Hemos estado explorando las relaciones que existen entre la adoración y la Palabra de Dios tal como lo expresa el Salmo 19. Hemos visto que la Escritura es la única revelación de Dios en la que podemos confiar y que cualquier adoración que no tiene raíces en la revelación que Dios hace de sí mismo va por muy mal camino. En la entrega anterior nos enfocamos en el verso 7 de ese salmo que declara que la perfección de la Palabra tiene un efecto de conversión en el alma.
La segunda parte de este versículo nos dice que «El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo». El uso de la palabra «testimonio» significa que la Palabra de Dios enfatiza que la Escritura es Su revelación personal. Testimonio es algo que un testigo provee. Aquí Dios sirve como su propio testigo. De una forma distinta al testimonio del hombre, el testimonio de Dios es seguro. Su Palabra es digna de confianza y fiable. La comparación aquí es implícita. Los deseos y la transmisión de las ideas por parte del hombre no implican seguridad, pero la Palabra de Dios es una base firme.
¿Qué resultado produce el exponoernos al testimonio de Dios? Pues que nos hace sabios. La palabra «simple», aquí literalmente se refiere a los jóvenes o los que carezcan de entrenamiento. Una persona simple es aquella que no tiene ni la menor idea de algo, y esto me incluye a mi y le incluye a usted. Debemos admitir que sin la revelación de la Escritura de Dios, nunca hubiésemos conocido a Dios y por lo tanto no tuviesemos la menor idea de quién es Él.
Afortunadamente, por gracia de Dios y por su Palabra, podemos dejar de ser ignorantes en relación a Dios y a sus caminos y con ello pasamos de ser sencillos a sabios. A través de la Palabra, podemos conocer a Dios y también podemos adorarle.
Otro matiz de la palabra «simple» tiene un componente moral. Bíblicamente, cuando se habla de sencillo no son sólo se está refiriendo al ignorantes, sino también al inmoral. Una persona sencilla no es sólo alguien que no conoce el camino. Un persona sencilla es aquella que voluntariamente decide ir por mal camino. Por lo tanto, nuestro problema no es sólo la ignorancia sino tener un corazón duro.
La Biblia aborda en forma muy extensa este problema. Nos enseña sobre el carácter de Dios, y nos enseña como agradarle. Nuestra adoración sin estar fundamentada en las Escrituras nos conducirá inevitablemente al error y el pecado. Puede que sea difícil que podamos imaginarnos la adoración como algo pecaminoso que desagrade a Dios, pero como dice John Frame en su libro «Spirit and Truth» (Espíritu y Verdad):
«A menudo sorprende a las personas saber que Dios no siempre está contento cuando le adoramos. Nos inclinamos en pensar que a Dios debe estar agradecido cuando le brindamos algo de atención en medio de nuestra ocupadas agendas. La adoración no se trata de que Dios nos agradezca a nosotros. Se trata de nuestro agradecimiento hacia Él y Dios no se complace con cualquier cosa que decidamos hacer en su presencia. El Poderoso Señor del cielo y de la tierra exige que nuestra adoración penetre todas nuestras vidas y que sean controladas por su Palabra. »
Al darme cuenta de que soy uno de esos «simples» a los que refiere este versículo debo profundizar mi reconocimiento al testimonio. La Palabra no me deja en una pecaminosa ignorancia, sino que me instruye en justicia y sabiduría y me motiva a adorar Espíritu permitiéndome hacerlo en la Verdad.
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