Este es otro mensaje del pastor Julio Ruiz de los salmos que cantaban los peregrinos cuando venían desde lejanas tierras a la Casa del Señor. Esta basado en el salmo ciento treinta y tres y su énfasis es en la bendición que significa la unidad, pero aquella donde la armonía hace la diferencia.
(Salmo 133)
Este es otro salmo de David que tiene que ver con la casa de Dios y de los peregrinos que se disponían a venir a ella. Los israelitas tenían el mandato de venir a Jerusalén todos los años para adorar en el templo y lo hacían para celebrar la fiesta de la pascua, la fiesta de las semanas o pentecostés (7 semanas) y la fiesta de los tabernáculos. En sus largos viajes cantaban algunos de estos salmos.
Así que el presente salmo evocaba en la vida de los peregrinos la ilusión de la reunión en el templo, del verse otra vez, de compartir la alegría del encuentro y hasta el comer juntos en una de sus tantas fiestas. El salmo 133 es un poema breve que se nos ha dejado para afirmar las virtudes de la unidad familiar y nacional, para el caso del pueblo de Israel.
Ningún otro salmo expresa tan nítidamente el valor de la armonía como este. Es un claro elogio para mantener las mejores relacionados entre los que nos llamamos hijos de Dios.Es un tributo para aquellos que dentro del cuerpo de Cristo aman el valor de la amistad y la fraternidad. Otra vez, cuando pensamos en el retorno a la casa del Señor nada es más importante que nuestro encuentro con él, pero también con nuestros amados hermanos.
Que la esencia de este salmo nos arrope de tal manera que su profundo significado nos haga creyentes sensibles, entusiastas y deseosos de vernos otra vez para disfrutar de nuestra koinonía. La armonía de la iglesia vista en su unidad es una bendición para los que no creen, es una fortaleza para cada miembro y es un regocijo para nuestro Dios. Hagamos del salmo 133 nuestro modelo de vida cristiana. Conozcamos su naturaleza y apliquemos sus enseñanzas para que la armonía de esta letra sea nuestro verdadero Ambiente de Gracia.
El imperativo de la armonía
El llamado a ver esta hermosura
Salmo 133:1a. El salmista comienza este precioso poema con un inusual llamado a través de un imperativo: Mirad. ¿Por qué él invita al lector a hacer esto? Porque esto no siempre es normal. Es más, esto es un portento que se ve raramente. Pero la armonía debe verse. No debiera haber razón para que esto no sea una realidad en medio de una congregación.
Observe que esto es “bueno y delicioso”. El énfasis de este salmo es la armonía a través de la unidad. El salmista hace una invitación para que veamos que no hay otra cosa mejor y más agradable que lo que se debiera darse en la reunión de los santos. Es bueno, porque no es malo.
Es bueno porque allí se dan los propósitos del cielo. También es bueno porque es el lugar para crecer y madurar en la vida cristiana. Es bueno porque allí se da un ambiente donde la poderosa presencia del Espíritu es la que nos dirige y nos gobierna.Y es delicioso porque esta es la misma palabra hebrea que se usa en la música cuando las cuerdas de los instrumentos son finamente entonadas para sacar una hermosa melodía. Así, pues, es tan agradable y placentero que los santos estén todos de acuerdo. Hay una hermosura allí que se nos invita a mirarla, a disfrutarla, a vivirla.
Los únicos que producen esta armonía
Salmo 133:1b. Los que hacen que eso sea bueno y agradable son los hermanos, pero no cualquiera de ellos, sino los que habitan en esa relación. La palabra “habitar” tiene el sentido de permanecer, de estar siempre allí. La palabra para “hermanos” acá tiene que ver con la de hijos que vienen de un mismo padre, o aquellos que vienen de antepasados comunes como Israel que provenía del padre Abraham.
En el contexto de la familia sanguínea nada es más hermoso que ver allí el desarrollo del amor entre ellos. Se espera que los hermanos que se aman se cuidan y se protegen en la familia cercana, gocen de buenas relaciones. Los abuelos y los padres llegan a ser muy felices cuando ven esa armonía entre sus hijos o sus nietos. Pero, por otro lado, las familias sufren mucho cuando los hermanos se odian, no se hablan y no se tratan.
Cuando llevamos esto al seno de la iglesia nada es más hermoso que vivir esa experiencia. Bernabé se gozo en ver eso cuando visitó la iglesia de Antioquía (Hch. 11:22, 23).
Juntos y en armonía
Salmo 133:1c. Nos corresponde hacer un comentario específico sobre estas dos palabras que son las que hacen distinción en el salmo y llegan a ser el corazón de lo que el salmista desea que miremos. No siempre hay armonía en la unidad. A veces hay unidad por conveniencia.
Creo que la analogía que Pablo usa para hablar del cuerpo nos ayuda a entender esto. En un cuerpo hay muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, sin embargo, puestos juntos, forman la unidad. Se necesita la armonía. Si el salmista hubiera dicho: “Mirad cuando bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos…”, sin agregarle, “y en armonía” no habría dicho que era “bueno y delicioso”.
En efecto, lo que hace la reunión de los hermanos un ambiente agradable es la armonía. El estar juntos nunca es una garantía de unidad. El egoísmo es el gran enemigo de la unidad, porque no piensa en otros, sino como satisfacer mis necesidades. Pero es allí donde tiene que entrar el trabajo de la armonía. Eso es, el acto de ponernos todos juntos, pero cada uno ejecutando su instrumento en la misma orquesta, con la misma nota, hasta que sea oída la dulce melodía que regocijará al Señor y a toda la audiencia que vino a escuchar.
La ilustración de la armonía
La imagen del aceite rociado
Salmo 133:2. La frase “es como” ilustra que la armonía es tan preciosa como el aceite de la unción. El salmista no podía escoger una figura mejor que el aceite de la unción para mostrar la armonía. Él dijo que la armonía de los hermanos solo es comparada al purísimo aceite (óleo) que fue usado para consagrar al primer sacerdote de donde vendría todo el orden sacerdotal en Israel. No era cualquier aceite.
Las indicaciones para hacerlo aparecen en Éxodo 30:22-23. Observe la descripción que hace en el derramamiento de aquella cantidad de aceite, visto en la manera como empapaba la ropa del sacerdote. Fue puesto sobre la cabeza de Aarón y desde allí descendía sobre su abundante barba “hasta el borde de su vestidura”. Esta figura es muy elocuente. No se trata de ungir una parte del cuerpo.
Aquel era un “baño” de aceite como una distinción permanente. Era el aceite divino, preparado para la ocasión. ¿Por qué el estar juntos y en armonía es comparado con el aceite de la unción? Porque es símbolo del Espíritu Santo quien vino para “empaparnos” con su presencia y por medio de nosotros esparcir el aroma a los que no le conocen.
La imagen de la montaña más alta
Salmo 133:2b. La montaña de Hermón era la parte más alta en la geografía de Israel. Es una montaña famosa por la densidad del rocío que se produce en ella. Y el salmista de una manera poética nos dice que hasta los montes de Sion se benefician de ese rocío. Dos cosas son interesantes para explicar la figura del salmista.
Los que conocen estos montes nos dicen que Hermón siempre está verde porque durante el invierno lo cubre la nieve y durante el verano un gran rocío desciende por las noches para que la vegetación esté siempre verde. Pero el monde Sion es árido. ¿Qué sucede entonces?
Pues que la montaña más alta riega a la más pequeña con su bendición. En la iglesia muchas veces somos como el monte de Sion, tierra seca y árida, pero Dios nos envía su bendición (esa es la idea de “caer”) para que todos seamos participes de ella. ¿Qué es lo que une a estas dos montañas? Pues el rocío de la mañana. ¿Qué es lo que une a la iglesia para logre su armonía? Otra vez, el rocío acá es otra figura de lo que hace la obra del Espíritu que es dada para darle vida y alegría a nuestras relaciones. El rocío es refrescante, y la comunión cristiana también debe ser refrescante.
¿Cuál es la importancia de estas dos figuras para la armonía de la iglesia?
Bueno, que la verdadera unidad es un regalo de las bendiciones de Dios, así como el aceite que fue derramado sobre la cabeza de Aarón. La unidad verdadera es algo que el hombre no puede producir por si mismo, sino por Dios. De hecho, en el texto aparece tres veces la palabra “desciende” para enfatizar que esto viene de lo alto para empapar a toda la congregación, tanto con el aceite como con el rocío.
La falta de armonía que vino por el pecado solo puede ser resuelta por una intervención divina. Nadie puede crear la unidad de la iglesia. De manera que el propósito de estas ilustraciones es para que preservemos la unidad. Dejemos que el aceite del Espíritu nos llene, nos inunde con toda su gracia y el rocío de su presencia nos de la verdadera unidad que nos hará más fuertes frente a un mundo que nos necesita.
Que nos arriesguemos a decirles a otros, “venid y ve nuestra armonía”. Que nos falte otra cosa, pero no la armonía en el vínculo de la paz.
La bendición de la armonía
El aroma de la armonía en la unidad
Salmo 133:2b. Desde el versículo 1 el salmista nos ha venido hablando que es provecho y deleitoso que los hermanos habiten juntos y en armonía. El oleo que se derramaba sobre la cabeza de Aarón desprendía un aroma que llegaba a ser disfrutado por todos los que estaban alrededor.
La bendición que traía el sumo sacerdote alcanzaba a todos los que eran ministrado a través de su servicio y ministerio. Y es aquí donde comenzamos a ver más específicamente la bendición de la armonía. Hay una fuente que pasa de un lugar a otro. Esto es lo que ocurre cuando los hermanos están juntos y en armonía. Todo esto nos enseña que Dios no creo al hombre para que viviera solo.
De hecho, cuando lo creo ya se había dado cuenta de esto y lo primero que hizo fue suplir la soledad del hombre. Ningún ser humano está completo en si mismo. Nos necesitamos mutuamente. Esto es lo que Pablo nos habla cuando hace alusión a la iglesia como un cuerpo. La mano no puede hacer nada sola sino no está conectada al cuerpo. Entonces, la aroma que se desprende de esa armonía envuelve a toda la congregación y todos reciben la bendición. Esa bendición es vista a través de todo lo que hace cada miembro.
En la armonía Dios envía vida eterna
Salmo 133:3. ¿Cuál es la más grande bendición cuando los hermanos habitan juntos y en armonía? Bueno, este texto no podía ser más claro. En ese ambiente, cuando reina la armonía por medio la unción del Espíritu, los que no son salvos llegan a tener salvación y vida eterna. De acuerdo con lo que David expresa, y sin saber que esta seria la verdad del evangelio de Cristo, cuando la iglesia experimenta una armonía verdadera, logrando una unidad quebrantable, ha preparado el terreno para que Dios descienda con una lluvia de bendición sobre ese ambiente visto en la conversión de aquellos que no le conocen.
La armonía de la iglesia es uno de sus temas más cruciales para su autentica vida espiritual y para su gran trabajo evangelístico. El mundo se ha encargado de dividirnos y poner las barreras que nos alejan unos de otros. El prejuicio racial, las clases sociales, los partidos políticos, las relaciones familiares y las luchas religiosas son unos pocos ejemplos a los que nos enfrentamos todos los días.
Por lo tanto, no hay cosa mejor para el hombre que este encuentre un lugar donde se respire la bendición de ser aceptado por los que allí viven, pero, sobre todo, ser aceptados por el amor incondicional de Dios.
Armonía en la unidad
Alguien ha dicho que “al pecado le gusta andar solo”. Pero cuando ese pecado es confrontado, es perdonado y el pecador queda libre de su dominio, entonces el salmo 133 se constituye en su más grande bendición. ¿Por qué decimos esto? Primero por la declaración del salmo mismo: “Mirad cuan bueno y delicioso es habitar los hermanos juntos y en armonía”. Mis hermanos, no siempre lo bueno es agradable.
Quizás acá seria bueno recordar lo que Pablo dijo: “Todo me es lícito, pero no todo conviene”. Sin embargo, y en relación con el mensaje de hoy, la armonía que nos conduce a una unidad real en la iglesia no solo es posible, sino que ella es semejante a ese aceite de la unción que nos empapa y como el roció de la mañana, símbolo de vida y gozo. Y es por medio de esa armonía que lleva a la unidad que Dios puede enviar allí “bendición y vida eterna”. Pienso, por lo tanto, que la exhortación de Hebreos 10:23-25 resume el llamado del imperativo de este salmo 133.