Cansados
"Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, que Yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y apreded de mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga". (Mateo 11:28-30)
Memorables palabras éstas que mucho hemos repetido y mucho nos han consolado; pero es posible que no las hayamos escudriñado para ver la profundidad de su significado. Las obras humanas rara vez soportarán un cuidadoso examen. Tomad una aguja perfectamente pulida, que parece sin la más pequeña desigualdad en su superficie, vedla con el microscopio, y parecerá una tosca barra de hierro; pero elegid lo que queráis de la naturaleza, la corteza o la hoja de un árbol, el ala o la pata de un insecto, y no descubriréis defecto por mucho que lo aumentéis o lo veáis.
Tomad así las palabras de un hombre. La primera vez que las oís os conmoverán; podéis oírlas otra vez, y aun admirar su sentimiento; pero cansados pronto de su repetición, las llamaréis comunes y estimadas en más de lo que valen. No así las de Jesús, jamás pierden su frescura ni envejecen. Podéis repetir sus palabras y jamás agotar su música: podéis meditarías día y noche sin que la familiaridad sea causa de menosprecio. Podéis batirlas en el almirez de la contemplación con la mano de la crítica, y más perceptible será su perfume. Disecad, investigad y pesad la enseñanza del Maestro, palabra por palabra, y cada sílaba os recompensará.
Cuando paseaba por la isla de Liddo, cerca de Venecia, y oía el sonido de las campanas de la ciudad, se me hizo encantadora su música en tanto que flotaba por la laguna; pero cuando volví a la ciudad y me senté en el centro mismo de la música, en medio de todas las campanas, toda su dulzura se cambió en horrible estrépito, los dulces sonidos en furioso ruido; ni la más ligera melodía podía sorprender en ninguna campana, mientras que estaba fuera de duda la armonía de la ruidosa compañía. Las palabras de los poetas y escritores elocuentes pueden, como un todo, y oídas de lejos, sonar agradablemente; pero cuán pocas de ellas pueden sufrir un riguroso examen. Las oís sonar de lejos y son la misma dulzura. Cuando como pecador vagabas a media noche como viajero perdido en los bosques, ¡cuán dulcemente os llamaron al hogar! Pero habéis ahora entrado a la casa de misericordia, os sentáis y escucháis cada nota distinta del toque perfecto del amor, y admirados sentís que ni aun arpas angélicas pueden excederlo.
Os conduciré, si puedo, a las cámaras secretas de nuestro texto, colocaré sus palabras bajo el microscopio, y miraremos el interior de cada frase. Desearíamos sólo que nuestro microscopio tuviese mayor poder amplificador, y que nuestra habilidad para exponer el texto fuese más completa, porque contiene minas de instrucción. Leída superficialmente esta promesa ha alegrado y animado a millares, pero en el texto hay riquezas que sólo el minero diligente puede descubrir. Sus lugares poco profundos son frescos y buenos para los corderos, pero en sus profundidades hay perlas que esperamos bucear.
Nuestro primer punto es el descanso: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.» El segundo punto es el descanso: «Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.»
Comencemos con el primer DESCANSO, y sólo para mayor claridad haremos divisiones.
- Notad la persona invitada a recibir este primer descanso: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados.» La palabra todos llama primero la atención: «Todos los que estáis trabajados.» Había necesidad de insertar esa palabra incluyente. ¿No acababa de decir el Salvador: «Gracias te doy, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños?» Alguno que oía al Salvador podría haber dicho: «Luego el Padre ha determinado a quiénes quiere revelar el Cristo; hay un número escogido según el arbitrio del Padre, a quienes el Evangelio es revelado, mientras que de otros queda escondido.»
La precipitada inferencia que al hombre parece natural deducir de la doctrina es: «Luego para mí no hay invitación, no hay esperanza; me es inútil escuchar las amonestaciones e invitaciones del Evangelio.» Así el Salvador, como para corregir tal noción desalentadora, anuncia así su invitación: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados.» No se suponga que la elección excluye algunos de vosotros de la invitación de la misericordia; a todos los que trabajáis se os invita. Cualquier cosa que sea lo que la predestinación envuelva, estad seguros que de ningún modo limita ni disminuye la extensión de las invitaciones del Evangelio. Las buenas nuevas han de predicarse a «toda criatura» bajo el cielo, y en este pasaje particular se dirigen a todos los que están trabajados cargados.
La descripción de la persona invitada es muy completa, la describe activa y pasivamente -«Todos los que estáis trabajados»-; he aquí la actividad de los que llevan el yugo, listos para trabajar por su salvación -«cargados»-, he aquí la forma pasiva de su condición religiosa, llevan una carga, están agobiados y muy cansados por el peso que llevan. Se encontrarán muchos activamente empeñados en buscar la salvación; creen que obedeciendo los preceptos de la ley serán salvos, y esfuerzan hasta lo sumo por hacerlo; se les ha dicho que la observancia de ciertos ritos y ceremonias también los salvará, los están observando con el mayor cuidado; el yugo está sobre sus hombros y trabajan con diligencia.
Unos trabajan en oración, otros en sacramentos, otros en privaciones y mortificaciones; pero considerados como una clase, se les despierta a sentir mucho la necesidad de la salvación, y trabajan para salvarse. A éstos dirige el Salvador su amonestación amante; en efecto, les dice: «este no es el camino hacia descanso, los trabajos que os habéis impuesto sufrirán un revés; cesad de vuestros cansados esfuerzos, y creed en mí, porque luego os daré descanso; el descanso que mis trabajos han logrado para los creyentes.» Muy pronto los que son activos en lograr la salvación por propia justicia caen en el estado pasivo, y quedan cargados; su trabajo viene a serles carga. Además de la carga de trabajo de su propia justicia, viene sobre ellos terrible, tremenda, abrumadora carga de los pecados asados, y un sentimiento de la ira de Dios debida a sus pecados.
Un alma que tiene que llevar la carga de u propio pecado y la de la ira divina está en verdad muy cargada. Atlas con el mundo en sus espaldas tenía carga ligera comparado con un pecador sobre quien montañas de pecado y de ira están amontonadas. Tales personas están cargadas, además, de temores y aprensiones: unos justos, otros sin fundamento; pero como quiera que sea, diariamente crece la carga. Sus trabajos activos no disminuyen sus sufrimientos pasivos. La aguda angustia de su alma crecerá en proporción a sus esfuerzos; y mientras que al principio esperan que si trabajan industriosamente, disminuirán gradualmente la masa de su pecado, sucede que su trabajo añade a su cansancio bajo el peso; sienten un triste chasco, porque su trabajo no les ha traído descanso; y una carga de desesperación, porque temen que nunca vendrá el libramiento. Pues bien, éstas son las personas a quienes el Salvador llama así: aquéllas que activamente buscan la salvación, aquéllas que pasivamente llevan la carga del pecado y de la ira divina.
Implicase también que éstos no merecen el descanso, porque se dice: «Venid a mí, y os haré descansar.» Un don no es por mérito, sino por gracia; salario y recompensa son para los que ganan; don es asunto de caridad. ¡Oh! , los que hoy sentís vuestra indignidad, que habéis buscado ardientemente la salvación y sufrido el peso del pecado, Jesús os dará gratuitamente lo que no podéis ganar ni comprar; os lo dará de su propia, rica y soberana misericordia, y está listo, si a El venís, a dároslo ahora, porque ha prometido: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.»
- Nótese en seguida el precepto aquí asentado: «Venid» no es «aprended», ni «llevad mi yugo» -eso está en el versículo siguiente designado para el próximo grado de experiencia cristiana-, pero el principio de la palabra del Señor es «Venid a mí», «venid». Palabra sencilla, pero muy significativa. Venir es dejar una cosa para acercarse a otra. Venid, pues, vosotros, trabajados y cargados; dejad vuestras obras legales, vuestros esfuerzos en que confiáis, vuestros pecados y presunciones; dejad todo aquello en que hasta hoy habéis confiado y venid a Jesús, esto es, pensad en el Salvador, acercaos a Él, confiad en Él.
Contemplad a aquel que llevó la carga del pecado humano sobre la cruz del Calvario, donde fue hecho pecado por nosotros. Considerad a aquel que desde la cruz arrojó la enorme masa de las transgresiones de su pueblo en sepulcro insondable donde quedó sepultada para siempre. Pensad en Jesús el substituto y sacrificio divinamente señalado por el hombre culpable. Y viendo que es el mismo Hijo de Dios, siga la fe a vuestra contemplación; descansad en Él, fiaos de Él como que sufrió en vuestro lugar, ved en Él el pago de vuestra deuda por la ira de Dios. Esto es venir a Jesús. El arrepentimiento y la fe componen este «venid» ~l arrepentimiento que deja el lugar donde estáis, y la fe que viene a confiar en Jesús.
Notad que el mandamiento «venid» es presente y en el idioma griego intensamente presente. Podría traducirse algo como: «Aquí a mí todos los que están trabajados y cargados.» Es un «venid» que significa no «venid mañana o el año próximo», sino ahora, luego». ¡Acercaos; esclavos, huid ahora de vuestro capataz! Cansados, confiad ahora en la promesa, y venid. ¡Venid ahora! Por un acto de fe instantánea, que os traerá paz instantánea, venid y confiad en Jesús, y Él os dará descanso. El descanso seguirá luego al ejercicio de vuestra fe. Que el Espíritu Santo guíe a alguna alma trabajada y cargada a Jesús, y que se allegue en este mismo momento a Él.
Es «Venid a mi». Notadlo. Hay que confiar en la persona de Cristo. No «Venid a Juan y oídle decir: "Arrepentíos que el reino de los cielos se acerca », por allí no hay descanso. Juan manda una preparación para el descanso, pero no tiene descanso que dar al alma. Venid, no a los fariseos que os instruirán en la tradición y en las jotas y tildes de la ley; pero pasándolos, id a Jesús el hombre, el Dios, el Mediador, el Redentor, la propiciación por la culpa del hombre. Si queréis descanso, venid a Cristo en Getsemaní, a Cristo en el Calvario, a Cristo resucitado, a Cristo ascendido. Si queréis descanso, oh almas cansadas, en ninguna parte lo hallaréis hasta que vengáis y echéis vuestras cargas a sus queridos pies traspasados, y encontraréis vida contemplándole a Él. He aquí, pues, el precepto.
Notad que no es más que una palabra: «Venid». No es «haced», ni siquiera «aprended». No es «llevad mi yugo», eso seguirá; pero no debemos quitarlo de su lugar propio. Para obtener el primer descanso, el descanso que es asunto de don, todo lo que se os pide es que vengáis a recibirlo. Lo menos que la caridad puede pedir al dar la limosna es que vengan por ella. Jesús os dice: «Venid y tomad lo que gratuitamente os doy. Sin dinero, sin méritos, sin preparación, venid. No es más que venir, venir ahora, como estáis, con vuestra carga, con vuestro yugo aunque sea el del diablo, y aunque vuestra carga sea la del pecado; con todo, venid como estáis y os haré descansar. »
- Nótese luego la promesa dicha: «Os haré descansar». «Os haré.» Es descanso que es don; no descanso por grados hallado en nuestra experiencia, sino dado luego. Como os. lo mostraré, el versículo siguiente habla de descanso hallado, trabajado, descubierto; pero éste es descanso dado. A Jesús venimos; extendemos la vacía mano de la fe, y se nos da luego descanso gratuitamente. Es descanso presente, actual, no después de la muerte; no descanso después de un tiempo de prueba y crecimiento y progreso, sino descanso concebido cuando a Jesús venimos, inmediatamente entonces. Y descanso perfecto también; nada indica que no lo sea. No leemos: «os daré descanso parcial», sino «descanso», tanto como si no hubiera otra forma de él. Perfecto y completo es en si. Perfecta es nuestra paz en la sangre y en la justicia de Jesús.
No me detendré más que para preguntaros si sabéis el significado de este descanso. ¿Habéis venido a Jesús, y os ha dado descanso perfecto y presente? Si es así, sé que veréis con gozo esas dos palabras, «y yo», y os recordaré el prometedor que habla. Jesús promete, y Jesús hace. ¿No vino de Él todo vuestro descanso cuando fue perdonado vuestro pecado? Desapareció la carga, pero ¿quién la tomó? Quitóse el yugo, pero ¿quién lo levantó del hombro? ¿No dais a Jesús hoy la gloria de todo el descanso de la carga de la culpa? ¿No alabáis su nombre con toda el alma? Sí, yo lo sé. Y sabéis cómo os vino ese descanso: por su sustitución y vuestra fe en esa situación. Vuestro pecado no fue perdonado violando la justicia divina; la justicia quedó satisfecha en Jesús; él os dio descanso.
El hecho de que hizo expiación plena es el descanso de vuestro espíritu esta mañana. Sé que esa profunda calma de vuestra conciencia proviene de que creéis en el sacrificio vicario de vuestro Señor. Llevó la inquietud para que pudieseis tener descanso que recibís hoy en calidad de don suyo gratuito. Ardientemente deseo que muchos que nunca han sentido ese descanso viniesen por él; es todo lo que hay que hacer para obtenerlo, venir por él. En su condición presente, si Dios les ayuda a ejercer un sencillo acto de fe en Jesús Él les dará descanso de todos sus pecados pasados, de todos sus esfuerzos para aliviarse a sí mismo, descanso que será para gloria de Él y gozo de ellos.
Ahora trataremos del segundo punto: EL DESCANSO CONDICIONAL.
Parece un poco extraño que después de haber recibido descanso, comience el versículo siguiente: «Llevad mi yugo sobre vosotros.» «¡Ah!, he sido libertado del trabajo, ¿voy a trabajar de nuevo? Sí, sí, llevad mi yugo y comenzad. «Y ligera mi carga.» ¿Carga? ¡Vaya!, estaba ahora cargado, ¿he de llevar otra carga? Sí. Un yugo -activamente-, y una carga -pasivamente-, ambas debo llevar. «Pero hallé descanso llevando un nuevo yugo y una nueva carga. Vuestro yugo desollaba, pero el yugo de Cristo es suave; vuestra carga era pesada, pero la de Cristo es ligera.
Antes de entrar de lleno en ese asunto, ilustrémoslo. ¡Cuán cierto es que un yugo es esencial para producir descanso, y sin él el descanso es desconocido! España halló descanso libertándose de aquella malvada reina Isabel; yugo de hierro fue su dominio sobre el cuello de la nación, aplastando toda aspiración al progreso por una tiranía intolerable. Levantóse la nación, sacudió su yugo y arrojó su carga, y descansó en un sentido, descansó de un mal. Pero España aún no ha descansado completamente, y parece que nunca encontrará descanso permanente hasta que haya tomado voluntariamente otro yugo, y encuentre para sí otra carga. En una palabra, debe tener un gobierno fuerte, establecido, reconocido, y sólo entonces cesarán sus perturbaciones.
Ésta es exacta pintura del alma humana. Está bajo el dominio de Satanás, lleva su terrible yugo, y trabaja para él; lleva su maldita carga y bajo ella gime; Jesús la liberta, pero ¿tiene por eso un descanso perfecto? Sí, un descanso de pero no un descanso en. Lo que ahora se necesita es un nuevo gobierno; el alma debe tener un principio soberano, gobernante, un motivo dominante; y cuando Jesús ha tomado esa posición, viene el descanso. De este ulterior descanso se habla en el siguiente versículo. Os daré otro símbolo. Un arroyuelo atraviesa una ciudad manufacturera; infeliz era, siendo forzado a mover enormes ruedas y pesada maquinaria, y así siguió su miserable camino atravesando fábricas donde se puso sucio y negro, llegando a ser una zanja inmunda y repugnante. Sintió la tiranía que corrompió su misma existencia. Vino un libertador que vio el arroyo y dijo: «te libertaré y daré descanso». Así que detuvo la corriente, y dijo: «Permanece en tu lugar, no correrás ya donde eres esclavizado y manchado». En pocos días el arroyuelo vio que no había hecho más que cambiar un mal por otro. Sus aguas se están estancando, haciéndose un gran charco, y deseaba hallar un canal.
En su misma naturaleza estaba el correr, y hacía espuma y se henchía oprimiendo el dique que lo detenía. Cada hora era mayor su inquietud interior amenazaba romper la barrera y hacía temblar todos los que miraban su aspecto amenazador, a causa del mal que antes de mucho haría. No halló descanso hasta que se le permitió seguir un curso activo por el canal que le había sido preparado entre los prados las mieses. Entonces, cuando regaba los campos y alejaba los pueblecitos, era un arroyuelo feliz en perfecto descanso. Así nuestras almas hechas son para la actividad, y cuando somos libertados de las actividades nuestra propia justicia y de la esclavitud de nuestro pecado, debemos hacer algo, y no descansaremos hasta que no hallemos ese algo que hacer. De aquí que veáis el texto algo dicho acerca de un yugo, enseña de trabajo, y algo acerca de una carga, emblema de paciencia. En la mortal naturaleza humana está el hacer o el portar; de otro modo su espíritu se estancaría y estaría lejos del reposo.
- Consideremos este segundo descanso, y notemos que es descanso después de descanso. «Os haré descansar» está antes de «hallaréis descanso». Es el descanso un hombre que ya está en descanso, que ha recibido descanso dado, y ahora descubre el descanso hallado. Es el descanso de un discípulo: «Aprended de mí y hallaréis descanso.» No es tanto el descanso de uno que antes estaba trabajado y sobrecargado, cuanto de uno que hoy está aprendiendo a los pies del Salvador. Es evidentemente el descanso de un investigador, porque el hallar supone el buscar. Habiendo sido perdonado y salvado, el hombre salvo en el curso de su experiencia descubre más y más razón de paz; está aprendiendo y buscando, y halla. Sin embargo, el descanso se encuentra evidentemente como cosa desconocida, y que viene ser objeto de descubrimiento. El hombre tuvo descanso de su carga; ahora halla descanso en Cristo, que excede al que pedía o pensaba.
Considero a este descanso después del descanso como tesoro escondido en una preciosa caja. El Señor Jesús da a su pueblo una caja inapreciable, llamada el don del descanso, engastada de brillantes e incrustada de joyas, hecha de oro; cualquier que la posee siente y sabe que su lucha ha concluido, y que su pecado es perdonado. Después de poco el feliz poseedor comienza a examinar su tesoro. Es todo suyo; pero aún no lo ha visto todo, porque un día descubre un cajoncito secreto, toca un resorte oculto, y ¡ved!, ante él aparece un inapreciable Kohinnor que excede a todo el resto. Cierto es que se le había dado, pero no lo había visto al principio y por tanto lo halla. Jesucristo en el don de si mismo nos da todo el reposo que podemos gozar, aun el descanso del cielo está en Él; pero después que le hemos recibido tenemos que aprender su valor, y encontrar por la enseñanza de su Espíritu la plenitud del descanso que otorga.
Ahora a vosotros, salvos, que habéis visto a Jesucristo, sea en esta mañana, sea veinte años ha, os pregunto: ¿habéis hallado todo lo que hay en el don que Cristo os ha dado? ¿Habéis ya descubierto el secreto? Os ha dado descanso, pero ¿habéis encontrado el más íntimo descanso que obra en vuestro corazón? Vuestro es, porque está incluido en el único don; pero no vuestro por haberlo gozado, entendido, apropiado, a no ser que lo hayáis descubierto, porque el descanso aquí dado a entender es un descanso después de otro, descanso espiritual experimentado, que viene sólo a los que lo hallan por la experiencia.
- Observad además que el descanso en esta segunda parte de nuestro texto es un descanso en el servicio. Unido va con un yugo, para la actividad: «Llevad mi yugo» está en relación con una carga, para la paciencia: «Ligera mi carga.» Quien es cristiano no hallará descanso en la ociosidad. No hay mayor inquietud que el holgazán. Si queréis descansar, llevad el yugo de Cristo, servidle con actividad. Como el buey lleva el yugo y luego comienza a trabajar, así llevad el yugo de Cristo sobre vuestro cuello, y comenzad a obedecerle. El descanso del cielo no es el del sueño; le sirven día noche en su templo.
Siempre están descansando; sin embargo, en otro sentido, no descansan ni de día e noche. La santa actividad en los cielos es perfecto descanso. El verdadero descanso para el Hijo de Dios es descanso volando, descanso en movimiento, descanso en el servicio, no sin el yugo, sino bajo el yugo. Voluntariamente hemos de entrar a este servicio; hemos levar su yugo sobre nosotros voluntariamente. Notad que no dice: «Llevad mi yugo cuando se os pone, tomadlo: Querido hermano, tal y tal trabajo debes hacer, sino que debéis tomar el yugo de motu propio. No os sometáis simplemente a ser el siervo del Señor, pero buscad su servicio.
Preguntad: «¿Qué puedo hacer?» desead hacerlo voluntaria y gozosamente; haced todo lo que está en vuestras manos para extender su reino que os ha dado descanso, y hallaréis que el descanso de vuestra alma estará en hacer cuanto podáis por Jesús. Todo cristiano activo os dirá que nunca es más feliz cuando tiene mucho que hacer; y en general, si tienen comunión con Jesús, nunca más en reposo que cuando tienen menos tiempo desocupado. No busquéis vuestro descanso en los meros goces y emociones religiosas mas halladlo llevando un yugo que amáis, y que tal motivo es suave para vuestro cuello, porque es suave.
Pero, querido hermano, has de querer también llevar carga de Cristo. Ésta es su cruz que cada cristiano debe tomar. Esperad reproches, esperad encontrar al grado del escándalo de la cruz, que su ofensa nunca cesa. Bendita carga es la persecución y el reproche; amando a Jesús, fácil es sufrir por Él; nunca, pues, evadáis vuestra participación en esta honrosa carga retirándoos cobardemente, o rehusando hacer profesión de vuestra fe. ¡Ay! de aquellos que dicen: «Jamás seré mártir.» Ningún descanso más dulce que el del mártir. ¡Ay! de los que dicen: «De noche iremos al cielo por un camino secreto para evitar la vergüenza de la cruz.» No en la cobardía, sino en el valor, se encuentra el descanso del cristiano; está no en proveer para el caso, sino en sufrir con valor por la verdad. El espíritu tranquilo cuenta por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de Egipto; se enamora de la cruz, tiene por ligera la carga, y así encuentra descanso en el servicio y descanso en el sufrimiento. Notadlo bien.
- El descanso ante nosotros es descanso por medio del aprendizaje. ¿Dice uno: «No veo cómo puedo jamás hallar descanso trabajando y reposo sufriendo»? Querido hermano, jamás lo hallarás a menos de ir a la escuela, y debes ir a la escuela de Cristo. «Aprended de mí -dijo- que soy manso y humilde de corazón». Y para aprender de Cristo, se da por supuesto que hacemos a un lado todas las preocupaciones del pasado. Estas cosas mucho impiden que encontremos paz. ¿Tenéis algunas ideas preconcebidas de lo que debe ser la religión? ¿Habéis forjado en vuestro propio yunque ideas de lo que deben ser las doctrinas del Evangelio? Arrojadlas; aprended de Jesús, y desechad vuestros pensamientos propios.
Y luego, cuando queráis aprender, notad qué ha de aprenderse. Para conseguir el perfecto descanso de la mente, tenéis que aprender de Jesús no sólo las doctrinas que enseña, sino mucho más. Ir a la escuela para ser ortodoxo es una cosa bastante buena, pero la ortodoxia que trae descanso es la del espíritu. Observad el texto: «Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí.» ¿Qué? ¿Porque soy sabio e instruido y os puedo enseñar? No; de mi ejemplo habéis de aprender a ser «mansos y humildes de corazón», y aprendiéndolo «hallareis descanso para vuestras almas». El echar mano Espíritu de Jesús es el camino al descanso. Creer lo me enseña es algo, reconocerle como mi maestro religioso y como Señor mío es mucho; pero el esforzarme a conformarme a su carácter, no meramente en desarrollo externo, sino en su espíritu interno, ésta gramática del descanso. Aprended a ser como Él, manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso.
Nos dice las dos cosas que hemos de aprender de primero de Él, es «manso», luego dice que es humilde de corazón. Tomad primero la palabra «manso». Pienso que se refiere a lo de llevar el yugo, al trabajo activo.Si yo trabajo activamente por Cristo, sólo puedo encontrar descanso en el trabajo poseyendo el Espíritu de mi Señor; porque si salgo a trabajar por Cristo sin un espíritu manso, pronto encontraré que en ello no hay descanso; el yugo desollará mi hombro. Alguien comenzará objetando que no hago mi trabajo a su gusto. Si no soy manso se sublevará mi espíritu, estaré por defenderme, me irritaré, o me desalentaré y me inclinaré a no hacer más porque no me aprecian como debieran. Un espíritu manso no se irrita fácilmente, no se ofende pronto, por tanto si otros ponen peros el espíritu manso sigue trabajando y no se ofende; no oirá palabra áspera, ni replicará a la crítica severa. Si el espíritu manso se aflige por alguna censura picante y sufre por un poco, siempre está pronto a perdonar y a borrar lo pasado, y a seguir de nuevo. El espíritu manso al trabajar sólo piensa hacer él bien a otro; se niega así mismo; jamás esperó ser bien tratado; no pretende ser honrado; jamás buscó para sí, sólo se propuso hacer a otros el bien.
El espíritu manso inclinó su hombro al yugo, y esperó tener que continuar inclinándose, para guardar el yugo en el propio lugar para trabajar. No tuvo la mira de ser exaltado al llevar el yugo; perfectamente contento está si puede exaltar a Cristo y hacer bien a sus escogidos. Recordad cuán manso y humilde fue Jesús en todo su servicio, y con cuánta tranquilidad soportó a sus opositores. Los samaritanos no quisieron recibirle, y Juan, que sentía el yugo un poco desollador para su hombro no habituado, clamó: «Maestro, manda que descienda fuego del cielo.» ¡Pobre Juan! Pero Cristo llevó el yugo del servicio tan bien a causa de su espíritu manso, que no quiso hacer tal cosa. Si una ciudad no quería recibirle iba a la otra, y así seguía trabajando. Se os facilitará mucho vuestro trabajo, si vuestros espíritus son muy mansos. El espíritu orgulloso se cansa de hacer bien al ver que no se aprecian sus trabajos; pero el espíritu resuelto, manso, encuentra fácil el yugo: «Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra si mismo, porque no os fatiguéis en vuestros ánimos desmayando.» Si aprendéis su mansedumbre, su yugo será agradable a vuestro hombro, y nunca queráis que os lo quiten.
Y en cuanto a la parte pasiva de nuestra lección de descanso, notad el texto, «soy humilde de corazón». Todos tendremos que sufrir algo por la verdad en tanto que estamos aquí. Parte del Evangelio es el reproche. La vara es una bendición del pacto. El humilde de corazón halla la carga muy ligera, porque se somete a la voluntad divina. Dice: «Sea hecha tu voluntad, no la mía; sea Dios glorificado en mi, eso será todo lo que pido. Rico, pobre, enfermo o sano, todo me es igual. Si el gran Dios tiene la gloria, ¿qué importan donde esté uno tan pequeño como yo?» El espíritu humilde no busca para sí grandezas, aprende a contentarse en cualquier estado en que se halle. Si es pobre, «no importa», dice el humilde, «nunca aspiré a ser rico; brillar no deseo entre los grandes de esta tierra».
Si se le niega el honor, dice: «Jamás busqué gloria terrenal, mi propio honor no busco, sino el del que me envió. ¿Por qué había de ser honrado un pobre gusano como yo?» Si nadie habla bien de mí, y Cristo dice: «Bien, buen siervo y fiel», eso basta. Si el humilde de corazón tiene poco placer en el mundo, dice: «No es éste mi lugar de gozo; eterna pena merezca, y si no tengo goces aquí, los tendré después. Contento espero mi tiempo.» Nuestro bendito Señor siempre fue de ese espíritu humilde. No contendió, ni voceó, ni hizo oír su voz en las calles. La bagatela del imperio no tenía encanto para Él. Si la ama le hubiese ofrecido sonar su trompeta para Él nada más, nada le hubiera importado. Ofreciéronle los reinos de este mundo y su gloria, Él rechazó al tentador. Era manso, discreto, abnegado, por lo cual consideró leve su carga de pobreza y vergüenza. Si aprendemos del Espíritu de Cristo, hallaremos descanso para nuestras almas.
- Pero notaremos luego que evidentemente el descanso que hemos de encontrar es un descanso que resulta enteramente de la conformación de nuestro espíritu al Espíritu de Cristo. «Aprended de mí, y hallaréis descanso.» Luego es un descanso espiritual del todo independiente de las circunstancias. Vana es la suposición que cambiadas nuestras circunstancias estaríamos más en reposo. Hermanos míos, si no halláis descanso en la pobreza, tampoco lo hallaréis en las riquezas; si no podéis descansar en medio de la persecución, tampoco en medio de los honores. Es el espíritu interno el que da el descanso, y éste poco tiene que ver con lo de fuera.
Hombres se han sentado en el trono, y lo han hallado penoso; otros en la rueda han declarado que estaban tranquilos. El espíritu es la fuente del descanso, en cuanto a las circunstancias exteriores, poco importan. Sea vuestra mente como la de Cristo, y hallaréis descanso para vuestras almas: profundo descanso, descanso creciente, hallado más y más, descanso puramente, no sólo que habéis hallado, pero que seguiréis hallando. La justificación os dio descanso de la carga del pecado, la santificación os lo dará de los cuidados molestos; y en proporción a su perfeccionamiento y de vuestra semejanza al Salvador, vuestro descanso será más semejante al del cielo.
Deseo llamar vuestra atención a una cosa más antes de hacer una aplicación práctica del texto, y es que aquí, como en el primer descanso, somos guiados a adorar y admirar la bendita persona de nuestro Señor. Notad las palabras «que soy». ¡Oh!, todo viene aún de Él, tanto el segundo descanso como el primero, la caja y el tesoro escondido en lo secreto. «Que soy»; todo gira en derredor de esto. Describiendo el segundo descanso, se dice de él más que del primero. En la primera parte de nuestro texto sólo dice «os haré descansar»; pero en la segunda su carácter se explica más completamente «porque soy manso y humilde de corazón»; como para mostrar que a medida que los creyentes crecen en la gracia y gozan de más descanso, ven más que Jesús y conocen más de Él. Todo lo que saben cuando el pecado les es perdonado es que El lo da, tal vez apenas saben cómo; pero después, cuando vienen a descansar en Él en dulce comunión, saben más de sus atributos personales, y por la misma razón su descanso es más profundo y perfecto.
Hagamos un uso práctico de todo esto. Leed el capítulo a la vista y hallad el hilo. Primero, queridos hermanos, si halláis descanso para vuestras almas, no seréis movidos por el juicio de los hombres. Los muchachos del mercado son tipo de la generación del tiempo de nuestro Señor, que se mofó tanto de Juan Bautista como de nuestro Señor. La generación actual hace lo mismo; seguro es que los hombres cavilarán acerca de nuestro servicio. No importa; tomad el yugo de Cristo, vivid para servirle; llevad la carga de Cristo, sea vuestra divisa soportar todas las cosas por su amor, y no os afectarán ni las alabanzas ni las criticas, porque hallaréis descanso para vuestras almas, sometiéndoos a la voluntad del Padre.
Si aprendéis de Jesús hallaréis descanso del temor de los hombres. Recuerdo que antes de venir a Londres estuve en una reunión de oración donde un hermano muy singular oró por mi, que fuese librado del «balido de las ovejas». Entendía poco quería decir que pudiese vivir por encima del temor de los hombres, que cuando una persona dijera: «¡Cuán edificados hemos sido hoy!», no me hinchara; o si otra decía: «Qué insípido estuvo el sermón», no me desalentara. Seréis librados del «balido de las ovejas» cuando tengáis el espíritu del Buen Pastor.