El Desenfreno de la Gula
El mundo es un escenario de enigmáticas ironías y absurdos contrastes. Mientras que todos los días mueren unas 24 mil personas de hambre, promediando 3.6 por segundo, de acuerdo a las estadísticas de "The Hunger Site", porque no tienen para consumir una alimentación diaria, otros devoran las comidas bajo un sórdido desenfreno sin que haya el más mínimo control a las exigencias del paladar. La gula, el quinto de los llamados Pecados Capitales, se define como la falta de comedimiento en el comer o beber; también se conoce como un apetito desordenado, glotonería, gulosidad y voracidad. La gula es la antítesis del dominio propio, porque él, como virtud cardinal para la vida, plantea la necesaria disciplina que doblega al cuerpo de modo de evitar que caiga en los desenfrenos propios de su naturaleza caída. La persona glotona come mucho y con avidez; pero casi nunca se satisface. Charles Buck, quien viviera en Inglaterra entre los años setecientos y ochocientos, y quien fuera además un eximio conferencista sobre las verdades eternas, describió de una manera llamativa a una persona glotona, cuando dijo: "Su cocina es su santuario, su cocinero es su sacerdote, su mesa es su altar, y su estómago es su Dios". De manera, pues, que una persona cuyo vientre se constituye en su propio "Dios", sólo vive para comer. Para los tales, la comida no es el medio de subsistencia sino su propio fin. Una persona glotona desconoce lo que es la búsqueda de alimentación del alma y el espíritu, porque esto requiere de abstinencia y hasta necesarios ayunos, por llenar a un estómago insaciable. Un glotón actúa según la anchura de su estómago.
El énfasis de esta reflexión es la necesidad de disciplina y moderación al momento de degustar todos aquellos platos cuando posen delante de nuestros ojos para consumirlos. El objetivo debiera ser comer para nutrir el cuerpo y mantenerlo sano para sus demás funciones. Es por eso que junto con el ofrecimiento diario de las más variadas y exóticas comidas, se ha venido desarrollando a la par, todo tipo de dietas y técnicas para lucir un cuerpo con una mejor estética. Hoy día las técnicas del ‘workout’ que tiene que ver con los ejercicios del cuerpo para mantener una buena figura, tiene muchos seguidores. Pero la gula, al igual que los demás Pecados Capitales, se enfrenta más con los ejercicios del espíritu que con los del cuerpo. Aquí nos referimos al uso de la templanza al momento del consumo de aquello que nos es apetecible. Adiestrar el alma con esto, de una manera cotidiana, preservará al individuo de la ruina moral y espiritual, que son signos de esta sociedad en decadencia. Tomás de Aquino dijo que esta virtud cardinal "enriquece habitualmente a la voluntad y la inclina a refrenar los diferentes apetitos sensitivos hacia los bienes deleitables contrarios a la razón. El cometido propio de esta virtud es poner orden en las pasiones para que, lejos de oponerse, contribuyan al bien honesto”. De esta manera podemos ver que el dominio propio en el comer y la continencia en el beber preservan al cuerpo de la impudicia, dándole más libertad al alma para que sea la rectora de nuestros deseos y la dueña de nuestra voluntad. Sólo el dominio propio ayudará a detener la gula.
Jesús fue nuestro modelo para una vida austera y llena de los más encumbrados propósitos. A sus seguidores les decía que no hicieran de la comida, la bebida y el vestido, su principal preocupación. A ellos les exhortaba para que vivieran en una actitud de alerta, no dejando que sus corazones se cargasen de glotonerías y embriaguez y de los afanes de esta vida. Los motivó a descubrir una vida más allá de las gratificaciones y los goces temporales, por lo que será la delicia y las bendiciones eternas. Estas verdades fueron respaldadas al comienzo de su ministerio cuando él mismo sometió su cuerpo a un ayuno y oración de cuarenta días. Tan digno ejemplo sería lo que inspiró a uno de sus seguidores a decir después: “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Romanos 13:13, 14)
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