Del escritorio de Julio Ruíz

Proverbios, propuestas para una vida mejor – Guardando lo que más importa

Cuando hablamos de los órganos vitales del cuerpo, el corazón llega a ser la gran “máquina” que le da su movimiento para mantenerlo vivo, incluso, hasta por encima de una centuria. Porque una persona podrá vivir sin sus piernas, sin sus manos, sin sus ojos, sin sus oídos, sin su lengua, y hasta sin algunas partes del estómago, pero jamás podrá vivir si su corazón no trabaja. La ciencia reconoce que el corazón ejerce una de las funciones más asombrosas en nuestro organismo . Siendo del tamaño del puño de la mano, su tarea principal es bombear la sangre a todos los rincones del organismo. Cuando esto ocurre, la sangre recoge oxígeno a su paso por los pulmones y circula otra vez hasta el corazón para volver a ser impulsada al resto de las partes del cuerpo. Después de su viaje por el organismo, la sangre queda sin oxígeno y es enviada de nuevo al corazón para que éste la bombee a los pulmones con el fin de recoger más oxígeno. Se estima que una persona que viva 76 años, su corazón habrá bombeado 169 millones de litros de sangre. ¿No es esto extraordinario? El sabio Salomón reconociendo este exclusivo trabajo, y sabiendo además que el corazón es el recinto que mueve las emociones y la voluntad, ha recomendado prioritariamente, que: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana vida” (Proverbios 4: 23)

Solemos ser muy diligentes en guardar las cosas de valor que hemos adquirido o que nos han sido dadas con una especial deferencia. En algún lugar de la casa, muy bien guardado y seguro, pudieran encontrarse joyas, piedras preciosas, oro, plata, cartas, prendas…; o un simple detalle, que aun cuando no tenga el valor material, tiene el valor sentimental. Sin embargo, la parte más importante para ser guardada, según se desprende del proverbio de hoy, pudiera estar desprotegida y descuidada. Ahora bien, ¿por qué guardar el corazón? ¿Por qué el sabio dijo que sobre “toda cosa guardada” se guardara el corazón? Porque del corazón no solo “mana la vida”, sino que también es la fuente donde se gestan nuestras tendencias. Se habla de un corazón bondadoso o perverso; en todo caso depende con lo que se llene. Jesucristo reconoció que de un corazón contaminado salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia y la insensatez (Marcos 7:21, 22) A lo mejor fue por esta descripción que Martín Lutero llegó a decir: “Tengo más miedo de mi propio corazón que del Papa y todos sus cardenales juntos”. Este hombre de tan elevada piedad reconocía que un corazón ingobernado podía ser su peor enemigo para lograr sus más encumbrados fines. 

Lo arriba expuesto nos plantea una realidad que es común a todos los mortales: nadie está exento de tener un corazón que cobija estas inclinaciones. De allí que el corazón pudiera constituirse en la más grande razón de los goces del alma o en la fuente de las perversiones, expresadas en un estado de concupiscencia carnal. Por lo tanto, guardar el corazón desde que comienza a sentir sus desvaríos; cuando es incitado a tomar lo que no le corresponde, cuando late más acelerado por alguna tentación, o cuando es forzado a cometer alguna infamia, producto de su propia pasión, es preservarlo para las mejores metas. Los chinos, conocidos por su legendaria sabiduría, han ponderado el valor que posee un corazón honrado y su influencia para toda la vida, al decir: "Si hay rectitud en el corazón, habrá belleza en el carácter. Si hay belleza en el carácter, habrá armonía en el hogar. Si hay armonía en el hogar, habrá orden en la nación. Si hay orden en la nación, habrá paz en el mundo". ¿No es algo maravilloso que todo esto se origine en el corazón?
Y es que un corazón que no cede a las presiones tentadoras será un vaso limpio para a toda buena obra. Pero, ¿cómo lograr esto? El mismo sabio que nos da el consejo de guardar el corazón nos recomienda entregárselo al único que lo conoce y lo puede transformar. Hablando del Dios que lo anhela, dijo: “Dame, hijo mío, tu corazón, miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26). Hay muchos “señores” que quieren echarle mano al corazón para esclavizarlo, Dios quiere poseerlo para salvarlo y transformarlo.

 

 


 Nota: Este estudio es brindado por entrecristianos.com y su autor para la edificación del Cuerpo de Cristo. Siéntase a entera libertad de utilizar lo que crea que pueda edificar a otros con el debido reconocimiento al origen y el autor.

 

 

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