El poder libertador de los cautivos
Marcos 5:1-19
INTRODUCCIÓN: Parte de la profecía que Jesús leyó al comienzo de su ministerio, según Lucas 4:18, nos dice que él vino “a pregonar libertad a los cautivos…”. El libro de Marcos nos presenta a Jesús como ese gran libertador. Si la presente escena se llevara a la pantalla gigante, sería un gran clásico en las llamadas películas del terror. A juzgar por lo que nos dice el autor, este encuentro fue de noche v. 35; esto hace la historia más aterradora. Usted puede imaginarse a los discípulos viviendo estas dos escenas. La primera tuvo que ver con el susto cuando estaban atravesando el mar y la fuerte tempestad que se levantó. Ahora han llegado a la orilla y cuando se suponía que ya no había más sorpresas, se encuentran con este hombre. Así que sus alteradas emociones pasaron de un gran miedo en el mar a un estado de terror. Acerquémonos a este pasaje para que veamos la fuerza de dos poderes. Sigamos a Jesús en este trabajo de liberación para ver cómo hace de un hombre que antes andaba atormentado; que estaba desnudo y loco, a uno que está “sentado, vestido y en su juicio cabal” v. 15. ¿Quién era este hombre? Se describe como alguien con un espíritu inmundo y poseído por una legión. Su morada era en un cementerio; allí donde solo había huesos y soledad. Vivía allí como un miserable ser humano porque no podía ser retenido ni con cadenas ni grillos. En ese lugar, y en las montañas de alrededor, andaba de día y noche gritando e hiriéndose en la cabeza. Esto nos hace pensar en una historia por demás escalofriante. Pero veamos cómo Jesús puede hacer de un templo habitado por demonios a uno habitado por su Espíritu Santo. Veamos cómo un despojo social puede convertirse en un embajador de Cristo.
I. JESÚS HACE SENTAR A QUIEN SATANÁS HA PUESTO EN TORMENTOS
1. Señor de los demonios. Jesús es Señor de todo lo que hay en la tierra, incluyendo los mismos demonios. Antes que sucediera este encuentro con el poder de las tinieblas ya Jesús había demostrado que tenía dominio sobre la naturaleza. A la tempestad que se desató en el mar, mientras él dormía plácidamente y sus discípulos se hundían en la desesperación, le dijo: “Calla, enmudece” v. 39. Y si en aquel momento los discípulos, testigos de semejante poder, se preguntaron “¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?” (4:41), qué estarían pensando ahora cuando vieron que Jesús, además de tener poder sobre la naturaleza, lo ejerce sobre el poder de Satanás. Barclay, comentando esta historia, dice: “El lugar era peligroso, la hora era peligrosa y el hombre con quien se encontraron era peligroso”. Pero en esto se pone de manifiesto que el que tiene poder para perdonar pecados, y sanar a un paralítico, tiene poder para liberar a un hombre endemoniado. Él vino para deshacer las obras del diablo. A los que están cautivos, convirtiéndose en sus instrumentos, vino a darles libertad. Él es Señor de las tinieblas. Los poderes del averno también le están sujetos. Jesucristo es Señor de todo.
2. No más carreras. Debe notarse que quienes le dieron la bienvenida a Jesús, una vez que cruzó el mar, no fueron precisamente los habitantes de la región, sino una legión de demonios que se habían apoderado de un cuerpo humano. Desconocemos quién haya sido aquel hombre. No se sabe su historia, sobre todo si era algún hombre feliz y próspero; ahora lo vemos vivir en un cementerio, el último lugar para vivir de un ser humano. No sabemos cuándo fue la última vez que este hombre pasó un tiempo sentado y tranquilo. Los demonios se encargaron de poner su cuerpo en fuga. Nadie podía detenerle. El texto no podía ser más descriptivo: “Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras” v. 5. ¿Qué clase de vida puede ser esta? Es un hecho que el poder de Satanás con sus fuerzas infernales destruye a quienes posee. Pero ahora Cristo ha detenido la carrera. Por primera vez después de mucho tiempo este hombre tiene paz. Esto es lo que Cristo hace. La evangelización es parar a un hombre que corre en sus tormentos y verlo después sentado, en absoluta paz. No más piedras que golpeen la cabeza, no más gritos, no más cadenas… Cuando los hombres corren a Cristo no tienen por qué seguir huyendo. Cristo colma de paz a los que nunca la tuvieron.
II. JESÚS VISTE A QUIEN SATANÁS HACE PERDER LA VERGÜENZA
1. Cada hombre es importante para Jesús. En esta historia hay aspectos muy puntuales que son necesarios comentar. Jesús había estado toda la tarde dando una clase magistral a través de su particular método de enseñanza, conocido como las parábolas. En esto ocupó un buen tiempo. Lo hizo también en su travesía por el lago de Galilea. Sin embargo, su interés en liberar a un solo hombre en tal condición, no pasó desapercibido. Bien pudo el cansancio, comprobado por el descanso que tomó en la barca, haberle llevado a posponer esta tarea para el día siguiente. Cualquiera de nosotros lo hubiese hecho de esta manera. Pero no fue así. En el corazón de Jesús había la urgencia de la tarea. No quería darle más tiempo a la obra de Satanás. Él sabía que en la otra orilla había un hombre atormentado. Su pasión y amor por aquel hombre perdido lo llevó a enfrentar el gran poder del mal. ¿Qué valor tenía este hombre para su familia? ¿Qué pudo significar para la sociedad? Sus compañeros eran los habitantes del cementerio. Nadie tenía por él ningún tipo de compasión. Y la verdad de esta historia es que si no significas nada para otros, incluyendo a tus más cercanos, para Cristo lo significas todo. Tú le importas a mucho a Jesús.
2. Nueva ropa. Esta historia también nos revela como el poder de Satanás hace que el individuo pierda toda su vergüenza, dejándolo desnudo y exponiendo su condición delante de los demás hombres. El diablo es un amo cruel. Su trabajo es llevar a una persona hasta un estado de miseria donde no pueda ver su propia vergüenza. Los espíritus inmundos crean en todo hombre una condición que afecta todo sus sentidos, y sobre todo, derrumba su fortaleza moral. Pero la buena noticia es que Jesús tiene preparado un vestido nuevo para todos aquellos que andan desnudos. La sangre de Cristo tiene el poder no solo de perdonar pecados sino de cubrir a cada persona de una nueva vida. El endemoniado de gadara necesita un vestido. ¿Quién se lo dio? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que allí estaba Cristo. Y cuando Cristo se hace presente, él hace nuevo todas las cosas ¿Cuándo fue la última vez que usó ropa este hombre? No lo sabemos. Una vez que Jesús da paz al corazón, cubre todas nuestras vergüenzas.
III. JESÚS TRAE LA RAZÓN A QUIEN SATANÁS HACE PERDER EL JUICIO
1. El proceso de transformación. En primer lugar observamos que los demonios conocen muy bien a Cristo. En lugar de huir, vinieron él, suplicándoles, y teniendo al hombre con el portavoz, le pregunta: “¿Qué tienes conmigo, Jesús Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes” v. 6. Hay en esto un conocimiento claro sobre la persona de Jesús. Da la impresión que el método que Jesús usó al principio no dio un resultado inmediato v.8. Los demonios se quejan de ser atormentados frente a la orden de desalojo. De modo que Jesús precedió a una estrategia más convencional. Preguntó cómo se llamaba, cuál era su nombre. Una vez que el nombre fue revelado la victoria vino más pronto. En este encuentro podemos ver cómo Jesús es dueño de toda la escena. Los pobres discípulos estarían temblando todavía de miedo por la experiencia en el mar y ahora se encuentran con una conversación entre su Maestro con los demonios. ¿Por qué ellos no querían que se les enviara fuera de la región? ¿Por qué pidieron ir a morar en el hato de cerdos? ¿Por qué Jesús les concedió ese último deseo? ¿Por qué les arruinó el negocio a aquellos hombres? Los demonios que antes vivían en el cielo, ahora no pueden vivir en otro lugar que no sea lo inmundo. Los cerdos son inmundos. Debe saberse que el hombre es transformado de un estado de inmundicia a uno santidad donde se recupera la razón.
2. Volviendo en sí. La historia del “hijo pródigo” nos muestra al final de su condición a un hombre volviendo en sí. Se dio cuenta hasta dónde le había llevado el pecado, pero ahora su conciencia le levanta. Al hombre de esta historia había que devolverle la razón. Porque, ¿qué es el hombre cuando su razón es destrozada, y se convierte en morada de demonios? Jesús no solo hizo que este hombre se sentara, se vistiera, sino que ahora lo llevado a su juicio cabal. De todas las cosas perdidas, la pérdida de la razón puede convertir a los hombres hasta en propios animales. Recordemos el caso de Nabuconodosor. Por su soberbia, su razón fue cambiada y llegó a ser un animal por algún tiempo (Dn. 4:33). Ver a este hombre en su juicio cabal nos indica que había recuperado la razón, la personalidad. Por mucho tiempo aquellos seres del infierno se habían adueñado de lo más preciado en el hombre: su razón y conciencia. Pero ahora puede ver, oír y tocar bajo un estado consciente. La obra de Cristo es completa. Jesús no hace un trabajo a medias. Lo que sucedió en este hombre es lo que debiera suceder en todos.
IV. JESÚS CONVIERTE EN UN MISIONERO A QUIEN SATANÁS HA CONVERTIDO EN UNA MISERIA
Esta historia tiene algo que es muy triste. Cuando los hombres de la región vieron que su negocio se había arruinado por la pérdida de los cerdos, le rogaron a Jesús que se fuera de sus tierras. Ellos, ciegos por su materialismo, no fueron capaces de ver el milagro hecho sino la pérdida de sus ganancias. En lugar de alegrarse porque el hombre que antes andaba dando gritos y golpeándose; que anda desnudo y sin su juicio natural, ahora lo ven “sentado, vestido y en su juicio cabal”, les produjo mas bien miedo porque su mirada no fue puesta en el autor del milagro sino en el causante de sus pérdidas. Los hombres no cambian. Para muchos, lo más importante sigue siendo los “cerdos”, sinónimo de todo lo inmundo y material, que la presencia y transformación que Cristo puede hacer en la vida de una persona. Pero vea el contraste, mientras estos hombres le ruegan a Jesús que se fuera, hay un hombre transformado que está rogando que le deje irse con él. Un hombre trasformado por el poder de Cristo lo único que desea es pagar con gratitud, siguiendo a su salvador y Señor. Notamos, pues, que este hombre después de haber sido un esclavo de Satanás con un espíritu inmundo, ahora el Señor lo ha convertido en un misionero de su evangelio. Pasó de ser un morador de los sepulcros a un embajador a las ciudades. Un total de 10 ciudades conocieron de su testimonio. Es un hecho que donde los hombres no quieran recibir a Cristo en persona, él tiene sus testigos para que hagan su obra. Es un hecho que cuando alguien es transformado por el poder de Dios nadie lo detendrá de ser un testigo fiel. ¿Puede imaginarse como misionero a las diez ciudades (Decápolis) al que vivía en un cementerio?
CONCLUSIÓN: Esta historia tiene elementos extraordinarios. Jesús hizo un viaje exclusivo a ese lugar solo por un hombre. Vea la forma como los habitantes de la región le pidieron que se fuera, contrario a otras provincias (los samaritanos, por ejemplo) que le pedían que se quedara. Jesús no dejó que el hombre libre le siguiera. Esto nos indica que aun cuando Cristo fue rechazado, su obra de amor y gracia hecha en un infeliz humano, no podía ser rechazada. En unas pocas horas Jesús hizo un misionero a quien nadie, por su propia condición perdida, le daría la bienvenida. En primer lugar este hombre fue un misionero a su propia gente. La obra de cambio necesita ser probada primero en los de la casa. A ellos hay que contarles “cuan grandes cosas ha hecho el Señor”. El resultado no podía ser otro: “y todos se maravillaban”. En esto radica el reconocimiento de lo que Jesús hace. La obra del diablo produce asombro, terror y vergüenza. En la obra de Cristo la gente se maravilla y terminan dándole la gloria a Dios. Cuando alguien se convierte a Cristo, la gente verá a un hombre “sentado, vestido y en su juicio cabal”. ¿Ha sido así transformada tu vida?