Del escritorio de Julio Ruíz

Y será predicado este Evangelio

(Mateo 24:14)

INTRODUCCIÓN: El presente texto, enmarcado en el extraordinario discurso que Cristo nos dejara sobre el fin del mundo, y su segunda venida, nos hace ver que hay una tarea sin concluir enmarcada dentro de una gran urgencia, nos referimos a la evangelización. No se cuántos de ustedes han tenido la oportunidad de ver a una persona (por lo general hombres) que están a punto de suicidarse. Los casos más comunes han sido los que se ponen a la orilla de un edificio para lanzarse. Se ha dado cuenta cómo hay todo un despliegue de  gente cubriendo ese hecho. A parte de los curiosos que se apostan, como tratando de hacer un gran colchón para cuando la persona caiga, está la TV, la policía y por supuesto el cuerpo de bomberos. La posibilidad que esa persona salte al vacío, y acabe con su vida, es algo que mantiene en vilo a los espectadores. Cuando se ha logrado convencer al que había tomado esta decisión, usando algunos mecanismos de convencimientos, se escuchan aplausos y felicitaciones a los héroes del rescate. ¿Se había puesto a pensar cuánta gente todos los días se está suicidando espiritualmente y sin embargo hay un silencio y un conformismo total? La muerte física nunca será más importante que la muerte espiritual, pues la primera sigue siendo una ley, mientras que la segunda tiene que ver con una decisión. Amados hermanos, lo único que puede salvar del suicidio eterno a tantas personas es hacer realidad la presente profecía. Consideremos toda la universalidad que en ella encontramos para anunciar que Jesucristo no sólo es el único mensaje de salvación,  sino la única esperanza para el mundo.  

I. EL TEXTO NOS PRESENTA UNA NECESIDAD UNIVERSAL

1. El monte de los Olivos al parecer era un predilecto lugar para los retiros espirituales del Señor, desde donde enseñó asuntos muy importantes a sus discípulos. Un día ellos se le acercaron, a lo mejor motivados por algo que le oyeron decir respecto a su pronto regreso, con la siguiente pregunta: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y que señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?” (Mt. 24:3). Jesús les dio respuestas muy precisas, incluyendo varias señales que deberían tomar como referencia, pero una de las que tenía que ver más con ellos fue la que dijo: “Y será predicado este evangelio…”.  Y ellos, aceptando la Gran Comisión dejada en  Mateo 28:16-20 y de Hechos 1:8,  fueron los iniciadores de esta profecía al ser comisionados por el Señor durante su ministerio y después  del día de Pentecostés. Ellos fueron testigos sobre cómo esta promesa del Señor fue cumplida en su propia generación. Después que Cristo resucitó nada los detuvo. Ellos alcanzaron su generación para Cristo.

2. La frase “será predicado” nos indica dos aserciones. Una tiene que ver con el cumplimiento exacto de esta profecía, como se cumplirían todas las demás antes que Cristo viniera. Esta oración también sugiere a los hombres que Dios usaría a través de todos los tiempos, tales como: apóstoles, evangelistas, misioneros, pastores y todos aquellos, que no estando en estas categorías, pero con una gran pasión por las almas, serían usados para llevar el evangelio. Aquí habría también que decir sobre los instrumentos que Dios usaría para cumplir la Gran Comisión. ¿Tendría el Señor en mente la llegada de la TV, el cine, el Internet y la literatura para ello?  En segundo lugar, esta profecía nos dice que aunque el evangelio se enfrentaría a todo tipo de obstáculos, donde algunos evangelizadores hasta morirían por esta causa, nada detendría su avance a través de la historia. Este es uno de los testimonios más creíbles desde que Cristo murió. Algunos pensando en “el mito de Cristo y su evangelio” lo han tratado de ridiculizar y destruir, pero el evangelio no se detiene. El evangelio avanza aun en los regímenes donde está prohíbo hacerlo. El asunto es que tiene que ser predicado y nadie ni nada lo detendrá.

3. La palabra “predicado” habla de la acción que acompaña a todos los que hacen la tarea. El evangelio no será oído hasta que no sea predicado. Obviamente esto involucra el tipo de mensaje y la voluntad de darlo a conocer. Es muy cierto que el Señor no enviará a sus ángeles a hacer esta tarea. Este es un privilegio de los creyentes; sólo ellos lo conocen. Sólo ellos saben cuán eficaz ha sido en sus vidas, por lo tanto es deber de ellos darlo a conocer. El Señor ha dejado a su iglesia para que  ella  tenga el honor de proclamarlo  

4. Por otro lado, el “será predicado” nos muestra la visión divina. El Señor sabía de cuántas religiones competirían con su palabra, sin embargo dio por un hecho el  triunfo  de su evangelio, pues ninguna otra religión le ofrece a los hombres el perdón de sus pecados y la vida eterna como lo ofrece el evangelio que vino del cielo a través de Cristo.

       

II. EL TEXTO NOS PRESENTA UNA EXCLUSIVIDAD UNIVERSAL

1. La palabra evangelio nos viene de la raíz griega “euaggelion” y significa literalmente “buenas nuevas” o “buenas noticias”. De modo que cuando alguien nos trae buenas noticias, en un sentido nos está trayendo el “evangelio”. Sin embargo, cuando estudiamos la palabra en su origen primario, descubrimos que esto fue el corazón y centro de la fe cristiana. Dicho de otra forma, fue difícil encontrar otra actividad fuera del cristianismo donde esta palabra tuviera el mismo  significado. Bien podemos decir que esta sola palabra resume todo lo que es el cristianismo. Algunas veces se habla del “evangelio de Dios” y otras veces “el evangelio de Jesucristo”. En ambos casos se habla de un mensaje de buenas nuevas para todos los hombres. Y, ¿cuál era ese evangelio? En primer lugar es la revelación Dios, por lo tanto no es un descubrimiento humano (Gá. 1:11. 12). Cuando el hombre conoce el evangelio también está conociendo a Dios y su plan. En segundo lugar, el evangelio “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Ro. 1:16), Esta pudiera ser la más completa definición del evangelio.  

2. El Señor dijo: “Y será predicado este evangelio (cursivas mías)…”. El pronombre “este” le da un sentido de definición y exclusividad a lo que sigue adelante. Jesús no dijo: “Será predicado el evangelio”. Eso se hubiese prestado para creer a cualquier otro evangelio. “Este evangelio” le pone nombre y apellido a quien pertenece. El evangelio de Cristo fue único y seguirá siendo único; es su evangelio. Cuando los discípulos oyeron de labios de su Maestro esta solemne promesa, y luego supieron de sus enseñanzas encarnadas en la pura doctrina que se conozca hasta ahora, sabían que lo que estaban proclamando era “este evangelio”. No fue, pues, extraño que Pedro, en el gran sermón del Pentecostés hablara  de “este evangelio” con toda vehemencia. (Hch.2:22-24). Fue el evangelio que predicó Pablo, cuando afirmó: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado…que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras…” (1 Cor. 15:1-4). Los discípulos no supieron de otro evangelio sino de éste.

3. Por otro lado, “este evangelio” nos emplaza a no predicar uno diferente. Mucha de la proliferación del error, sobre todo en aquellos que están diciendo que ya Jesucristo ha llegado, encarna ese otro evangelio. Pablo reconoció que el evangelio es algo que se puede pervertir. Esta situación la vivió con los  Gálatas, cuando dijo: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gá. 1:6, 7).  Y lo que Pablo nos está alertando es que cuando un hombre comienza a hablar más de lo que el piensa de su interpretación, en lugar de  lo que dice la Biblia, está predicando un evangelio diferente. En este tiempo, “la Biblia dice” está siendo sustituido por “lo que yo creo” en muchos púlpitos cristianos.

4. “Este evangelio” es el que tiene un mensaje de “arrepentimiento para Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hch 20:20, 21). Es el que se centra en la pura gracia y pone a un lado todos los rudimentos de ley y  los que han inventado los hombres (v. 24)

III. EL TEXTO NOS PRESENTA UN TESTIMONIO UNIVERSAL  

1. La profecía de Jesús nos habla que “este evangelio del reino”, el cual sería predicado en todo el mundo, tenía como propósito ser de “testimonio para todas las naciones”. Las palabras pueden ser muy bonitas; adornadas con matices filosóficos, teológicos o poéticos, pero si no tienen el testimonio veraz, es “metal que resuena, que hace ruido y nada más”. El testimonio es la “prueba del hecho”. Las naciones van a creer “este evangelio” cuando los testigos sean capaces de demostrar que si vale la pena vivirlo. Porque si nosotros mismos no estamos convencidos que el evangelio es poder de Dios para salvación, mostrando tales  cambios, la gente dirá que todo suena bonito, pero se ve muy mal. La efectividad del evangelio tiene mucho que ver con el testigo que lo presenta. Los primeros discípulos trastornaron el mundo. Pero en nuestros tiempos, la razón por la que muchas veces el evangelio no es creído, es porque el mundo ha venido trastornando a los creyentes, dejándolos sin impacto y sin poder. Al parecer ha venido siendo todo lo contrario de lo que fue al principio. Aquellos fueron auténticos testigos (Hch. 1:8)

2. El testimonio como “prueba del hecho” deja dos situaciones claras. La primera es que libra de responsabilidad al testigo, pues ha “echado el cuento como es”, y la segunda es que queda de parte de las naciones, quienes hayan recibido el mensaje, aceptarlo o rechazarlo. En esto es bueno afirmar que la responsabilidad  más grande del creyente es ser testigo a su generación. Es cierto que el mundo no podrá ser cristianizado, pero si debe ser evangelizado a través de los testigos. Aquí vale la pena citar lo que nos dijo el profeta Ezequiel, cuando hablando de la responsabilidad del testigo, afirmó: “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú palabra de mi boca, y lo amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no lo amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu  alma” (Ez. 3:17-19). ¡Es cosa muy seria nuestro testimonio!

IV. EL TEXTO NOS PRESENTA UN JUICIO UNIVERSAL

1. El texto del cual estamos meditando se lee todo de esta manera: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”. Esta profecía plantea un hecho indiscutible: Cristo no vendrá hasta que la tierra no haya oído del evangelio. Enfatizamos la palabra “oído”, porque no es cierto que todos responderán al evangelio, pero todos deberían oírlo. Y para aquellos que lo rechazan, aun cuando el evangelio es “buenas nuevas de verdad” (Gá. 2:5); “buenas nuevas de esperanza” (Gá. 2:23); “buenas nuevas de paz” (Ef. 6:5); “buenas nuevas de la promesa de Dios” (Ef. 3:6); “buenas nuevas de inmortalidad” (2 Ti. 1:10); “buenas nueva del Cristo resucitado” (2 Ti. 2:8); y “buenas nuevas de salvación”, según Efesios 1:13, también se constituirán en noticias de perdición para todos los que habiéndolas oído, hicieron caso omiso a este inigualable mensaje.

2. De modo, pues, que cuando el Padre celestial vea que el evangelio de su reino haya sido predicado, llegará el tiempo para ponerle fin a este mundo dominado por el pecado y gobernado por su príncipe Satanás. El juicio a las naciones tendrá que ver con la venida de Cristo. Y, ¿para qué vendrá? En este mismo discurso, Jesús nos da una visión única de lo que sucederá al momento de su venida: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de sus cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda” (Mt. 25:31-33). Las demás palabras que se desprende de este mismo discurso tienen que ver con la recompensa para ambos grupos, según lo que hicieron por el prójimo. De todo esto se afirma que el evangelio predicado y oído, constituye la razón del juicio a las naciones. La segunda venida de Cristo no será para dar otra oportunidad a los hombres sino  más bien para entregar los galardones a quienes así lo hicieron, o  para el juicio eterno a quienes vivieron sólo para  ellos (v. 34-46).

3.  Con esto se nos deja  una enorme responsabilidad. Cristo nos ha salvado para que  nosotros seamos instrumentos de salvación a otros. Las “ovejas” que estarán a la derecha en el día del juicio final son las que ayudaron al cumplimiento de la profecía de Mateo 24:14. Ningún palabra podrá ser igualada a aquella que  vendrá de los labios del Cristo  triunfante, cuando nos diga: “Por cuanto lo hiciste a uno de mis hermanos más pequeños a mí lo hiciste”  (Mt 25:40). Los galardones serán parte del juicio eterno.

CONCLUSIÓN: En una ocasión un pastor predicó un poderoso mensaje para estimular la evangelización  y esta  profecía de Jesús en Mateo 24:14, y una señora se le acercó con este “reclamo”: ‘Yo soy una pobre viuda con varios hijos y tengo que trabajar desde la mañana hasta la noche, ¿cómo piensa usted que voy a evangelizar?’ El pastor le hizo esta pregunta: “¿Quién le trae la leche?”. Ella dijo: “El lechero”. Y, “¿quién le trae el pan?”. Ella respondió: “El panadero”. El  pastor le miró con amable sonrisa y le dijo: “Hermana, que Dios me la ayude”. Y así fue. A la mañana siguiente no dejó el envase y el dinero para la leche, de modo que el lechero tuviera que tocar la puerta. Cuando así sucedió, ella salió con voz temblorosa, y le hizo esta pregunta: ¿Ha pensado usted dónde pasará la eternidad? Para su sorpresa, el lechero le dijo que esa pregunta lo había estado inquietando últimamente. Así fue como ella le invitó a entrar, le predicó y le llevó a Cristo. Se dice que en el corto plazo de un año esa señora había conducido a los pies de Cristo a veintiséis personas. Con esto afirmamos que no hay excusas para ser testigos. Los galardones que nos esperan no serán porque seamos buena gente sino por almas que podamos llevar para que conozcan a Cristo. ¿Qué estoy haciendo para lograr esto?                               

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