INTRODUCCIÓN: Nunca supiéramos de este extraordinario capítulo de la Biblia si a Pablo no lo hubieran obligado a gloriarse. De modo que le agradecemos a los llamados “súper apóstoles”, quienes pusieron en duda el trabajo de Pablo, para conocer una experiencia verdaderamente asombrosa. Que todo sepamos, ningún mortal había ido al cielo y regresado para echar el cuento de lo visto. La insondable relación que Pablo tuvo con su Señor, aquel que un día se lo encontró en el camino a Damasco, le hizo vivir un momento que a muchos nos habría gustado vivir, aun antes de ir a la patria celestial. Sin embargo, este mismo pasaje nos muestra también la otra cara del asunto. Nos revela a dos hombres en uno mismo mostrándonos la grandeza de la gloria, y a otro mostrándonos la humillación de las debilidades. Uno a quien el mismo Pablo dice: “Conozco a un hombre…”, para referirse a él mismo y a la experiencia celestial, y al otro, el terrenal, lleno de debilidades y necesitado de la gracia y el poder de Dios para vivir. En un mismo texto vemos a un hombre en el espíritu, oyendo “palabras inefables que no les dado al hombre expresar”, pero a su vez a un hombre con un tremendo aguijón en la carne, gloriándose más en sus debilidades que en las revelaciones y visiones que haya podido tener. Este es un pasaje muy humano que confronta al creyente perfeccionista, que piensa que él no es como el publicano que lo único que decía era: “Sé propicio a mi pecador”. Nos hará un gran bien estudiar este capítulo para que nos identifiquemos con uno de los hombres más grandes del cristianismo, en una de sus más extraordinaria biografías, de modo que aprendamos cómo lidiar con nuestras debilidades para que puedan ser usadas por Dios para que puedan traer gloria a su nombre. ¿Tiene usted una debilidad? Pues este mensaje le ayudará a saber cuáles el propósito de ellas y cómo enfrentarlas, de modo que al final se pueda decir: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
I. LAS DEBILIDADES EVITAN GLORIARSE A SI MISMO v. 5
1. La gloria permitida. Pablo relata que la experiencia que tuvo con el Señor, una especie de “arrebatamiento” anticipado, había sucedido unos catorce años atrás. Fue traspuesto al cielo, al mejor estilo de los profetas anteriores, en una forma que él mismo no está seguro. No recuerda si fue en el espíritu o fue en el cuerpo. De todas maneras no debemos especular sobre los detalles de lo ocurrido. Pero la intención de Pablo no fue exaltar lo que oyó sino magnificar a Cristo. De ese hombre él tiene el derecho de gloriarse. Es como su gloria permitida. ¿Por qué razón? Porque cuando vio el “tercer cielo” y el “paraíso”, aquello fue una demostración del gran amor que Dios le tuvo. Pablo fue tan especial para su Señor, que le dio un anticipo de la gloria que le esperaba. Amados hermanos, es una bendición saber que mis debilidades me ayudaran a descubrir, que lo único en lo que podré gloriarme será en la “cruz de Cristo”, pues a través de ella lograré entender el “de tal manera amó Dios al mundo”. Si nuestra gloria, glorifica a Cristo, entonces vale la pena esa gloria.
2. La gloria no permitida. Le sorprende al lector el ver que Pablo no deja espacio para sí mismo, sino para que Cristo tome la preeminencia. En un mundo donde la adulación y la exaltación al ego son lo que valen, y por lo que se lucha, esta declaración apostólica pareciera estar descontextualizada. Hay hombres, incluyendo a no pocos creyentes, que les importa mucho que otros los exalten y los reconozcan, sobre todo por sus éxitos y sus méritos. Pero cuánto necesitamos aprender de hombres como Pablo, y mayor aún, de nuestro Señor Jesucristo, cuyas vidas fueron marcadas por la humildad. “Gloriarse en las debilidades” es un asunto que nos pone en la “raya”, de manera que nadie tenga más algo concepto de mí que el que debe tener. Preferir gloriase en las debilidades nos mantiene conscientes de lo que somos. Cuando los hombres caen de su “pedestal”, pasan por la dura tarea de tener que bajar su ego y tener que humillarse ante aquello que un día miraban con menosprecio. No nos está permitido gloriarnos a nosotros mismos. Tal gloria es efímera y pasajera. Pero el gloriarnos en nuestras debilidades nos hará hombres con una visión distinta de nosotros y de los demás. Las debilidades son los límites con los que Dios nos mantiene aptos para su servicio. ¡Prohibido gloriarse a si mismo!
II. LAS DEBILIDADES REVELAN EL AGUIJÓN QUE MOLESTA v. 7
1. El aguijón de la carne. El lugar donde Pablo fue llevado era propicio para que cualquier ser humano se exaltase sobre manera. Tengo la impresión que aquellos que hoy día se jactan de haber ido al cielo y regresado, al parecer no han leído este pasaje. Los hombres que caminan más cerca del Señor tarde o temprano serán visitados por algún aguijón. Esto me hace pensar que no ha sido extraño que hombres con una profundidad espiritual, hayan tenido que sufrir de algo que los ha mantenido quebrantados. Se cuentan por miles los que han padecido de penosas enfermedades, como el caso de Spurgeon, a quien sus biógrafos describen con grandes enfermedades desde los 35 años. Entre otras cosas, sufría de la gota, de neuralgia y de reumatismo. Todas estas eran dolencias extremadamente dolorosas. Observe que en este pasaje, Pablo aparece en un momento caminando en lugares celestiales y de repente lo encontramos en lugares muy terrenales. Él dijo: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera…”. No se sabe cuál era el aguijón que sufría, pero lo describe como un “mensajero de Satanás”. Las debilidades tienen la misión de revelarnos la espina que punza la carne para depender más del Maestro.
2. Oración no contestada. Una de las cosas que aprendemos de Pablo es que hay oraciones que Dios no contesta. Esto parece extraño de nuestro Padre amante. Sin embargo, ya el mismo Señor Jesucristo había hecho esta oración y tampoco el Padre le respondió. Nos basta hacer la voluntad de Dios, aunque no responda la oración. Hay debilidades en nuestras vidas que en no pocas ocasiones nos conducen a estados de quebrantamiento y, en algunos casos, hasta de desesperación. Por seguro le hemos pedido al Señor que las quite de nuestra vida, pero nos damos cuenta que ellas siguen en nosotros. ¿Cuál es el propósito? ¿Por qué sufrimos con ellas? Yo no sé cuál es su debilidad. Pudiera ser una enfermedad, alguna prueba, algún asunto muy personal. Bueno, el testimonio de Pablo nos ayuda a entender cuál es el propósito de todo esto. Respecto a su caso, le había pedido a Dios tres veces que le quitara el aguijón que lo abofeteaba, pero la divina respuesta fue esta: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Me gusta este versículo. Para el creyente que batalla con sus debilidades, el mejor recurso que tiene del cielo es la gracia divina. Nada supera la gracia de Dios. Por ella no solo somos salvos, sino que somos sostenidos en nuestro peregrinaje terrenal. La gracia es suficiente no importa cuál sea nuestra condición. No es lo mismo sufrir en nuestros propios esfuerzos que sufrir acompañados de la gracia. Pero también este texto nos dice, que en esa parte donde soy débil, el poder de Dios se “perfecciona en la debilidad”. ¿No es maravilloso esto? Pudieran haber otros “poderes” que agarran cuerpo en nuestras debilidades, pero que contemos con el poder de Dios haciendo su obra, hasta utilizarnos poderosamente, es una bendición inexplicable. ¡Bendito sea Dios sino nos envía un aguijón a través del cual podamos glorificarle!
III. LAS DEBILIDADES MUESTRAN EL PODER QUE ACTÚA EN NOSOTROS v. 9
1. El Señor necesita de mi debilidad. Paradójicamente el Señor necesita más de nuestra flaqueza que de nuestra potencia. ¿Por qué razón? Porque nuestra potencia pudiera convertirse más bien en su rival. Los que se consideran autosuficientes simplemente le dicen a Dios que no necesitan de su ayuda. Pero qué distinto es pensar que mis propias flaquezas se constituyen en verdaderos siervos de él. Cuando esto hacemos, dependemos de sus recursos y manifestamos su gloria. A través de la historia se ha descubierto que la necesidad del hombre es la oportunidad de Dios. Pero por otro lado, la seguridad del hombre en sí, es la oportunidad para Satanás. La manera cómo Dios obra no es la de poner al creyente fuera de las pruebas, sino, en todo caso, darle un poder especial con que soportar las pruebas. Alguien ha dicho que “Dios suele sacar bueno de lo malo para que los reproches de nuestros enemigos nos protejan del orgullo”. Las debilidades nos evitarán exaltarnos desmedidamente. Dios usó la debilidad de los hombres para revelar su grandeza. ¡Convierta su debilidad en instrumento de bendición!
2. El poder que reposa en mí. Hay mucha gente en cuyas vidas reposan otros poderes. De hecho, en algunos reposa el poder de alguna inclinación pecaminosa. En otros reposa el poder de la ambición, de la fama, del prestigio etc. Pero hay una gran diferencia cuando al buscar en mi interior descubro que en mi reposa el poder de Cristo. Esto quiere decir que el Señor es suficiente para mí. Significa que con Cristo no necesito de nada ni nadie más. Pablo ha dicho que frente a sus debilidades, le basta la gracia de Dios. Pero ahora ha dicho, que frente a sus debilidades reposa el poder de Cristo. Aquí hay algo maravilloso. Si el poder del Señor es el que reposa en mí, entonces, cuando soy débil, soy fuerte. Fu el mismo Pablo quien al hablar de sus debilidades nos ha recordado que: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros…” (2 Cor. 4:7). La palabra “reposar” tiene que ver con “morar en una tienda”. Jesús hizo morada en el mundo según Juan 1:14. Pues de igual manera, ahora ha hecho morada con su poder en nuestros corazones.
IV. LAS DEBILIDADES CONDUCEN A UNA FORTALEZA MAYOR v. 10
1. Lo que opina el mundo. La filosofía del mundo no es el ser débil sino fuerte. Olvídese que el mundo quiera saber algo de los débiles. Todos los hombres buscan ser fuertes, poderosos, como si con esto les permitiera estar por encima de los problemas. Por qué cree usted que los gobiernos prefieren tener a su pueblo en la ignorancia, en la necesidad, sin un interés real para sacarlo de la pobreza, en el engaño. La razón es porque son muy fáciles de manejar, de convencerlos. Muchos de ellos son comprados a través de las promesas, o con un poco de dinero, aunque al final le fallen en todo. Y cuando alguien se hace fuerte es difícil que pueda ver al débil. En la mentalidad de algunos, el hacerse cristianos, los hace muy débiles. Es más, algunos consideran que el cristianismo es para los pobres, los débiles, los llorones, los que no tienen poder, los que no tienen fuerzas. Que es para las mujeres, los ancianos y para los niños. Y para otros extremistas, el evangelio es para los bobos y los cobardes. Por supuesto que ellos no han leído del “fuerte” Pablo. Él creía que tenía el control de todo. Irónicamente después fue conducido ciego de la mano por otro hombre, cuando él era quien aplastaba a los cristianos. Para algunos la bienaventuranza sería: “Bienaventurados los machos”, en lugar de los mansos.
2. Lo que opina el Señor. No nos interesa mucho la opinión que tenga el mundo si somos débiles, pues la opinión que más nos importa es la de Dios. ¿Por qué decimos esto? Porque el que es débil en Jesús, siempre acude a él. Le buscará de corazón, le clamará con ruegos y súplicas en el espíritu, y escudriñará la Biblia, para luego someterse a la voluntad de Dios en obediencia. Al hacer esto, uno se hace fuerte. La buena noticia es que a los que son débiles, Dios les envía sus ángeles que le protegen en su diario caminar. Pero los débiles no se quedarán para siempre así. La madre espera que un día su bebé sea fuerte. En la mayoría de los casos, todos los creyentes al comenzar son débiles, pero en la medida que se meten con el Señor llegan a ser gigantes en la fe. Detrás de la debilidad de mi fe, puede esconderse un Milagro. Detrás de la debilidad de mis dudas, vendrá una respuesta oportuna. Detrás de mi debilidad de mi pecado, viene un seguro perdón. Y detrás de alguna derrota, aparecerá una victoria.
CONCLUSIÓN: El único que puede decir: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”, es un hijo de Dios. No se sienta mal por sus debilidades. Recuerde que ellas forman parte de su vida. Su debilidad será la oportunidad que Dios utilizará para glorificar su nombre. Escuche lo que dijo Isaías 40:29-331: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. ¡Alabado sea Dios, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte!