(Jueces 2:1-4, 10)
INTRODUCCIÓN: Una de las grandes sorpresas del libro de los jueces es el versículo 10 del capítulo 2. Allí se revela de una manera repentina una brecha generacional que jamás había sucedió. Israel conoció al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob y, por supuesto, de Moisés de quien viene gran parte de su historia. La primera generación, aunque fue rebelde, no llegó al extremo de ésta que “no conocía a Jehová”. Y la pregunta obvia es, ¿qué pasó con ellos? ¿Cuáles fueron las razones por la que esa nueva generación no conoció al Dios que hizo maravillas desde la liberación de Egipto hasta asentarlos en la tierra prometida? ¿Dónde estuvo la falla para que aquella generación cayera en el grave pecado de la apostasía? Y esto lo preguntamos porque Dios había especificado a los padres la importancia de transmitir a sus hijos los mandamientos bíblicos para perpetuar en ellos la solidez de la familia, y el amor exclusivo por su Dios. Vea lo que él dijo en Deuteronomio 6:4-7, 12. Amados hermanos, cuando una generación se le deja sola sin tomar en cuenta esta recomendación bíblica, la exponemos a vivir exactamente como la que encontramos en Jueces 2:10. Me temo que pudiéramos estar viendo las señales de una generación apóstata que por estar altamente influenciada por el mundo, y por no tener una consistencia de valores en sus hogares, se nos está yendo de las manos. De modo que es tan urgente como necesario que atendamos esta amonestación y retomemos las palabras del mismo Josué quien antes de morir dijo: “Escogeos hoy a quien sirváis… pero yo, y mi casa, serviremos a Jehová” (Jos. 24:15). ¿Cuáles, pues, son algunas de características de una generación apóstata?
I. EL DESCONOCIMIENTO DE LO QUE DIOS HIZO EN EL PASADO
1. La fidelidad de una generación no garantiza la siguiente v. 1. Israel, con todo y no haber avanzado en la conquista de las demás naciones, mantenía la creencia en su Dios. El Ángel de Jehová, quien era la figura del Cristo preencarnado, vino para exhortarles sobre lo que serían las consecuencias de romper el pacto con Dios y unirse a aquellos pueblos paganos sin conquistar. Le oyeron con atención y hasta lloraron con profundidad v. 4. Las advertencias eran muy solemnidades. Esa generación recibió un gran mensaje que los conminaba a la fidelidad. Sin embargo, esto no aseguraba que las próximas generaciones seguirían escuchando al Ángel de Jehová. La verdad es que la fidelidad de una generación no garantiza la siguiente. En este sentido afirmamos que la salvación no es un asunto que se da por transferencia. La consagración y fidelidad de los padres no asegura la salvación de los hijos; cada uno tiene que asumir su responsabilidad. ¿Por qué tenemos hijos inconversos habiéndose formados en hogares cristianos? Bien pudiera ser que no han escuchado la historia completa de lo Dios hizo en el pasado.
2. La influencia del mundo hace olvidar la obra del pasado. La tierra donde se asentó aquella generación le presentó todas sus bondades y sus atractivos a los nuevos invasores. Por cuanto no tenían bases sólidas, su formación espiritual estuvo sujeta a las costumbres de un paganismo perverso. El mundo de ese momento encontró a una generación vacía del Dios de sus antepasados y pronto les conquistó con sus ofrecimientos. Bien se sabe que cuando un corazón está vacío de Dios otras cosas comenzarán a llenarlo. Aquella generación desconoció Deuteronomio 6, como la desconoce la nuestra. Cuando no se conoce la obra que Dios hizo en el pasado nos exponemos a oír las voces, los consejos y las seducciones que el mundo ofrece. Pregúntese usted lo siguiente. ¿Por qué el mundo seduce a tantos creyentes y los aleja cada vez más de la palabra del Señor? ¿Por qué ese afán de imitar todas las modas del mundo, incluyendo aquellas que tienen la finalidad de vestir al cuerpo con una especial seducción? ¿Por qué los placeres de la carne parecieran ser mejores que los placeres del Espíritu? ¿Por qué muchas iglesias se quedan sin juventud? ¿Qué ha pasado con Romanos 12:1,2? Al parecer hay un acomodo sutil al mundo. Sin embargo la Biblia dice que el “mundo pasa y sus deseos”, pero no su palabra.
II. EL PRONTO ABANDONO DE DIOS PARA SERVIR A NUEVOS ÍDOLOS
1. Un Dios santo por ídolos abominables v. 13. Canaán estaba infectado de ídolos, y el pueblo de Israel decidió escoger los peores de ellos: baal y astarot. Así que cambiaron a un Dios santo por esos ídolos abominables. Pero, ¿quiénes eran estos ídolos? Eran como la deidad cananea suprema. El uno tenía que ver con la lascivia incontrolable, mientras que el otro era un tirano ante cuyos pies se derramaba sacrificios de sangre. El nombre de uno significaba “fuerte, poderoso”; el otro era el “Señor del cielo”. Uno era el dios de la lluvia y la tormenta, más conocido como “señor, poseedor”. Astoret era la patrona del sexo. Y aunque era llamada “virgen” y “santa” en verdad su culto tenía que ver con la “prostitución sagrada”. Si nos damos cuenta, ambos dioses tenían que ver con lo sensual, con la perversión sexual. ¿Y no son acaso estos mismos ídolos los que nuestra generación adorara y con ello se alejan del verdadero culto al Creador? ¿No es acaso la sensualidad en sus diferentes expresiones uno de los cultos modernos? Los versículos 11 al 13 describen lo que hizo aquella generación al cambiar a un Dios santo por ídolos abominables. Vea que eso lo hicieron “delante de sus ojos”. Esto es apostasía visible. Uno de los dioses más perversos de esta generación es el “relativismo”. Esta es la filosofía moderna que dice que si algo te hace bien, hazlo, pues todo es relativo.
2. Dios es un Dios celoso. Como es de esperarse, cuando el pueblo que dice amar a Dios se aleja de él, para entregarse en servicio a un nuevo ídolo, la ira de Dios se enciende. La Biblia nos dice que él es un “Dios celoso”. No puede pretender quien ha adorado a Dios, y decide unirse a un nuevo ídolo, que él no reaccione, pues fue él mismo que dijo: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. La Biblia también añade: “Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” (He.10:31) Y esto fue lo que aquella generación apóstata experimentó. Tome en cuenta que lo primero que se desató fue la ira de Dios v. 12. Luego Dios los entregó en manos de lo peor que había en ese lugar a manera de disciplinarlos. Por cuanto abandonaron a su Dios, él mismo se encargó que les fuera muy mal en la medida que intentaban avanzar. Dios no tolera que sus hijos le cambien por otros ídolos. Romanos 1 nos muestra lo que hace un Dios airado con una generación que persiste en hacer lo malo. Entregados a “una mente reprobada” v. 28 nos indica hasta dónde Dios puede llevar a una persona que persiste en pecar y no dar gloria a su nombre. Cuando se cambia a Dios por los ídolos de la carne, nos exponemos al ardor de su ira.
III. EL ABANDONO DE LA PALABRA DEJADA POR LOS PADRES
1. Abandonar el camino de los padres v. 17. Esta pudiera ser una clara característica de una generación apostata. ¿Por qué tenemos algunos hijos que no terminan de consagrarse al Señor? Muchos de nuestros hijos saben que sus padres se invirtieron en ellos; se esmeraron en darle el mejor ejemplo, entre las que se cuenta: el amor, la fidelidad y el apego a la palabra de Dios. Sin embargo tenemos hijos que siguen sus propios caminos y se olvidan de las sendas antiguas donde sus padres le formaron. El camino de los auténticos padres cristianos está signado por el respeto, el amor, la honestidad y la verdad. Cuando un hijo no valora eso, y se enrumba en sus propias decisiones, comienza a transitar los linderos de la desobediencia. Mire lo que la Biblia nos dice a este respecto: “Hijo mío atiende la instrucción de tu padre, y no abandones la enseñanza de tu madre, pues serán para ti un bello adorno como un collar y una corona” (Prov. 1: 8-9). Los hijos sabios optan por seguir la instrucción de sus padres.
2. Abandonar la palabra dejada por Dios v. 17. Una señal de padres piadosos es el valor que le dan a la palabra de Dios y su afán para darla a conocer a sus hijos. La generación que se levantó después que murió Josué desconoció lo primero que Dios le recomendó a este líder antes de introducirlos en la tierra prometida: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Jos. 1:8). La apostasía es el abandono de la palabra de Dios. La presente generación no solo está desconociendo la palabra de Dios, sino que no cree en ella. La tendencia del humanismo moderno es sacar a Dios y su palabra de todos los lugares donde ella ha sido rectora para la formación moral y espiritual de los pueblos. ¿Qué le espera a una generación que saca a Dios y su palabra de su vida y decisiones? ¡Un total desastre! Un abandono de las sendas antiguas.
IV. EL ABUSO QUE SE HACE DE LA MISERICORDIA DIVINA
1. Dios se complace en misericordia v. 18. Nuestro Dios no abandona a sus hijos sin antes darles una mano en medio de sus desviaciones. Lo primero que Dios hizo por aquella generación perversa e incrédula fue levantarles “jueces” para que vinieran a ayudarles contra los enemigos que los oprimían v. 16. Y es que Dios siempre se compadecerá de sus hijos a pesar de su rebelión. La intención del Señor siempre será la de liberar a los que corren desenfrenados tras su propia locura. Los “jueces” son los instrumentos que Dios usa para librarnos. Dios no quiere que los hombres caigan en un estado total de apostasía. Él no quiere que sus hijos corran la misma suerte de los ángeles que desobedecieron y están reservados para cadenas perpetuas (Judas 6). Una generación apostata es aquella que aun viendo las misericordias de Dios alto y sigue pecando.
2. Estar con él mientras está librándonos v. 19. Otra señal de la generación apostata es la que presenta una obediencia condicional. Israel era fiel mientras tenía a un juez como su protector, pero una vez muerto, la corrupción llegaba a extremos máximos. Esta situación no ha cambiado. Se cuentan por cientos los creyentes que mantienen una obediencia condicionada. Si ven que las cosas no andan como esperan, pronto se apartan del camino siguiendo los deseos de su corazón. Y así tenemos que ciertos estados espirituales son el producto de la desobediencia, pues de parte de Dios el creyente cuenta con una mano extendida para que no se corrompa en su condición. A veces se dan reformas espirituales pero no siempre suceden cambios transformadores. Muchos creyentes viven de “avivamientos temporales”; lo necesitan todos los domingos.
CONCLUSIÓN: Cuando Pedro predicó su sermón en el día de Pentecostés instó a sus oyentes a librarse de aquella generación apóstata, al decirnos: “Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación” (Hch. 2:40). Lo mismo hizo Pablo, quien al referirse a la conducta ejemplarizante de un auténtico creyente, dijo: «Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo…” (Fil. 2:14)
La mejor forma de detener la apostasía de esta generación es asegurarnos que nos nuestros hijos sean realmente creyentes, y aquí los padres somos los responsables. No dejemos a los hijos sin disciplinas. Haga lo que hizo un buen diácono con un hijo que era insolente con su madre; así le dijo: “Hijo te pusiste insolente con tu madre, y cuando hiciste eso pecaste contra Dios, y ese es un asunto entre tú y Dios y tendrás que arreglar cuentas con él. Pero también es un asunto entre tú y tu madre, vas a tener que arreglar las cosas con ellas. Pero el asunto es que ella no solo es tu madre, sino que también es mi esposa y yo no permito que ni tú ni nadie le hablé así a mis esposa. Así que debo disciplinarte por lo que has hecho”. Seamos firme frente a la nueva filosofía que dice: “Den a sus hijas píldoras anticonceptivas”. Diga lo que dice la Biblia en Hebreos 13:4. Si oye decir que sus hijos deben escoger sus preferencias sexuales, recuérdeles lo que dice Levítico 18:22. No dejemos que imponga esta generación sobre la palabra.