(Josué 1:1-9)
INTRODUCCION: Moisés fue la persona de mayor influencia en la vida de Josué. Como su mentor y maestro tuvo que haber dejado una huella imborrable en la vida de su incondicional discípulo. Esto se deduce porque Josué fue la persona que más cerca estuvo de aquel inalcanzable hombre de Dios. Su impresionante carácter reflejado en una obediencia sin murmuración, fidelidad y entrega, lo calificaban para la tarea que Moisés dejaría inconclusa. Pero ahora Moisés ha muerto. ¿Quién no se desestabiliza frente a la noticia que produce la muerte de un ser querido? Los que hemos pasado por esos momentos descubrimos que la muerte es más impactante de lo que habíamos pensado. Pero en medio del luto que afligía el corazón de Josué, Dios se acerca para decirle “NO TEMAS”. Tales palabras fueron muy importantes, porque además de la aflicción colectiva que había producido la muerte del hombre que le dio a Israel el carácter y la figura como nación única en la tierra, él tiene sobre sus hombros la tarea de introducirles a la tierra que “fluye leche y miel”. Lo primero que debe destacarse es que Dios conocía muy bien a Josué. Él sabía que Josué fue uno de los doce espías que se mantuvo fiel respecto a la conquista de Canaán. Dios conocía su carácter de fiel guerrero, de modo que no tuvo dudas en asignarlo como el sucesor para aquella magna tarea. Pero también Dios conocía su lado humano. Sabía de sus temores, así es que en medio de esto se acerca y le dice, Josué “esfuérzate y se valiente, no temas ni desmayes…”. El temor es una sensación por la que no nos gusta pasar. Lo desconocido siempre produce temor. El salto a los cambios inesperados es un asunto que no le damos la bienvenida de una forma natural. El temor por lo que puede suceder después, es algo que hasta paraliza nuestros sentidos. Así que el Señor previendo lo inesperado en la vida de su siervo, se acerca y lo anima a través de una repetición la frase “esfuérzate y se valiente”. El énfasis que se da en este contexto es para sacar todo espíritu de miedo y ser sustituido por la inigualable presencia del Señor. Cuando esto es una realidad, todo temor debe ser echado fuera. En la víspera de un gran cambio, nada es más confortable que las palabras de Pablo a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Tim. 1:7). Considere lo siguiente, cuando Dios te dice NO TEMAS es porque está a punto de mostrarte algo nuevo.
I. DIOS SE ACERCA A NUESTRAS VIDAS PARA DECIRNOS “NO TEMAS” POR EL TERRITORIO QUE TIENES QUE CONQUISTAR
1. Es un territorio de la promesa (v. 3). Muchos años atrás Dios le había prometido a Abraham la tierra en que moraba para su descendencia. Ahora es el momento para entrar y tomar posesión de todo lo que les pertenece. Atrás quedó el desierto con aquella generación rebelde y murmuradora. Atrás también quedó Moisés quien añoró poseerla, pero que tampoco pudo debido a la rencilla en el desierto. El privilegio de aquella conquista estaba reservado para el hombre que fue a ella anticipadamente. Josué sabía de las bondades de aquella tierra. Se usaron dos de ellos para traer un ejemplar de un sarmiento de uva. Aquella era la tierra que fluía leche y miel. Y aunque es cierto que Josué vio gigantes en ese territorio, y a lo mejor eso pudo generar cierto temor para el momento de la conquista, él sabía que su Dios estaba con él “como poderoso gigante”. Josué conoció a Dios como un guerrero conquistador. ¿Y cuál era el territorio de la promesa? “todo lugar que pisare la planta de vuestro pie”. Eso significaba que aquel lugar era tan grande como ellos pudieran caminar. Así son las promesas del Señor. ¡Oh, si le creyéramos al Señor y sus promesas! ¡Oh, si nuestra fe fuera como el grano de mostaza! Amados hermanos, las promesas del Señor son las mismas. Este pasaje pareciera decirnos que las conquistas nuestras son del tamaño de nuestra fe y el alcance será todo lo que podamos caminar para poseerlas. Frente a esto, el llamado de Dios es “no temas”. ¿Por qué? Porque así como él estuvo en el pasado, lo está también en el presente. Sus promesas están blindadas para cada época.
2. Hay que cruzar el Jordán v. 2. Si Dios le había dado el territorio de Canaán a Israel tanto tiempo atrás, y después de pasar cuarenta años en el desierto de intensas pruebas, ¿por qué no entraron de una vez y tomaron posesión de la tierra sin tener que sortear tantos obstáculos? Bueno, la respuesta es obvia. La gloria siempre está precedida por la prueba y el sufrimiento. Nadie es coronado si no lucha legítimamente, sentencia la palabra. Y en el contexto de este pasaje, las promesas del Señor plantean siempre el cruce de algún “Jordán” con sus eventuales temores. Pero es hermoso ver cómo Dios nos dirige para que conquistemos los territorios de la promesa. Con el amor y la paciencia que le caracteriza se acerca al soldado Josué, y le dice: “Levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel”. Es un asunto maravilloso saber que Dios se acerca a cada uno y nos diga “tú” harás el trabajo. Hay en esto un privilegio, pero sobre todo una gran responsabilidad. Hay trabajos para los que Dios está contando con nosotros. No se trata de alguien más, somos nosotros. “Pasar el Jordán”, y entrar en su conquista, demanda una liberación del temor. Josué sabía de los gigantes de aquella tierra, por lo tanto la tarea no era fácil. Así que el primer “gigante” que él tenía que vencer era su propio temor. Y amados hermanos, cuando vencemos este gigante, el Señor se acerca y nos dice: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé”. ¿Puede pensar en una promesa más grande que esta para conquistar el territorio de la promesa? Ahora el Señor nos dice: “Levántate y resplandece porque ha venido tu luz” (Is. 60:1). Ahora es el momento.
II. DIOS SE ACERCA A NUESTRAS VIDAS PARA DECIRNOS “NO TEMAS” SINO ESFUÉRZATE Y SE VALIENTE
1. Dios está llamando la atención (v. 6, 7, 9). Cuando Dios nos habla una vez en su palabra debemos prestarle atención, pero si lo hace varias veces, lo que nos está pidiendo es que obedezcamos ese mandamiento. Llama la atención que la declaración “no temas” está precedida por estas dos palabras: esfuérzate y se valiente. ¿Será que el temor es vencido cuando le presentamos el esfuerzo y la valentía primero? Una cosa que debe ser dicha acá es que Josué no era un cobarde. Pero a menudo la sensación de la cobardía, sobre todo en la toma de decisiones, se hace presente. Alguien ha dicho que al principio no hay mucha diferencia entre una persona cobarde y una valiente. La única diferencia es que el cobarde escucha sus miedos y se deja llevar por ellos, mientras que la persona valiente los aparta y continúa su camino. La persona valiente se adentra en lo desconocido a pesar de todos los miedos. Bueno, lo único que objetamos a esta definición es que para un creyente, la fuente de su valentía no está en sí mismo, sino en el espíritu que vive en él, “porque Dios no nos ha dado espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio”. Así, pues, el esfuerzo es lo contrario a la apatía, al conformismo, a la mediocridad, a la pereza. Dios no podrá usarnos si no ponemos la parte que nos corresponde. Hay creyentes que viven sin el más mínimo esfuerzo. No se esfuerzan en la oración, la palabra, en apoyar las actividades de su iglesia, en capacitarse para dar lo mejor de sí mismo. A veces me asombra el poco esfuerzo que hacemos frente a las demandas bíblicas. Por otro lado, el ser valiente no se refiere a ser machos, busca pleitos, peleadores, bravucones. Ser valiente, es enfrentar los temores que vienen del enemigo hasta vencerlos y de esa manera servir al Señor.
2. La razón para el esfuerzo. El Señor le dice a Josué: “Tú repartirás la tierra por heredad”. En estas palabras no solo hay una petición sino una demanda. Josué fue comisionado para la tarea que le hubiese gustado hacer a Moisés. Hay en esto una verdad que debe ser enfatizada. Cada creyente ha sido escogido para una tarea especial. En algunos casos esa tarea podrá ser muy grande, en otros con menos demanda; pero a cada uno Dios escoge para que haga el trabajo de “repartición”. Es un asunto maravilloso saber que Dios se acerca a cada uno y le diga “tú” harás el trabajo. Hay en esto un privilegio, pero sobre todo una gran responsabilidad. Hay trabajos para los que Dios está contando con nosotros. Se acerca y nos dice “tú eres la persona”. En la vida espiritual tenemos la tendencia a evadir todo tipo de responsabilidad. A veces pensamos que somos buenos para nada. Sin embargo, el Señor sabe que hay trabajos dentro de su obra para los que solo nuestros dones y talentos cuentan. Esto significa que hay trabajos que no son transferibles. Nadie puede hacer lo que usted hace, de allí este llamado tan personal de Dios. Por lo tanto, “no temas” acometer con gozo y entusiasmo la tarea que se te ha encomendado. La demanda bíblica del autor a los hebreos es a no retroceder (He. 10:39). La tierra por conquistar se constituye en la razón del esfuerzo. Frente a cualquier temor al fracaso, la consigna es: “Esfuérzate y se valiente”. El reino de los cielos es arrebatado por los valientes.
III. DIOS SE ACERCA A NUESTRAS VIDAS PARA DECIRNOS “NO TEMAS” SINO OBEDECE MI PALABRA
1. La mejor espada para la conquista (v. 7, 8). Josué era un soldado que conocía muy bien la espada. En no pocas ocasiones ya la había usado en el camino del desierto. Su espada prevaleció contra Amalec en aquella épica batalla donde Moisés levantaba sus manos en intercesión. Pero el Señor ahora le pide que esgrima una espada que es mejor y más potente que cualquiera que pueda haber en la tierra. Considere lo siguiente. Dios le había asegurado a Josué que la conquista estaba blindada por el éxito. La tierra que iban a poseer, él ya se las había dado. Nadie podía hacerles frente en el camino porque él era el “poderoso de Israel”. Pero ahora Dios quiere asegurarse que la conquista que se va ha hacer tenga el respaldo de la palabra de Dios. En dos versículos revela lo que sería el gran secreto del triunfo. Las palabras que debería guardar fueron las que Moisés recibió. Aquellas donde vinieron ángeles para confirmarla. Aquella que sería la guía que conduce al final feliz. La orden era a no apartarse “ni adiestra ni a siniestra” de ellas. Así tenemos que Dios no le da a Josué ni arma para el combate, ni una estrategia para la conquista. En todo caso le reta a tomar la “espada del espíritu”, que es la palabra de Dios, para lo que viene adelante. Aquí radica el corazón de todo este asunto. Las batallas del Señor no se conquistan con armas humanas. “No es con espada ni con ejército” sino con su Santo Espíritu. Jesús le ganó al diablo la primera batalla en el monte de la tentación usando el arma de la palabra. Para cada propuesta del enemigo, hubo una dosis de la palabra divina. Déjeme decirle que cuando esgrimimos esa espada no hay temor que prevalezca. Si no nos apartamos de ella, y en lugar de eso la meditamos de día y de noche, toda sombra de dudas, de temor, de inseguridad, de desánimo… desaparecerá de la vida. La palabra de Dios contrarresta todo tipo de temor.
2. La prosperidad que nos espera (v. 7, 8). No es extraño que cuando se hable de prosperidad en la Biblia, todos los textos estén enmarcados en la importancia de guardar y meditar la palabra de Dios. El primer texto dice: “para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas”. Si yo entiendo bien este versículo, nada que un creyente emprenda que esté dentro de la voluntad de Dios, tiene la posibilidad de fracasar. Esta promesa de prosperidad nos estimula a superar todo tipo de temor en la vida. Es verdad que todos los días estamos expuestos a los temores por la falta de muchas cosas. Pero ¿no nos parece extraordinario que este texto nos emplace sobre la posibilidad de ser prosperado en todo lo que emprendamos? La vida próspera, feliz y abundante está íntimamente conectada con el amor y el apego que tengo por la palabra divina. ¿De qué estoy hablando? Le doy dos ejemplos. Mire al varón “bienaventurado” del salmo 1 y al alma generosa de Proverbios 11:25. Vea cómo la prosperidad está ligada al guardar y meditar la palabra. Por supuesto que cuando hablamos de esta prosperidad no es la que se nos ha dado a conocer en estos tiempos. Usted puede ser una persona próspera sin que tener inmensas sumas de dinero. Yo creo que Pablo nos da la mejor definición de la prosperidad cuando acotó: No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Fil. 4:11-13). Hermanos estamos en la víspera de cruzar nuestro “Jordán”; tome su palabra y agarre esta promesa: “Porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”. “No temas” es el gran mandamiento de hoy.
CONCLUSIÓN: En la Biblia aparece más de 350 veces la frase “no temas” o “no temáis”. Esto para decirnos que el creyente debe ser una persona con una gran fe y de mucha paz en su alma. A nadie más se la ha dicho: “No temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas”. En este mismo texto se nos dice: “No te dejaré ni te desampararé”. Con tamañas promesas ¿a qué tememos? Levantémonos y crucemos el Jordán. Esforcémonos y seamos valientes, pues hay una tierra que aguarda nuestra conquista. Saquemos todo espíritu de temor “porque Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de amor, de poder y de dominio propio”. Así que frente a un nuevo reto, esto es lo que afirmamos: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Is. 41:10). Levantémonos y hagamos huir nuestros temores, dejando que el espíritu de amor, de poder y de dominio propio sea quien nos guíe.