Del escritorio de Julio Ruíz

La belleza de un carácter doblegado

La belleza de un carácter doblegado
Estudio elaborado por el pastor Julio Ruiz sobre la importancia de trabajar en nuestro carácter  
Imagen cortesía de DepositPhotos

Este estudio Bíblico titulado «El carácter doblegado» está basado en Hechos 21:40 y Hechos 22:1-16

Joe Stowell, quien ha sido presidente del Instituto Bíblico Moody, narra una experiencia que vivió en África. En una de las partes de ese continente,  los misioneros le contaban acerca de las normas de belleza que existían entre los pobladores. Resulta que uno de de ellos había sido criticado por la apariencia de su esposa.

El problema era que su esposa era  muy esbelta, y esto no era aceptable en aquella cultura. Se consideraba que el esposo no estaba cuidando bien de ella, porque era muy flaca. Entre aquellas personas, la mujer con sobrepeso era considerada muy bella. Conforme más pesaba la mujer, más pulcra era. Incluso había un proverbio en aquella parte del mundo que decía: Si tu esposa se sube al camello, y el camello no se puede parar, tienes una esposa realmente bella.

Según este ejemplo, y en culturas como las nuestras que se gastan altas sumas de dinero para verse distintos,  la belleza llega a ser  relativa. La verdad es que lo que te hace realmente bello es tu carácter.En la historia que tenemos para hoy nos topamos nuevamente con el hombre que deja toda una huella en el Nuevo Testamento. Hablamos  de  Pablo, el singular apóstol que fue marcado por un carácter indoblegable,  hasta llegar a encarnar las virtudes del Señor en su vida como ningún otro en la historia.

El hombre que habla  ahora no es nada comparable con aquel  que venía respirando aires de muerte contra los cristianos, pero que al ser abordado en el camino a Damasco, ahora con mansedumbre ha tenido que decir:“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Ga. 2:20). Bien pudiéramos  pensar que cuando Pablo dijo:“Sed imitadores de mí, como también yo lo soyde Cristo ”,él debió tener presente lo que había dicho el Señor:“Aprended de mí, que soy manso y humilde corazón…”

Esta imitación es la esencia de un verdadero carácter cristiano. Pablo vivió lo que Jesús dijo. ¿Es posible tener un carácter transformado? ¿Es posible cambiar de carácter si soy un creyente? Veamos cómo hacerlo.

El carácter en su estado natural puede revelar un rostro perverso 

Un carácter  formado en la tradición

Hechos 22:3. El carácter de Pablo respondía a la manera estricta con la que fue formado. Esto es lo que va decir en presencia de sus acusadores. Así que, en medio de una audiencia que ahora le escucha con más atención porque  estaba hablando en su idioma hebreo, les expone quién fue él antes de conocer a Cristo. Pablo deja ver con claridad que su carácter fue recocido por ser un estricto fariseo, educado a los pies del rabino Gamaliel, el más grande maestro de su tiempo.

Las palabras “estricto” y  “celoso” ponen en contexto como fue este hombre antes de encontrarse con el Señor. Su forma de ser y de reaccionar es el resultado de una formación que lo marcó para responder como lo hacía. Si bien es cierto que fue formado con mucha “teología”,  tenía muy poca  sensibilidad para aquellos  que pensaban distinto a él. Hay algo en esto que nos toca muy de cerca. El carácter en su estado natural siempre reaccionará de la misma forma.

En algunos casos, y  usando el “celo de Dios”, no se miden las palabras para ofender a otros. Al actuar de esta manera podemos revelar un lado perverso y maligno. Hay mucho  “fariseísmo” (como en el caso de Pablo) en un carácter que no tiene el control del Espíritu. Que atropella pretendiendo  “agradar” a Dios. 

Perseguía yo este Camino hasta la muerte…

Hechos 22:4.  No sabemos si hubo otro como Pablo, pero el testimonio  de la persecución de los indefensos seguidores del “Camino”, nos indica que Pablo al principio fue un instrumento del mismo Satanás para detener el avance de la Gran Comisión.  En su actuación él revela una gran sinceridad en relación a la causa religiosa que defendía. Pero quedó claro que no había nada de amor ni de verdad en lo que hacía.  

Él estaba convencido de su obediencia y el  servicio que prestaba a Dios  al actuar de esta manera contra los enemigos del judaísmo.  Su actuación es clara demostración de alguien que en el “nombre”  de Dios se lleva por delante a los más humildes y sencillos. Y es que la historia está llena de gente y grupos religiosos (incluso los así llamados cristianos) cuya sinceridad y celo los llevó a cometer graves pecados contra el prójimo.

Nada es peor que al usar el nombre de Dios, o pretendiendo hacer las cosas para Dios, maltratemos con nuestro carácter a aquellos por quien nuestro Señor dio su vida. Él nos da una gran advertencia si los ofendemos (Mr. 9:42).

El carácter necesita ser derrumbado para que se le indique que debe hacer ahora

Y caí al suelo, y oí una voz…  ¿por qué me persigues?

Hechos 22:7. Pablo narró varias veces su testimonio, no solo como una defensa ante sus acusadores, sino para probar delante de todos por qué ahora es un hombre nuevo. Y es obvio que el recuerdo más perdurable de aquella experiencia del “medio día de su vida”, cuando fue  rodeado de mucha luz del cielo (v. 2), fue su caída. ¿Por qué afirmamos esto? El carácter de Pablo nos indicaba que no era un hombre de caídas fáciles.

Era fuerte, impetuoso, arrogante, soberbio, orgulloso y hasta despiadado. Muchos creyentes se acordarían cómo fueron arrastrados por el pelo y por el piso ante la furia que  él desataba. Pero vea que en el caso de Pablo se cumplió a cabalidad lo que sentencia Proverbios 16:18:“Antes del quebrantamiento es la soberbia,y antes de la caída la altivez de espíritu. En el camino a Damasco lo último que Pablo espera era tener una caída, derribando con ello su carácter. Desde ese momento vino la transformación. Todo creyente pasa por esta misma caída.

El propósito del encuentro con la luz de arriba, además de sacar las tinieblas que hay en nosotros, es quebrantar toda la altivez y arrogancia que se esconde en un carácter que vive sin Cristo. 

“Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues” v. 8. Cada vez que alguien pretenda ensañarse contra unos de esos “pequeñitos que creen mí”,  se encontrará de frente con el mismo Jesús de Nazaret. ¡Cuán importante es la vida de cada creyente para el Señor! Así que la escena de la caída de Pablo es simplemente elocuente.

Las amenazas de muerte que proyectaba un carácter indoblegable han cambiado. El hombre que parecía un león devorando y trayendo  terror entre los hermanos,  ahora se ha convertido en un inofensivo gatito quien temblorosamente tiene que preguntar: “¿Quién eres Señor?”. De esta manera vemos que el carácter del viejo Pablo está en el suelo, esperando ser auxiliado porque no podrá pararse solo. ¿Qué nos enseña todo esto? Que una vez que el hombre es derribado por la luz de Cristo, ya su vida no puede ser la misma. ¿Qué perdió Pablo al ser derribado?

Perdió la fama entre los judíos por cuando era “hebreo de hebreos” (Fil. 3:5 ).Perdió el reconocimiento, pues aventajaba sus contemporáneos (Gál. 1:14). Perdió también su reputación, su celo, su poder, porvenir y hasta posición económica.  Sin embargo, más adelante dirá que todo eso lo tenía por basura con tal de ganar a Cristo (Fil. 3:8). Y usted, ¿qué fue lo que perdió cuando fue derribado?

El carácter cuando es quebrantado pierde su autosuficiencia

Levántate… y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas

Hechos 22:10. Cuando Pablo se encontró con Jesús, él sabía que estaba tratando con alguien infinitamente más grande, más puro, más santo y más poderoso que él. Y es que el encuentro con Jesús tiene una manera de ayudarnos a ver lo pequeños que somos y lo grande que es  él. Sin embargo, la grandeza de Jesús es visto no tan sólo en el poder para cambiar las cosas, sino  en su manera cariñosa como trata con cada uno de nosotros.

Por supuesto que la luz que impactó nuestra vida pudo derrotarnos con su fuerza, pero en lugar de eso,  Jesús  utiliza   su poder para amarnos y levantarnos. Cuando Pablo preguntó:“¿Qué haré, Señor?” v. 10, simplemente estaba entregando su independencia, quedando a expensas de otros. Por seguro que esta pregunta no la había hecho antes, pues su autosuficiencia  le bastaba para hacer todo por sí mismo.

Sin embargo, fue  esta experiencia lo que le  marcó tanto que después  tuvo que  decir: “ Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero.”(1 Cor. 15:31). ¿Sabía usted  que cuando conocimos al Señor también perdimos nuestra independencia y morimos para que nuestro carácter sea modelado por el de Cristo? No se trata entonces de lo que yo debo seguir haciendo, sino preguntar: “¿Qué haré, Señor?”.No puedo seguir siendo ni haciendo lo mismo.

Cuando quedar ciego es una bendición

Hechos 22:11.Antes de este encuentro Pablo veía todo. Hasta aquí su vida se había acostumbrado a su visión natural. ¿Se imagina la visión que tenia de los seguidores del “tal Jesús”? Pero la luz de Cristo le puso ciego para que primero se viera internamente, y  después de recobrar la vista, tener una visión espiritual del mundo como la tenían los creyentes a quien había perseguido.

Cuando el Señor nos sale al encuentro, su luz admirable  reemplazará nuestra voluntad por  la suya,  la justicia  de él por la nuestra, el amor propio por el suyo, la insensibilidad ante los demás  por la pasión por el perdido. Cuando la luz de Cristo nos enceguece quedamos dependiendo de otros. Pablo tuvo que ser introducido e instruido en Damasco por otros v. 12, 13.

Aquel que arrastraba y atropellaba  ahora es conducido de la mano. Este es un  cuadro que nos muestra la humildad en su más grande expresión. Así que debemos anhelar que la gloria de su presencia nos salga al encuentro, nos tumbe y a su vez nos ciegue la visión carnal, para que nos levantemos con un carácter nuevo y transformado. 

El carácter al ser transformado queda equipado para presentar un mejor servicio

El Dios de nuestros padres te ha escogido…

Hechos 22:14.¡Qué tremenda afirmación! Note quién fue el que escogió a Pablo. El Dios de las promesas. El Dios de sus antepasados. Fue él, al igual que a Abraham, que escogió Dios para la sublime tarea. Usted podrá ser escogido  por el dueño de una prestigio compañía para ser su obrero; o por el artista de turno para que suba a su escenario; o por el presidente de la república para ser uno de los sus invitados a su mesa. Pero nada tendrá comparación con el hecho de ser escogido por Dios.

Ese llamado tiene que transformarnos, humillarnos y quebrantarnos de tal manera que quedemos equipados para su servicio. A tres cosas estaba llamando Dios a Pablo: conocer su voluntad, ver al justo y oír la voz de su boca. Todo esto es una transformación. Pablo hacia su propia voluntad, tenía una visión distorsionada de Dios, pues no lo veía como un Dios de amor universal, y no oía la voz de Dios, sino la de su tradición.

Después va a decir:“Afin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”(Fil. 3:10). ¿Es esta su experiencia? ¿Lo ha escogido Dios para su servicio? ¿Siente placer en servirle? 

Porque serás testigo suyo a todos los hombres…

Hechos 22:15.Pablo ha llegado a Jerusalén para contar lo que ha visto y oído. Hasta ahora todo lo que le profetizó el Señor al momento de su conversión se ha cumplido. Su carácter transformado ha hecho posible que miles hayan llegado a conocer a Cristo por medio de su trabajo y testimonio. Nada resulta más extraordinario que poder dar testimonio de lo que éramos antes de conocer a Cristo y lo que somos ahora.

Pablo pasó de odiar a muerte a los creyentes, hasta amarlos, cuidarlos y protegerlos (Hch. 20:18-21). Esto es lo que hace una vida trasformada. Hay un cambio del carácter que se traduce en una vida de servicio y testimonio a otros. ¿Cómo  le conocen a usted  ahora? ¿Pueden juzgar los hombres que usted tiene un nuevo carácter? ¿Corresponden sus palabras con sus hechos?

Conclusión

Hace muchos años atrás, nació un niño en Rusia que se veía a sí mismo tan feo que estaba seguro que no habría felicidad para él en la vida.Lamentaba el hecho de poseer una nariz grande, labios gruesos, pequeños ojos grises y grandes manos y pies. Su fealdad lo había afectado tanto que le pidió a Dios que hiciese un milagro y lo transformase e un hombre apuesto.

Hizo la promesa que si Dios le concedía eso, él le daría todo lo que poseía ahora y lo que iría a poseer en el futuro.Ese muchacho ruso era León Tolstói, uno de los escritores más famosos del mundo del siglo veinte, renombrado por su gloriosa La Guerra y la Paz. Tolstói admite en una de sus libros que con el correr de los años  descubrió que la belleza de la apariencia física que una vez persiguió, no era la única belleza de la vida. En su lugar, Tolstói comenzó a considerar que la belleza de un carácter fuerte era considerada a los ojos de Dios como el bien más apreciado.

Pablo relató su testimonio antes de conocer a Cristo. En su historia él admite haber tenido un mal carácter que se reflejaba en el odio a los cristianos. Pero cuando fue rodeado con aquella inmensa luz del cielo, tuvo una caída, levantándose después con el más bello carácter, hasta demandar ser imitaba como lo hacía de Cristo.  Cristo hará que pasemos de un carácter feo al más bello.

Julio Ruiz

Venezolano. Licenciado en Teología. Fue tres veces presidente de la Convención Bautista en Venezuela y fue profesor del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Ha pastoreado diversas iglesias en Venezuela, Canadá y Estados Unidos. Actualmente pastorea la Iglesia Ambiente de Gracia en Fairfax, Virginia.
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