El fuego encendido de Jesús (Lucas 12:49-53)

Descubre el fuego encendido de Jesús en el pasaje de Lucas 12:49-53, donde el Maestro revela una verdad sorprendente sobre su misión. Más allá de ser el “Príncipe de paz”, Cristo declara haber venido a traer fuego a la tierra, un fuego encendido que purifica, transforma y divide. Este mensaje desafía nuestra comprensión de la fe, mostrando que seguirle implica pasar por el ardor de la verdad que confronta el pecado y pone a prueba nuestras lealtades más profundas.
El verdadero fuego encendido
“¡La Biblia está llena de contradicciones!” Alguna vez he escuchado esta acusación, sobre todo en pasajes como el presente. La paz será siempre lo opuesto a la guerra, al conflicto o a las divisiones. Esto significa que preferimos estar en paz con nuestro vecino en lugar de pelear por una disputa por la cerca. Preferimos estar en paz con un compañero de trabajo antes que lidiar con su carácter. Preferimos estar en paz con nuestro compañero de clase antes que dejar que nos intimide. Es interesante que, en el mundo,
Jesús haya sido conocido como el gran Pacificador. Él ha sido un modelo de humildad incluso frente al odio y la violencia. ¿Acaso no fue la paz el coro que los ángeles entonaron cuando Jesús nació (Lucas 2:14)? Pero aún más, ¿no fue la paz uno de los atributos que lo hacían igual a Dios, de acuerdo con la profecía de Isaías al llamarlo “Príncipe de paz” (9:6)? Sin embargo, en el presente pasaje, Jesús parece echar agua fría sobre nuestras alegrías y aspiraciones de paz, porque categóricamente dice que no vino a “traer paz a la tierra”, sino que vino a traer “fuego a la tierra”. En otra parte ha dicho que ha venido para traer espada, según Mateo 10:34.
De esta manera, será muy interesante saber cómo el “Príncipe de paz” también vino a echar fuego entre nosotros, causando división. He aquí una metáfora del fuego que tiene el propósito de hacernos pensar sobre la naturaleza del reino de Cristo y el coste de seguirle. Veamos, pues, cómo el fuego de Jesús puede ser una fuente de purificación de los pecados, pero también cómo puede provocar división y conflicto entre sus seguidores. ¿De qué se trata el fuego de Jesús?
Jesús vino a encender un fuego en la tierra
La naturaleza de ese fuego encendido v. 49.
He aquí una paradoja en el carácter de Jesús. Para entenderla, debemos profundizar en el contexto y en el significado de sus palabras. Jesús no está negando el valor supremo de la paz, sino que nos advierte que el Evangelio, al confrontar el pecado y la injusticia, inevitablemente provocará conflictos. El fuego que Jesús vino a encender es el fuego de la verdad y la transformación radical. Cuando el mensaje de Cristo entra en un corazón no arrepentido, desafía las costumbres, los prejuicios y los pecados arraigados. La misión del evangelio, cuando llega al corazón del hombre, es similar a la misión encomendada al profeta Jeremías, a quien desde su mismo llamado Dios le dio instrucciones acerca de cuál sería el mensaje que debía proclamar, según Jeremías 1:10.
Para ilustrar lo que Cristo nos está diciendo, el fuego que Él vino a echar sobre la tierra es comparable a un voraz incendio que arrasa con todo, y luego todo queda en calma, ponderando lo destruido, pero al final, de esas ruinas volverá a surgir el verdor y después llegarán los frutos. Nos equivocamos al ver a Jesús solo como un manso cordero y no como “fuego consumidor”. Él es ambas cosas.
El deseo de ver ese fuego encendido v. 49b.
Otra manera de traducir la pregunta de Jesús es ponerla en exclamación, como lo hacen otras versiones. Así, la traducción sería: “¡Y cómo deseo que ya haya sido encendido!” o “¡Cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!”. Nadie deseó esto más que el propio Jesús. No sé si usted lo sabía, pero esta declaración puede ser el discurso más dramático de Jesús. Él ya había hablado sin rodeos, diciendo la verdad, pero nunca se le había escuchado con tal energía y firmeza, hasta el punto de infundir pánico en quienes realmente no lo conocen, como en este texto.
¿Por qué habló de esta manera? Porque el evangelio en sí mismo es un “fuego encendido”. El evangelio vino para quemar el orden de maldad imperante en su tiempo. De hecho, el evangelio debe ser algo ardiente y ferviente; es un tema de entusiasmo, de intensa devoción, un asunto que sacude y conmueve las almas. ¿Recuerdan a los caminantes de Emaús en Mateo 24? Hoy día asistimos a un evangelio ceremonial, complaciente, rutinario y, algunas veces, sin vida. ¿Siente usted el fuego del evangelio? Cuando Jesús habló así, sabía que pronto todo se iba a encender con el fuego que estaba arrojando.
El bautismo de Jesús es un fuego encendido (v. 50).
La metáfora del “bautismo” en el versículo 50 se refiere a cómo la venida de Cristo le afecta personalmente. Jesús ya se había bautizado, entonces, ¿a qué se refiere este otro “bautismo”? Este es el bautismo de “la copa” mencionado en Lucas 22, cuando ora en Getsemaní: “Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Jesús alude al sufrimiento que va a enfrentar, determinado por la ira de Dios derramada sobre él como sustituto sacrificial para quitar nuestro pecado. Este es el mismo sentido en el versículo 50: el bautismo con el que Jesús debe ser bautizado.
Así es como la misión de Cristo le afecta, y esto forma parte del “fuego encendido” en Él mismo. Habla de su venida como ese bautismo al que debe someterse, la inmersión de Sí mismo en el sufrimiento y la muerte. ¿Oyes lo que dice Jesús? Afirma: “Mira, he venido a morir en la cruz. ¡Qué angustiado estoy hasta que esto suceda! Anhelo que mi misión se cumpla”. Sus palabras no podían ser más reveladoras, cuando dijo: “Mi alma está angustiada hasta la muerte”. La muerte de Cristo no fue un horrible accidente cósmico ni algo fuera del plan de Dios. Jesús sabía que esa era su misión cuando vino. Este era su propio fuego.
Jesús vino a encender un fuego en la familia
«¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra?» v. 51.
Ya hemos leído cómo la venida de Cristo lo afecta a él mismo —sufrirá y morirá para quitar nuestro pecado— y ahora leemos cómo su misión afecta a la familia. Estos versículos deben leerse en contexto. Queramos o no, Cristo vino con la misión de dividir. El contexto de lo que Jesús menciona aquí proviene de Miqueas 7:6. El profeta Miqueas habla de la división que se produce entre la generación más joven y la mayor.
Pero Lucas aplica las palabras de Miqueas a la división que se da entre creyentes e incrédulos, independientemente de la edad. Es una división que se produce entre quienes siguen a Cristo y quienes no lo siguen. Y esta división se observa desde el momento mismo de creer. Revise usted mismo su conversión al Señor y se dará cuenta cómo, a lo mejor, su fe en el Señor ha creado una división, incluso en un ambiente “religioso”. ¿Sabía usted que la división, y hasta el rechazo a muerte, se da si alguien cambia de religión? Estas divisiones no han sido raras porque, al principio, ni los mismos hermanos de Jesús creían en Él.
«Sería una división permanente» v. 52-53.
Esta es la idea de la frase “porque de aquí en adelante”. Jesús parece estar diciendo que ese fuego echado en la familia siempre estará presente. Jesús habla de esa división y la enumera: cinco miembros en una familia, y luego en el versículo 53 se clasifican: padre, hijo, madre, hija, suegra y nuera. Dirás: «Un momento. Son seis». Tienes razón. Son seis. Pero recuerda, la suegra también es la madre del hijo que tiene esposa; no es que sea un gran problema, pero la Biblia es muy precisa.
El punto es que habrá división en la familia, y a veces esa división puede ser tan grave que incluso puede llevar a la muerte. Escucha las palabras de nuestro Señor. Son palabras algo aterradoras si las piensas. En Mateo 10:21, Jesús dice: «El hermano entregará a la muerte al hermano, el padre al hijo; los hijos se levantarán contra los padres y los harán morir. Serán odiados por todos por causa de mi nombre. Si los persiguen en esta ciudad, huyan a la otra». Algo bastante serio. Sucede en el mundo; siempre ha sucedido. Si te has librado de eso, es una bendición, pero Jesús dijo: “Vine a traer una espada, y esa espada no solo corta la eternidad, sino que penetra el tiempo”.
John MacArthur, hablando de este texto, dijo:
Amados, Jesús es el gran divisor. La cruz es el gran evento divisorio, y en ese momento, estamos divididos. Estamos divididos por la eternidad y en el tiempo, y Él llama a los pecadores a elegir la bendición y la recompensa en el cielo en lugar de la maldición y el castigo en el infierno. Él los llama a romper, sin importar la brecha que haya en esta vida, y si les sirve de consuelo, y de hecho debería serlo, les tengo buenas noticias. Pedro le dijo a Jesús, y estoy seguro de que, hablando por todos los apóstoles, en Mateo 19:27 : «He aquí, lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos queda? Lo hemos dejado todo. ¿Y ahora dónde estamos?». Jesús dijo: «Les digo esto: todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mi nombre, recibirá mucho más y heredará la vida eterna». Esas son buenas noticias. Vale la pena renunciar a todo porque se obtiene la vida eterna. Ah, y no solo eso, incluso aquí nos tienes a nosotros. Tienes el cuerpo de Cristo. Tienes muchos hermanos, muchas hermanas, muchos padres, muchas madres, muchos hijos, y tienes muchos recursos que provee la familia de Dios.
Aplicación
Aplicación: Lo planteado por Jesús nos recuerda que nuestra fe puede ser una fuente de conflicto si nuestras creencias y valores difieren de los de nuestros seres queridos. Y esto es así porque nuestra relación con Él debe estar en primer lugar. ¿Te has dado cuenta de cómo, a veces, aquellos seres tan cercanos a tu corazón son los primeros en ser piedra de tropiezo para seguir al Señor?
Conclusión
He aquí la otra visión de la venida de Cristo. El mismo que afirmó: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10b), ahora nos revela el otro propósito de su venida: “Fuego vine a echar en la tierra”. ¿Por qué estas palabras de Aquel que vino a encarnar la era de la paz en un mundo en guerra? Porque el “fuego encendido” que Cristo vino a traer no solo purifica y da vida, sino que también exige de nosotros una respuesta clara y valiente, incluso si esto supone enfrentarnos a divisiones y sacrificios personales.
Seguir a Jesús implica aceptar el conflicto que surge cuando la verdad y la luz de su evangelio confrontan la oscuridad y el pecado, tanto en el mundo como en nuestros entornos más cercanos. Sin embargo, este fuego nos recuerda que, a pesar de las dificultades temporales, la recompensa de una vida plena con Cristo y la esperanza de la eternidad superan con creces cualquier pérdida terrenal. Por tanto, permitamos que el fuego del evangelio arda en nuestros corazones, impulsándonos a vivir con pasión, entrega y fidelidad al llamado del Señor.
Estas enseñanzas las espero con ansias todas son maravillosas y m edifican muchísimo. Solo que tardan mucho en subirlas ….muchas gracias Dios le bendiga hno Julio Ruiz