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Lo que debemos saber

Lo que debemos saber
Lo que debemos saber

Lo que debemos saber es el segundo estudio de la serie «Las Pruebas de la Salvación»

1 Juan 2:1-6

El verbo “saber” de esta carta de Juan es citado quince veces.  Cuatro veces en el capítulo dos, cinco veces en el capítulo tres y seis veces en el cinco.

Como en esta carta el anciano apóstol confronta las enseñanzas de los falsos maestros, se dispone a traer la verdad del evangelio para corregir esos males donde algunos de sus lectores parecían andar. Una de esas desviaciones fue traída por gnosticismo, palabra que viene del griego “conocimiento”, lo cual se convirtió en un problema más serio en el segundo siglo.

Como una filosofía de la religión, ellos sostenían que la materia era mala y el espíritu bueno. El énfasis de sus enseñanzas se basaba en la solución de las tensiones a través del conocimiento, o gnosis, dando como resultado la elevación del hombre de lo mundano a lo espiritual. El peligro de este error creó una falsa teoría respecto a la persona de Cristo, llamada docetismo. Para ellos, Jesús no era real como ser humano, sino más bien parecía algo así como un fantasma.

Lo otro era el cerintianismo, que pensaba de Jesús como un hombre poseedor de una doble personalidad, algunas veces humana y otras veces divina. Con esta carta, Juan se propone corregir esta deformación de la fe, y a su vez dar a los creyentes la seguridad en quien habían creído.

 La palabra “saber” con todas sus conjugaciones, tiene como propósito confirmar a los creyentes en una fe verdadera, para que no haya dudas en torno a su salvación. A los lectores de esta carta se les ayudó a responder a la pregunta, ¿Somos verdaderos salvos? Y ese sigue siendo el mensaje para hoy, continuando con el tema de las pruebas de mi salvación. Para esto, hay cosas que debemos saber a través de otras pruebas de la salvación.  Veamos cuáles son.

La prueba de conocer a Cristo como el Intercedor

Abogado tenemos para con el Padre

1 Juan 2:1. Juan usó muchas maneras de decir las cosas a sus lectores, aun si el tema no era fácil. Él era un pastor y eso se ve en la manera tan tierna como se dirige a su gente, sobre todo cuando va a hablar del pecado.  “Hijitos” es la expresión expresada.

Es una frase llena de un gran afecto, muy usada entre el maestro y el alumno. Juan se dio cuenta de una manifestación de pecado dentro la iglesia. No eran los mismos pecados a los referidos por Pablo a los corintios. Más bien era una especie de antinomianismo, algo hecho sin ley. Como el cuerpo era malo, se le permitían todos los excesos. Pero si algunos de ellos habían caído en esos pecados, por estas contradicciones, Juan dice: “abogado tenemos para con el Padre”.

El oficio de Jesús como “abogado” es para nosotros uno de los más importantes. Que todos sepamos, los abogados se han preparado para hacer sus defensas, aún hasta los criminales. Juan es el único que utiliza la palabra “abogado” (paracleton). Esta palabra también se refiere al Espíritu Santo, alguien enviado para ayudar, consolar e interceder. No hay nada más alentador que Cristo sea el abogado enviado por el Padre. Asegúrese de tener a Cristo como abogado para el juicio final.  

El propiciador de nuestros pecados

1 Juan 2:2.  Hay algo extraordinario en estas dos figuras usadas por Juan. Por un lado, Jesús actuando como el paracleto en su defensa de nuestras pobres vidas delante del Padre, pero por si faltara poco, él mismo poniéndose como el propiciador. ¿Quién es un propiciador? De acuerdo con su definición, es aquel que favorece, auspicia, auxilia, ayuda, impulsa, dispone, inclina, convence, influye, persuade o prepara a que algo suceda.

Desde el punto de vista teológico, la propiciación es el acto mediante el cual se quita la ira de Dios. El pecado es una ofensa muy grande, es una ofensa infinita, porque es hecha contra un Dios santo.

Mis pecados despertaron la ira total de Dios, y la muestra de Su amor por mí fue la propiciación hecha por mis pecados. ¡Lo hecho por Jesús es imponderable! El precio de mi salvación tiene una historia escrita por el más inenarrable dolor.

Así, pues, con la propiciación entiendo que la salvación una vez dada no se puede perderse. Una prueba de mi salvación es haber conocido a Jesucristo como el intercesor, quien se interpuso delante del Padre para aplacar su ira. Y esta propiciación, según Juan, no solo fue hecha por mí, sino también por todo el mundo.

La prueba de guardar su palabra

Y en esto sabemos que nosotros le conocemos…

1 Juan 2:3.  Con esta declaración de Juan iniciamos la prueba de la obediencia. Otra vez, Juan introduce la palabra “sabemos”. ¿Qué sabía la gente a quien Juan le escribe? Que la única manera de conocer a Cristo es a través de su palabra, guardando sus mandamientos. Nadie puede conocer a Cristo sino deja a la palabra hacer su obra de transformación en su vida.

Juan vuelve en este texto a llamar mentirosos a quienes pretenden conocer a Dios sin conocer su palabra.  Y en este sentido es donde vemos a tanta gente engañada a sí mismo. Mucha gente se jacta de conocer a Dios, pero no conoce su palabra. La aplicación de esto sería: nadie viene al Padre si no es por el Hijo, y nadie puede conocer al Hijo sin la intervención de la palabra.

 A parte de ser mentiroso, la persona que afirma conocer a Cristo sin conocer la palabra, “la verdad no está en él”. Este texto lo asociamos con aquel cuando Jesús dijo: “Muchos me dirán aquel día: Señor, Señor… y yo os diré: Nunca os conocí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23). Llamar a Jesús “Señor” sin conocer el valor de su palabra, y su aplicación para la vida, es muy peligroso por lo que Jesús dijo en este texto.

Pero el que guarda su palabra

1 Juan 2:5.  Una de las características resaltadas de esta epístola es el contraste en las palabras usadas. Vea, por ejemplo, como Juan coloca la verdad frente a la mentira, la luz y las tinieblas o el amor frente al odio.  También utiliza sinónimos como el caso de este texto: palabra y mandamientos o palabra y verdad. Su énfasis es para ayudar al lector a ver la necesidad de andar en la luz y en la verdad. Hay un feliz resultado para quien guarda su palabra.

Quienes obedecen la palabra de Dios experimentará el ilimitado amor de Dios. Y es en esta parte donde sucumbimos o nos levantamos. No experimentamos tan a menudo el amor de Dios en nuestras vidas, porque sencillamente no obedecemos a Dios guardando su palabra. Hemos dicho que esta es la prueba mayor, y esta prueba nos lleva a dos resultados de vital importancia para nuestras vidas.

Cuando decidimos obedecer a Dios nuestro amor hacia él se perfecciona; pero, además, esto nos ayuda a saber con certidumbre que estamos en él (v.5b). El amor es el resultado final de la obediencia a la palabra de Dios. Una prueba de mi salvación tomará muy en cuenta el lugar que le damos a la palabra de Dios. No se concibe a un creyente sin amor por la palabra.  

La prueba si amamos al mundo más que a Dios

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo

1 Juan 2:15. Anteriormente Juan nos habló de un amor perfeccionándose por la obediencia a Dios. Ahora nos exhorta por un nuevo imperativo para distinguir a quien le estamos dando nuestro amor. Con esto nos precisa para saber la incompatibilidad de estos dos amores. Es parecido a lo mencionado por Jesús cuando nos habló de amar a dos señores (Mateo 6:24).

El imperativo de Juan no da lugar a ambigüedades. No debemos amar al mundo con sus obras. Juan nos presenta la razón principal para no amar al mundo: “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.   Juan ve como una señal clara en los seguidores de Cristo su renuncia a amar al mundo, porque llega a ser una competencia desleal con el amor de Dios. Ahora bien ¿por qué Juan insiste en este punto?

Él nos deja tres razones para no amar al mundo y sus cosas v. 16.La visión de Juan acerca de ese mundo pecaminoso debe ser la misma nuestra. Ciertamente Dios creo todo hermoso en su tiempo, y ese mundo de Dios debemos amarlo.  Pero el príncipe de este mundo, Satanás, ha hecho de esto un lugar para honrar más al pecado que a su creador.  Mientras amamos a Dios dejaremos de amar al mundo.

Y el mundo pasa, y sus deseos

1 Juan 2:17. Esta es una buena noticia para esa lucha dada entre el mundo y el espíritu. Saber de un día cuando termine esa lucha, nos da un aliciente para seguir adelante. La conclusión de Juan respecto a este mundo pecaminoso con sus tentáculos es que pronto pasará. Esto plantea la necesidad de poner nuestra mirada en las cosas de arriba “donde está Cristo sentado”. Nuestra motivación para la vida no debiera ser solo para las cosas materiales y superficiales, sino para las de valor eterno. Como todo este mundo pasará, es mejor saber dónde pongo mi corazón.

 Cuando hablamos de esta manera del mundo, no estamos destacando solo su maldad. No todo es malo en el mundo, lo malo es poner al mundo por encima de Dios. Cuando la familia, trabajo, dinero, afanes, casa, etc. ocupan el lugar de Dios, entonces debemos saber que andamos en la misma dirección del mundo con sus deseos. ¿Cuál es el énfasis de Juan respecto a ese mundo?

Para Juan, el mundo está bajo el maligno (1 Juan 5:19), y, por consiguiente, donde opera Satanás no puede haber el bien. Pero quien haga la voluntad de Dios “permanece para siempre”. Esto es lo más importante de este pasaje. El mundo pasa, pero Dios no cambia.

IV.      LA PRUEBA DE MI PERMANENCIA EN ÉL

Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros…

1 Juan 2:19.  Juan habla de algunos “hermanos” dejando la comunión con la iglesia, porque de acuerdo con su propia experiencia “no eran de nosotros”. Juan pone de manifiesto la falta de unción en la vida de tanta gente de las iglesias, como razones de su alejamiento. Quien ha experimentado la unción del Santo, no puede ser movido de su fe; al contrario, un creyente con la unción del cielo permanece en la verdad y no será engañado.

La verdad de nuestra seguridad eterna radica en estas palabras consoladoras: “Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre” v. 24. El oír en nuestras vidas es parecido al de la parábola del Sembrador (Mateo 13:18-23). En la explicación que Cristo hace de la parábola, habla de cuatro maneras de oír en las personas y todo referente a la salvación.  

El primero oye la palabra, pero no la entiende y el malo le arrebata lo entendido (v. 19). El segundo, la oye con gozo, pero no tiene raíz (v. 20). El tercero, oye la palabra, pero los afanes de la vida lo ahogan, y el cuarto, oye la palabra, la entiende y da frutos (v. 23). Permanecer en lo oído es una prueba irrefutable de mi salvación.

Permanecer para recibir a Cristo sin avergonzarnos

1 Juan 2:28.  Permanecer es el reto continuo del creyente. Las cartas dirigidas a las siete iglesias en el Apocalipsis plantean esta constante: El que venciera, y esto se repite en las siete iglesias. Y el sinónimo de vencer es “permanecer”. Cristo lo dijo en Mateo 24:13. Juan da por sentado los momentos difíciles por los cuales pasamos en la vida cristiana; nadie está exento de ellos, pero el imperativo es “permaneced”.

He aquí una de las razones más poderosas para probar si somos realmente hijos de Dios. ¿Cuál es? Que cuando Cristo venga todos tengamos confianza, y permanezcamos, sin alejarnos avergonzados cuando él venga v. 28.

Si nuestra fe está puesta en Jesucristo no debiera haber dudas en cuanto al tema de la seguridad de mi salvación. De acuerdo con Juan, la razón por la falta de permanencia en la vida cristiana es porque no hubo un real encuentro con Jesucristo. Porque la experiencia con él ha sido más emocional que una entrega absoluta. La prueba, pues, para sus seguidores radica en estas palabras: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” v. 6.

Lo que debemos saber

Juan nos habla de cuatro cosas que debemos saber como pruebas de la salvación. La obra de Cristo como mi mediador. Si guardo su palabra para ser perfeccionados en el amor. Si amo más el mundo estaré en una competencia con el amor de Dios. Y si estoy permaneciendo firme en el Señor.  

¿Y cómo se de esto es así? Juan dice de esta manera:  Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.  Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno” (1 Juan 2:12-14). Esta es una certeza mi salvación.. Usted debe saber esto.

Estudios de la serie: Las pruebas de la salvación

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