Comiendo con pecadores
Lucas 5:27-32
Jesús fue 100% humano. El presente pasaje lo pone en total evidencia. Contrario a las filosofías gnósticas y docetistas, que pensaban que Jesús había venido solo en espíritu, porque la materia era mala, él demostró poseer un cuerpo con todas las necesidades propias de todos los seres humanos. Y una de las mejores maneras de demostrar su humanidad fue cuando lo invitaban a comer. Por esa razón lo criticaron como “comelón y bebedor” (Mateo 11:19).
Literalmente los fariseos lo tildaron de “glotón y borracho”; pero, si bien Jesús iba a banquetes y fiestas, él no era un glotón ni un borracho. La Biblia no nos dice que Jesús tuviera problemas estomacales por comer mucho, ni se enfermaba o engordaba. Para Jesús, esas invitaciones eran ocasiones de relacionarse con la gente. La comparación vino porque Juan el Bautista era todo lo contrario. La dieta de Juan, por ser nazareo, consistía en miel silvestre y langostas (Mateo 3:4).
Por cierto, cuando uno lee que Juan comía “langostas” pronto piensa en exquisitez, solo para algunos afortunados. Pero aquellas langostas no eran del mar porque Juan vivía en el desierto. El término “langosta” más bien se refiere al algarrobo, un árbol que crecía en esa región y producía unas vainas de 5 a 15 semillas duras, con castañas incrustadas en una pulpa dulce, comestible con sabor similar al chocolate. Así pues, mientras Juan el Bautista no participaba de banquetes, Jesús disfrutaba de esas ocasiones con las que demostraba ser un hombre cercano a todos.
En el pasaje escogido para esta nueva serie, nos encontramos a Lucas hablando del llamamiento de Mateo y el banquete hecho en honor al Maestro, quien ahora es su discípulo. Sigamos a Jesús en la experiencia de asistir a las casas y comer con aquellos que le invitaban. Acerquémonos con él para disfrutar de esos tiempos en una casa, comiendo con “alegría y sencillez de corazón”.
Acercándose para estar junto con los pecadores
El hombre a quien Jesús ve
Lucas 5:27a. Jesús vio a mucha gente que le seguía, pero el texto nos dice: “vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos”. Aquel no era un hombre cualquiera, era un “publicano”. Este grupo de hombres eran puestos en la misma lista de menospreciados por los fariseos, porque cuando ellos criticaron a Jesús por aceptar ir a la casa de este hombre, dijeron que había entrado a comer con “publicanos y pecadores”.
Pero ¿por qué era tan menospreciado este hombre y calificado dentro del mismo grupo de pecadores? Porque era un cobrador de impuestos. Eran algo así como los agentes del IRS (impuestos americanos). El nombre que recibían aquellos recaudadores de impuestos era de “Gabbai”. Recaudaban el impuesto sobre la propiedad y el impuesto sobre la renta, entre otros más. Tenían un impuesto del censo que todo el mundo tenía que pagar, trabajara o no.
Era un impuesto solo por existir en el imperio romano. Pero, además, había un impuesto a la tierra que debería pagarse con el grano y el aceite. Por lo tanto, esos hombres eran extremadamente odiados por los judíos, porque muchos de ellos robaban con su profesión. Pues a ese hombre Jesús lo vio, se acercó y lo buscó.
El hombre a quien Jesús llama
Lucas 5:27b. ¿Cómo veía la gente a Leví, llamado también Mateo? Pues como era, un publicano y despreciado ladrón. El último pensamiento de los contribuyentes judíos era saber que un publicano formaría parte del grupo del Maestro a quienes tanto odiaban. Pero es a este hombre a quien Jesús le dijo: “Sígueme”. La visión de Jesús acerca de los hombres no es temporal, sino futura.
Nadie daba ni un centavo por el publicano Leví, y mientras muchos hombres lo menospreciaron y lo cuestionaron como miembro de un grupo que debiera ser el más selecto, no sucedió lo mismo con Jesús. Ciertamente Mateo no formó parte del grupo íntimo de Jesús como lo fueron Pedro, Juan y Jacobo; y tampoco lo vemos interviniendo como un Pedro, Felipe o Andrés.
Sin embargo, Mateo siguió a Jesús y escribió la historia de su Maestro, a quien tuvo cerca y con quien estuvo hasta el final. Los hombres sabían que Leví era un ladrón, odiado por ser parte del gobierno, pero Jesús lo vio como su discípulo, porque cuando lo vio en “el banco de los tributos públicos” lo llamó de allí él le siguió. En esto hay una buena noticia, no importa la opinión que tenga el mundo de ti, lo más importante es la opinión de Cristo por nosotros.
Participando de la compañía con los pecadores
Un gran banquete para el Maestro
Lucas 5:29a. Por cierto ¿se imagina la clase de banquete preparado por Mateo? Si alguien tenía posibilidades de eso era él. Hay cosas que nos fascinan de la singularidad de Jesús. Acá lo vemos mostrando su lado muy humano al descender a la casa de este menospreciado publicano y comer con él. Una vez allí, Jesús no rehusó estar rodeado de mucha gente, entre ellos, fariseos, los murmurados de oficio. Y Jesús va a aprovechar esas críticas para dejar las más grandes lecciones al referirse a los desposeídos y carentes de verdadero amor. Ahora Jesús está en plena acción y en un especial compañerismo con los pecadores.
La Biblia nos confirma que Jesús era amigo de “publicanos y pecadores” (Lucas 7:34). La intimidad de la casa, y teniendo como acompañamiento una buena comida, fue una extraordinaria ocasión para disfrutar de la grata compañía de Jesús en ese lugar. ¿A quién no le gustaría tener la compañía de Jesús comiendo en la casa? ¿Qué le daría si usted tuviera a Jesús como invitado para una cena? ¿Qué le serviría? Jesús lo que más desea es nuestra comunión, como escogió María cuando fue a comer en la casa de Lázaro, mientras Marta cocinaba. Jesús desea tener comunión con nosotros.
La presencia de muchos comensales.
Lucas 5:29b. Por “comensal” se conoce a personas que comen con otras en el mismo lugar, especialmente en la misma mesa. Observemos el detalle de Lucas al dar a conocer la cantidad de gente invitada: “y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos”. Con esta revelación vemos a Jesús comiendo con todos los hombres. Ningún rabino judío haría esto, especialmente si era un fariseo.
Y esto es lo que hace grande al amado Cristo. Esta escena, única en la vida del Señor, nos va a recordar su pasión y amor por los hombres cuando al usar la parábola de las cien ovejas habló de la perdida, y fue a buscarla hasta encontrarla, y luego la puso en su hombro hasta llevarla con las otras. Y ese relato metafórico nos muestra el incomparable amor de Cristo por los despreciados de este mundo, como el caso de estos publicanos con quienes él come ahora.
Con sorpresa Jesús mismo nos va a indicar quiénes serían los primeros en componer la lista de los que estarían yendo al cielo en primera clase, de acuerdo con Mateo 21:31. Spurgeon dijo esto del cielo: “Me sorprenderá ver a gente que nunca pensé ver, no ver a los que pensaba ver; pero, lo más importante, verme a mí mismo en ese lugar”.
Escuchando a los enemigos de los pecadores
Los asistentes murmuradores
Lucas 5:30. Los fariseos con toda seguridad no fueron invitados a ese banquete hecho por Mateo para el Maestro. Ellos estaban allí no para felicitar o animar a Mateo por su nueva vida. Habían ido para criticar las bondades de Jesús demostrada en la vida de un hombre pecador. La murmuración y la crítica parecieran estar siempre presente en la comunión de los santos.
Y algunas veces la murmuración es externa, como en este caso, pero también es interna. Más adelante, cuando la iglesia ya había crecido, se presentó una situación también con la comida, porque las viudas griegas se quejaron de estar desatendidas, porque estaban prefiriendo a las viudas hebreas antes que ellas (Hechos 6:1).
En el caso del banquete hecho para Jesús, los fariseos vinieron para acabar con la fiesta de Leví, pero él no permitió eso. No hubo cabida para la crítica. El pecado de la murmuración, cualquiera que sea su origen, hay que enfrentarlo. La murmuración tiene como aliado a los celos, y le acompaña en su acción el pecado de la hipocresía. A los “fariseos” murmuradores, hay que enfrentarlos con el coraje de Jesús.
“¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?”
Lucas 5:30b. Esta era una pregunta discriminatoria. Los hombres que la hicieron vivían preocupados por mantenerse separados de la sociedad pecaminosa. Ellos hacían sus negocios en la medida de lo posible solo con otros fariseos. Cuando viajaban, se quedaban con otros fariseos, viviendo dentro de una pequeña burbuja farisea.
De esta manera, si hablar con un pecador o tocarlo ya era bastante malo, imagínese sentarse y compartir una comida con ellos; eso sería como un sacrilegio. Una de las cosas muy visibles de los escribas y fariseos era su prejuicio frente a aquellos que no eran igual que ellos. Estos hombres no podían aceptar la idea de ver a un rabino como Jesús sentado en la mesa no solo con un publicando, sino con “una compañía” de ellos; y el texto también dice “y de otros que estaban en la mesa con ellos”.
Se deduce que estos “otros” eran los demás pecadores, calificados así por los fariseos. Una de las cosas vistas en el ministerio de Cristo es su determinación de asociarse con todos para alcanzarlos. Mis amados, cuánto necesitamos descender, dejar el prejuicio, y asociarnos a comer con los demás hombres como lo hizo Jesús.
Defendiendo a los amigos pecadores
Los sanos no necesitan de un médico
Lucas 5:31. Jesús nos dejó dos grandes verdades con esta revelación. Por un lado, él dio por sentado la existencia de un grupo de hombres necesitamos de médico. Él estaba comiendo con esos enfermos, pero si alguien estaba más enfermo eran los escribas y los fariseos.
Ellos se consideran “sanos”, pero sus prejuicios e hipocresía los hacían ser pacientes diagnosticados con las peores enfermedades. Por otro lado, con esta declaración Jesús le dio importancia al trabajo de la ciencia, expresado en el cuidado médico. Así que, desde el punto de vista físico, hay gente sana y hay gente enferma. Pero desde el punto de vista espiritual, todos estamos enfermos.
La condición descrita por el profeta Isaías, respecto a la naturaleza del hombre, no pudo ser más gráfica (Isaías 1:5-6). Los pecadores no podríamos tener un mejor médico como Cristo. El pecado no ha hecho diferencia, “por cuanto todos pecaron” (Romanos 3:23). La necesidad del Médico Divino, y su intervención en nuestras vidas, nos asegurará nuestra sanidad.
Este pasaje nos muestra ese lado tan especial de Cristo, sentándose a la mesa con pecadores como nosotros, después de haber sido redimidos por su gracia. Necesitamos siempre de Su medicina.
El llamado es para los pecadores, no para los justos
Lucas 5:32. El principio de este texto es que, así como las personas sanas no necesitan de médicos, las personas justas no necesitan arrepentimiento. Pero de acuerdo con la Biblia, “no hay justo ni aun uno”. Y esto debe decirse porque hay muchas personas que piensan estar bien, pero están peor que los demás. Y de manera similar hay muchos pecadores que piensan que son buenas personas, y por no ser tan malos, aunque pecan de vez en cuando, se consideran justos. Pero el asunto es que Jesús no vino para este tipo de personas.
En este pasaje, los “justos” son los religiosos. ¿Se ha dado cuenta que los “sanos y los justos” son los fariseos? Ellos representan a todos aquellos convencidos que no necesitan de un salvador porque el cielo les pertenece por herencia. Por esta razón Jesús comenzó su ministerio llamando a los hombres al arrepentimiento, luego lo vemos “evangelizando” más a las personas religiosas en lugar de los no religiosos.
Esto es así porque es más difícil convencer a una persona que se considera buena y sin pecado, siendo justos en su propia opinión, en lugar de ser un pecador confeso de su condición, como aquel publicano, quien se daba golpe de pecho en la distancia.
Comiendo con pecadores
Algunos piensan que Mateo seguía a Jesús como un cobrador de impuestos antes de su conversión y le cobraba a la gente aprovechando esas grandes reuniones, haciéndose más odiado entre ellos. ¿Se imagina usted a un agente del IRS infiltrado en la iglesia, parándose en la puerta y pidiendo el social para ver si hemos pagado los taxes?
La última carta que usted quiere recibir es una del IRS diciéndole que debe algunos impuestos. Bueno, el odiado Leví se convirtió a Jesús y preparó un banquete en su casa a algunos de sus antiguos colegas de negocios y otros asociados para que pudieran conocer a su nuevo Maestro. Imagínese por un momento a este hombre teniendo como invitado de honor al mismo Cristo. Los fariseos no aprobaban comer con pecadores, por lo que el comportamiento de Jesús los desconcertaba. Pero esto es lo que hace único a nuestro amado Cristo.
En este texto tenemos una de sus más grandes declaraciones: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” v. 32. Ese es su propósito, y es lo que quiere hacer en cada vida. La mejor cena con Jesús es disfrutar de su comunión. La iglesia de Laodicea había puesto a Jesús fuera, y ahora él desea entrar para cenar con ellos (Apocalipsis 3:20). Asegurémonos siempre de invitar a Jesús en cada una de nuestras cenas. Amén.
Estudios de la serie: Cenando con Jesús1: Comiendo con pecadores2: Un mal anfitrión 3: La lista de los invitados 4: La mejor comida |
Poderosa enseñanza, Dios l bendiga hno Julio Ruiz Él le continue dando ese entendimiento en las sagradas Escrituras