Que nadie nos juzgue porque nosotros estamos completos en Cristo y por tanto libres de juicio. Pablo en el capítulo 2 de su carta a los Colosenses confronta el legalismo, misticismo y ascetismo infiltrados por falsos maestros en la iglesia.
Los cristianos estamos completos en Cristo. Por ello estamos libres de esos poderes que nos quieren seguir esclavizando. Todo esto para hablar de nuestra identidad con Cristo. Eso significa que a partir del momento de conocerle estamos completos, libres, vivos, perdonados y victoriosos. Pero como pareciera que esto no es suficiente seguimos buscando algo más. Experiencias nuevas con las que ahora nos sentimos “mejores” y hasta menoscabamos a los demás.
Pero es aquí cuando alzamos nuestra voz para decir: ¡Que nadie nos juzgue! Sí, que ya no nos molesten sobre aquellas cosas que fueron abolidas.
Que nadie nos juzgue con el asunto de regresar a la ley. Esta ya ella fue cumplida en Cristo y ahora vivo libre de ella.
Que nadie nos juzgue en relación con aquellas cosas externas que nada tienen que ver con lo ahora hay en mi corazón. Lo que importa es lo que hay en el corazón.
Que nadie nos uniforme, pensando que así es como todos debemos vivir.
Que nadie nos juzgue en relación con lo que debemos comer. La ley nos prohibía, por ejemplo, comer ciertas comidas, pero ya hemos quedado libres de la ley y ahora estamos guiados por la ley de una conciencia libre que me dice lo que debo o no hacer. Y esto aplica para todo aquello donde lo que más se resalta son los mandamientos y costumbres de los hombres en lugar de ser guiados por la nueva vida que ahora tenemos en Cristo.
Consideremos cuáles son las cosas por las que no debemos ser juzgados.
Que nadie nos juzgue usando un legalismo que ya ha pasado
Juzgar por lo entra al cuerpo
Colosenses 2:16. Para muchos creyentes la vida cristiana pareciera reducirse a una serie de prohibiciones, más que las cosas que deben ser hechas. Piensan que su vida consiste en guardar una larga lista de imposiciones, y que seguir a Jesús significa perder el gozo. Parece que mientras más serios somos, más santos somos. Y la primera cosa que Pablo menciona por la que los creyentes no deben ser juzgados es lo que tiene que ver con lo que entra en su vientre.
Para el tiempo de Pablo algunas comidas y bebidas estaban bajo la lupa de ciertas reglas ceremoniales relacionadas con la limpieza por lo que creían que eso era lo más importante. Nada es más detestable que alguien se convierta en juez de lo que debo hacer o no hacer, comer o beber. En el Nuevo Testamento se abolieron las leyes alimenticias. Jesús mismo había dicho que no es lo entra lo que contamina el cuerpo, sino lo que sale (Marcos 7:14-23). Los legalistas estarán más pendientes en estas cosas de afuera que tu relación con el Señor. Pedro tuvo que aprender la lección del prejuicio y el legalismo cuando el Señor le dijo “lo que Dios creó no lo llames tu común” (Hechos 10).
Juzgar por las costumbres
Colosenses 2:16b. Cuando Pablo habla del énfasis que algunos ponían en los días de fiesta, lunas nuevas y los días de reposo, estaba enfrentando a esas personas que están prestas a rotularnos negativamente por ciertas cosas que hacemos o que no hacemos. Pudiera ser que para los legalistas estas cosas son de mucha importancia, y de allí la insistencia en ser cumplidas, pero necesariamente estas cosas no lo son para Dios.
Como el tema que Pablo viene tratando es que ya no estamos bajo la ley, y con eso el tener que guardar todos los ritos y fiestas que ella demandaba, se nos dice ahora que no es necesario tener que guardar todas estas cosas como si ellas añadieran algo a lo que ya tenemos en Cristo.
Entonces que nadie se ponga como juez sobre esto y caiga en el estado legalista que si no se practican tales requerimientos ya el creyente está fuera de la palabra y de la comunión con el Señor. “Sería verdaderamente absurdo para aquellos que han cosechado el beneficio de la victoria de Cristo que se pongan voluntariamente bajo el control de los poderes que él ha conquistado.” (Bruce). Cuando vine a Cristo quedé libre del legalismo de los hombres.
Juzgar ignorando que hay algo mejor
Colosenses 2:17. Este texto pone en el lugar exacto todo lo que ha Pablo ha venido tratando. Los que se habían convertido en jueces molestando a los hermanos por sus comidas, bebidas o guardar ciertas fiestas, ignoraban que muchas de estas cosas eran una “sombra” de una realidad mayor, el cual era Cristo. Entonces, no es que esas leyes fueran malas en sí mismas, simplemente que eran la sombra de lo que ha de venir.
De manera, pues, que como ahora Cristo está presente el ser juzgados u obligados a seguir con tales prácticas, es retroceder y perderse de las bendiciones mayores que ahora el Señor nos ha reservado. El asunto es que la sombra ha pasado, la realidad ha llegado cuando vino Cristo. Yo no sé usted, pero yo prefiero la realidad que la sombra. ¿Para qué sirve una sombra? Pues es algo que pronto cambiará y se va.
Así que todo lo relacionado a los días y comidas, que deberían ser guardados bajo la ley, ya no son obligatorios en el nuevo pacto. La sombra ha pasado, la realidad ha llegado. Pablo nos recordará que todas las comidas son puras (1 Timoteo 4:4, 5) y todos los días le pertenecen a Dios. Hacer esto o lo otro no nos hará más santos.
Que nadie nos juzgue con el misticismo de la experiencia
El ser juzgado por esto revela una falsa humildad
Colosenses 2:8b. El misticismo se define como la búsqueda de una experiencia religiosa más profunda. Es aquello que te mueve más por lo que sientes que por lo que crees. El resultado de esto será una falsa humildad. ¿Qué estaba pasando en la iglesia a la que Pablo ya ha elogiado por su un buen orden y la firmeza de su fe?
Pues que se había metido una doctrina extraña, al parecer una que daba culto a los ángeles por considerar que eran seres inferiores a Dios con quienes podían identificarse mejor. Cuando se habla de dar culto a ellos, se podía ver una total desviación. Ellos manifestaban estar teniendo experiencias con los ángeles y su motivación era para que los hermanos sintieran lo mismo que ahora habían “descubierto”.
Pero en esa falsa humildad a la que querían arrastrar a los creyentes, estaban pasando por alto exaltar a Jesús más que los ángeles como si ellos fueran los mediadores de un nuevo culto. El problema de este misticismo era que los falsos maestros mostraban, con esa máscara de humildad, un profundo orgullo espiritual típico de aquellos que defienden su “verdad”, pero carentes de amor.
El ser juzgado así muestra un envanecido razonamiento
Colosenses 2:18c. Los creyentes que se desvían en el camino del misticismo van a usar como referencia lo “nuevo” que han descubierto, la visión de algo que otros no han visto, o la experiencia que ahora disfrutan que los llevan a niveles más “espirituales”, diciéndonos con esto que estamos errados o simplemente somos esclavos de tradiciones. Los tales han pasado por alto la aplicación del amor y la misericordia, lo cual es el resumen y la esencia misma de la ley.
Quienes esto pregonan están envanecidos y alimentan su envanecido razonamiento. Los que transitan este camino regresan a la arrogancia uno de sus antiguos pecados que ya el Señor les había perdonado. Mis amados, la más grande contradicción de un creyente es que pierda el amor por los demás, que es nuestro sello distintivo, porque ahora ande en una nueva “verdad”. Eso es misticismo evangélico.
Pablo nos va a decir que quien vive envanecido por esos razonamientos, está “vanamente hinchado por su propia mente carnal”. Esto significa que los que pretenden ser más espirituales, llegan a ser doblemente carnales.
El que ignora quien es la cabeza de todo
Colosenses 2:19. Uno de los graves peligros de los que se enamoran y hasta se hinchan con este misticismo moderno, es caer en una apostasía de la fe que una vez recibieron. Esto no es raro ni es nuevo. Pablo había detectado esas corrientes doctrinales cuya finalidad era apartar de la fe original y genuina a los hermanos. 1 Timoteo 4:1 nos da esta revelación de que lo vendría par el futuro: “Algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios”.
Esa es una palabra dura, pero está en total sintonía con lo que Pablo habla cuando sabe el daño que hace el error en la vida de los hermanos que un día caminaron en nuestra sana doctrina. ¿Qué es lo que Pablo nos dice? Pues cuando me olvido de asirme a la cabeza de mi vida y de la iglesia, que es Cristo, termino desviándose y siguiendo aquello que más endulce mi oído o que me lleve a nuevas y más excitantes experiencias. “El que no tiene firmemente a Cristo sola y supremamente sobre todo lo demás, no le tiene nada” (Bengel).
Que nadie nos juzgue usando la pretensión del ascetismo
¿Qué es el ascetismo?
El ascetismo es “la doctrina que propone alcanzar la perfección moral y espiritual mediante este estilo de vida”. Es toda una búsqueda de querer mejorar la vida, sin la ayuda de Dios.
Vivir el mundo, pero guardados del mal
Colosenses 2:20-22. Pablo sigue sus argumentos en contra de los que persistían en juzgar a los hermanos con el tema de regresar al estilo de vida que les imponía la tradición de la ley y no según Cristo. El ascetismo es la pretensión de separarse completamente del mundo.
Los falsos maestros que enseñaban esto dentro de la iglesia mostraban un dualismo con un marcado énfasis que todo lo que tenía que ver con el mundo físico era malo, y que solo el espíritu era bueno. Su extremo fanatismo en esto, junto al tipo de creencias que habían elaborados, les llevó hasta negar que Dios creó el mundo, porque el mundo era físico, por lo tanto era malo.
Su conclusión era que Dios siendo bueno y siendo espíritu no tenía nada que ver con el mundo. Por supuesto que la verdad es otra. Jesús fue quien pidió al Padre por sus discípulos que no los quitara del mundo, sino que los librara del mal. Y la verdad es que estamos en el mundo por una simple razón. Si bien debemos evitar el pecado, y perseguir la piedad, eso no significa que debamos separarnos completamente del mundo. El mundo es nuestro campo misionero. No podemos aislarnos como los ascetas.
Satisfacer los apetitos, pero guardados del mal
Colosenses 2:23. Cuando una religión, denominación o culto se basa en meras reglas humanas, las que incluyen una lista larga de prohibiciones de las cosas que debes o debes hacer, estamos viendo a personas que están cerca de un ascetismo puro. Como hemos dicho un asceta es alguien que vive una vida de rigurosa abnegación y cree que la supresión de los apetitos físicos ganará el favor de Dios.
Sin embargo, cuando una persona llega a Cristo queda libre de todas las ataduras que son impuestas por los hombres, muchas de las cuales tienen como propósito reprimir los apetitos más que conducir a una mejor relación con Dios. Hay goces terrenales como las comidas, diversiones y vestimentas que si no se conviertan en pecados, por su abuso, no tienen que ser privados.
Si tengo una conciencia libre, por la libertad con la que Cristo me hizo libre, ya sabré distinguir dentro de los apetitos de la carne, si son o no pecaminosos. Quien practica el ascetismo, se priva de muchos placeres de la vida, pero esto no tiene valor para la vida espiritual. Yo puedo agradar a mi Señor en la manera cómo me visto o me divierto si lo hago para Él.
Que nadie nos juzgue
Entonces que nadie nos juzgue por mantener todavía un legalismo, que nadie nos juzgue porque ahora vive en una experiencia mística y que nadie nos juzgue obligándolos a vivir vidas ascéticas, apartadas del mundo en lugar de estar en él ganando almas para Cristo. Una ilustración sobre el feo pecado de juzgar fue relatada así. “Una pareja de jóvenes tenía varios años de casados y nunca pudieron tener hijos. Para no sentirse solos, compraron un cachorro pastor alemán y lo amaron como si fuera su propio hijo. El cachorro creció hasta convertirse en un grande y hermoso pastor alemán.
El perro salvó, en más de una ocasión, a la pareja de ser atacada por ladrones. Siempre fue muy fiel, quería y defendía a sus dueños contra cualquier peligro. Luego de siete años de tener al perro, la pareja logró tener el hijo tan ansiado. La pareja estaba muy contenta con su nuevo hijo y disminuyeron las atenciones que tenían con el perro. Este se sintió relegado y comenzó a sentir celos del bebe, y no era el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante siete años. Un día la pareja dejó al bebe plácidamente durmiendo en la cuna, y fueron a la terraza a preparar una carne asada. Cual fue su sorpresa, cuando se dirigían al cuarto del bebé y ven al perro en el pasillo, con la boca ensangrentada, moviendo la cola.
El dueño del perro casi sin pensar, saca un arma que llevaba y en el acto mató al perro. Luego corrió al cuarto del bebé y encontró una gran serpiente degollada. El dueño comienza a llorar y exclama: he matado a mi perro fiel!” Adreina Romero, Venezuela.
Muchas veces las cosas no son tan malas como parecen, sino todo lo contrario. Recuerda esta historia al momento de juzgar a otros y, sobre todo, recuerda que “…en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo…” (Romanos 2:1-3).