Murió el evangelista Oral Roberts a los 91 años
El evangelista fue un pionero en dos frentes: ayudó a introducir el cristianismo carismático a las principales corrientes evangélicas en Estados Unidos, y llevó a la televisión sus característicos sermones de avivamiento, una nueva frontera para la religión en el país.
Roberts superó la tuberculosis a los 17 años, y consideraba que ese triunfo lo llevó a convertirse en uno de los ministros más famosos en Estados Unidos.
Renunció a ser un pastor local en la población de Enid en 1947 para ingresar en un ministerio evangélico en Tulsa y orar por la sanación completa de las personas: su cuerpo, mente y espíritu. Esa filosofía hizo que muchos lo llamaran un «sanador de fe», una etiqueta que él rechazó declarando: «Dios sana. Yo no».
Para las décadas de 1960 y 1970, ya era escuchado y visto por millones en todo el mundo gracias a la radio, la televisión y diversas publicaciones y presentaciones personales. Se mantuvo en la televisión hasta el siglo actual, como copresentador del programa «Miracles Now» (Milagros Ahora), con su hijo Richard. Publicó decenas de libros y dirigió centenares de cruzadas religiosas. Una fotografía famosa lo mostraba trabajando en un escritorio con un letrero en el que se leía: «No hagas ningún plan pequeño aquí».
Roberts decía que sus habilidades como orador eran resultado de su fe, y afirmaba: «He sido ungido con la palabra de Dios y el espíritu del Señor entra en mí como un resorte enrollado. Cuando estoy listo para seguir, mi mente está afilada como una navaja. Sé exactamente lo que voy a decir y me siento como un león».
Su ministerio pasó por problemas en la década de 1980. Hubo controversia por su centro médico Ciudad de la Fe, una inversión de 250 millones de dólares que al final no prosperó. Una escuela de derecho que también fundó fue cerrada.
Semijubilado en años recientes y viviendo en California, regresó a Tulsa, Oklahoma, en octubre del 2007 en medio de un escándalo en la Universidad Oral Roberts. Su hijo, Richard Roberts, que lo reemplazó como presidente de esa institución, encaró alegatos de que gastaba el dinero universitario en las tiendas y dándose otros lujos en momentos en que la universidad sufría una deuda de más de 50 millones de dólares.