egipto. Los ojos de la codicia de Lot se abrieron ante la posibilidad de la producción de aquellas tierras. ¿Puede un creyente tener un corazón lleno de codicia? ¿Puede un hombre que ama a Dios dejar que su corazón cobije este feo pecado? Pues esto es una realidad.

Hay creyentes que codician “la buena tierra de su vecino”, el carro de su vecino, la casa del vecino, los bienes de su vecino y hasta la mujer de su vecino. En una oración sincera y quebrantada debemos examinarnos y ver que tan codicioso es mi corazón.  Jeremías 17:9-10 nos da la razón para hacer ese examen.

El pecado de la autosuficiencia

Génesis: 13:11b. Este es otro grave pecado cometido por los santos, sobre todo cuando hacen una escogencia de acuerdo con la vista y no según la voluntad de Dios. El texto anterior nos deja una nota triste cuando dice “y se apartaron el uno del otro”.

Nos llama la atención que Lot no va a saber más de su tío, sino cuando se metió en tremendo lío cuando  cuatro reyes se pusieron de acuerdo y vinieron y atacaron las ciudades de Sodoma y Gomorra, destruyendo todo, tomando sus riquezas y sus provisiones, y terminaron por llevarse a Lot con sus provisiones (Génesis 14). Fue entonces cuando el tío Abram vino a su encuentro y lo liberó.

Nos da la impresión que desde que se habían separado Lot vivió en su propia autosuficiencia. Había dejado el consejo del amigo para enfrentar la vida solo, pues el hecho de vivir en tales lugares, y bajo esas circunstancias, hace ver que no buscó el consejo previo. Bueno, este es uno de esos pecados que cometen los santos.

Nos consideramos sabios en nuestra propia opinión. Nos consideramos muy fuertes y pensamos en  vivir por nosotros mismos sin la ayuda de nadie más. Ya veremos cuál será el final de esas decisiones. Este pecado también tendrá que ver con el orgullo y la arrogancia.   

Cuando vivimos las consecuencias del desvío

“Os ruego hermanos míos que no hagáis tal maldad”

Génesis: 19:7. Cuando complacemos los deseos del mundo, nuestra perspectiva de la vida cristiana comienza a cambiar. Lot comenzó a llamar a los “sodomitas”  mis hermanos. He aquí un ejemplo de cómo al vivir en el mundo de la carne, convertimos al mundo en nuestra familia. Lot se fue a Sodoma, y ahora Sodoma vive en él.  

Un asunto que pronto descubrimos en esta historia es que al principio Lot vio las bondades de las tierras, pero no vio la cercanía a uno de los peligros más grandes que arruinarían su vida, pues al dejar sus tiendas en esa llanura se consiguió una casa en la ciudad más pecadora de la que se tenga memoria. Cuán distinto fue su tío que fue poniendo su tienda en los lugares que le agradaban a Dios (Génesis 13:14-18).

Sodoma era sinónimo de todo tipo de inmundicia, de sensualidad, de toda la perversión sexual que un ser humano podía imaginarse. Poner la tienda cerca de ese lugar no solo era hacerle el trabajo más rápido a la tentación, sino que pronto estaría siendo parte de ella. Amados hermanos, hay en esto algo muy importante que debe decirse. No son pocos los creyentes que han puesto “sus tiendas cerca de Sodoma”.

Pensemos en esto. ¿Cuáles serían aquellas cosas en mi vida como un hijo de Dios donde estoy poniendo mi “carpa”? ¿Hay sitios que me gusta ver que no son aptos para los ojos de un creyente?  ¿Estaré sacrificando mi relación con el Señor para lograr mis objetivos al poner la tienda cerca de lo que me conviene?

La contaminación de Sodoma

Génesis: 19:12. La ciudad de Sodoma era tan depravada que Dios decidió destruirla, y por eso envió a dos ángeles para cumplir con ese propósito, pero los perversos de Sodoma querían tener relaciones sexuales con ellos.

Lot era un varón justo, pero había caído tan bajo que, frente a la insistencia de aquellas mentes pervertidas, salió a la puerta de su casa y les ofreció a sus hijas para abusar de ellas a cambio de no hacerles daño a los ángeles. Mientras eso sucedía, los ángeles metieron a Lot en la casa hiriendo a los malvados con ceguera. Y una vez adentro, seguramente Lot habló con sus yernos acerca del inminente castigo por venir (19:14), pero ellos se burlaron de él.

Al final de esta historia Sodoma fue destruida, la familia de Lot fue perdida, porque aparte de sus otros hijos, yernos, y hasta su propia esposa, perecieron. Nunca saldrá nada bueno de nuestra amistad con el mundo (Santiago 4:4). Los placeres del mundo se pagan muy caros. Si dejamos que el mundo nos atraiga tanto, pronto seremos parte de él, y quedaremos atrapados como el justo Lot. Evitemos poner nuestra “tienda” cerca de la perversa Sodoma, porque Dios la destruirá.

Cuando el justo es mundano

El apóstol Pedro reconoce que Lot era un hombre justo (2 Pedro 2:7-8), pero su historia nos revela las consecuencias de no solo poner las tiendas cerca de Sodoma, sino hasta llegar a ser uno de sus habitantes, es decir fue un mundano. Al final pasaron cosas insólitas después de la destrucción de la ciudad.  Como sus hijas ya tenían aquel “espíritu de contaminación de Sodoma” optaron por hacer lo inimaginable para la mente cristiana donde ve a un hombre justo envuelto en una degradación.  

De acuerdo con el capítulo 19:30-38, las hijas emborracharon a su padre acostándose ambas con él y llegando a tener dos hijos que luego fueron los moabitas y los amonitas. ¿Cómo pasó eso? No lo sabemos, pero es un hecho que cuando el pecado no se corrige temprano, enferma el alma, contristan al espíritu y ofende el cuerpo que es el templo del Espíritu.  

Lot fue un santo que le falló a Dios, y a la familia, mientras que Abram fue un santo que agradó a Dios y se constituyó en un modelo para el creyente de hoy. ¿A quién vamos a imitar: al mundano de Lot o Abram?


Estudios de la serie: Cristianos mundanos

1: Cuando el justo es mundano
2:Cuando la fuerza es una debilidad

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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