Del escritorio de Julio Ruíz

Las Siete Virtudes Capitales, Parte 7

Diligencia, Virtud dada para lo Imposible 

Con esta entrega llegamos al final de las Siete Virtudes Capitales. Presentamos a la diligencia como la última en este orden, pero no por ello deja de opacarse el brillo de su importancia. La diligencia tiene que ver con la actividad y esmero en hacer algo. Son sus más cercanos sinónimos: la prontitud, el cuidado y el esfuerzo. Una vida adornada con la diligencia tiene parte del camino andado. Muéstreme un hombre que arranca aplausos al ser premiado por su carrera, que ha logrado almacenar su fortuna con honestidad, que no se doblega ante las adversidades, que se mantiene en la cima de sus éxitos —siendo reconocido por propios y extraños—, y yo le mostraré a un hombre que comulga con la diligencia. Esto fue lo que creyó el moralista y crítico Samuel Jhonson, por allá en el siglo decimoséptimo. En una de sus muy leídas obras, hablando de la diligencia, dijo: “Pocas cosas resultan imposibles a la disciplina y a la habilidad”. Y es que en este cuadro de virtudes, la diligencia llega a ser como el combustible que mueve a las anteriormente presentadas. Sin diligencia no hay estudio que prevalezca, no hay trabajo que sea premiado, no hay familias que sean estables y tampoco habrá una sociedad que tenga visos de prosperidad. Con la diligencia se levanta el edificio de la felicidad.
 
 El oficio de llegar a ser un taxista en cualquier otra parte del mundo, en especial en nuestros contextos hispanos, a lo mejor no requiere de mucho esfuerzo y diligencia para aprender las rutas y las direcciones. Pero si usted quiere convertirte en uno de los más de veinte mil taxistas certificados de la ciudad de Londres, prepárese para estudiar mucho. La única manera de colocarse detrás del volante es dominando The Blue Book (El libro azul), el manual para un curso que toma entre dos y cuatro años terminar. Puede, después de haber dominado el libro, que sólo se necesiten unos cuantos minutos para que el conductor de un taxi negro tradicional le lleve de un punto a otro, pero saber cómo llegar allá requiere años de estudio. Todo en la vida demanda esfuerzo, sacrificio, dedicación y disciplina. Muchos se lamentan de su pobre condición académica, pero nunca se esforzaron por conquistar alguna carrera. Otros se lamentan de su condición económica, sin embargo viven para el ocio y sin dedicación al trabajo que se llega a sus manos, esperando las ayudas de otros o las que vienen del estado. Se dice que la diligencia, la solicitud y la prontitud marchan unidas. Sin la aplicación de ellas no se irá a ningún lado. El sabio Salomón decía: “¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición” (Proverbios 22:29)
 
 Si algo hay que reconocer en Pedro, uno de los doce discípulos de Cristo, fue su carácter diligente para pensar y hacer las cosas. Es cierto que en varias ocasiones, por su espíritu siempre presto, cometió errores como lo haría cualquier otro humano. Su más brillante actuación la tuvo, sin lugar a duda, después de la resurrección de su maestro. Después de allí, Pedro es el hombre que corre, que habla con poder, que sana y que hace maravillas. Hizo de la diligencia un asunto de honor. No vaciló para hablar en los momentos coyunturales y se esforzó como un fiel testigo de evangelio que proclamó. En su primera carta universal le dedicó todo un párrafo para hablar de la vida que tiene éxito y que no claudica. En ella elogió el valor de la diligencia cuando escribió: “Poniendo toda diligencia… añadid a vuestra fe virtud, a la virtud conocimiento; al conocimiento dominio propio; al dominio propio paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 Pedro 1:5) Él dijo que si estas cosas abundan en una persona, no le harán caer jamás. Alguien reconociendo el éxito de su vida decía que se lo debía al hecho de haber llegado un cuarto de hora a su labor. Si esto es cierto para las cosas temporales, mucho más lo debiera ser para los asuntos eternos. La recomendación bíblica es, "procura con diligencia presentarte a Dios…". La gran tragedia en la vida pudiera ser que seamos diligentes para lo temporal y pasajero y descuidemos el destino eterno.
 


Estudios de esta Serie:

Las Siete Virtudes Capitales, Parte 1
Las Siete Virtudes Capitales, Parte 2
Las Siete Virtudes Capitales, Parte 3
Las Siete Virtudes Capitales, Parte 4
Las Siete Virtudes Capitales, Parte 5
Las Siete Virtudes Capitales, Parte 6
Las Siete Virtudes Capitales, Parte 7

Nota: Este estudio es brindado por entrecristianos.com y su autor para la edificación del Cuerpo de Cristo. Siéntase a entera libertad de utilizar lo que crea que pueda edificar a otros con el debido reconocimiento al origen y el autor.
 
 

 

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